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Para no morir tanto es una obra coral con el Covid-19 como fondo
Carlos Decker-Molina desentraña la oscuridad de la pandemia

martes 23 de noviembre de 2021
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Carlos Decker-Molina
Carlos Decker-Molina: “El hombre es capaz de entregar su libertad por miedo a la muerte”.

Hace medio siglo salió de su país por motivos políticos, y después de un periplo terminó estableciéndose en Estocolmo. Periodista de la vieja guardia, “de la generación que quiso hacer la revolución”, como él mismo dice, en la capital de Suecia siguió haciendo lo que sabía hacer: escribir.

Hoy el boliviano Carlos Decker-Molina tiene publicadas varias novelas en las que periodismo y literatura se fusionan para contar la realidad desde una perspectiva testimonial. Y sigue escribiendo sin descanso: en septiembre viajó a Madrid para presentar su libro Para no morir tanto, una colección de relatos sobre la pandemia, pero principalmente sobre la fragilidad del ser humano. Hoy conversamos con él en relación con este libro y con la emergencia sanitaria que atraviesa el planeta desde hace casi dos años.

 

Tu libro contiene dieciséis relatos —uno por cada mes transcurrido entre marzo de 2020 y junio de 2021— hilados por la pandemia de Covid-19, pero en ellos abordas otros temas como el racismo, la migración, la guerra, la pobreza. ¿Puedes hablarnos de esta estructura?

Una catástrofe provoca la aparición del lado oscuro que todos tenemos. La guerra de Yugoslavia, que fue una catástrofe bélica, provocó el “sálvese quien pueda” y los vecinos que habían celebrado juntos cumpleaños o fiestas, incluso ritos religiosos, comenzaron a denunciarse. La pandemia provocó lo mismo, reveló el lado oscuro que tenemos.

La sociedad comenzó a desarmarse en los pedazos humanos que la componen. El miedo a la muerte produjo el afloramiento del racismo. Los migrantes, en una reacción propia del afuerino, quisieron volver a sus patrias, posiblemente a morir en cama conocida, pero no había transporte.

Dentro de las casas, en el encierro, se descubrieron viejas mentiras. Las traiciones cobraron carta de ciudadanía. Es decir, la pandemia devolvió las horas robadas al silencio donde se esconden los secretos.

Quise estructurar una obra coral, pero a través de relatos, hilvanados por una voz, la del afuerino, que ve lo que los lugareños no ven o no quieren ver.

 

Al principio del libro presentas a Juan Antonio, inmigrante boliviano en Suecia que recibe cartas de su padre muerto y se obsesiona con la inminencia de la muerte, pero no la propia sino la del género humano. Así, sale a buscar a los sobrevivientes por las calles de Estocolmo, y lo que encuentra se convierte en las historias del libro. ¿Cuánto de ti hay en este personaje?

Se me parece mucho, pero no soy él, o él no es más que mi yo de escritor o tal vez del periodista que sigue habitando mi interior. Diría que Juan Antonio y yo hemos sido fusilados y eso nos convierte en uno solo.

 

“Para no morir tanto”, de Carlos Decker-Molina
Para no morir tanto, de Carlos Decker-Molina (Caligrama, 2021). Disponible en Amazon

¿De dónde provienen los cuentos de Para no morir tanto? ¿Están basados en historias reales?

Una mayoría tienen asidero en la realidad, otros narran medias realidades que, para hacerlas comprensibles, hay que disfrazarlas de ficción y eso las transforma en literatura. La más real de todas es la que se titula “Duerme, duerme, Tobías”, está narrada por una niña. La última narración es producto de la fantasía con un porcentaje alto de observación.

 

“Las mujeres tienen muchas vidas, una de ellas es la poesía que llevan adentro”, dices en uno de los cuentos. La presencia de la mujer en el libro tiene un peso innegable; incluso en alguna de las historias te permites adoptar la voz de una niña desde la primera persona. ¿Puedes hablarnos del papel de las mujeres en tu libro?

