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Gerardo Diego, poesía completa revisada, fechada, ampliada y concluida, en permanente vanguardia

miércoles 21 de junio de 2017

“Poesía completa” de Gerardo Diego

Poesía completa I y II
Gerardo Diego
Edición preparada por Gerardo Diego
Francisco Javier Díez de Revenga (ed.)
Pre-textos
Valencia (España), 2017
ISBN: 978-84-16906-21-5
1.429 y 1.422 páginas

Gerardo Diego (Santander, 1896; Madrid, 1987) reúne como pocos poetas numerosos méritos difíciles de igualar. Perteneciente a la generación de 1927, supo unir la pasión por la creatividad poética con la fidelidad a la tradición, especialmente a Góngora y Garcilaso de la Vega. Habría publicado a lo largo de su vida casi cuarenta Libros de poemas a través de los cuales trató de llevar a cabo un canon artístico basado en la creatividad y en la poesía como comunicación. Además, según su editor, Francisco Javier Diez de Revenga, su canon poético habría abarcado desde el ultraísmo hasta las distintas formas de creacionismo y de modernismo: al menos así lo expresó en su poema “Crear siempre crear”: “Crear siempre crear / poner una palabra junto a otra / a ver qué ocurre / Las palabras se cruzan como hormigas al paso / que se hubieran vuelto locas, / los aspergios se trenzan y se destrenzan / y los pájaros vuelan a sus flores y a sus ramas / (…) Crear siempre crear / como la fe en el cielo y en el mar” (Vol. II, págs. 130-1.309).

Buena prueba de ello son sus poemas “Imagen”, “Limbo”, “Poemas adrede” —como metáfora de la poesía pura—, la “Fábula de Equis y Zeda”, “Azucenas en camisa”, o “Alondra de verdad”. Sin embargo tampoco se habría dejado sobrepasar por los “ex novísimos”, hoy día ya claramente postergados. Además, en su caso habría llevado la experimentación con la creatividad poética hasta extremos difíciles de igualar, tratando de fusionar géneros de muy diversa índole. Por su parte, habría sido Pere Gimferrer el primero en tratar de comprobar la interna unidad arquitectónica de su extensa obra poética más vanguardista. A su modo de ver el poeta debería otorgar una primacía a la libertad interpretativa del lector sobre las pretensiones ilusionistas de la propia creación artística. Precisamente la Poesía completa (tomo I y II) que ahora se nos ofrece habría sido preparada cuidadosamente por el propio poeta a lo largo de sus últimos años de vida, desdoblándose en su papel de creador y de editor de sus propias recopilaciones de poemas, con la intención de ofrecer al lector un panorama más completo de su producción literaria. Por su parte la editorial Pre-textos y la Fundación Gerardo Diego acordaron publicarlas íntegramente sin ningún tipo de recorte o añadido. Se respondía así a una voluntad explícita del poeta, cuando escribe en el Prólogo: “Mi ‘Poesía completa’ la tengo ya, no como ahora se acostumbra a decir, ‘prácticamente’ hecha, sino de veras concluida (…). Póngalo, pues, mi lector de hoy donde le plazca, pero póngalo —arriba, abajo o al margen— en la portada bien visible”. A pesar de reconocer a continuación las limitaciones inevitables de su propuesta: “Todo poeta siempre se equivoca y siempre es desigual a sí mismo. Aunque se llame fray Luis, Horacio, Juan Ramón o Cernuda” (Vol. I, págs. 37-38).

El proyecto de reunir las Obras completas habría sido llevado a cabo por el propio Gerardo Diego.

