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Poemas de Sergio Ortiz

miércoles 15 de febrero de 2017
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Si Ulises muriese un día martes cualquiera

Es el calibre del agujero que dejas,
la intensidad de la herida,
la cuenta bancaria (dentro de mi corazón)
donde guardo las páginas
agotadas de mi vida.

Es imaginar lo inimaginable,
las lánguidas calles laterales,
mi Ulises sin su Dublín.

Es el clima tácito al que nos referimos
cuando no hay campeón
ni comodidad alguna dentro de mi bungaló.

Sé qué textura tus muslos se ven obligados a rendir en mis sueños.

Soy yo quien no quiere clausura.
Que tu voz no desvanezca sobre un horizonte
separado del mío.

 

¿Quién quiere jugar con mi día lluvioso?

mi alteridad se pega a mí sin importar a dónde vaya: nunca prestes tu día lluvioso: cuántos cuerpos somos: cuántos seres: cuántos mundos: de dónde proviene este dolor: dónde lo aprendimos::

hace años, cuando se me preguntó si mi amante pensaba como hombre no pude responder: la pregunta no tenía sentido: la respuesta está en el fondo del océano: en el mundo, efecto ondulación del vidrio viejo: El viento, lo persigo como si persiguiese conclusiones::

estoy en peligro de convertirme en un cuento amonestante: el número de muros que me rodean es variable: no he podido convertirme en un santo de yeso: no he logrado convertirme en una mujer: mi bien-ganado silencio viene de más allá del cuerpo: la vida es sopa, no sándwich: la piel se convierte en dolor de viejas heridas: hollamos el mundo como mezcla y desenfoque: cuando me muera me convertiré en un mapa: es bastante fácil cambiar este cuerpo: difícil elegir qué es ser bardo del reciclaje: yo amo: ese es el único corazón inquebrantable de mi ser: yo decido dónde comienzo y termino: nuestros oídos están llenos de ratones: ponemos nuestra fe en cestas para recolectar ofrendas: pegamos nuestras leyendas a la puerta del refrigerador: mis genitales se desplazan en su piel: en la esquina de la necesidad y la pérdida dejé caer mis libros en un repetido lazo bufonesco: acuné mis bolas como si los temblores pudieran soltarlas: mi piel húmeda de pánico: mi pene en mi palma: no hay nombre para este amor ni el cuerpo en que se convierte: olvídate de todo lo que has aprendido sobre cambiar de propietario: esa malla naranja sólo contiene la duda::

cómo editar la vida: lo hago todo el tiempo: me quelato en otro hombre: tomo mi sexo en la mano, el peso de él, es como el peso de mi corazón bloqueado por la percepción: los diamantes que duermen en la tierra en blanco resisten los nombres: y la pregunta qué si has nacido se escapa: estoy sin mano, bejines, o manuales, sin un aura reconfortante de previsibilidad: sin imitadores: así que no me llamen, prefiero no llenarme de arena: o musgo: la arena cabalga a través de la casa, serpiente arrastrándose a espaldas, a través de las losetas::

a veces quiero conducir por un camino desierto para encontrar las ruinas ocultas al final y mudarme ahí: como las abejas, o estrellas siguiéndome en el retrovisor: empujando el motor que está dentro del corazón para hacer clic y tararear la esperanza: mi nombre es la puerta al cobertizo que dejaron abierta: mi nombre es fuego al igual que el tuyo: lo siento, no hace adquisiciones hostiles: el bosque finalmente te encuentra: cuarenta especies de hongos finalmente te encuentra también: la vida se trata de cambios: sus paredes gimen aire y necesidad: un hipo podría colapsarlo todo: 365 días al servicio de cambios: la vida en una estructura abandonada requiere que se adapte: la gente ama sus migraciones: sienten su inmovilidad validada por el movimiento de otras criaturas: lo que es diferente en mí cuando se ve: cuando es observado, cuando lo cronometran, cuando se vigila, y sin embargo no se ve::