Toda mi vida he estado rodeado por mujeres. Mi abuela, una matriarca de las antiguas, mi madre divorciada con dos hijos, yo el mayor. Mi núcleo familiar con dos hijas y mi mujer, en mayoría, frente a mí y mi único hijo. Además, Suecia es un país de mujeres, los incluyo a los hombres. Los suecos no son los machistas del texto feminista. El machismo en Suecia está en la hebra del tejido social inmigrante. El mío es sólo una sombra del que dejé en Bolivia en los años 70. Me gusta la presencia de la mujer en mis libros, están en Tomasa, mi novela finalista del Premio Internacional de Novela Kipus y en mis otros trabajos. Puede que sea un homenaje oculto a mi madre, a mi mujer y a mis hijas.

 

En el último de los relatos de Para no morir tanto incursionas en la narrativa especulativa al pintar una sociedad del futuro en la que incluso el amor está regido por la inteligencia artificial, y la salud se convierte en un privilegio, pero también en un factor de discriminación. Es uno de tantos escenarios posibles para un futuro que cada vez se muestra más confuso. ¿Cómo crees que la pandemia nos ha afectado? ¿Crees que producirá un cambio de actitud de la humanidad?

El filósofo francés Eric Sadin dice: “Nuestro libre albedrío se desploma a causa de la hipereficacia de la inteligencia artificial (IA)”.

China (una dictadura) y Corea del Sur (una democracia) usaron la digitalización y la IA para controlar a los ciudadanos con o sin el virus. Existe una aplicación que mide la distancia de un vecino con fiebre por encima de la normal para evitarlo en buses y metros. Es decir, mi distopía tiene un asidero en la realidad.

El hombre es capaz de entregar su libertad por miedo a la muerte. El problema es que hay un mundo con IA y otro, el mundo fragmentado y sin un sujeto evidente de su proceso modernizador. Internet ha creado el bárbaro informado, sujeto de la teoría de la conspiración, transportador de la mentira con ropaje veraz, carente de formación en el sentido de la cultura del razonamiento, por eso su obsesión por una sola identidad en medio de sociedades líquidas. En ambos mundos planean las dictaduras nazifascistas, algunas disfrazadas de izquierda.

Dependerá del grado de desarrollo democrático evitar que los controles digitales, que ya están vigentes, no se deslicen al campo político o ideológico.

En este momento se está enfrentando en Europa la cuarta ola, que está siendo provocada por quienes rechazan la vacuna y consideran el certificado del Covid-19 como la estrella amarilla con que identificaban los nazis a los judíos. El retorno de las políticas restrictivas del tráfico y movimiento individual ha provocado manifestaciones masivas, sin ir lejos, en Holanda y Alemania.

Lo importante es el equilibrio y éste, aunque es muy difícil, depende mucho de la fuerza del sistema democrático y de la independencia de los poderes del Estado. Por ejemplo, en Hungría intentan volver permanentes las medidas restrictivas. Por otro lado, hay un aumento cuantitativo y cualitativo de los partidos o movimientos de derecha que comienzan a buscar alianzas con la ultraderecha, lo que produce una polarización y deja sin expresión a las capas medias que ocupan el centro sociológico, y ello es muy peligroso para la salud democrática general.

Clarice Lispector escribe en algún de sus libros: “Quiero estar cautiva. No sé qué hacer con la aterradora libertad que puede destruirme”.

No soy optimista. Debemos estar preparados para lo peor, puede ser una pandemia ideológica o un nuevo virus.

 

¿Cómo se vivió la pandemia del Covid-19 en Suecia? ¿Cómo se vive actualmente?

Suecia es el país de la excepción. Fue el único que no declaró cuarentena obligatoria. Estuvimos cerrados por propia voluntad.

Suecia ha construido su sociedad con base en la confianza mutua. Su sistema no permite la conducción ministerial; por eso, cada ministerio tiene su autoridad de expertos, que son los que trazan las líneas maestras de lo que el ministro pondrá en manos del parlamento. Por ejemplo, el Ministerio de Transporte tiene sus expertos en construcción de caminos, ferrocarriles, señalización, etc., que estudian las propuestas que el ministerio pondrá en manos del parlamento para votar leyes. Lo mismo pasa con el ministerio de salud y asuntos sociales. Fueron los expertos médicos, virólogos, químicos y laboratoristas quienes sugirieron al gobierno una forma de enfrentar la pandemia con base en unas sugerencias muy simples: lavarse las manos con frecuencia, asegurar una distancia social de metro y medio a dos metros y no ir al trabajo ni salir a la calle si se producía el primer síntoma de resfrío. El barbijo llegó con la tercera ola porque ya estaba abierto el tráfico público. El aparato productivo siguió trabajando a media marcha, se dieron cierres totales que no pasaron de los noventa días. Los parvularios y las escuelas siguieron abiertas, los colegios secundarios y las universidades trabajaron a distancia. Igual que muchísimos trabajos. Suecia ya estaba antes de la pandemia probando el trabajo a distancia, porque es un país totalmente computarizado. No hay dinero en circulación, los pagos son digitales, incluso la compra de un helado es digital.

