
Las siguientes líneas presentan nociones y comentarios sobre algunos temas que trata J. P. Sartre en su obra El ser y la nada. La temática de Sartre es muy amplia, por eso se seleccionaron los temas que, en primer lugar, impresionaron más y sobre los que se ha aprendido mucho: la conciencia y la mala fe. En segundo lugar, sobre lo que podría llamarse las dos caras de la moneda: la libertad y la responsabilidad. Esta división es enteramente personal y se deriva del impacto de la obra de Sartre sobre quien escribe.
La conciencia
La cualidad de la conciencia, en tanto que es pura y simple libertad, está constituida por angustia, abandono o desamparo y responsabilidad. Se dedican unas líneas a las dos primeras constituyentes pues la tercera es tratada más abajo.
Según Sartre, la conciencia es conciencia de algo, es decir que la conciencia nace conducida sobre un ser que no es ella misma.
La angustia se distingue del miedo en que éste es miedo de los seres del mundo mientras que la angustia es angustia de sí mismo; la angustia surge cuando se siente uno consciente de la libertad. En la angustia la libertad se angustia ante sí misma ya que nada la solicita ni la traba jamás. Una situación que provoca miedo en tanto que amenaza modificar, desde afuera, mi vida y mi ser, provoca la angustia en la medida en que desconfío de que mis reacciones sean apropiadas para la situación. El desamparo o abandono surge ante la idea de que somos responsables de nuestra selección de acción; estamos condenados a elegir libremente, no por el consejo o criterio de otro, en esto estamos solos. Esta elección produce angustia. La mayoría de las veces se rehúye la angustia en la mala fe.
Según Sartre, la conciencia es conciencia de algo, es decir que la conciencia nace conducida sobre un ser que no es ella misma. Es un ser que habita en el existente, pero no tiene nada de sustancial, es apariencia, es decir, existe apareciendo. La relación entre conciencia y cuerpo es una relación existencial, es decir, la conciencia no puede existir su cuerpo sino como conciencia; el cuerpo es una estructura consciente de la conciencia. Lo que se llama subjetividad es conciencia de la conciencia. Otra característica de la conciencia es que ninguna categoría puede habitarla y residir en ella en la manera de una cosa; asimismo, la conciencia no puede producir una negación sino en la forma de conciencia de negación. De esto se desprende que el origen de la nada no es la conciencia. El hombre es el ser por el cual la nada adviene al mundo. La nada es el lugar común de los juicios negativos.
Es preciso ser consciente para elegir. Tener conciencia de uno mismo y escogerse es la misma cosa. La conciencia y la elección son la misma cosa. Amar es elegirse como amante tomando conciencia de amar. Tomar conciencia no significa tomar conciencia del instante, pues éste es una concepción mental.
La mala fe
Usualmente se dice que alguien actúa de mala fe cuando actúa con mala intención; pero hay otro sentido al término de mala fe. La nada es uno de los dos grandes temas de Sartre en su obra y la mala fe es parte del tema de la nada. En veinticinco páginas y utilizando un lenguaje sencillo —cualquiera puede entenderlo— el autor delinea y explica la mala fe, uno de los temas más reveladores e impactantes, para quien escribe, de su obra. Ante todo la define y diferencia de la mentira. La mentira y la mala fe son primas hermanas. La esencia de la mentira implica que el mentiroso está completamente al tanto de la verdad que oculta. No se miente sobre lo que se ignora; no miente el que se equivoca. El mentiroso tiene la intención de engañar y no trata de disimular esta intención ni de enmascarar la traslucidez de la conciencia. La mentira tiene el objetivo de engañar al otro; el beneficio lo recibe el mentiroso.
No es el caso de la mala fe. En la mala fe no hay otro y la mentira se dirige al ser que la dice; en otras palabras, no hay dos seres sino que el mentiroso y el mentido es el mismo ser.
