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En Abrabeso, ¿a dónde vas?, presenta una experiencia para compartir
Rosa Vanessa Otero no cree en la etiqueta “literatura infantil”

sábado 5 de agosto de 2023
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Rosa Vanessa Otero
Rosa Vanessa Otero con Fiona y su libro Abrabeso, ¿a dónde vas?: “Espero que Abrabeso sea visto como una experiencia para compartirse en familia o entre amigos”.

La puertorriqueña Rosa Vanessa Otero tiene un sueño: establecer una plataforma para difundir literatura de calidad más allá de etiquetas que sólo cumplen una función mercadotécnica. Se trata de una “figura por partes”, como ella misma la denomina, que tendrá unas características muy particulares y hará énfasis en la poesía.

Por razones netamente prácticas, como nos cuenta en esta entrevista, la primera de las partes de esa figura es la publicación de Abrabeso, ¿a dónde vas?, un cuento para niños que se vale de la prosa poética y de la cuidadosa mano de la ilustradora argentina Mechi Zérbola para hablar de la pérdida de un ser querido. Además, se trata de una experiencia que va más allá del libro impreso, pues mediante un código QR se accede a su versión en audiolibro.

Esta autora, que ha labrado una carrera como poeta, narradora, editora, productora y periodista, tiene a su cargo el programa radial y podcast Alapoesía en la emisora WRTU de la Universidad de Puerto Rico, y para hacer realidad Abrabeso, ¿a dónde vas?, contó con el apoyo del Instituto de Cultura Puertorriqueña y el National Endowment for the Arts.

 

Lee también en Letralia: reseña de Abrabeso, ¿a dónde vas?, de Rosa Vanessa Otero, por Alberto Hernández.

Abrabeso, ¿a dónde vas?, experiencia para compartir

—En Abrabeso, ¿a dónde vas?, abordas una historia de reencuentro entre seres queridos inspirada en los desafíos que enfrentaron las familias durante la pandemia de Covid-19. Me gustaría que nos contaras cómo llegas a esta historia y cómo fue el proceso creativo para desarrollarla.

—El texto de Abrabeso… me ha llegado casi dictado a mi mente, aunque luego hice muchos cambios hasta que lo di por terminado. No tuve que salir a buscar esa historia, porque el encierro la escribió por mí. Como al resto de la humanidad, la pandemia alteró mi vida de maneras insospechadas y no todas fueron desagradables. Por primera vez me sentí dueña de mi casa, porque durante los dos primeros meses tuve el privilegio de no tener que salir a trabajar, mientras seguía recibiendo mi sueldo. En el plano doméstico disfruté de un acercamiento con mi círculo inmediato que, sinceramente, echaba de menos. Pero ese regalo vino con la contradicción de ese gran sufrimiento que ha sido para todos el Covid-19. En mi relación con los ancianos de la familia (mis padres y un amigo recientemente fallecido, a quienes dedico el cuento) el distanciamiento supuso una verdadera crisis. Todavía me cuesta expresarlo. Lo más puro de mis emociones está en ese cuento, diciendo por mí lo que he sido incapaz de comunicar de otra manera a mis seres queridos. …El miedo a la muerte es un retroceso a la infancia, si entendemos la niñez como una etapa de vulnerabilidad y dependencia, y así me sentía, de nueve años otra vez. Sin embargo, no es cierto que durante la niñez pensara que la muerte me asustara. Esa preocupación, en mi caso, pertenece al ciclo de la adultez y, específicamente, al de la maternidad y la crianza. Solamente cuando reconocí mis sentimientos y que volver a hacerme niña no es una pérdida ni un retroceso, sino que puede ser una ganancia y un movimiento hacia adelante, hacia una adultez sensibilizada por el dolor de los demás, específicamente el de los más viejos de la familia, pude pasar de escribir este libro sobre el reencuentro a poner en práctica mi anhelo de reunificación. A veces se pide perdón o se dice “te amo” de muchas maneras diferentes antes de lograr enunciar la palabra “perdóname” o “te amo”, y ambas cosas, decir y hacer, son necesarias. …Mi amigo, el poeta nonagenario Jesús Tomé, cuya fisonomía sirvió de modelo para el dibujo del abuelo y poeta ficticio “Eugenio Pérez”, murió en 2022 sin ver el libro publicado, pero tuve la dicha de tener presentes en la primera lectura del cuento a mi madre y a mi padre (en quien está basada la personalidad de Eugenio). La niña protagonista y narradora es una persona valiente y decidida que asume sus afectos con libertad y desprendimiento y su historia tiene que ver con la confianza que nos empuja a salir en búsqueda del otro. El lenguaje altamente poético del cuento forma parte de lo que soy, una poeta que busca hacer de todo texto literario una pieza de arte.

