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Cinco horas contigo

lunes 17 de enero de 2022
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De horas y porvenires

Ella vino una tarde y me invitó a pasear por la playa. Le gustaban las playas solitarias, las fogatas, los mantos de olvido.

Caminamos uno junto al otro, en silencio. Un silencio de lustros. Tiempo y océano.

El mar traía botellas desde la otra orilla y lamía la gruesa arena lenta, mortecinamente. Cartas de amor que nunca llegaron a destino. Alguien no las escribió a tiempo. Alguien no estuvo allí para recogerlas con amor mientras aún palpitaban de anhelo.

—Siempre escribes sobre parques solitarios, juegos sin niños, tardes que mueren en silencio. Nunca hay gente en tus paisajes.

—No lo sé… Me gusta el fuego. Es otra forma de mar. Un mar cálido.

—Me vendrían bien unos ojos como los tuyos, esa sola palabra —susurré.

—En otoño quiero dibujarte… con palabras. Azules como flores de jacaranda. Y quiero tu ropa impregnada de encina.

—Habrá otoño. E inviernos. Todas las travesías.

—Sí —sonrió dulce, mientras contemplaba las estelas de espuma que dejaba en mi alma. Tú, mi rosa de los vientos.

 

Cruzo los dedos

Tendremos una casa sin puertas ni ventanas
Sólo jardín,
Lavanda, romero, rosas.
Los amigos vendrán para quedarse
Amor y música en la despensa.
Todos los tangos del mundo
Para bailarlos contigo en la cocina.

 

De buena mañana

Tus manos viajan lejos de mí y el mundo sigue andando. Aun de amanecida. Pero ya no es el mismo mundo. Los sueños han sido proscritos. Las guitarras, que se habían vestido de fiesta, enmudecieron. No se oyen pájaros ni risas de niños a lo lejos, sólo el imperceptible compás de mi sangre.

Un inmenso páramo. Donde solía estar el corazón, un inclemente agujero por donde se cuela el viento. Un viento sordo, helado, de no estás en casa. La callada soledad de las tazas de café. Tu silla frente a la mía me mira fija, grismente, y tiene una particular forma de crujir como cuadernas de navío. Como encina ardiendo lejos de nosotros.

Nunca. Nada. Una nada preñada de todo.

Dos anillos de ceniza.

 

M&Ms

Cuando una mujer no discute más está más que preparada para olvidarte. En realidad, ya te olvidó. Se nota en las inflexiones de su voz.

Es cierto que somos distintos en muchas cosas. No te digo nada si uno nació en Buenos Aires y canta gotán. Propenso a abrirse el pecho en canal y a depositar el corazón sobre la mesa.

Siempre me ha fascinado la capacidad femenina para pasar página. También se manifiesta ante la muerte. Si él se va primero —lo que suele ser ley de vida— es más fácil que ella continúe y vuelva a encontrarle el sabor a los días. Si ella es la que se marcha… ahí te quiero ver. Prefiero no imaginarlo siquiera.

Debe estar relacionado con la capacidad de dar vida. Ha de existir una comprensión profunda desde el punto de vista femenino del Alfa y el Omega. De la necesidad de final para un nuevo comienzo.

La sangre, la vida, el parto, la muerte. Las formas aristotélicas que se actualizan en el hijo. Potencia y Acto.

La percepción femenina es más piadosa, más plural. La nuestra se queda más cerca de la superficie. Principio y final son parte de lo mismo. Son interdependientes. Y no mutuamente excluyentes. Al iniciar se aceptan los finales. Es condición necesaria pero no suficiente.

Toda mi filosofía está muy bien. Se nota que saqué matrícula de honor en la carrera. Quod erat demonstrandum, señor Rasskin. QED. Contra Te, Super Te! Análisis y Síntesis. Rara Temporum Felicitas Ubi Sentire Quae Velis et Quae Sentias Dicere Licet! Qué listo eres, Martín.

Y ya me dirás para qué mierda te sirve ser listo cuando se muere alguien como del rayo. Aunque ese alguien hayamos sido nosotros. Ya no existe la primera persona del plural. Los verbos huérfanos. Las tildes. Los acentos prosódicos. Tu cuerpo trenzado con el mío en modo pluscuamperfecto. Tu boca en mi boca, lucha grecorromana de pieses y mieses, atados a ese amor que nos consumía, que no entendía de relojes, de horas, de océanos de tiempo. Entre grito y risa. Pero iros a vuestra casa… tráenos ese vino sevillano de ayer. Sí, ese que tenía tantísimo cuerpo. ¡Ese!

Para qué coño te sirven todos los libros que has leído. Toda la filosofía y el pensamiento de este mundo cuando su voz ya no es la misma. Suena lejana, como un eco, como el viento en el mar. Suena a náufrago y a mil noches sin sueño.

Y sin embargo… seguiré esperándote para la cena. Quedamos en que las cenas las hacía yo.

Dejaré una luz encendida para que encuentres el camino. Y M&Ms a modo de Hansel y Gretel. Tranquila, amor. Ya se me pasará.

Sí. Sobrevivimos al amor como a tantas otras cosas… morimos porque otros han venido a crecer. Y algún día, cuando los submarinistas exploren esta tierra sumergida, encontrarán el amor que dejamos junto al fuego.

Copas vacías.

 

Levante y sudestada

Ella fue la primera en amarme
y la última en abandonarme.
Suspendimos el tiempo,
la vida, el mañana.
Todo porvenir se tornó infancia.

Sin red quisimos soñar. Y a fe mía que lo hicimos.
Qué más da si duró un día o veinte años.
Pusimos las almenas en fuego.
Construimos catedrales en el vacío.

Fuimos una sola espada. Entre grito y risa.
Pisamos las calles, bailamos en la cocina.
Nos alimentamos de palabras, de labios,
manos y susurros de amanecida,
fortalezas erguidas en tierras yermas,
de un tiempo heroico, lejano e infiel.

Tu voz y la mía
Decidieron casarse.
La casa llena de flores
Restos de una nave
cóncava
que explotó en vuelo.

Abrazos como de la cólera de Dios
desde antes de tu llegada
al mundo, junto a un mar ebrio
de otoños, siempre embravecido.

Hollarás las arenas que no caminé contigo.

Verás arder mil fuegos lejos de mí.

No envejeceremos juntos.

No me verás morir, amor.

Martín Rasskin
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