Hubo dificultad para entender este concepto. Surgieron preguntas, ¿qué es la mala fe? ¿Por qué una persona escoge ser de mala fe? ¿Qué relación tiene con la conciencia? ¿Cómo es posible que una persona se engañe a sí misma? Contestando estas preguntas se comprende un poco la mala fe. Para quien la practica, se trata de enmascarar una verdad desagradable o de presentar como verdad un error agradable. La mala fe implica por esencia la unidad de una conciencia. Uno no padece su mala fe, no está infestado por ella: no es un estado, sino que la conciencia se afecta de mala fe. Es necesario una intención y un proyecto de mala fe, que implica una compresión de la mala fe como tal y una captación de la conciencia como efectuándose de mala fe. En tanto que engañador, debo saber la verdad que me es enmascarada en tanto que engañado; es más, debo saber muy precisamente esta verdad para ocultármela muy cuidadosamente. A pesar de que la existencia de la mala fe puede ser precaria y de pertenecer al género de estructuras psíquicas que podrían llamarse metaestables, también presenta una forma autónoma y duradera; hasta puede ser el aspecto normal de la vida de muchas personas. A fuerza de practicar la mala fe, se vive de mala fe. Hay personas que adoptan muy pronto en su vida la mala fe como modus operandi.
La nada es como una especie de lugar geométrico de todos los proyectos fallidos, de todas las representaciones inexactas, de todos los seres desaparecidos.
La mala fe es un concepto para describir el fenómeno en el cual el ser humano se niega su libertad absoluta y en cambio elige comportarse como un objeto inerte. Esto es, se cosifica. La mala fe es la decisión autónoma de negar nuestra libertad ineludible. Este concepto está íntimamente relacionado con la noción del autoengaño. ¿Cómo se niega la libertad? Ante todo, no hay situación que pueda dictar una sola alternativa de acción, siempre se tienen varias posibilidades. Al sostener a priori que tenemos una sola posibilidad (debo actuar de esta manera… Debo servir a la patria… Debo cuidar de mi madre… No puedo arriesgar mi vida), es elegir el rol de objeto en el mundo, de allí viene la cosificación; es estar en manos de las situaciones fortuitas o ser reducido a las circunstancias.
Al adoptar papeles sociales o sistemas de valores externos, fingimos que varias posibilidades nos están negadas. Al adoptar un sistema de valores interno pero rígido, decidiendo de antemano el curso de acción, también se niegan las múltiples posibilidades; es decir, a priori se elige una posibilidad considerando las demás como morte-possibilités, es decir posibilidades muertas. Este es un caso extremo de negación de la libertad personal y de la adopción del rol de cosa en el mundo.
Al hacer uso de nuestra libertad, proyectándonos en el mundo a través de la escogencia de los fines que guían nuestras acciones, trascendemos y superamos nuestros límites. Trascender significa pasar de un determinado estado o ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Al trascender superamos los límites de la inmanencia, que es la propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa; la inmanencia es una aparición o elemento de la serie contenida en la trascendencia.
Al adoptar un sistema rígido de cursos de acción predeterminados, se prefiere la inmanencia como modus vivendi, se escoge de antemano una actitud repetitiva de cerramiento en sí mismo, de agotamiento del ser en sí y de negación de la libre escogencia de cursos de acción; se descarta la posibilidad de trascender positivamente en el mundo.
En el uso de la libertad se toman decisiones y se actúa en el mundo, lo modificamos. En principio hay tres formas de actuar sobre las personas para obtener nuestros fines: la persuasión, el autoritarismo o dominio y la manipulación. Al persuadir a una persona estamos haciendo uso de métodos racionales, es decir estamos utilizando motivos. En el autoritarismo o dominio y en la manipulación se utilizan métodos emocionales; se utilizan móviles para evadir los posibles resultados negativos que se podrían obtener al fallar la persuasión. Las personas autoritarias, dominantes o manipuladoras no quieren obtener un no por respuesta.
El problema de los dos últimos métodos es que requieren la reducción de las personas al estado de cosa en el mundo. Al comandar y manipular, además de cosificar a otros, se refuerza el habito de actuar de mala fe en quien la practica. Al modificar el mundo lo hacemos a través de la trascendencia o a través de la inmanencia. En la trascendencia traspasamos nuestros límites y modificamos el mundo; al utilizar la inmanencia, a pesar de que modificamos el mundo, reforzamos nuestra cosificación y cosificamos a los demás por medio del dominio y la manipulación.