La presente recopilación final de Obras completas recoge todas sus anteriores publicaciones, con sólo una excepción: se añaden 324 poemas contenidos en unas 300 autodenominadas “hojas”, que no habrían acabado de encajar en sus anteriores Libros de poemas y que ahora se reagrupan en 16 series. En este sentido se trata de unas Obras completas revisadas, fechadas, ampliadas y concluidas, recopiladas al final de su vida, entablando un permanente diálogo con las vanguardias más avanzadas. No son unas obras completas meramente testimoniales, improvisadas a toda prisa, abiertas a posteriores correcciones y rectificaciones, como ha sido tan frecuente en el panorama literario contemporáneo, como él mismo se queja. Se concibe más bien esta tarea como una ulterior reconfiguración del sentido de una vida que el poeta alcanza a través de un álbum de recuerdos, al modo como se indica en el poema “Hojas de álbum” de 1924: “Un álbum de mujer. Hoja tras hoja, mariposas del arte ladran huellas / frágiles, luminosas, como estrellas / que sangran luz pálidamente roja” (Vol. I, pág. 253). Por su parte la metáfora de las hojas también es parte esencial libro de la vida y del paisaje, como se indica en el poema “Viaje”: “Bordeamos en el viaje / la costa azul, que es roja, / y el libro del paisaje / doblamos, hoja a hoja” (Vol. I, pág. 527). En otros casos se recurre a la metáfora de las hojas para indicar las diversas capas que recubren la propia identidad, como ocurre en el poema “Recóndita”: “Porque como a ellas, cien hojas / te guardan tu último yo. / Una a una hasta desnudarte, / jugando al sí-no-sí-no” (Vol. I, pág. 549).

En cualquier caso el proyecto de reunir las Obras completas habría sido llevado a cabo por el propio Gerardo Diego. Habría pretendido abarcar la totalidad de su trayectoria poética, desde las manifestaciones más líricas a las más prosaicas, sin dejar nada fuera. Se conseguiría así dar un nuevo aire más autobiográfico a aquellos poemas que antes habrían quedado postergados. Se trata, sin duda, de un difícil ejercicio de honradez poética donde se trata de reubicar unos poemas deslavazados para recuperar de un modo sobreañadido su original significado literario más auténtico. Además, se habría podido comprobar así cómo aquellas antiguas creaciones poéticas más desestructuradas, que nunca habrían llegado a ser publicadas, también respondían a un similar aliento lírico ilusionista, aunque no siempre estuvieran a la altura deseada. De ahí que posteriormente en el Prólogo se remita a un poema de 1982, “Casi es de noche”, para indicar el carácter claramente autobiográfico de la metáfora de las hojas: “En la improvisación de una tersura / que sólo a los murciélagos concierne / vamos nosotros cambiando de hoja en hoja / y de coyuntura en coyuntura” (Vol. I, pág. 46; Vol. II, pág. 1.321).

Entre este conjunto de “Hojas” ahora se destaca la serie 3, 1919, fecha clave en la trayectoria posterior del poeta; la serie iniciática, “Pregerardo Antediego”; la serie juvenil “Evasión”; la serie religiosa “Versos divinos” (1955-1979); la serie autorreferencial “Biografía continuada” (1971-1982), en plena eclosión de la transición democrática española, y las últimas series 15 y 16 de 1982, “Mi románica España” y “Sobre la investidura”; en este último caso ambas series vienen precedidas por el “Discurso de la errata”, donde se describe su actitud filosófica ante el mundo y la vida, con un estilo en prosa poética plenamente consagrado: “El mundo, la vida, están llenos de erratas. Si yo fuera un incrédulo y no un creyente por la gracia de Dios, podría atreverme —y muchos oyentes o leyentes lo estimarían de mayor valor literario— a sentenciar que el mundo es una errata. Dios no puede equivocarse, pero si puede crear de la nada una errata. Y en ella vivimos tan contentos” (Vol. II, pág. 1.365).

