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Poemas de Hugo de Mendoza

lunes 27 de junio de 2016
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Hugo de Mendoza

La obra del poeta Hugo de Mendoza realmente expone un progreso a lo largo de su desarrollo escritural, mismo que se comprende en esta selección conformada por dos poemarios publicados, Danzar del agua y 34 episodios de piscis, y uno más de próxima aparición, Urbe imaginada. Esta breve muestra responde a la búsqueda, en su primer libro, de las voces que fueron sus guías; después, el segundo libro, su estética presenta la asimilación del verso blanco y la libre asociación de imágenes. A la postre, en los últimos poemas, que forman parte del libro inédito, su discurso poético se ha vuelto más racional y crítico.

Fernando Salazar Torres
Responsable de la selección

De la serie Voces actuales de México

Ensayar de danzarina

La joven en círculos o vuelo
Se estira y se vuelve rosa
Cuando comienzan zapatillas
A escribir saltos sobre duela.

Sólo el esfuerzo en las horas se percibe
Y es una en la multiplicación de los espejos.
Mientras el cristal impide el acceso de la lluvia
DANZARINA:

En el colapsar de los mirares
La demasiada luz
Tus atuendos de muñeca

Te tornan porcelana.

 

Continúa en prehispánica danza

Sobrevuela una parvada de cantos
Un maestro
Un cenzontle anunciante de tu arribo.

Cuatrocientas voces
Del emperador Nezahualcóyotl
Te nombran primera DANZARINA.

De obsidiana colibrís
Tornasoleadas plumasEsferocidades
Gravitan en el aullar del caracol.

Levitas
Frente al solar escudo
Místicamente cual quetzal.

Te sabes en el festejo de todos los dioses
Te unes levitante a la bruma del copal
Monarquizas desde la pirámide nevada
El mirar todo de los edificios coloniales.

Asoma un dios de lluvia
Verticales bendiciones mojan tus cabellos.

Desciendes al ineludible mestizaje.

Despierto en el mismo sueño.

Recostada frente a los tambores
Te adormeces hecha piedra   Hecha flor.

El níveo de una sábana te cubre
Los pinos son las plumas de tu lecho.

CUÁNTOS ZENZONTLES SE ANIDARON
A TU DORMIR DE IZTLAZIHUATL

Desde la geografía de Puebla
Se respira cómo danza la quietud.

 

Pintar la playa
es ahogarse en soledad

Es salada tiza
De linde a linde tu contento.

Cuánto ríes playa
Cuánto azul en tu falda cabe.

Te proclamas heredera de la espera
Tu corona es el verde del palmar:

Frutos….PINCELADA DE RÍO
Por tu sagrado seno ruborizan
Y el pincelar de un girasol en llamas
Descubre lo selvático de tu vientre.

Playa islaPiel de barroDe óleo
Ríe por lo pictórico de la balsa
Que sin duda
Se ha llevado algo mínimo de ti:

Aquel que fuera tu pintor
En tu falda triste
DE

 

SOLEDAD

 

SE

 

A
H
O
G
A
.

 

Equilibrio

Mar
Mar martirioSortilegioMar
Apenas este espejo dista de ser
Mi nadar en tus retinas.

Tu delirante magia
NO PODRÍA ESTRANGULARME CON TUS CÓRNEAS.
AHLa orilla de tu risa
Da refugio a las sales de mis manos.

No cierres tus ojosSUEÑA
Por favorSUEÑA
Estoy despierto
Aún estoy a bordo
Y oriento mi deseo para ti:

Me equivoqué
No puedo escribirte un poema nuevo
No sé si pueda.

Prefiero nutrirme de tu mirar
Apagar mi sed
Escribir silencio

…………………………………………………………………………………………………………………EQUILIBRARME
…………………………………………………………………………Que la muda línea
sirva………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………Para balancearme en

Libar tu iris
..Y que no sople el viento
Que no haya brisa
….QUE NO HAYA
Un ciclón que me arranque de tus ojos.

(Esta serie de poemas pertenece al libro Danzar del agua, publicado en 2009 por Editorial El Golem).

 

Décimo sexto episodio

Mis voces interiores
Sueñan para acceder al “Café de Nadie”

Una de ellas:El Aniquilamiento
No sólo observa los dibujos
….Deja un huevo en el mantel.

…………..El corazón del huevo es amarillo.

No existe tal el corazón
Sólo el ahogar del fuego
Congelado en una yema:

El Amor que su nacimiento no concluye.

 

Décimo séptimo episodio

Ilia dibuja una cuerda en la pared.

Mis anginas se imantan al tejido de carbón.

……Ahora que el Aniquilamiento sueña con una bailarina de flamenco
…………Imagina una guitarra en la pared.

Su tremenda garra de gorila
Rasguea la soga de mi cuello.

 

Décimo octavo episodio

Despierta el Aniquilamiento en un zoológico polar.

………………(Quiso su amanecer en hielo
……………………Porque odiaba a los suicidas
……………………En la música española)

El huevo cae. CAIGO.

Ahora que se derrama la sustancia del Amor
En un platillo de salmón preparado para dieta
Asumo al Amor regresando a mi inconsciente.

Mi sangre y la clara al combinarse
Es una tonalidad que no para de morir.

 

Décimo noveno episodio

El Amor regresa en otra de sus transformaciones:

…………………..Lleva una daga clavada en la sien
……………….En su arrastrar una tinta de versos de Petrarca.
……………—Operémosle. Salvémosle la vida. Unamos sus arterias sacerdotales con el arte del dibujo. Traerme mi estuche mágico de bisturíes: lápiz del 2.5 / 3.5 / 4.5 = Veinticuatro de febrero es tu cumpleaños. Eres Piscis. Entreguemos tu cuerpo para su reencarnar.