Al afectarse de mala fe, en primer lugar, puede decirse que la persona se engaña porque escoge hacerlo, se convierte en mentiroso al mentir, y el mentido no es otro ser que la conciencia del mentiroso. En segundo lugar, cae en el ámbito de la nada, que es una madre muy prolífica y contiene una serie de actitudes de negación que Sartre llama négatités, es decir, negatidades, entre las que se pueden mencionar, ante todo, la mala fe, luego el odio, la prohibición, el pesar, el aburrimiento, la tristeza, la angustia, la ausencia, la alteración, la alteridad, la repulsión, la distracción, el rencor, la envidia, la ironía, el sarcasmo, el resentimiento… La nada, unidad conceptual de los juicios negativos, no tiene la menor realidad porque ella misma es negación; funda la negación como acto porque ella es negación como ser. La nada es como una especie de lugar geométrico de todos los proyectos fallidos, de todas las representaciones inexactas, de todos los seres desaparecidos.
Según Sartre, en la prohibición o el veto se niega una trascendencia futura. Hay personas que realizan profesiones u oficios (carcelero, vigilante, guardián, celador) cuya realidad es la encarnación del No; asimismo, la persona de resentimientos es el No encarnado. A manera de corolario, podría decirse que hay actitudes que frecuentemente practican las personas de mala fe: el dominio, el autoritarismo, la manipulación, que son extensiones sociales de la mala fe; frecuentemente, esas actitudes se disfrazan de enseñanzas, correcciones, cuidado parental o fraternal. El método personal, bien sea burdo y directo o sofisticado y sutil, siempre es usado con un fin: controlar, es decir cosificar.
Pues bien, al engañarse a sí misma, la persona de mala fe comete un pecado contra su conciencia y en ese acto se distancia de ese ser que lo integra, es decir se desdobla, lo trata como un extraño. Al hacerlo, se alivia escapándose a su conciencia; pero la mala fe produce angustia y para huir de la angustia se recurre a la racionalización, la negación, la narcotización o la evasión.
Aquí hay que preguntarse: ¿quién se beneficia de la mala fe? El beneficio no lo recibe ni el mentiroso ni el mentido. No hay beneficio sino daño y el daño es un castigo. Se ha dicho antes que ser de mala fe se escoge, y ahora se pregunta: ¿por qué se escoge? Porque es una evasión, un escape de la angustia. Al practicar la mala fe se va cargando la mente con negatidades; la naturaleza de las negatidades está lejos de ser positiva. Aquí se regresa a las preguntas: ¿cómo se podría actuar de forma tal que no intervenga la mala fe sino la autenticidad? Se ha dicho que tras la mala fe viene la angustia y para aliviarla o huir de ella se utiliza la evasión u otra forma de escape. Este camino es tortuoso y ocupa y llena la mente con la nada. Una forma de actuar diferente de la mala fe es enfrentando la responsabilidad en vez de evadirla.
El estado de la conciencia depende enteramente del existente. Se es responsable de ella. Se puede acallar, esconder o ignorar pero no se puede eliminar, muere con el existente. Depende del existente actuar de mala fe o con autenticidad. Depende del existente tratar la conciencia como enemiga o como aliada. Los enemigos cuestan caro, los amigos son un regalo. La mala fe cuesta cara; la autenticidad es económica, sólo tiene una cara.
La libertad
Al captarse uno como origen primero de un posible, se toma conciencia de la libertad. La angustia es la captación de la libertad por la conciencia. La libertad se define como una estructura ontológica; es decir, es una estructura permanente del ser humano.
Según Sartre, la acción humana es la expresión de su libertad. El hombre es un existente que se entera de su libertad por sus actos. El hombre nace libre y está condenado a ser libre, es decir, a elegir sus actos. Para su expresión, la libertad cuenta con un fin al que apunta, un motivo que la justifica y la acción que la convierte en acto. Una acción es por principio intencional, es decir que actuar equivale a realizar intencionalmente un proyecto consciente. Así toda acción debe ser intencional; esto es, debe tener un fin y el fin a su vez se refiere a un motivo. Hablar de un acto sin motivo es hablar de un acto al cual le faltara su estructura intencional.