De todos modos una gran parte de esta nueva obra lírica ahora añadida ya habría aparecido bajo la presión de su editor en vida del poeta, en una recolección de poemas titulada Cometa errante. Se habría querido indicar así el carácter un tanto errático y anteriormente postergado de esta nueva lírica ahora recuperada, que habría siro ordenada por su propio autor. En su caso se acabó optando por evitar las duplicidades, excluyendo de las Obras completas el libro Cometa errante. En cualquier caso las “Hojas” contienen diversos poemas elaborados bajo la influencia juanramoniana, con frecuentes toques vanguardistas de fusión entre diversos géneros poéticos. Al menos así sucede en “Los faroles” donde se propone una fusión nada habitual entre la elegía, el madrigal y el epitalamio, o como sucede con el intento nunca después repetido de “Verso largo”, o con el “Poema de un verso”: “Entré en el desierto sin cerrar la puerta” (Vol. II, pág. 1.308).

Gerardo Diego solía dividir sus publicaciones en “obras de creación” o “poesía absoluta” y “obras de expresión” o “poesía relativa”, según cual fuera la finalidad principal de su lirismo.

Una consideración especial merecen las dos series de “jinojepas” de humor desenfadado mantenidas con su amigo Jaime de Atarazanas, que a su vez da pie a la propuesta de un nuevo género de poesía jocosa grata de leer. Al menos así sucede en la “Jinojepa de Cervantes”, inspirada en la poesía humorística del Siglo de Oro, y leída en la concesión al poeta, junto con Borges, del afamado premio en 1979. Pero igualmente sucede en el poema “A Pepe, jinopepa”, cuando en tono de chanza afirma: “Hoy, Jaime de Atarazanas / no se trabuca ni enmienda. / Porque eres Pepe, esto es Pepa, / y quien lo rubrica Menda. / Las Atarazanas quedan, / ellas son aunque no existan / y de asfalto atroz se cubran / y se encubran / y resistan. / Mi querido Pepe o Jepe: / vaya mi abrazo de Buda / que en mil brazos se te anuda / por tanto poker julepe” (Vol. II, pág. 1.340).

De todos modos, entre bromas y veras, Gerardo Diego fue reacio a hacer este tipo de concesiones estilísticas y en general prefirió el estilo más sobrio de las convicciones fuertes. Al menos así se refleja en el poema “La sombra del nogal”, que dedicó a Vicente Alexandre con motivo de la concesión del Premio Nobel en 1977. Pero también en su poema “Estella”, donde vuelven a aflorar otro tipo de convicciones más profundas: “Los hemos sorprendido en su coloquio. / Yo no sé quiénes son. / El escultor era hombre de su raza. / Los pies cruzados atestiguan / tosquedades románicas. / Navarra es fuerte. / El siglo salta de siglo en siglo. / Creédmelo. / Yo os lo digo. / Confirmo y firmo” (Vol. II, pág. 1.381).

Gerardo Diego solía dividir sus publicaciones en “obras de creación” o “poesía absoluta” y “obras de expresión” o “poesía relativa”, según cual fuera la finalidad principal de su lirismo. Entre las “obras de creación” sin duda destacan sus conocidos “Versos humanos”. Entre las primeras se contienen composiciones verdaderamente magistrales, como sucede con el soneto “El ciprés de Silos”, que reza así: “Enhiesto surtidor de sombras y sueño / que acongojas al cielo con tu lanza, / chorro que a las estrellas casi alcanza / devanado a sí mismo en loco empeño. / Mástil de soledad, prodigio isleño; / flecha de fe, saeta de esperanza. / Hoy llego a ti, riberas del Arlanza, / peregrina al azar, mi alma sin dueño. / Cuando te vi, señero, dulce, firme, / qué ansiedades sentí de diluirme / y ascender como tú, vuelto en cristales, / como tú, negra torre de arduos filos, / ejemplo de delirios verticales /, mudo ciprés en el fervor de Silos” (Vol. I, pág. 256).