—Como episodio mundial, la pandemia tuvo efectos devastadores en la colectividad, y en especial en los niños. ¿Cómo crees que puede resonar en ellos y en sus familias este libro? ¿Cómo abordas un tema tan delicado en un libro para el público infantil?

—Espero que Abrabeso sea visto como una experiencia para compartirse en familia o entre amigos. Que les remueva la alfombra como nos hizo la pandemia, pero en un buen sentido. Ojalá que provoque en quienes lo lean un movimiento afectivo hacia afuera, hacia la recuperación de los amores importantes de sus vidas y de los pequeños gestos de cariño, que son siempre grandes. Parece mucho pedir de un libro, pero confío en lo que he vivido como confío en el arte de la palabra y de la ilustración. La pandemia es una experiencia global y, por serlo, estoy segura de que, sin mencionarla, que no la menciono en el libro, mis lectores y lectoras van a sintonizar sin dificultad con la historia. …Yo no sé tratar sobre temas que no sean delicados. Me interesa y me motiva acompañar a alguien en algún proceso importante de su vida y sentirme acompañada. Escribir para niños se me hace muy llevadero e intuitivo porque conservo una buena memoria de mi niñez y de lo que aceptaba o rechazaba de la llamada literatura infantil que leía. Recordar cuáles eran mis temores, alegrías, ansiedades y admiraciones me facilita un mapa que hasta ahora me ha funcionado. Y también cuento con la reacción inmediata de mis hijos, que han sido mis primeros lectores. Los niños y la juventud saben más de lo que los adultos estamos dispuestos a reconocer y sus experiencias no están desvinculadas de las nuestras.

“Abrabeso, ¿a dónde vas?”, de Rosa Vanessa Otero
Abrabeso, ¿a dónde vas?, de Rosa Vanessa Otero (Colección Abrabesos Infantil, 2023). Disponible en la web de la editorial

—La innovadora propuesta que representa la publicación en forma de audiolibro apunta hacia la accesibilidad y la interactividad con el público. ¿Qué te llevó a integrar el audio en este proyecto? ¿Crees que enriquece para los niños la experiencia de la lectura?

—Desde hace algún tiempo empecé a soñar con la idea de producir libros míos en formato impreso con audio integrado. Y, precisamente, los auspiciadores de este proyecto, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y el National Endowment for the Arts (Estados Unidos), exigieron de sus subvencionados que hiciéramos una inversión en recursos para personas con diversidad funcional. Así llegué al formato mp3 alojado en la página web del libro e integrado al impreso mediante un código QR. El audio ayuda tanto a personas con impedimento visual como a personas con dificultad lectora, dislexia o déficit de atención o, simplemente, hace más amena la lectura. Además, grabarlo en mi voz me da la ilusión de cercanía con el público. La oralidad del cuentacuentos nos conecta con una transmisión cultural del afecto, la cual hemos recibido principalmente de nuestras abuelas, pero se remonta a las cavernas. Lo que la palabra no dice lo sugiere el tono de la voz. …Al ofrecer el formato impreso junto con el enlace al audio, no se impone una forma de lectura sobre la otra; cada persona puede escoger una u otra manera, o las dos. La escritura y la lectura, como invenciones humanas, no son una finalidad, sino un medio, un instrumento que nos da acceso a algo más grande: la comunicación y las relaciones entre nosotros y el mundo.

—En los textos, imágenes y audios del libro, y en la forma como estos elementos están integrados, se nota una mano experimentada. ¿Cuál es el mensaje principal que deseas transmitir a los jóvenes lectores? ¿Crees que es imprescindible el mensaje en este tipo de obras?

