Fracturas del silencio / Fractures of Silence
Carmen Rojas Larrazábal
Poesía
Casa Bukowski
Salem, Oregon (Estados Unidos), 2021
ISBN: 978-163901636-5
84 páginas
Poemas para retener un día de lluvia
el tiempo presente y el tiempo pasado.
acaso estén presentes en el tiempo futuro.
y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
T. S. Eliot
i
no existe un contrato irrevocable
para retener un día de lluvia
ni evitar la danza fugaz.
baile de puntillas
entre mi último sueño
y la inminente despedida.
veo los rostros carcomidos de la noche
sentado en el mismo lugar
descreyente del pusilánime ser
atadura esta a las cosas que no podré asumir
en un banco de la plaza.
Salem tiene calles que pasan.
sin mojarse
por el medio del río.
las recorro siempre
detrás de los
árboles de invierno
los he sembrado.
en la nostalgia
los he sembrado.
en el último aliento de la tarde
los he sembrado.
bajo párpados inertes
los he sembrado
por debajo
del amanecer.
¿será entonces más invierno
al despertar?
—la memoria del retoño
aguarda en la hoja seca
sentado en el mismo lugar
en un banco de la plaza.
me repugnan, como a ezra pound,
todas las paredes.
mañana habrá reflejos
sobre el agua
los peces que escaparon
de la noche
aferrados a su historia.
(¿sumergida?)
—la memoria del retoño
aguarda en la hoja seca
ubicarán su propio cauce
con líneas de antes
sabrán descifrar la
húmeda geografía de un día más.
ii
las 8:17 de la noche. la llamada telefónica
llanto mordiendo las heridas.
heridas en el centro de una lágrima
grito incrustado en las paredes del dolor
eclipse irreverente contra la esperanza
de volverte a ver
frente a la estridencia del mundo
whitman me acompaña.
papá me esperaba en su sillón de sueños
la grieta de la ausencia se hizo larga.
(hasta la luz?)
—métrica de las heridas para medir la sajadura.
soy una sajadura,
no acudiré al destierro de su voz
tomo a sorbos la oscuridad diluida.
de su nombre
busco
la posibilidad de un puente clandestino.
la posibilidad de un alero eterno
bajo esta lluvia que ha caído sin saber
mientras sonaba a muerte y a ceniza
por todo el mausoleo del recuerdo
(¿hasta el eco?)
—métrica de las heridas para medir la lejanía
no acudiré al destierro de su voz
las campanadas del reloj
hora del exilio de tu abrazo
papá moría.
las 8:17 de la noche. la llamada telefónica
arena movediza en mi garganta.
(¿hundirme en ella?)
—métrica de las heridas para medir la lejanía
no acudiré al destierro de su voz
garra ensangrentada a mis espaldas
para la despedida
piedras nocturnas quebrando el lamento
no acudiré al destierro de su voz
moría en venezuela
no acudiré al destierro de su voz
silba papá como el sinsonte
que un día trajiste a casa
para prestarnos la alegría.
silba de nuevo
tus murallas a la muerte
en esta hora irrespirable.
todavía.
iii
aquí lo único posible
es recordarte.
en la estación de otra muerte
iban y venían los sueños
los pasajeros afilan los zapatos
en sus rieles.
metálicos recuerdos.
sus estruendos
(en todas las heridas?)
—todo lo que sangra
por debajo de la ausencia
el pasado ha tendido. una cerca
a mi costado. no alcanzo
el gajo dulce que cuelga. del otro lado
no alcanzo tu nombre. se mece
en esas ramas que no siento.
es tan grande el árbol.
de extrañarte
seguir viviendo
(¿en todas las heridas?)
—todo lo que sangra
por debajo de la ausencia
de aquí a la muerte. en mi memoria
sólo es posible tomarte de la mano
subir al sueño. más allá del sueño
abrir sus fauces subterráneas
tragarse la noche
y todas sus tragedias.
a esta hora de esperarte
le caben todos los besos.
(¿todas las heridas?)
—todo lo que sangra
por debajo de la ausencia
ezra pound tenía razón
los más altos dioses
no pueden jactarse de nada mejor
que una hora iluminada
en medio de tanta oscuridad, padre
acelero la nostalgia
hasta la última estación de otra muerte.
el pasado ha tendido.
una cerca a mi costado.
es tan grande el árbol.
de extrañarte no alcanzo
al otro lado del andén
las cosas que suceden
cuando se detiene la última hora
de la madrugada
hay que bajar dicen todos
hay que sacudirse de estos
remedios,
pero no quiero ver lo que llaman
realidad.
se aglomeran en la puerta
aunque aquí lo único posible
sea recordarte.
Lee también en Letralia: reseña de Fracturas del silencio, de Carmen Rojas Larrazábal, por Alberto Hernández.
