—Buenos días, sea bienvenido a la aduana post mortem; aquí se evaluará su vida y con base en ello se decidirá su destino. Necesito su nombre completo, nacionalidad, edad que tenía durante su deceso y causa de muerte.
—Buenos días. Soy Gabriel Fernández del Castillo, mexicano, de 37 años, morí de cáncer de pulmón.
—Muy bien, Gabriel. Aquí dice que fuiste católico toda tu vida, ayudaste con sinceridad al prójimo siempre que pudiste, fuiste un ciudadano común, pagaste en tiempo y forma tus diezmos, nunca cometiste ningún tipo de crimen y asististe todos los domingos al templo. Debo decir que no muy seguido vemos gente como tú por aquí, seguro te vas al cielo en el vuelo exprés.
Incluso si hubieras matado pero te hubieras confesado después de ello quizá podría ayudarte, pero con esto no, es el peor de los pecados.
—Bueno, tan sólo intenté vivir de la mejor manera posible, tal cual Dios nos lo pidió.
—Mmmm, vaya que esto es extraño; el sistema te ha dado un pase directo al infierno.
—¿Qué? ¿Pero por qué?
—No lo sé en realidad, permíteme revisar a detalle el informe. ¡Ah! Con razón.
—¿Qué sucede? ¿A caso hice algo malo?
—Bueno, aquí dice que eres homosexual.
—Sí, lo soy. ¿Y?
—Pues que con eso te has condenado para toda la eternidad.
—¿Me estás diciendo que esa irracional homofobia que pregonaban los hombres fanáticos de la Iglesia en realidad es parte del designio divino? ¿Y qué hay de que viví mejor que muchos de ellos?
—Sí, bueno, Gabriel, lo siento mucho, pero con eso no te voy a poder ayudar; si hubieras robado un par de veces, o hubieras violado a alguien con su debido arrepentimiento, incluso si hubieras matado pero te hubieras confesado después de ello quizá podría ayudarte, pero con esto no, es el peor de los pecados.
—¿Y se puede saber por qué es que es tan malo amar a alguien de tu mismo sexo? ¿Por qué carajos Dios se siente tan ofendido al respecto?
—Mira, Gabriel, dado que viviste de una manera digna y loable te lo voy a contar, pero sólo porque a mí también me parece ridículo que debas irte al infierno tan sólo por eso. Esta historia es antiquísima, una de las más viejas desde la creación. Seguramente ya conoces el relato acerca de que Lucifer solía vivir en el cielo junto con todos los demás seres celestiales, hasta que un día él y Dios pelearon y éste terminó por desterrar a aquél.
—Sí, claro, la historia del ángel caído es popular.
—Bueno, esa anécdota es real, salvo por un pequeño detalle: Dios y Lucifer no pelearon por la sublevación de este último, tal y como se ha hecho creer a la humanidad desde sus inicios.
—¿Entonces?
—Lo creas o no ellos dos solían ser pareja, y no cualquier pareja, sino la más feliz de todas.
—¡Pero qué chingados! ¿Es en serio?
—Sí.
Dios creó a Adán, pero poco antes de que Lucifer creara a su propio hombre comenzaron los problemas.
—¿Pues qué fue lo que pasó después para que Dios comenzara a aborrecer la homosexualidad?
—Verás, Lucifer fue la primera de las creaciones de Dios. Bien sabes que se dice que en asuntos teológicos el amor es lo más importante; pues en eso tienen razón, Dios sintió la necesidad de volcar su amor en alguien más que no fuera él mismo, así que creó a Lucifer, el más hermoso de los ángeles, para poder darle un sentido a su existencia. Dios amó a Lucifer desde el primer instante en que irrumpió el tiempo y el espacio con su ser, y el sentimiento fue recíproco. Fue tal la satisfacción que Dios sintió con su viril creatura que todos los demás ángeles que creó después fueron hombres también. La mujer no comenzó a existir sino hasta que apareció Eva.
—¿Qué más?
—Así pasaron los primeros milenios, amándose en cuerpo y alma, pero la belleza de Lucifer era tal que muchos de los otros ángeles comenzaron a desearlo, fue entonces cuando surgió por primera vez en la mente de Dios la idea de reprobar la codicia por la pareja del prójimo. A pesar de las envidias de los demás, la divina pareja continuó con su erótico acontecer. Pronto surgió la idea de la paternidad, por lo cual Dios y Lucifer acordaron crear un hombre mortal cada quien, y fue así como Dios creó a Adán, pero poco antes de que Lucifer creara a su propio hombre comenzaron los problemas; Dios descubrió a un par de ángeles espiando a Lucifer mientras tomaba una ducha, y su enojo fue tal que desintegró de la faz de la realidad a aquellos mirones, pero el asunto no terminó ahí, sino que culpó a su amante por lo sucedido, alegando que nadie se atrevería a desafiarlo a menos que fuera Lucifer mismo quien les diera permiso de estar echando un ojo. Estas acusaciones eran producto de los celos invidentes de Dios, por lo cual Lucifer se molestó bastante; la discusión fue brutal y terminó con el primero desangrándose de lágrimas en su habitación y el segundo ahogado en alcohol en la cantina del cielo. El problema quizá pudo haber tenido solución si no fuera porque Lucifer se sintió tan ofendido con los falsos cargos que Dios le imputó que decidió hacer realidad el crimen. Convocó a todos los ángeles que pudo para llevar a cabo una bacanal, y aunque muchos no aceptaron la oferta por temor a Dios, la verdad es que todos tuvieron la tentación. Esa noche se hizo una orgía tan grande que era imposible atinar cuál pene pertenecía a quién; el éxtasis llegó al límite cuando Lucifer recibió en todo su cuerpo el cálido semen de todos los demás al mismo tiempo. A la mañana siguiente Dios se enteró de lo sucedido; tenía el corazón destrozado y la mayor rabia que se haya sentido jamás. Desterró inmediatamente a Lucifer y a todos los ángeles que fueron parte de aquel aquelarre y escribió sobre piedra la prohibición del amor entre hombres, y para llevar al acto ese divino mandato creó a Eva, para que Adán jamás tuviera que amar a otro hombre, sino a una mujer. Es por esto que me es imposible ayudarte, Gabriel, Dios jamás pudo recuperarse de ese acto desenfrenado. Pero vele el lado bueno, conocerás al más hermoso de todos los hombres allá abajo. ¡Siguiente!
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