—Me ocupo de dos cosas. En cuanto a lo que llamas mensaje, quiero conversar a través de mis cuentos sobre asuntos de nuestra humanidad, de nuestra ecología relacional, digamos, y no me refiero a si aceptamos o no aceptamos una forma de vida distinta de la nuestra o a un grupo u otro, sino a cómo vivimos cotidianamente con los de cerca, ya que en cualquier momento podemos entrar en conflicto incluso con quienes consideramos iguales a nosotros. Prefiero llamar a esto “enfoque” más que mensaje, porque cuando escribo literatura emprendo un camino del que conozco el punto de partida, pero no quiero conocer de antemano el de llegada; tener un “mensaje” previo que dar puede restar fluidez a un texto, mientras que, con un buen enfoque o un marco general para el arranque, la escritura queda abierta a la sorpresa. Opino que esa apertura puede marcar la diferencia entre un texto artístico, producto de la libertad creativa, y lo que consideraría un texto didáctico, publicitario o de fórmula comercial, que obedece a una meta de ventas o a un currículo y no a una ambición literaria. Para mí, si en un cuento se nota demasiado el interés por transmitir un “mensaje”, la atención se apaga. Me tienta escribir de una manera que los textos puedan escaparse de las clasificaciones de las editoriales, que acaban por parecerse a etiquetas de comida enlatada. Creo que a los editores de adquisición de obras para publicación el oído se les cierra en cuanto piensan que una historia es “otro cuento más” sobre un tema ya frecuentado por su editorial, aun cuando dicho texto pueda ser extraordinario.

 

Rosa Vanessa Otero y Mechi Zérbola, más allá de las distancias

—Al contrario de lo que supone mucha gente, la literatura infantil no es un área fácil. Escribir para niños encierra un escarpado desafío profesional. ¿Qué te atrajo específicamente hacia este género y qué consideraciones especiales tuviste en cuenta al escribir para un público más joven?

—Tal como intuyes, no me levanté un día diciendo: “ahora voy a escribir para niños”. Pero en 2005 tuve a mi primer hijo en brazos y, por varios años más, otros tres. Mis primeros cuentos infantiles son los que improvisé para mis primeros dos hijos con la esperanza de que se echaran una siesta que nunca llegó, porque en vez de dormirse se ponían más activos. De aquí concluí que mi talento está mejor aprovechado en historias para despertar que en historias para dormir. Sobre todo las primeras las escribí con un ritmo y forma similar a las del teatro breve. Sin embargo, esas historias tuvieron que esperar muchos años para ser publicadas, porque en mi país, Puerto Rico, la experiencia o el reconocimiento que una obtenga en otros géneros —en mi caso, la poesía— no necesariamente asegura la entrada en el catálogo de las pocas editoriales que publican LIJ. Así fue como decidí ganar experiencia primero redactando por encargo para las dos grandes editoriales españolas, SM y Santillana, que publican la mayor parte de la LIJ que se produce en mi país, con la esperanza de llegar a imprimir mis historias originales. Para mi sorpresa, este tipo de trabajo literario no me ayudó a establecer mi firma individual, simplemente porque dentro de estas empresas la producción para el segmento escolar y el de interés general son mundos aparte. Así fue como acabé publicando mi primer libro para niños en Sevilla en 2020 (Marejadas, cuentos de pleamar y bajamar). Con Abrabeso… por primera vez en treinta años de oficio como editora y autora me decidí a producir uno de mis libros de principio a fin, gracias a la subvención del ICP y el NEA.

—Tu carrera es sumamente diversa: eres poeta, periodista cultural y editora. ¿Cómo han influido estas tres facetas en tu acercamiento a la literatura infantil?

—La poesía es la escuela de la síntesis, de la economía y de la intensidad y el territorio de la libertad. Lo que haga en literatura infantil siempre va a llevar esa marca que atesoro. Hasta ahora, escribo textos breves y rápidos en su desarrollo, con vuelo y locura, como los poemas. …La edición de libros me ha dado todo lo que sé sobre formatos, tamaños, materiales, pesos, modas, costos de producción, lenguajes y tendencias en la ilustración; me ha adiestrado para mirar críticamente las ediciones y saber qué quiero y qué no quiero hacer; esa información ha sido indispensable para ganar la confianza que necesité para lanzarme a producir mi libro. …El periodismo cultural, aunque no está ligado directamente con la LIJ, me ha permitido desarrollar una faceta autodidacta en el manejo de las plataformas web. Mantengo la página de mi libro, www.abrabesos.com, y espero integrar a ella mi experimento anterior, www.marejadascuentos, que es un híbrido entre periodismo literario y ecológico.

—Ya en 2020 trabajaste con la ilustradora argentina María Mercedes “Mechi” Zérbola en el libro que mencionaste antes, Marejadas, cuentos de pleamar y bajamar, que recibió el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar hombro con hombro con una artista gráfica de este calado?

