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Tres poemas de Felipe Fernández Sánchez

viernes 10 de febrero de 2023
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Una mujer

Necesito ver la sonrisa de esa mujer,
de esa en concreto,
de una mujer concreta.
Y quiero verla reír.

Quiero saber de su vida y de sus cosas.
Me interesa el brillo de sus ojos, claro,
y el aleteo de sus manos al explicarme cualquier cosa.
Me gusta espiarla.

Del amanecer me sirven las primeras luces cuando la iluminan.
Preludios del desperezo.
La observo arrebujarse con las mantas,
en un vano intento de retardar la mañana.

 

No busco en la soledad

No busco en la soledad un consuelo,
que no llevo conmigo.
Acompañar el regodeo en mi propia estulticia.
Un elogio a la locura.
Todo ocurre a pesar mío,
diametralmente enfrentado con las intenciones de otros.

La tierra de amarillo por la hierba seca.

Hileras de hormigas caminan sin aparente sentido,
construyen caminos,
se dirigen a su hoyo.

 

El esclavo

I

Cuando me abandonan sus brazos para dejarme en libertad, son malos momentos
en días aciagos.
No quiero ser libre, deseo ser un preso amarrado en sus brazos, encadenado a sus ojos.
Quiero dejar llegar el olor de su piel para arrebatar los sentidos,
Compartir en el lecho sueños y lujuria.
Yo no entiendo de la libertad.
Y no tuve elección.
No pude escoger
No había alternativa.
Te vi.
Y abracé la esclavitud.
Al principio te pareció extraño,
pero sonreíste cuando caí postrado a tus pies.

 

II

Mi cadena lleva eslabones que no son de oro ni de plata,
se formaron con invisibles atractores, de los que en el universo existen,
para convertirme en satélite de la estrella más prístina,
la que a veces titila a lo lejos, la que arrulla las mañanas frías,
destapa los cielos peor cubiertos, tan cerca, tan lejos,
al alcance de mis manos. Al mismo tiempo, inasible.
Un pestañeo suyo sugiere la brisa, el anochecer del día en la estación cálida.
Esa sonrisa que me hace bailar sin que suene ningún instrumento.
El preludio de una noche de amor.

 

III

Es diciembre. A los esclavos romanos les dan el día libre.
Sobre una mesa, repleta de comida, se celebra el ágape.
Reunidos estos, en su día libre, tienen permiso para reírse, esta jornada, de sus amos.
Es el fin de una era y nadie se percató.
Han llegado gentes hablando del fin del mundo, del imperio.
Traen la esperanza de un mundo más justo.
Yo enseño a los hijos de los pudientes,
me llaman puto por hacerlo a cambio de un salario.

Reunión familiar en fechas señaladas para festejar el paso del tiempo.

Felipe Fernández Sánchez
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