
Leer bien no es sólo divertirse aprendiendo algo. También es un buen remedio para apreciar la soledad en vez de tenerle miedo. Y para vivir otras vidas. Y toparse con la magia de la gramática. Con el inquietante dulzor de la palabra bien usada. Etcétera y etcétera. También tiene que ver con emocionarse leyendo el mismo libro muchas veces. Por eso se agradece cuando Harold Bloom aparece de pronto diciendo:
No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude, pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo.
Entre tantos lectores acuciosos y vehementes que he conocido, me parece que el poeta Rafael Rattia es uno de los más empecinados y dedicados al asunto existencial de leer y escribir. Él, sin ninguna duda, ama tanto la lectura como la escritura. Esto no se puede dudar porque una cosa es consecuencia de la otra. Y no sólo es un devorador de libros: es alguien que puede tomarse como ejemplo de lo que es leer bien. Y escribir de un modo que revela nítidamente su personalidad.
En el fútbol es fundamental el dominio de balón. Se trata de alcanzar tal pericia que el cuerpo y el balón se integran: la pelota va hacia donde el jugador quiere que vaya. Teniendo dominio de balón el jugador es más certero y se diferencia de aquellos que dan patadas al azar, “a lo loco”, sin saber hacia dónde rebotará la fulana pelota.
En Letralia y en otros medios he encontrado los artículos breves pero sustanciosos de Rafael Rattia y no he podido apartarme de ellos.
Los fanáticos del fútbol admiran a los jugadores que alcanzan esa habilidad, pero para convertirse en admiradores del juego y del jugador, tienen que aprender a reconocer las hazañas y una de ellas es el dominio de balón. Hay quienes ven el fútbol y ni siquiera notan nada de eso. Sólo esperan que haya un gol para gritar y celebrar.
Con la literatura ocurre algo parecido. Es importante saber en qué consiste el arte de la escritura, cuál es su hazaña, cómo apreciar su belleza o su sinfonía conmovedora. Leer no es sólo enterarse de una historia: se trata de saber y sentir, presentir y experimentar, lo que unas palabras elaboran. No hay nada más apreciado por el narrador, el ensayista y el poeta, que un lector sensible capaz de diferenciar el oro de la pirita.
Señalo esto de un modo elemental para enfocar un aspecto relacionado con los artículos que escribe Rafael Rattia. En Letralia y en otros medios he encontrado sus artículos breves pero sustanciosos y no he podido apartarme de ellos. A veces uno encuentra artículos cuyos temas atraen más que una playa de Margarita a las diez de la mañana y sin embargo hay que hacer un disciplinado esfuerzo para leerlos. Con Rattia resulta distinto: aunque escriba de repente sobre algo de poco interés, provoca leerlo hasta el final.
Sí: hay hazañas de escritura en sus textos. Pero lo que más atrae en esos escritos es la pasión que pone, el desgarro, el dolor, el grito de advertencia que encierran sus palabras.
El escritor Rafael Rattia es muy activo en Twitter. Sus frases siempre inquietan al lector, porque en ningún momento se liberan del conocimiento verdadero y crudo de la vida, golpean y conmueven. Y reflejan también un estilo de escritura que ha cultivado con pasión y con respeto por su vocación de creador literario.
Todos los días se leen sus textos allí, en el ámbito de la levedad tormentosa. La mayoría de las veces constituyen una protesta contra la situación que vive como habitante de Venezuela. Aunque también escribe de historia, de poesía y otros temas.
Para el profesor Rafael Rattia la situación ha sido tan difícil y cruel como para cualquier habitante de la Venezuela del siglo XXI, pero con el agravante de que él tuvo que enfrentar un cáncer que casi lo borró del mapa.
Sin embargo, Rafael se sobrepuso y no ha dejado de trabajar y de escribir. No ha dejado de vivir con su presteza civil a pesar de los escombros que abundan. Creo que Rafael escribe desde que era un adolescente. Leer y escribir lo han mantenido con vida. Él es la prueba de que el conocimiento alimenta de algún modo. La interioridad del ser humano, esa parte que no se ve, subsiste con emociones emanadas de los libros y de la poesía.
Hablando sobre sus inicios
¿Desde cuándo escribes?