Por parte, entre sus obras de creación también abundan los poemas dedicados a la vida familiar y al amor conyugal. Al menos así sucede en “La sorpresa” o en “Fundación del querer”. Al menos así sucede en el poema “Niños nuestros”: “Estos niños que nos miran, / cuando nos miran ¿qué ven? / Nuestros ojos son anteojos / para mirar a través. / A través de nuestras niñas / ven los mundos de la fe. / Y hay que tenerlas muy limpias / para dejárselos ver / a esos niños que nos miran, / niños nuestros, nuestro bien” (Vol. I, pág. 530). En otras ocasiones, en cambio, se aborda la temática amorosa en general, como “Amazona”, “Amor solo”, “Sonetos a Violante”, “Canciones a Violante”, “Versos escogidos” o “Glosa a Villamediano”. Muy significativo resulta el juego de palabras respecto del término “amor” que se lleva a cabo en el poema “A, eme, o, erre”, en plena eclosión del estilo creacionista: “Amor tiene cuatro letras. / Vamos a jugar con ellas. / ¿Lo ves? Ya estamos en ‘Roma’. / Por todas partes se va. / Por todas partes se llega. / El viaje ‘Amor-Roma-Amor’, / con billete de ida y vuelta. / Y ahora a jugar a los dados. / ‘Alea jacta est’. Espera. / ¿Qué lees? ‘Ramo’. ¿Qué escuchas? / El ruiseñor que se queja / de ‘amor’ que en el ‘ramo’ canta, / de ‘amor’ que en el ‘ramo mora’. / Otra vez los dados vuelan / por el aire. Y cae ‘Omar’, / un príncipe de leyenda. / ¿‘Amor’ de ‘Omar’? Falta ella. / Arriba los dados. ‘Mora’ / ‘Amor de Omar’ a la mora, / amor de la mora a ‘Omar’. / Siempre ‘armo’ un juego de ‘amor’ que der‘ramo’ y des‘mora’. / Y vienen y van las letras / buscando ese ‘amor’ o ‘mar’ ” (Vol. I, págs. 531-532).

Por su parte, entre las “obras de expresión” destacan los poemas dedicados a paisajes, o bien a diversos personajes, especialmente del ámbito literario, como Alberti o Mingote; o bien a ciudades, a lugares específicos o simplemente a la poesía amorosa o religiosa, así como a diversos compositores musicales notoriamente famosos. A este respecto se destaca la exquisita sensibilidad del poeta a la hora de interpretar las composiciones musicales de Chopin, Beethoven, Schubert, Debussy, Gabriel Fauré o la “Visitación de Gabriel Miró”, en donde escribió: “Ahora, Gabriel, contempla, abre los ojos, / anégalos de azul todavía más nítido y tostado. / Ese es tu cielo: el ámbito sonoro del Levante / que se raja en delicia al cortafríos, al cortafuegos / de tu mirada amante de diamante. / Ese es tu mar de joya extensa y ciega, / esa es tu tierra, tu inverosímil tierra blanca y rosa, / esa tu ciudad cuna que te acuna / al rumor betlemita de las plantas” (Vol. I, pág. 734)

No siempre su obra poética alcanza a trasmitir las mismas cotas de emoción y de sentimiento. Sin embargo siempre reflejan su alto sentido de la obra bien hecha, adoptando una permanente actitud vanguardista.

Sin duda entre sus composiciones también destacan las preocupaciones comunes a toda su generación, incluida las de intencionalidad social y política. En su caso durante la República habría sido catedrático de instituto en varias ciudades españolas, formando parte activa en la gestación de la llamada generación del 27, con García Lorca, Rafael Alberti o Vicente Aleixandre, entre otros. Posteriormente, en el inicio de la guerra civil española, se encontraría en Francia, volviendo a su Santander natal, justo después de su reciente ocupación por el ejército sublevado. En este contexto algunos de sus poemas responden a este contexto bélico, especialmente algunos poemas dedicados a la División Azul. De todos modos Gerardo Diego siempre trató de abordar este tipo de problemas desde una conciencia ética y religiosa aún más elevada, sin tratar de incrementar los conflictos ya existentes. En este sentido la poesía de Gerardo Diego busca la defensa de la paz y la concordia, sin convertirla en un arma arrojadiza entre las distintas ideologías. Al menos así lo expresa su poema “La ciudad y la paz”: “A vista de pájaro / se divisa el caserío / y aquí tan cerca / plantas, arbustos en silvestre maraña. / Cuatro niveles: / el niño, el hombre, el ave, el ángel. / El peldaño es el orden, es el / Ser. / Sobre la Ciudad, la Paz” (Vol. II, pág. 1.283).

