Manuel Vallejo
Alfiler de tímpanos
punta certera de azar y lógica.
Llave de la fuente,
de los saberes de las almas rotas.
Me miré en tus labios,
rosas, rositas, de muñeca boba
y soñé tus compases,
en un universo de inversas notas,
grabadas en piedra,
donde sin aire el niño disfruta.
El duende buscas por caminos ciertos
en estéril busca,
porque tu magia nace del misterio,
con los sonidos que la vida aflora
a la luz de la Tierra,
cuando el calor de un vientre la abandona
y la sangre brota formando estrellas,
con dolor de Eva.
Maestro,
llévate tu llave y entorna la puerta
por si el viento trae fragancias de rosas.
Pastora Pavón
¿Dónde vas, gitana de caramelo,
si no te conozco,
con tanto afán, buscando mi adentro?
De rincones rotos,
a vibrar en ti, mi niño poseso,
cópula de mis fondos.
No quiero gozar de viejos espectros,
busco a mi Pastora,
de filo falaz y rosales negros.
De azúcar y canela,
son los peines que alisan mis cabellos.
¡Dame pues tu corazón!
Te lo daré si me traes
alguna ramita verde,
donde el ruiseñor confuso
quiera soñar con tus peines.
Por los parajes sombríos
aún siento temblar Sevilla.
¡Quiero susurrarte niño
amores por seguiriyas!
Una guitarrita de oro
allá arriba en La Alameda
y un paño de seda rojo,
tallo y pétalos sueñan
en la flor de tu despojo.
Niivo de Marchena
Tu voz es hermosa como tu rostro,
crisol frustrado de poema y copla,
mariposilla herida entre magnolias,
erecto vello del corazón sordo.
En lo hondo se diluye tu memoria,
diafragma roto, nuez vigorosa.
Femenino espíritu el que te goza
con fobia de sangre que el niño ignora.
Montes de Toledo,
milonga,
la rosa.
¿Maestro de maestros?
Almidón de notas.
Pueril figura de voz y atuendo.
Hada del cuento del cante y su historia.
Manolo Caracol
De la nada al grito,
del grito a la distancia.
Príncipe de los Ortegas, ¡canta!
Me asomé a tu eco buscando el alma,
y mi alma no encuentro,
por ser blanca y paya.
De tu sudor quiero sólo la rabia,
de tu aliento, todos tus miasmas,
de tus bellos bucles, dame la magia
negra, pura, canastera y agria.
Príncipe de los Ortegas, ¡canta!
Bebieron palomas
tu sangre gitana,
y cruzó los dedos
la terrible anciana.
Príncipe de los Ortegas, ¡canta!
Dejó la canela muerta su rama
mientras brota la sangre
detrás de mi faja.
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