Mis recuerdos me remiten a mis dieciséis años, cuando estudiaba segundo año de bachillerato. En Tucupita circulaba un periódico semanal que dirigía un señor a quien todos en el pueblo le decíamos “periodista”, a la sazón se llamaba Pastor Cedeño y el periódico tenía por nombre El Regional. Un buen día lo abordé en la calle y le pregunté que si él estaba dispuesto a publicarme un artículo de opinión y de inmediato obtuve por respuesta un entusiasta sí. Recuerdo el texto de marras: versaba sobre el “marxismo-leninismo” porque yo era activista de la juventud socialista del MEP y discutía cosas teóricas y filosóficas con otros activistas militantes de la juventud del MIR y del Partido Comunista, que tenían presencia política en los liceos de la localidad. Recuerdo que ese fue prácticamente mi debut como escritor en las páginas de opinión de aquel periódico en un remoto pueblo situado a orillas del Caño Manamo, ese majestuoso brazo fluvial del Delta del Orinoco, que apenas si contaba con una población de cincuenta o sesenta mil almas.
¿Dónde vives?
Vivo en Maturín, capital del estado Monagas, desde octubre de 2002. Viajo poco, físicamente se entiende. En casi veinte años he salido un par de veces a los Andes venezolanos y otras tantas veces a Caracas por motivos de salud. Soy sobreviviente de un cáncer. Fui operado de una maxilectomía radical en el maxilar superior izquierdo para extraer un tumor maligno en el año 2005.
Añoro el pujante y auspicioso clima cultural e intelectual que caracterizó a esa Venezuela pluridiversa, multicultural, heterogénea.
¿Eres más filósofo que poeta?
En estricto rigor, mi formación académica y profesional es la de historiador. Soy egresado de la Escuela de Historia de la Universidad de los Andes, donde tuve la fortuna de contar con grandes maestros tutores. Bajo la magistral orientación académica del filósofo y filólogo José Manuel Briceño Guerrero realicé una tesis para optar al título de historiador titulada “La concepción de la historia en E. M. Cioran”. Siento que filosofía y poesía están en la base de los fundamentos culturales de la civilización occidental. No hay disyunción objetual entre ambas ínsulas del conocimiento humano. Cuando poetizo una determinada realidad empírica o subjetiva siento que estoy filosofando y viceversa, siento y pienso que cuando filosofo en torno a un eje temático específico lo hago poéticamente. De modo que en mi búsqueda e intentos de construcción de una realidad textual estética no escindo lo poético de lo filosófico. Pienso que el amor a la sabiduría está impregnado de un altísimo grado de poiesis, entendida ésta como un radical y profundo acto de creación estético verbal.
Interrumpo para anotar algo de Cioran
(Emil Cioran consideraba que el nombre Emil era como poco idóneo para su fuerte estilo de escritura. Y colocó a continuación una M, que en realidad no ocultaba ningún nombre. E. M. Cioran. Su sinceridad y crudeza han ejercido influencia en muchos creadores literarios. Entrevistado en una ocasión por Savater, dijo lo siguiente:
“No, no me gustan los libros que se leen como quien lee el periódico, un libro debe conmoverlo todo, ponerlo todo en cuestión. ¿Para qué? Bueno, no me preocupa demasiado la utilidad de lo que escribo, porque no pienso realmente nunca en el lector; escribo para mí, para librarme de mis obsesiones, de mis tensiones, nada más. Una señora escribía hace poco sobre mí en Le Quotidien de París: ‘Cioran escribe las cosas que cada uno se repite en voz baja’.
”No escribo proponiéndome fabricar ‘un libro’, para que alguien lo lea. No, escribo para aliviarme. Ahora bien, después, meditando sobre la función de mis libros, es cuando pienso que debieran ser algo así como una herida. Un libro que deja a su lector igual que antes de leerlo es un libro fallido”).
Vuelvo con Rafael Rattia
¿Qué añoras de Venezuela, de tu pasado?
Son tantas cosas que me resulta harto difícil jerarquizar por orden de importancia algunas más relevantes y trascendentes que otras; no obstante, creo que puestos a ver, sí, efectivamente; añoro el pujante y auspicioso clima cultural e intelectual que caracterizó a esa Venezuela pluridiversa, multicultural, heterogénea; me suele embargar un lancinante sentimiento de añoranza por todo lo que significó el acentuado protagonismo de la extinta élite cultural, literaria, artística, científica e intelectual, las accesibles posibilidades a los circuitos de distribución de los bienes culturales del espíritu a través de los sistemas editoriales, cinematográficos, museísticos. Siento especial añoranza por los espacios de debates, encuentros y confrontación de las más extrañas y heteróclitas voces y concepciones ideopolíticas que hacían parte de la polimórfica fauna cultural venezolana que comenzó a desaparecer con la instauración del paradigma sociocultural totalitario del chavismo.
