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Balada de Colette le Lunaire
Literatura experimental • Ensayo de poesía gótica al estilo medieval

domingo 16 de mayo de 2021
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Harto del #MeToo tardío y amañado, rindo este homenaje, con la mayor vergüenza viril, a las mujeres realmente víctimas de abuso sexual.

I. Maldad y vergüenza

Balada de Colette le Lunaire, por Rubén Monasterios
“Mujer lavándose los pies en un arroyo” (1895), de Camille Pissarro.

Colette le Lunaire, tocad la vihuela,
en vez de ir al río, le dijo la abuela.
No quiso la niña hacer ningún caso
y al río se fue andando a buen paso.

Hay días de agua piche,
hay días de agua hermosa.
¡Mira, doncella, qué bella mariposa!

Colette le Lunaire llegó, al fin, al río;
bañose desnuda, pues no sintió frío.
Y no se dio cuenta de que alguien acechaba:
el malo pastor que cabras cuidaba.

Hay días de lujuria,
hay día de abstención.
¡Huye, tierna niña: te coge el cabrón!

Ardió de lujuria, pérfido varón;
prendido en su fiebre perdió la razón.
Le selló la boca, la atrapó en sus brazos,
¡su gruta pequeña rompió en mil pedazos!
Hay días de morir,
hay días de vivir.
¡Yo quiero llorar, yo quiero reír!

Colette le Lunaire quedó deshonrada:
estaba perdida, estaba marcada.
Colette le Lunaire cortó sus cabellos.
¡Lo siento, lo siento, porque eran muy bellos!

Hay días de castigo,
hay días de perdón.
¡Toma, pobre niña, de mi pelo un vellón!

Y con su crineja se ahorcó en un manzano.
Meciéndose al viento la encontró su hermano.
Colette le Lunaire durmió en una fosa
y vino la abuela y le trajo una rosa.

Hay días en que cantas,
hay días en que lloras.
¡Dormíos, tristeza, que pasan las horas!

 

II. El encantamiento
—Intercesión ante el Diablo a favor de Colette de la Hechicera vengadora—

Balada de Colette le Lunaire, por Rubén Monasterios
“El círculo mágico” (1886), de John William Waterhouse.

Todo está a punto.
Todo está mezclado, amalgamado, macerado, emponzoñado…
¿El aceite de almendras, el agua de rosa, la infusión de camomila?…
Y la pomada de cedro de Virginia, el agua de melisa, los polvos de júniper…
¿Los retoños de tejo, la genciana silvestre?…
Y la purísima sal angélica y la esencia de celidonia ardiente…
¿El heliotropo, los polvos de Hungría, el arménico, la tierra lemnia, el amoníaco?…
Y las raspaduras de marfil, la canela, el clavo…
¿El sándalo perfumado, las semillas de acedera, la corteza de limón?…
Y la albahaca, el jengibre, el espinacardo y el
ámbar…
¡El ámbar! ¡Cuidado con el ámbar!
No temas. Todo está puesto en su lugar, en el recipiente de pórfido y plata.
¿Y lo demás?
Como debe ser: amasado con manos de mujer, a la hora precisa, y puesto a punto el pebetero crisoelefantino.
¡Ya! ¡Enciéndelo! ¡Que intervenga el fuego transmutador de las esencias!
Ahora es el momento justo; ahora, que la Madre Luna acaba de entrar en su espléndido plenilunio y declina el brutal sol.
Sí. A esta hora empiezan a templar sus arcos los impíos; ya ajustan en sus cuerdas las aceradas saetas para flechar en lo oculto a las puras de espíritu, en pleno corazón.
¡Cómo lo deseo!… ¡Ay, con cuánta lentitud corre el tiempo!
¡Eres como Lilith! Antes que la serpiente, ella podía engañar; su dulce lengua podía engañar, y su cabello fue el primer oro que alucinó al hombre.
Soy la elegida.
Eres aquella en cuyo seno anida el infortunio…
Soy la ungida.
En cuyos gestos se esconde la ruina…
Soy la ejecutora del designio.
En cuyos labios hierve el veneno…
Soy la maculada.
¡En cuyas huellas se yergue la muerte!
¡Cumplo mi destino!
¿Y acaso no te ampara la razón?
Tráeme ahora al canalla sometido al sortilegio…
Con la daga de plata abro mi cuerpo
Y ¡de corazón sangrante ruego al Diablo
piedad para Colette!…
¡Anda, vete ya!

 

III. Sentencia del buen Diablo

Balada de Colette le Lunaire, por Rubén Monasterios

Colette le Lunaire murió en el pecado,
¡por eso su acto no fue perdonado!
Colette le Lunaire no pudo ir al cielo,
de aquí que su alma no tuvo consuelo.
Colette le Lunaire se hundió en el Infierno
y quedó en presencia del rey del Averno…
“Aunque sea un designio del Señor Eterno
—dije, compasivo, tocándome un cuerno—,
me parece injusto que seas condenada,
porque tú, Colette, fuiste mancillada”.
“Siendo Su mandato grande y sacrosanto
no puedo salvarte de este oscuro espanto;
puedo, sin embargo, paliar tu condena:
¡Volverás al mundo como un alma en pena!
He aquí el destino que el Diablo te asigna:
Conviértete en hada, en hada maligna.
Bajo la apariencia de una bella dama,
de esas que en los hombres el ardor inflama,
serás del deleite la fresca fontana,
deletéreo bocado en jugosa manzana.
Tendrás todo aquello que al varón enerva:
la grácil ternura de una joven cierva,
la frescura suave de silvestre yerba;
olerás a clavo y a flor de azucena
¡y bajo ese aspecto sólo habrá gangrena!”.
“Sinuosa y esquiva como la serpiente
estarás preñada de veneno ardiente.
Tendrás frágil talle y un cutis muy terso,
¡más los atributos de un varón perverso!”.
“Y de todas las doncellas mancilladas,
por los hombres, vilmente maltratadas,
tú serás, Colette, la de lunar encanto,
la portadora de su amargo llanto;
fuego voraz, ardiente corruptora,
de las doncellas implacable vengadora”.
“Tanto como las míticas sirenas,
fascinadoras y de magia llenas,
seducirás al hombre con tu dulce eufonía
¡y él caerá rendido ante tu hechicería!”.
“Brincando, cual lascivo gamo,
el varón atenderá a tu gentil reclamo,
buscando destrozar la delicada rosa
que supone que guardas, pudorosa:
mas quedará frustrado en tal intento
¡pues tú tendrás el falo de un jumento!
¡Un falo grande, cual del propio mulo,
y con el mismo esfondarás su culo!”.

Rubén Monasterios
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