—Desde que vi por primera vez una ilustración de Mechi Zérbola supe que compartíamos un acercamiento muy afectivo y entrañable al arte. Nos separa un continente; nuestras ciudades, San Juan y Rosario, no se parecen; ella no llega a los treinta años de edad, yo voy por la cincuentena. Pero hay una sintonía muy orgánica entre nosotras; sobre todo, porque somos el tipo de creadoras que podemos cambiar de plan con naturalidad cuando algo no funciona y nos escuchamos una a la otra; ese respeto es fundamental para mí. Las ideas para las ilustraciones las trabajamos entre las dos. Por ejemplo, en este libro nos permitimos plantearnos tres narraciones visuales distintas del mismo texto, unas suyas, otras mías, antes de llegar a la etapa del boceto, hasta que dimos con la que nos pareció más poética y efectiva. Mechi es lo suficientemente osada para aceptar que a veces hay que romper algunas normas si se quiere llegar a algo fino. En este libro la ilustración no es un calco del texto, sino que tiene su propia narrativa de los hechos narrados, su propia poesía, sin dejar de estar estrechamente vinculada con las palabras. Y otro elemento importante para mí fue el no intentar, de mi parte, que Mechi renunciara a su paisaje argentino, a la luz de su ciudad rosarina al ilustrar el texto de una puertorriqueña. Acá en medio del Caribe la luz es muy directa y las formas se ven como recortadas a navaja contra el paisaje; amo esa luz, pero desde el principio sabía que quería ubicar mi cuento en otro ambiente, porque acá las ciudades son discontinuas, no se pueden caminar de la manera como lo hace la niña de la historia y, además, este cuento exige una suavidad en el tratamiento visual que es afín con esos colores atenuados y cremosos que Mechi maneja muy bien. En este sentido, el libro honra su ADN mixto: es tan caribeño como suramericano y esperamos algún día poder colocarlo fuera de Puerto Rico.

 

No estoy segura acerca de la existencia de una “literatura infantil”. Uso el término por convención.

La lectura no puede ser un campo de batalla

—Como escritora y editora, ¿cuál consideras que es el papel de la literatura infantil en la formación de los jóvenes lectores y qué importancia le otorgas a la creación de historias que fomenten valores y la conexión emocional con los niños?

—Sinceramente, no estoy segura acerca de la existencia de una “literatura infantil”. Uso el término por convención, porque pienso que cualquier tipo de literatura de calidad que pueda ser comprendida por quien la lee, independientemente de su edad, añadirá valor a la cultura y la formación de esa persona. La didáctica, a mi modo de ver, no debería imponer normas a la literatura. Se hace, y entiendo los objetivos pedagógicos con los que, como ya mencioné, he colaborado. Pero la escritora que me habita, la que escribe cuando le apetece y puede escribir, se rebela contra esos presupuestos. Todo educa, para bien o para mal, digamos. Pero no todo es arte. Yo quiero ser artista y por eso me estoy enfocando en crear textos “literarios” cuando publico por mi cuenta.

—El libro forma parte de la Colección Literaria Abrabesos Infantil, ¿puedes contarnos más sobre este proyecto y qué podemos esperar de él en el futuro?

—Imagínate que estoy montando una figura por partes. Hubiera querido empezar por mi poesía, de la que tengo trabajos inéditos y agotados, pero al darse la oportunidad de la subvención, preferí producir el libro álbum, porque es un formato más costoso. Todo lo que publique en LIJ de aquí en adelante, sea mío o de otras autoras, llevará el sello Abrabesos Infantil. A mediano o largo plazo, deseo publicar mi obra poética y la de algunas colegas en pequeñas ediciones. No aspiro a fundar una editorial, sino a establecer una marca selecta, como se puede hacer con los vinos o el café; de ahí lo de “Colección literaria”.

—La promoción de la lectura debería ser un objetivo primordial de todo gobierno, pero principalmente de los padres y representantes de los chicos. ¿Qué consejo les darías a quienes buscan cultivar en sus niños el hábito de la lectura?

—Que no conviertan en un campo de batalla la lectura de libros. Lectura obligada, lectura aborrecida. Que no hagan del libro un objeto de lujo, ni tampoco de culto. Que las manos y la nariz también saben leer y, por lo tanto, primero está lo sensorial, tocar los libros u olerlos, dejar que a los más pequeñitos les “llame” el libro, no escogerles nosotros siempre ni casi siempre lo que van a leer. Y acompañar en esa lectura. Creo que si los menores asocian sus primeras experiencias de lectura con el amor de sus mayores, esa experiencia será una marca indeleble. Dejarles solos con los libros no es tan efectivo como hacer de la lectura una actividad familiar, una forma de cercanía.

Jorge Gómez Jiménez

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