¿Cómo defines esta época?
Hesíodo, el gran historiador y poeta griego, dijo en algún momento que la época histórica que le tocó vivir estaba signada por la edad de hierro… si Hesíodo estaba convencido que su tiempo histórico era terriblemente lúgubre; ¿qué podríamos decir nosotros del nuestro?
Los rasgos distintivos que constato como testigo privilegiado que soy de esta época histórica que me ha tocado vivir son lamentables. Una inmensa e inaudita desolación. Pérdida de los referentes axiológicos sustantivos que le daban un mínimo de seguridad ético-valorativa a la especie humana. Asistimos al derrumbe y desmoronamiento de grandes metarrelatos estéticos, a la desaparición y muerte de las utopías universales y domésticas. Mi época está signada por la incertidumbre y el desamparo. Paradójicamente, en la época de Internet, de la instantaneidad y de las noticias planetarias en tiempo real, el Homo sapiens está en los prolegómenos de una nueva edad media universal.
Nuestro fachendoso hombre tecnocientífico (Homo virtualis) se ha colocado a las puertas de una novedosa civilización neoágrafa. Vamos rumbo a un mundo profundamente ignaro por exceso de información que borra y anula la voluntad de saber y el deseo de sabiduría y por tanto de gozo pleno de savoir vivre.
¿Cuál es tu gran pasión?
La lectura es lo que más me apasiona entre todas las cosas verdaderamente vitales. Desde que tengo conciencia de mi vida a orillas del gran río Orinoco me recuerdo leyendo. La escritura es una actividad complementaria que junto con la lectura forma ese mágico amonedar de la existencia estética, cultural y literaria. Cuánta razón sigue teniendo nuestro gran argentino universal Jorge Luis Borges, sin los libros toda civilización está incompleta y toda sociedad siempre estará irrealizada. Como lector —esa pretensión me gustaría animara el resto de vida que me queda— aspiro a continuar leyendo hasta el último día de mi vida. De hecho me gustaría morir con un libro entre mis manos. Creo que la aristocracia del espíritu sólo es alcanzable por el camino de la lectura.
Alguien dijo que en Venezuela el escritor que aspira a vivir de la escritura ni vive ni escribe. Soy docente y apenas sobrevivo con lo que gana un profesor de educación media.
¿Estás furioso, molesto, indignado?
Indignado. Soy parte de una legión de hombres que se niegan a abrazar la violencia como opción para dirimir las contradicciones y antagonismos entre los miembros de la especie. Sé perfectamente que la paz es y seguirá siendo imposible, pero yo sigo insistiendo en la quimera de la fraternidad humana. Me asumo como un digno heredero de las corrientes de pensamiento antiguo a las cuales pertenecían pensadores como Pirrón, Antístenes, Diógenes de Sinope. Ejerzo y practico una pedagogía irónica, escéptica y no pocas veces cínica. No tengo militancia política partidista a pesar de que creo que los partidos políticos son las correas de transmisión por antonomasia de la cultura democrática en las sociedades abiertas…
¿Qué le ha aportado tu profesión a tu escritura?
Una base matricial de inconmensurables proporciones. Clío es la diosa de la historia. Como historiador soy disciplinado, metódico a la hora de escribir. Soy constante y persistente cuando trabajo en la confección de un texto. No puedo prescindir de la doble dimensión espacio-temporal. Sé que soy un animal histórico y también que soy tan sólo un hombre finito que en cualquier momento tendrá que partir de esta triste y lamentable carroña cósmica que amablemente por gentileza llamamos planeta Tierra. Tener conciencia de ser un testigo privilegiado de mi tiempo es un aporte sustantivo que me ha deparado mi condición de historiador a la hora de escribir.
¿Qué le ha aportado la escritura a tu sobrevivencia de hoy?
Alguien dijo que en Venezuela el escritor que aspira a vivir de la escritura ni vive ni escribe. Soy docente y apenas sobrevivo con lo que gana un profesor de educación media en un país devastado como Venezuela. La escritura me ha permitido sobrevivir desde el punto de vista de la resistencia ontológica. Parafraseando al pesimista Cioran, sin la escritura hace tiempo que me habría matado…
Los escritores de esta mala hora en Venezuela sobreviven en la franja de la miseria y de la pobreza atroz. Muchos escritores en Venezuela están vivos únicamente gracias a la misericordia y los gestos de bondad y filantropía de la sociedad, que aún no pierde su reserva de humanismo y humanidad.
