Cuando se le preguntó a la escritora mexicana Karen Chacek (Ciudad de México, 1972), en una de tantas entrevistas, qué ha pasado con nuestra imaginación en un mundo en el que se vive rápido y con la mente encausada, y por qué retomar esto en su literatura, sus palabras fueron:
Una responsabilidad que decidí asumir es justo la de despertar la imaginación en mi lector (…). El sistema de vida actual promueve la racionalización de absolutamente todo, y por eso creo que es importante que exista este tipo de literatura de resistencia, como me gusta llamarla.
Su obra más reciente —y la primera dirigida a un público adulto—, Caer es una forma de volar, publicada en 2016 por la editorial Alfaguara, es, precisamente, una provocación para imaginar. Chacek recupera una experiencia propia y la transforma para ofrecernos una nueva y singular historia.
La acción comienza a desarrollarse a partir de un hecho trágico: Mija Gelman, un joven de veintinueve años paralítico, es encontrado muerto en el patio de su casa, frente a la ventana del segundo piso. En lo sucesivo, interrogantes como “¿qué ha ocurrido realmente?”, “¿cómo es que Mija ha logrado aproximarse a la ventana y, acto seguido, saltar?”, “¿ha sido víctima de asesinato?”, nos incitan a continuar con la lectura.
Caer es una forma de volar
Karen Chacek
Novela
Alfaguara
Madrid (España), 2016
ISBN: 9786073148092
170 páginas
La novela transcurre de forma no lineal, de modo que los lectores somos testigos de una serie de fragmentos, tanto del presente como del pasado, cuidadosamente elegidos, del día a día de los personajes. En este semiamargo camino, plagado de escenas en las que confluyen la desgracia y la ternura, conocemos a Nadia, nuestra narradora, quien tiene el don de comunicarse con los ratones, y a Ela, el gran amor de Mija, cuya capacidad de mover objetos sin tocarlos la ha mantenido a raya desde que nació.
Pese a contar con estos elementos extraordinarios, Chacek ha afirmado en varias ocasiones que no encasillaría su novela dentro del género fantástico. Cuando se le preguntó al respecto, en la Feria Internacional del Libro Minería de 2017, expresó: “No estoy creando mundos fantásticos. En la realidad que percibimos todos, siempre creo que hay estos huecos, estas pequeñas grietas por las que se puede colar el misterio”.
Caer es una forma de volar consigue que, de alguna forma, este mundo en el que se filtra el misticismo nos resulte orgánico, y que nuestra atención, en cambio, se dirija hacia otros elementos. Así, la historia del padre que se encuentra insatisfecho con su vida, la de la madre que fue engañada respecto al futuro brillante de su hijo, la de la joven que sólo quiere sentirse amada y la de nuestra narradora, que desde su ventana se dedica a ver pasar el tiempo, se conjuntan perfectamente para ofrecernos un texto de carácter muy humano, en el que abundan el amor y las penas, y se reflexiona en torno a las expectativas que todos llevamos cargando sobre nuestras espaldas. Resulta curioso cómo en una novela con tintes paranormales podemos encontrar tanta similitud con la realidad —y tanto cobijo.
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