En cada celebración
Se festeja un nuevo nacimiento.

 

Vigésimo episodio

En mi renacimiento
Soy un cromo sacro en el “Café de Nadie”.

Bienvenida sea toda mujer que me ponga flores
…..Que me ponga de cabeza
……..Que principie una plegaria.

…………………………………….No llegará ninguna.

El Tarotista llega en su escarabajo modelo 76
A comenzar su consultorio.

Somos dos mercenarios de la fe
Una multitud en el  “Café de Nadie”.

(Esta serie de poemas pertenece al libro 34 episodios de Piscis, publicado en 2010 por Editorial El Golem).

 

Ilusión marina

Vivo en el mar. No soy un pez, tampoco el capitán Flint o el ojo de una ballena. Prefiero evitar toda semántica marina, no soy nada en ese diccionario. Sin embargo, juro que vivo en el mar. Debo confesar que nunca he navegado, nunca mis pies emprendieron un balompié contra las olas, nunca he podido sumergirme en ese telar por donde los barcos fundan su cementerio. Sólo lo sé, vivo en el mar, lo contengo en esta memoria de argonauta.

Náufrago, cuando estoy triste mi día es un hospital de focas. Mi casa está ubicada en la periferia de Ciudad de México. Enfrente descansa un jardín con dos perros que fueron enterrados. El poste como epitafio, parece leer la nomenclatura de las estrellas, la bitácora de Simbad. Si recuerdo la Odisea, mi hogar es una tripulación fantasma. Ahora presiento la alta marea arribando a este sofá, un hechizo de tempestad inunda el espacio que nos separa en esta página. Se liberan todas las memorias del océano: se alza una arquitectura de coral, el auxilio de los alemanes en el Golfo de México. Todo es transparencia cuando las barbas de Dios limpian el petróleo de las corrientes submarinas, cuando su luz comienza a ser otro mar en los veleros del milenio.

Ahora no hay que creer en las supersticiones de la razón, es real ese ballet de medusas saltando en mi cabeza, la competencia de esgrima con mi nariz y un interruptor gritando anguilas. Respiro bajo el agua, frente a la sardina de un refrigerador, escucho los remos de Yemayá hacia el imperio. Papá enciende la radio: Noticias del huracán Catrina. Aún persiste la tormenta, aún el faro centelleando su espíritu infrarrojo. Aún Tú, nosotros, navegando la incertidumbre. Miremos la sal en la alacena: las latas de atún comienzan a temblar, despiertan de la muerte las anguilas, todo es buceo e inundación. El agua de las cisternas estalla en un acuario. ¿Escuchas el genocidio del barco japonés? Ya se hundieron las carabelas españolas, mis dos perros ladran a la nueva era, y a pesar del hundimiento de una cruz, Cristo aún camina por el mar.

 

Deleite, enfrentamiento con hormigas

Cuánta musicalidad hacen las hormigas al comenzar el amor. No puedo, no deseo quedarme sordo, sus falsetes son tranvías cruzando mis oídos. Y mi apetito es voraz, terapéutico, ortodoxo y reportero, que no puede dejar de escuchar esa partitura de sobrepoblación.

Han pasado ya decenas de minutos como si fueran inflaciones en el buche de un sapo. Sigo expectante al desastre de esa ebullición hormiguera por todas partes. Permanezco en vigilia, absurdo a ese puntillismo con patas marchando por mi brazo, con sus mandíbulas ansiosas por el azúcar semanal, con sus cabezas aspirando el oxígeno del mundo y esos terribles ojos, que saben del presupuesto sexenal y de los fondos para la concesionaria de insecticida.

Tendré que untar cal de mis pobres manos, antes de que se traguen mis uñas, de que trepen por mi ego y hagan de mi pecho una cama un prostíbulo de recuperación por los caídos en batalla.

Debo proteger la miel de mi descendencia. ¿Dónde habré dejado el alfiler para desinflarles el estómago? Enciendo la licuadora para amenazarlas de trituración, azoto mi pantufla para sepultarlas entre su excremento. Esto no es un genocidio, es el sudor por conservar mi respiración, mi soberanía intacta y ebria, aunque sea sólo en mi bolsillo, aunque sea sólo en este segundo, mientras otra mano no me mate.

 

Epílogo
(Posiblemente leído en el año 2076)

¿He resucitado? Por más que insista el siglo en exterminar mi especie, no soy una fauna disecada en este libro. Sabes de mí por mis días, vertiginosamente sabes que viajaba en taxi por las avenidas que hoy son tus avenidas. Quizá ya nada se parece, todo es veloz y paradójicamente paralitico. Pero si deseas conservar algo de mí en tu memoria, cifrarás el almanaque del cemento en la ciudad entera. Y tal vez te preguntes cuántos cráneos cayeron en mi último minuto, y serán los mismos que registre el listado de partos.

Estoy aquí, que es ninguna parte, el sol me sigue golpeando el pecho, mientras concluyes esta lectura. No tengo más que decir o, mejor dicho, más que escribir, esto no es una despedida, sigo reviviendo en cada página que tires al aire, sin saber volar, sin saber caer, sin saber que existe en otra página tu tumba.

(Esta serie de poemas pertenecerá al libro Urbe imaginada).

Hugo de Mendoza
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