¿Pensaste alguna vez que el país llegaría a estar como está?
No, hasta que vi con resignada consternación la diáspora de la juventud profesional y su más altamente calificada élite académica y tecnocientífica emigrar para ponerse a salvo de la catástrofe y el holocausto. En esa encrucijada me dije: las bases de la república liberal democrática han sido demolidas y tardarán mucho tiempo en ser reconstruidas. Nunca se llega a tocar fondo suficientemente cuando se trata de los procesos de destrucción moral y ética de una sociedad.
¿En qué lugares de tu caminar cotidiano sientes la falta de los amigos?
Soy un solitario, paradójicamente, aunque no lo parezca, mis mejores amigos están dispersos en las más recónditas y apartadas regiones de la geografía venezolana y en algunas partes del globo terráqueo. La mayoría de mis amigos cotidianos son autores ya fallecidos que me hacen compañía a través de la lectura.
¿Sufres la distancia, la separación de parte de la familia?
Como dijo Protágoras: “Mi familia es la humanidad, mi patria es el mundo”. Como todo venezolano que ha sido golpeado por la tragedia humanitaria. La familia ha sido desbaratada como célula fundamental de la sociedad. Ha sido fragmentada, ha sido dividida. Tengo amigos y familiares en los más lejanos confines del orbe a quienes no veo ni converso con ellos desde hace mucho tiempo, y eso lastima cruelmente mis sentidos y me aflige y desmoraliza como ser humano y como escritor.
Tengo 59 años de edad cronológica y casi cincuenta de ellos dedicados a la lectura.
He admirado la alta calidad de tu escritura, ¿De dónde sale esa facilidad para la narrativa y otros temas? ¿lo sacas de tu infancia o de tu adolescencia?
La necesidad de inventarse un mundo da pie a la prolijidad en la creación de universos ficcionales paralelos a la chata realidad real enajenante que envilece a los seres humanos. Alguien dijo que lo más real procede del mundo de la imaginación, pero es evidente que la realidad empírica es tan terca que muchas veces compite con las más atrevidas u osadas ficciones.
¿Cuántos libros sin publicar tienes ahora? ¿Cuántos has publicado?
Tengo un libro de poesía inédito y dos de poesía publicados. Uno de ensayo filosófico, uno de crítica literaria.
¿Cómo es tu proceso creador? ¿Cómo logras ese nivel expresivo?
Escribo todos los días. Me levanto a las cuatro de la mañana y escribo hasta las ocho de la mañana. El resto del día es dedicado a la lectura.
Ficho, subrayo, tomo notas y apuntes, y si siento necesidad insoslayable de escribir me siento frente a la laptop y escribo y guardo en una carpeta. Luego releo y corrijo e incorporo el material redactado en el género de proyecto escritural que corresponda. El nivel expresivo está en íntima correspondencia con mi formación humanística. Tengo 59 años de edad cronológica y casi cincuenta de ellos dedicados a la lectura. Soy un filólogo empírico. Llevo toda una vida hibernando entre las palabras. Metafóricamente hablando soy una máquina de producción de sentido deleuzianamente hablando.
Alto aquí, para colocar algo de Gilles Deleuze
(Deleuze dijo esto en una difundida entrevista:
“Creemos que el inconsciente no es un teatro, no es un lugar en el que están Edipo y Hamlet interpretando eternamente sus escenas. No es un teatro, eh, es una fábrica, es producción. El inconsciente produce. Produce, no deja de producir. Y funciona, por lo tanto, como una fábrica; es precisamente lo contrario de la visión psicoanalítica del inconsciente como teatro, en el que siempre se agitan un Hamlet o un Edipo hasta el infinito”).
Y terminamos el diálogo
¿De qué vives?
De mi trabajo como profesor de educación media. He sido durante años profesor universitario contratado por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel); he escrito textos especializados y trabajos de crítica literaria para revistas de arte y literatura. He colaborado en proyectos editoriales para fundaciones privadas en Venezuela y en el exterior.
(He debido preguntarle a Rafael cuánto obtiene al mes con su trabajo, pero sé que me va a hablar de diez o quince dólares. O algo parecido. Y es mejor no andarse con tanto pesimismo. Aunque a estas alturas retorna Cioran con una frase que le quita el brío a cualquiera: “¿Con ayuda de qué artificios encontraríamos la fuerza de ilusión suficiente para ir en busca de otra vida, de una nueva vida?”).
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