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El retorno

jueves 11 de mayo de 2023
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El otro día, un lunes o un martes, platicando con Dios en la esquina de la cuarta nube y la sexta, yo le preguntaba infinidad de cosas; Él, con sus inmensas paciencia y sabiduría, respondía una a una mis interrogantes con voz tranquila y pausada. Sí, decía yo, entiendo. Tú eres sabio y poderoso y puedes hacer lo que quieras, pero no comprendo el porqué del sufrimiento en la Tierra cuando bien podríamos vivir en la más absoluta felicidad. Claro, decía Él, pero yo debo demostrarles quién es quién y que me deben obediencia; si yo los dejara hacer lo que ustedes quisieran, habría tal revolución que la Tierra estallaría en mil pedazos. Pero, argüía yo, Tú puedes insuflar en las almas de los hombres parte de tu bondad y tu sabiduría para que podamos vivir en paz. Sí, respondía, yo podría hacer de ustedes lo que se me viniera en gana, pero mi más ferviente deseo, puesto que los he dotado de inteligencia, es que ustedes puedan discernir entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. Por supuesto que ustedes no pueden ser como yo, pero pueden ser muy semejantes; ya ves, tú estás aquí porque tu conducta ha sido aceptable, porque has sabido conducirte dentro de ciertos cánones morales que en nada contradicen mi paternidad, sino más bien la ensalzan. Bien, comprendo. Pero, a decir verdad, yo tuve la suerte de tener padres conscientes, bien preparados, que me ayudaron a comprender las cosas, a aceptarte a Ti, y me guiaron por el camino de la moral y de la rectitud. Yo lo sé, hijo mío, no tienes que recordármelo; debes saber que yo domino todo el mundo y que estoy en la mente de todos mis hijos. Sin embargo, debo decirte que la oportunidad que tú tuviste no es muy común, desgraciadamente, pues existen más ovejas descarriadas que dóciles. No puedo darles ciertas libertades porque raudas quieren correr, meterse a propiedades que no deben, comerse los alimentos de las otras, y, lo que es peor, se aprovechan de la bondad de algunas almas y las sojuzgan. Pero, dije, ¿por qué no evitas eso? Tú puedes hacerlo con sólo pensarlo. Bien podrías dar paz y tranquilidad a todo el mundo y eliminar de cualquier individuo todo pensamiento que atente contra la dignidad. Claro, responde, yo mejor que nadie sé que puedo hacerlo, pero deseo darles la oportunidad de que razonen, de que mediten y de que por su propia deducción y convencimiento se conduzcan por la senda del bien; de que por propia iniciativa desechen el mal para que puedan luego estar como tú, disfrutando aquí de tranquilidad, paz y alegría en el cielo. Pero a mí no me parece justo, dije, estar disfrutando de tu presencia cuando otros están sufriendo, cuando otros están aguantando hambre, o comiéndose unos a otros envueltos en la envidia, el rencor y tantas otras cosas. Bien, he de hacerte una pregunta: ¿deseas que te dé la oportunidad de convivir con un grupo difícil? ¡Sí!, exclamé emocionado. ¡Claro que sí!, pensando para mis adentros en la oportunidad de volver a la Tierra y de reconocer, apreciar, disfrutar de tantas cosas lindas. ¿Aunque sea un grupo verdaderamente difícil? ¡Sí! ¡Sí quiero! Espera, espera, expresó, haciendo ademanes con ambas manos. El grupo del que te hablo está compuesto por diversidad de personas, por distintos y difíciles caracteres; por ejemplo: uno de ellos, de ascendencia que no quiero contarte, se conduce de manera incierta; se siente parte de una clase privilegiada, de la cual está bastante alejado, como lo demuestran ciertas actitudes: a pesar de que es el que más dinero tiene, llega al extremo de no comprar ni el periódico y se lo quita, casi se lo arrebata, a uno de sus compañeros todos los días; también se comporta de manera egoísta y todo lo quiere para él: viajes o aumentos de sueldo, porque oportunidades de estudio prefiere que se desperdicien. Claro, como contraste hay en ese grupo una persona que realmente confía en mí y que se conduce más o menos dentro de los cánones establecidos, porque si bien es cierto que hay alguien más que dice pertenecer a mi grey (cualquiera puede decir lo que quiera) es extremadamente fatuo, de mal carácter, al extremo de convertirse en un tipo gruñón que vive encerrado en su mundo especial, creado por su propia conducta en la vida que le he dado la oportunidad de vivir. También debo decirte de otro que no cumple con uno de mis mandamientos (aunque esto no quiere decir que cumpla con los otros) y anda papaloteando de un lado para otro; tiene además un carácter bastante difícil y levanta la voz con suma facilidad. Y qué decirte del otro elemento; enojado, metido en sí mismo, muy difícil para aceptar sugerencias; ah, y hay otro par de personitas por ahí, aparentemente dóciles y risueñas (chulas dicen por ahí), de esas que se tragan sus más dulces y expresivos pensamientos. Dime si después de presentarte este cuadro aún deseas volver a la Tierra. ¡Por supuesto!, fue la expresión que brotó de mí, pensando en los goces de los placeres terrenales. Bien, dijo solemnemente, que disfrutes de tu nueva vida en la Tierra, y me envió de regreso con mi cara de pocos amigos.

Antonio Cerezo Sisniega
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