Bueno, acaso tengas razón, y ese personaje de tu relato al que llamas “Sartre”, fuese un maldito bastardo. Pero sospecho que intuyó desde los primeros correos la turbulencia existencial de Esperanza, generada por un matrimonio que agobiaba, y que luego, al aparecer mayores indicadores reforzantes de su conjetura, se resistió a participar como un taimado bribón (quizá, también, porque aborrece lidiar con tramas pasionales). Además, pudo haber meditado, calculado el efecto negativo que tendrían las embestidas de sus palabras odiosas y la exhortación final a husmear en el “Laberinto …” (¿del Fauno?), cancelando así, toda posibilidad de un reencuentro. Por otro lado, Consuelo, no se puede acusar de misoginia a un hombre que es
amant de femmes. Me pregunto si tal injuria y otros agravios como el de “cerdo”, no emergen del sustrato mental siniestrado de Esperanza, de una dolencia emocional añeja que supura efluvios abyectos. No sé. De cualquier forma, tu personaje es un ángel seductor, con su refulgente cauda, veleidad y quejumbre.

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