
En micro: antología del microrrelato venezolano
Gabriel Jiménez Emán (selección)
Microficción
Alfaguara
Serie Roja
Caracas (Venezuela), 2012
ISBN: 978-980-15-0341-5
246 páginas
En micro: antología del microrrelato venezolano (Alfaguara, 2012; selección, estudio y microprólogo de Gabriel Jiménez Emán), reúne a veintinueve escritores con diferentes tendencias y estilos. Por razones de espacio sólo comentaremos algunas de las creaciones. Nuestra intención está en que busquen esta antología para que se paseen por las diferentes historias. Cada microrrelato es un rostro diferente. Los narradores se decantan por figuras que confluyen en su predicación: la acción en un instante que nos lleva a un juego de asombros para luego cavilar en otros mundos; así pues, la brevedad, los giros de la figura poética, la atención en el lenguaje amplían el encuentro con el lector. Es un diálogo íntimo.
Esta selección comienza con seis microrrelatos de José Antonio Ramos Sucre: “Miércoles de ceniza”, “El talismán”, “El mandarín”, “Sueño”, “Penitencial”, “El valle del éxtasis” y “Los herejes”; dicho esto, nos detendremos en el micro “Sueño”; la historia se cuenta en primera persona, detalle que desde el comienzo acerca al lector para lograr un sentido de complicidad por lo que se dice. Sucede que los adjetivos se acoplan a los sustantivos de manera natural, veamos: esplendor débil… trance repentino… dirección ineluctable… figuras tenues… aurora boreal… altura infinita… (destacados nuestros). Dos clases de palabras acopladas para que la imagen sugerida fluya a plenitud con toda la claridad en el espacio y tiempo de la microficción. La oración se forma desde su forma poética. El canto está dado. Permítanme la osadía y el sesgo: sólo a Ramos Sucre se le ocurre unir el sustantivo y el adjetivo para convertirse en una unidad figurada que dinamiza la imagen, pues su corporeidad se reconoce en la estrecha relación con la atmósfera de un momento. Todo está contado en una página. Ya lo afirmó Bachelard en El aire y los sueños: “En el sueño no se vuela para ir al cielo; se sube al cielo porque se vuela”. Porque en el sueño acontece lo imaginado, lo otro. En el sueño se habla desde otro código y casi nunca existen finales, es lo poderoso del acontecimiento como en estos microrrelatos. Importa poco ese final; hagamos memoria a ver si en nuestros sueños se hace presente el tan ansiado final, no, lo que realmente importa es el acontecimiento per se. El cómo se cuenta es la fascinación de la microficción; su contundencia en el desarrollo de una historia, en donde la misión recae en el lector para que le dé el cierre a los acontecimientos, en caso de que esto sea posible. La regla se va al traste; por consiguiente, surgen otras miradas. Lo dicho adquiere una dinámica, por su misma naturaleza: el signo de la brevedad.
La complicidad entre narrador y el lector es necesaria.
Las traducciones no se dan en el instante de la lectura, acéptenme la reiteración; la ficción por la ficción es progresiva. Sí, se acude a múltiples entornos para desembocar en lo inaudito. Cada microficción será un encuentro con lo inesperado. Está dada la fusión de imaginarios, tales como aforismos, poemas, referentes y crónicas; unido a lo irónico, lo lúdico, lo extraño y, por qué no, a lo cotidiano. Todo será un componente que dispone un artificio: la palabra. En ella están “la sutileza y el cuidado en el lenguaje”.
Ramos Sucre y Armas Alfonzo son considerados como los escritores que dan inicio a esta tendencia de la microficción.