las viejas historias de vaqueros sobre huellas y herraduras ya no tienen sentido: hay un puente ferroviario a lo largo de esta llovizna que no puedo cruzar: donde se oyen páginas rotas, ratas del pasado, caballos en las escaleras, donde todo es tan ruidoso::

qué me ha dado la vida: un sendero y una piedra envuelta en liquen: preguntas para contestar: el rastro de un proceso invisible para forasteros: prefiero la sodomía a la piedad: constrúyeme un cuerpo indiscutible: un torso resbaladizo como el de un libro: soy un hombre que llora por lo que me han borrado y por negadas cotidianidades: la crueldad casual de ser un Ella: el hombre que ruega ser: esperanzado en escuchar un que dios te bendiga::

 

Nosotros los Chicos Invisibles

hemos estado gestando
en este arenal durante meses.
Buscando fuerzas-pilares,
manteniendo habilidades-felinas.

Vagamos lentamente hacia amistades
y amantes; silenciosos,
atados, zurcidos y esperando.

En esta ciudad, este Neverland,
sólo nos tenemos uno al otro.
Y todos fuimos traídos a esta playa
por un flautista de Hamelín distinto.

Nos hicimos muchachos
calmando infancias mortinatas.
Flexionando músculos y observando
nuestros cuerpos comprimirse
en formas que abiertamente deseábamos,
que secretamente objetábamos.

 

Dom Perignon

Aquí estamos en el Jacuzzi
preparando un baño de burbujas para dos
con un suero hecho en América,
mezclado en Laos y enviado de vuelta
a su sitio de origen.

Es difícil creer que él está en mi baño desnudo
haciendo estallar mi corcho. Que a través de un puñado
de malos acompañantes llorones, garras y falsos perfiles en línea,
lo encontré junto a mí en un urinario,
que a través de ese urinario me meaba
con meado de cerveza clara. Pero aquí estamos,

un año más tarde en mi bañera jugando
como niños, después de luchar en el barro del patio trasero,
haciendo barbas de burbujas y vertiendo champán
de cinco estrellas en nuestras bocas.

Es difícil creer que agua caliente sigue brotando del grifo
de nuestros acuíferos y a pesar de nuestra desnudez y virilidad
ninguno de nosotros se envino la espuma.

Nos dormimos en la chiquitita bañera hecha fuera del mundo
en que el despertó en su tibieza, sin burbujas, mareado
y completamente sin madre.

 

Carmela

Cáncer de mama, licencia indefinida.

Las meseras recolectaron dinero
que no estaban gastando en cerveza.
Se maquillaron, después de una noche lenta
en el trabajo, y aparecieron en el apartamento
con flores que olían a grasa de cocina
y cigarrillos sin filtro; labios manchados
con brillo de fresa. Ella, feliz de verlas,
lamentaba no tener sofá: Sólo tengo un sillón
reclinable, y una lámpara sin cubierta.

Las flores se marchitaban en el florero
que estaba entre la televisión y el sillón.
Ahí la quimio hacía su trabajo.

Así que le conté todo lo que pude
del establo de mis padres, cómo montaba
caballos de paso fino a galope sostenido.

Ahora estoy despierta
tratando de consolar a otra amiga
que está recién soltera y casi borracha,
enviando mensajes de texto
sobre lo mucho que duele esta vida.

 

Muchacho Isleño

Tenía 17.
Piel cobre intenso al frente del espejo
de mi abuela:
chacho isleño de pelo negro.
Ventana abierta,
quise aspirar el aroma a sofrito.

Se me cayó la toalla.
Clavé las yemas de los dedos en el espejo.
Para aquel entonces
susurraba que no quería ser hombre.
Incluso sentí que estos incipientes pechos
crecían muy pesados.

Pues doblaban mi espalda
con todas sus demandas.

Sergio Ortiz
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