Soy de la generación que quiso hacer la revolución.

El costo en muertes de ancianos fue muy elevado, probablemente uno de los más altos de Europa, pero un anciano sueco fluctúa entre los 85 y 95 años; es decir, fueron muertes que de todos modos se iban a producir. Y, por otro lado, esas muertes, que en su mayoría se produjeron en los asilos o centros de geriatría, descubrieron los déficits de la salud pública en manos privadas, porque en Suecia coexisten los dos sistemas.

La vacuna en Suecia cubre 81,6% de la población. En la capital hay un movimiento antivacunas que llega al 20%. Frente a la cuarta ola, a partir del 1 de diciembre volverán algunas restricciones como la vigencia del certificado de la vacuna para permitir el ingreso a cines, teatros, estadios y restaurantes.

Suecia, por otro lado, comenzó la reconversión industrial a una sociedad sustentable. El gobierno ha aprobado mucho dinero para construir la sociedad pospandemia con base en la energía solar, la eólica. Las fábricas de baterías están siendo ubicadas al norte del país, donde se ha comenzado la construcción de nuevos barrios y ciudades. Probablemente en unos años faltará mano de obra, sobre todo en el sector de servicios.

 

Saliste de tu país hace muchos años y ya son varias las décadas que llevas viviendo en Suecia. Los motivos que te forzaron al exilio podrían resumirse en una idea: intolerancia. ¿Qué evaluación hace Carlos Decker-Molina de la realidad mundial después de medio siglo fuera de tu tierra? ¿Hemos mejorado, hemos empeorado? ¿Tiene alguna esperanza la humanidad?

Extraño la lucha de clases. Salí de Bolivia en 1971, de Chile hui el 73 a París, volví a Argentina, estuve preso en 1976 y a finales de ese año llegué a Suecia. Te recuerdo que soy de la generación que quiso hacer la revolución. La guerra fría mató mucha gente; cuando terminó pensé que el camino era el reformismo. El modelo escandinavo, que es el único que ha funcionado, fue algo interesante a estudiar, pero llegó el neoliberalismo y borró el nosotros para convertirnos a todos en singularidades duplicadas. Fue la muerte de la otredad; hay un verdadero intento uniformador. La singularidad por ejemplo es algo muy distinto a la autenticidad, ésta supone comparabilidad. Y, para colmo, el neoliberalismo explota la noción de libertad. Uno se explota voluntariamente, a sí mismo, creyendo que se está realizando como profesional; nos hacen creer que estamos ejerciendo la libertad. Cuando de verdad nos estamos explotando nosotros mismos.

Hemos empeorado. Por otro lado, tienes una llamada izquierda que participa activamente en la desestructuración, cuando plantea falsas dicotomías, como la nación de los indígenas que enfrenta a la nación de los mestizos, o la nación de los de abajo que quiere eliminar a la nación de los de arriba, cuando hay líneas horizontales que podrían actuar como intermediarios de la atomización social.

 

Presentaste Para no morir tanto en la Feria del Libro de Madrid en septiembre de 2021. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo fue la receptividad del público?

Fue una maravilla. Encontrarse con un solo lector es mágico; encontrarse con decenas es la más alta expresión de la otredad, porque son lectores a los que no conoces. Mi lector es constitutivo de la formación de mi yo de escritor. Sin el otro, es decir, sin el lector, carece de vida el escritor.

Esa comunión se da en la capilla de las ferias de libros. Además, encuentras y dialogas con los lectores, conoces sus lecturas que, a veces, son muy diferentes entre sí, o descubres rasgos de tu obra en los que no te habías fijado con detenimiento. ¡Me encantan las ferias de libros!

Jorge Gómez Jiménez

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