Frágiles paredes
el autorretrato es la última confesión de tus heridas.
mutismo sujetándose a los huesos
bajo un silencio que golpea la cicatriz y la memoria
el día heredando esos cuellos alargados
que parecen infinitos
ser tú mismo en las frágiles
paredes de lo eterno pero también en lo que muere
pequeño niño sefardí
enfermo de cuerpo y alma
toulouse-lautrec reconoce
la tristeza en esta noche
sostiene los pinceles.
toma asiento en el fondo en la trastienda del fondo
en lo inequívoco del fondo mismo que golpea
el fondo de las cosas
sobre las líneas convexas
de tus ojos de esas otras líneas
que como daguerrotipo escapan de la mano
bajo un mejor silencio. eres la otra torre
partiendo en dos a la ciudad
en el centro de parís como si fuera el centro del mundo
en el centro de los sueños
que no saben despertar.
¿cómo desmentir la soledad
entre botellas llenas para desparramar la fe?
para el retrato
deburau ha prestado el traje
de fingir felicidad. pero es tan ancho,
tan opaca su blancura
mas no logra ocultar
la oquedad de la angustia
ahora eres sobre el lienzo el pierrot de mil rostros
prisioneros de otra voz
piel de un pigmento desterrado hasta el exilio.
bajo un mejor silencio.
lienzo desteñido. dolor desnudo
pierrot embestido
por la tristeza
confesando su dolor. desde la luz
de un escenario. bajo un mejor silencio.
alumbra la verdad más allá
de los faroles de la noche. viaje en cada lágrima
mojando la intemperie del alma.
pierrot para volver a vivir
¿será acaso re-vivir?
ese que no has pronunciado
a solas desde hace tanto tiempo.
mis ojos han caído al fondo de los tuyos
como las begonias en el jardín del vecino
que ya no está, que no quiere ser visto,
como en dos abismos fragmentados.
en la fragilidad mínima
de los primeros años.
a la orilla de aquel puerto italiano
promesa recién nacida
de que serías feliz.
(en casa se cumplían casi todas las promesas)
veremos ahora qué sucede.
Fracturas del silencio
su nariz chocaba contra el cristal
detrás de las florecitas blancas
delante de sus ojos
todos lo lloraban en los asientos vacíos
con las entrañas explotando
incendios microscópicos
se salvan ellos
sobrevivimos nosotros
ecos sublevados
en la urgencia de estas vísceras
se encierra el hierro
y se cortan los latidos y los dedos
la mano mutilada desgarra el grito
colgado en la garganta
blanco y amarillo en las heridas
fractura del silencio en mis oídos
no hay luz para extrañarlo
su nariz chocaba contra el cristal
detrás de las florecitas blancas
un cuerpo que flota
debajo de los pies
como cartílago sembrado
en la tierra más fecunda
del cemento putrefacto
necrosis de la noche
volando sus buitres
picoteando carne y hiel
sobre otra herida
un olor en las cortinas
impregnadas de quien fumó
su última muerte
su última melladura
su última escapatoria hacia
el mundo más sucio
que el hedor golpeó
su saliva mojando el ojo verde
que fue su última mirada
su nariz seguía chocando
contra el cristal
el lapidario instante de no ser
de escudriñar una salida
detrás de las florecitas blancas
se sienta entre nosotros
donde alguna vez estuvo
su nariz chocando contra
las florecitas blancas
dentro del cristal
porque no hizo falta abotonarse
la camisa para el viaje
todo en su instante de reposo por fuera
por dentro algodones cosiendo
sangre oscura y disecada
cubriendo un tambor el látex
el escapista de estos frágiles
asuntos
que no suena, ni tiembla ni palpita
vida de agujas en los brazos
cicatrices sangrantes
bacterias amaestradas
que invaden/carcomen
y comen/comen/comen
comen
comen
coooooomen
los vómitos subterráneos
recorriendo floras innombrables
homicidas y adheridas
digeridas y deshechas
haciendo más liviano el peso
de la carne
desgarrando la carne
cualquier asunto fuera de todo
y más hueco el vacío los huesos
cada respiración es un enjambre
clavándole aguijones en los ojos
llora entonces aquel veneno
a ciegas
mientras su nariz choca contra el cristal
detrás de las florecitas blancas
entendió
que ya no respiraba
su blancura
es la estación
para enterrarlo
tomó las flores blancas
chocó su nariz contra el cristal
estábamos al fondo
buscando/siempre buscando
flores blancas
persiguiendo el fondo la sobrevida
que no se tiene porque hay que poner
un dedo en la tierra
del barro azucarado/néctar amargo
sin florecitas blancas que nos salven
con todos los asientos ya vacíos
él, quien lloró sentado nuestra muerte,
hundió sobre el cristal
sus cicatrices.
entonces se levantó del sitio
y nos miró como si estuviéramos muertos.
- Punto de partida, por Carmen Rojas Larrazábal - miércoles 19 de julio de 2023
- Fracturas del silencio, de Carmen Rojas Larrazábal
(extractos) - lunes 18 de octubre de 2021