Mirada
Me abandonó la suerte a tu mirada,
en tus ojos hundí mi pensamiento
y sólo en el recuerdo hallé el sustento,
la luz de una ilusión desperdiciada.
Mi alma estuvo joven y mimada,
borracha de tu sueño suculento,
reducido a tu ser el fundamento
sin más finalidad que tu mirada.
La magia de tus ojos me reclama
ahora, en los albores de tu ausencia.
En tu rostro mi sueño se derrama,
tus cabellos flagelan mi conciencia,
de tu boca soy esclavo y ella el ama;
de tus ojos soy reo con sentencia.
Morena
Dale sombra a mis dedos con tu pelo
y muéstrame, mi amor, tu rosa oculta.
Yo lloro por la norma que sepulta
la sombra enloquecida de mi anhelo.
Regálale a mi infancia el caramelo
y tierra insomne a la razón adulta,
al soñado pecado Dios indulta
y al resplandor del faro mata el cielo.
Inasible tesoro del destino,
sepultado de abril y de azucena,
en el ámbar crepúsculo me vino
a derramar su luz en mi cadena,
a elevar el presidio de mi sino,
a prender la pasión por ti morena.
Tarde de ti
Antesala de amor, el gesto ciego,
tu palabra, desnuda, enamorada.
Desnudas tú tu ser en tu mirada,
yo ávido de ti mi paz reniego.
Que no halla mi pensar mayor sosiego,
que imaginarte así tan entregada,
que sentirte en mi piel tibia y amada,
hoguera de esperanzas para luego.
Arañada de oro está la tarde,
arañado de ti todo mi seso,
arañada mi hombría, por cobarde,
arañado mi espíritu poseso.
Mi conciencia, fortaleza que arde
derrumbada, al asalto de tu beso.
Tu silencio
Tu silencio es acero de mi herida,
y el mío de tus ojos es cautivo.
Imaginando tus caricias vivo
y me toca tu piel así sentida.
Paraíso es mi alma adormecida
y así soñando ni la muerte esquivo,
porque surco de tus dedos percibo
el gozo que en tu cuerpo diera vida.
Extraviado en tu noche sin lucero,
al fuego de tu idea entrego el alma,
sin saber si estar vivo o muerto quiero.
Hola y adiós que sin presente empalma,
sin recodo de paz en mi sendero,
sin alba ni crepúsculo de calma.
Esperanza
No arañes alma mía la esperanza,
respeta indemne su tersura plena:
quien desespera el corazón lo llena
de hastío hacia su propia semejanza.
Hasta cuándo en mi mar no habrá bonanza
ni paz en la zozobra que envenena
mi corazón, que nunca se serena,
que no desprende amor ni confianza.
Líbrame ya Señor de esta locura
y enséñame de nuevo otro camino
a puertas de una dicha más segura,
a hacer y deshacer sin desatino,
a pasar y volver sin amargura,
a hastiarme y descansar sobre mi sino.
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