En el transcurrir de la lectura pasamos por los micros de Julio Garmendia: “El gusano de luz”, “La joroba” y “El pequeño Nazareno”, para llegar al micro “El albino muerto: Mosquito (I)”, de Alfredo Armas Alfonzo, sólo cuatro párrafos. Allí se concentra la historia de un mosquito con un rasgo particular, es albino, asunto curioso y extraño. Lo que parece insignificante al comienzo —primer párrafo— cobra fuerza al final —cuarto párrafo—, ¿será un juego de la palabras?, sí, lo inesperado aflora para instalarse en la historia. En “Mosquito (II)”, de tres párrafos, el personaje: “Mosquito espera que río baje y se pone a hacer mujeres de barro, tal como se las imagina…”; entonces, no sólo es albino, sino que además les da vida a sus mujeres imaginadas. Ramos Sucre y Armas Alfonzo son considerados como los escritores que dan inicio a esta tendencia de la microficción. Seguimos el orden de esta antología: Guillermo Morón, Héctor Mujica, Salvador Garmendia, César Chirinos, Ramón Lameda, Eduardo Liendo, Julio Miranda, Antonio Mora, Luis Britto García, Humberto Mata, Emmanuel Azócar, el propio Gabriel Jiménez Emán —de quien hablaremos al final de esta nota—, para llegar a Edilio Peña con “El padrino”, “La duda”, “En la pista de baile” y “Un extraño ejemplar”; este último microrrelato nos ubica a un narrador en primera persona, se mezcla lo ilusorio con la realidad donde un joven narra, éste cuenta lo que aparenta ver, quizás son sus emociones. Es una suerte de sospecha concentrada en un viaje donde su mamá vuela acompañada de un ser extraño con cara de caballo, ojos de hombre y cuerpo de atleta. No digo más para que me ayuden a indagar sobre el micro. Hagamos entonces el ejercicio.
Siguen en el orden Luis Barrera Linares, Alberto Jiménez Ure, Armando José Sequera, Silda Cordoliani, Julio Romero Parra, Wilfredo Machado, Antonio López Ortega, Stefania Mosca, Eloi Yagüe, Carlos Lira, Juan Carlos Méndez Guédez y Eduardo Mariño. De Mariño aparecen “Siendo así”, “Una duda como de hoy tarde” y “Nada sabemos”. El relato “Una duda como de hoy tarde” comienza en primera persona, igual que los comentados. Sentimos que esta conjugación nos acerca a lo contado. La relación de intimidad-complicidad podría ser una constante en la microficción. Insisto en esto: la conexión entre narrador y lector es fundamental. Cuando la voz del narrador expresa: “A esas horas de la noche la palabra suele mentir y encerrar las ironías en aroma de piedad”, sugiere el carácter poético dentro de la narración, otro elemento que potencia la historia.
En su selección Gabriel Jiménez Emán nos muestra los siguientes micros: “Última carta de Ambrose Bierce”, “El hombre de los pies perdidos”, “Los dientes de Raquel”, “El idiota” y “El hombre invisible”. Con “Última carta de Ambrose Bierce” todo comienza, como lo indica el título, con una carta. Este giro epistolar nos acerca a un universo amparado en la cotidianidad. Todo, en apariencia, se lee en los dos primeros párrafos sin sobresaltos, en una aparente normalidad, luego se suscita lo inesperado (último párrafo), se escribe —en primera persona y desde el ataúd—, acá lo extraño. Esta condición nos permite descubrirnos como lectores en otras imágenes, aquellas que visualizamos en nuestra memoria cuando nos detenemos a pensar, incluso antes de terminar la lectura. Nos preguntamos bajo qué circunstancias nos escriben. Es, llevado al mundo del boxeo, una suerte de un uppercut para producir un knockdown para dejarnos aturdidos. Unido a esta consideración, debo confesar que el recurso epistolar me atrae como forma discursiva, no denota complejidad; no obstante, reúne una línea de acción para la resolución de una historia. Su rigurosidad está en cómo se desarrolla la historia con el tinte de la transparencia verbal. Dicho de otro modo, es la cercanía visual del contexto: es una suerte de imagen cinematográfica para deleitar al lector en esa búsqueda del pasado. Como cuando se busca algún detalle que inunde la naturaleza de la cotidianidad con sus sobresaltos.
La urdimbre de las historias está dada en estas microficciones. Estimados lectores, comienza el juego.
- Miedo, pudor y deleite, de Federico Vegas - miércoles 24 de mayo de 2023
- Canto del bosque, de Efrén Barazarte - miércoles 19 de abril de 2023
- En micro: antología del microrrelato venezolano, selección de Gabriel Jiménez Emán - miércoles 29 de marzo de 2023