Se dedican unas líneas a las dimensiones de la libertad. Al elegir libremente, se eligen los propios límites, es decir, que la libre elección de los fines comporta la asunción de los límites de esa elección. Por otro lado, a causa de la existencia ajena, se existe en situación que tiene un afuera, es decir, un límite. Este límite a la libertad surge por la pura y simple existencia del prójimo. Los únicos limites que una libertad encuentra, los encuentra en otra libertad. La libertad es total e infinita, lo que no significa que no tenga límites sino que no los encuentra jamás. De esta forma, los únicos límites con que la libertad choca a cada instante son los que ella se impone a sí misma a propósito de sus entornos.
Se mencionan sumariamente los agentes de la libertad. Lejos de ser la manifestación única o privilegiada de la libertad, la voluntad determina que la prosecución de los fines de la libertad será de forma reflexiva y deliberada. Las decisiones apasionadas también persiguen los mismos fines. Las voliciones como las pasiones son actitudes subjetivas por las cuales intentamos alcanzar los fines puestos por la libertad original. Usualmente se le acredita a la racionalidad (voluntad) un aspecto técnico, mientras que a la emoción (pasión) se le atribuye un aspecto mágico.
La elección que es idéntica a la acción supone un comienzo de realización para distinguirse del sueño y del deseo. No se dirá que un preso es libre de salir de la prisión sino que es siempre libre de tratar de evadirse, proyectando su evasión, enseñándose a sí mismo el valor de ese proyecto por medio de un comienzo de acción. Esta noción de libertad no distingue entre elegir y hacer, ni entre intención y acto. De la misma forma que no se separa el pensamiento del lenguaje, la palabra enseña el pensamiento y los actos enseñan las intenciones.
El existencialismo de Sartre y el sentido común concuerdan en que un ser libre es el que puede realizar sus proyectos.
Se conoce a las personas por sus actos. Éstos se pueden analizar, evaluar y juzgar porque son factuales; al contrario, las intenciones se ocultan. No se puede conocer a una persona por lo que ella dice que es, pues sus palabras pueden estar vestidas de mentira o de mala fe; tampoco se conoce a una persona por lo que otros dicen que es, pues podrían estar equivocados o sostener un juicio sesgado. Sólo quedan los actos como testigos del hombre y de su libertad al escoger el rumbo de sus acciones.
El existencialismo de Sartre y el sentido común concuerdan en que un ser libre es el que puede realizar sus proyectos. Pero Sartre previene que la realización de un proyecto tiene lugar sólo si la proyección del fin posible antecede a la realización del mismo. Además, el existencialismo difiere del sentido común en que, para este último, ser libre significa obtener lo que se ha querido, pero para Sartre ser libre requiere determinarse —en el sentido de elegir— a querer por sí mismo. En otras palabras, el concepto empírico de libertad es la facultad de obtener los fines elegidos. El concepto filosófico significa autonomía de la elección; el éxito no importa en absoluto a la libertad.
La responsabilidad
Se dijo antes que los sentimientos de angustia, abandono y responsabilidad constituyen la cualidad de la conciencia. Se siente responsabilidad por cada uno de los actos escogidos y realizados. Hay muchas formas de evitar la responsabilidad. Una de ellas es jugar con los motivos (racionales) y los móviles (emocionales), es decir, se pretende que se actúa racionalmente (lógicamente) cuando en realidad se actúa emocionalmente, consecuentemente no hay motivo sino móvil.
Otra forma de evadir la responsabilidad es negar la intervención de la conciencia y decir que se actuó sin pensar o por impulso. En estos juegos mentales interviene la mala fe para evitar la responsabilidad.
Cuando se escoge la verdad y la autenticidad se le dice al resto de los existentes que ellas son valores universales; de la misma forma, al escoger la mentira y la mala fe también se les dice a los otros que son valores universales. Se es responsable por uno mismo y por todos. Al nacer se viene al mundo desnudo pero con los más altos valores humanos: la libertad que se expresará a través de la acción y la responsabilidad que se puede expresar, si se elige, a través de la autenticidad. Es auténticamente humano usar consciente y responsablemente la libertad.
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