Más tarde pasaría a desempeñar sus anteriores funciones de catedrático en el Instituto Beatriz Galíndez de Madrid, y a formar parte de la Real Academia Española a partir de 1947. Después, en 1966, se jubiló, aunque aún le quedaría una larga trayectoria poética hasta lo que se autocalifica como el año increíble de 1982. Fue entonces cuando elabora sus dos últimas series 15 y 16 de sus “Hojas”, así como inicia la recopilación de su Poesía completa. Muy representativo de esta época es su poema rememorativo “Carmen jubilar”, de 1975: “Carmen, cántico, coro / cantad conmigo, uníos a mi júbilo / pues por vosotras y vosotros vivo / y solemne y humilde estoy pasando / bajo el arco triunfal / que vuestros brazos ágiles erigen. / (…) Humana obra de misericordia, / enseñar al que quiere saber el que no sabe. / Y sin interrupción cuarenta y seis años / y medio. / Qué aprendizaje hermoso de inocencia, / de ciencia y de paciencia, / y cuanto respirar, beber poesía, / poesía alumna, mi única maestra, / mi juventud perenne. Oh, gracias, gracias / (…) ¿qué decir de vosotras / lindas beatrizgalindas / que mi vida madura tan intensa- / mente aromasteis? / Bien lo sabéis. Nunca sentí fatiga / de hablar, de persuadir, de desnudar bellezas y emociones / para vosotras / porque me rodeasteis siempre / en capullo o en flor recién abierta / (…) De un maestro todo dudas, / de un poeta que apenas si ahora aprende / y para aprender más cierra los ojos / y se esconde en su casa / por seguir soñando con vosotras” (Vol. II, págs. 789-791).

Al final, para Gerardo de Diego, toda composición poética acaba siendo una simple “hoja”. Es decir, un ejercicio de poesía pura o absoluta donde la creatividad artística trata de reflejar a través de unas líneas escritas lo que el poeta considera más esencial respecto de una determinada vivencia lírica, sin ningún tipo de acompañamiento musical o de otro tipo. En este sentido no siempre su obra poética alcanza a trasmitir las mismas cotas de emoción y de sentimiento. Sin embargo siempre reflejan su alto sentido de la obra bien hecha, adoptando una permanente actitud vanguardista. De ahí que recomiende el ejercicio de un permanente autocontrol sobre el enorme poder de persuasión que ejerce la palabra poética sobre las pasiones humanas, con independencia de los fines que en cada caso el poeta persiga. Así lo expresa en un soneto, “El viento”, de estilo claramente gongorino, tomado del poemario “Alondra de verdad”, IV: “No. No eres sólo espíritu. Sabemos: / soplo, espíritu. Bien. Pero, ¿y tu viva / carne, di, de alimaña fugitiva, / tu burladora piel, varia en extremos / de dulzura o terror, y los supremos / deleites de tus filos, tu impulsiva / cólera ciega, de testuz de chiva, / la ultrajadora furia de tus remos! / ¿Eres padre del fuego? ¿O eres llama / tú mismo, turbia llama ardiente y fría, / lengua voraz de estímulos sin rumbo? / Oh, duro viento, topa, embiste, brama / crece en la oda sin fin, muérdete, expía, / alma y cuerpo fatal, de tumbo en tumbo” (Vol. I, pág. 477).

Carlos Ortiz de Landázuri