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Figura del padre

miércoles 15 de marzo de 2017
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Relato

Edith Piaf emerge entre los muebles de la sala.

El sillón tiembla
frente a mis pupilas que sonríen
y mi padre dice que eso es música.

La vie en rose.

El pan blanco mordido.
El olor del bote de plástico con crayolas.
La máquina de escribir.

Mi madre teje arcoíris
entre los leones marinos
que vuelan en la ventana
y el payasito de cuerda que guarda
todas las risas y primeras palabras
con los labios cerrados
y los ojos curvos encogidos.

 

Relato

La guardería es algo más que el perfume anaranjado de la sopa.

La imaginería de los dedos diagonales
de Tchaikovski.

Las galletas que crujen
como los esqueletos de peces
que dormitan con los ojos abiertos.

Y recibir la primera flor de papá.

Algo más que aprender con él a dibujar el cielo
y jugar a ser Picasso.

Abrazar a mi madre
con las primeras sensaciones de fuerza insuficiente.

Agitar los pies en la alberca
las tardes de mágico mundo.

 

Relato

Acuario.

Corro,
tengo esa agitación,
ese miedo de la noche y de las sombras,
de la noche
y de las sombras,
pero la gente alrededor
sigue dejando de existir
y yo recuerdo intermitente
sus rostros claroscuros que parecen dormidos.

Las pláticas de adultos que cuentan
lo buenos que eran.

Siempre en tiempo pasado.

Silencio.

Un impermeable escondido tiene cuerpo
y hace shhh.

Callada por una sombra
en la cascada de tortugas
intentaré pensar con los años
fue un fantasma y no otra cosa,
fue un fantasma y no otra cosa.

 

Relato

El último adiós mi piel helada.
Escuché de su sonrisa
repitiendo, recogiendo pasos
con la ropa del hospital
pero sin miedo,
agitando la mano
como un cocodrilo imaginario que regresa a despedirse.

Fúnebres cruzamos el puente del acuario,
la nostalgia y la jaula de tucanes,
la nostalgia,
la nostalgia y la jaula de tucanes.

Nostalgia:
Dícese del sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos.

Él quiso despedirse de su acuario.

Donde reímos, jugamos,
donde aprendí a nadar
y llevaba a mis amigas
y estaba siempre después de la escuela.

Quiso despedirse de sus peces,
cocodrilos,
caballos marinos y tiburones,
del museo, la oficina, las albercas,
los restaurantes,
de su gente.
Amada. Digna. Noble.

La única felicidad que recuerdo
fue la certeza de mis pies plantados.

El acuario es mi mundo rosa,
el acuario es mi mundo rosa,
el acuario es mi mundo rosa.

Es mi casa.

Su-gente-mi-gente.
Sus peces.

El mágico mundo marino es mi padre.
Mi padre de cemento y agua,
de puente y destino.

 

Relato

Los trabajadores del Mágico Mundo Marino
están tristes.

El acuario es una pintura.

Todos parecen dentro.
Suspendidos e inmersos.

Después de las seis de la mañana
todos se derriten.

Nadie toca nuestros retratos infantiles
debajo del cristal del escritorio.

El caballo marino derretido.
La nutria incendiada.

El aire que reemplaza a mi padre con playera roja
en el asiento.

Cuentan que fue a despedirse,
casi susurrando cómo iba vestido.

Del mismo modo en que llegó al hospital.

Del mismo modo en que no volvió a salir de él.

Alondra Berber
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