Ver
Lubio Cardozo
(Nota del editor: en Letralia
74 comentamos el arribo a nuestras oficinas de un ejemplar del poemario
Ver, del venezolano Lubio Cardozo, quien con su fina pluma discurre a
través del lenguaje con una mezcla entre sencillez y dominio dada por la
experiencia).
Ahora
Está frente a mí el ahora, movible e inmóvil
La necrópolis del ayer subyace, canta o grita
su ya no ser ahora.
Los anhelos, la esperanza, lo venidero,
en fin el albur del vientre del futuro
sólo, indefectiblemente, engendrará el ahora.
Candil
Esto encendido
en la pequeña historia
de cada quien.
Lucecita, solecito,
aquí y allá en lo hondo
de esta inmensa confusión.
Dialogante incansable
sin posibilidad de tregua
en la lid,
pequeña flor encandecida, virulenta,
del gran orden,
del colosal ritmo, cantiga inalterable
de la oscuridad y el fulgor,
tan remoto a la diminuta altivez,
fragilísimo sueño, fragilísimo encanto:
Alma.
Brindis
Brindemos por el día
en medio del bullicio de la oportunidad de errar.
Vale nuestra euforia una crátera colmada de sílex.
Sustituye toda la jactancia irracional del orbe
la palabra silencio,
el brebaje secreto del reposo.
¡Brindemos por el escándalo!
Es la oniria la fiesta de las tinieblas,
ojo lunar de la conciencia,
por ella la hierática quietud atisbamos.
Pero sobre la hierba todavía
los frutos maduros reposan
fragantes,
podemos aún prodigiosamente equivocarnos.
Aunque estés triste brindemos por el día.
Fabulador
Concibe de la nada los inéditos signos el fabulador
para extraviarse en el estupor
por el goce de errar.
Es la temporalidad un don enigmático.
Las arcaicas señales sólo confunden,
pierden al trovador en la nostalgia
de la razón de las cosas.
Olfatea sobre la piel de la Tierra el paraíso
sin embargo,
los olores, la algarabía de los pájaros,
la pena, la risa, la duda.
Los indicios de la torre de la palabra rítmica
la pálida flor del frenesí yerguen
mientras avientan los días destellantes
las afables fábulas del cantor.
Erradumbre
Palpa (¿o disfruta?) el prodigio de la errancia
el ser en la mirada,
sus transidos horizontes sensibles cantan
la andariega sorpresa de estar,
cruzar cual encandecida estrella fugitiva
en el vetusto atlas celeste
la escandalosa orgía del misterio.
Derrotados por lo efímero pasajeros ojos
¿algo o nada restará del testimonio
del vuelo del pájaro de la presencia
en la ilimitada contradanza muda, ciega?
Abisal
Abre la muerte la puerta del país del silencio
Un silencio áspero, infinito.
Su agobio, ahora, se presiente,
su congoja oscura, augural.
De este lado
el tronido de la realidad ilumina,
el estridor del todo.
Selvajitud
"La montaña está en mí. Yo soy el eco
doliente de sus quemas".
Emiro Duque Sánchez, "Sursum".
Oh razón de la conciencia aislante
no impidas oír
el susurro de la simidad,
de la tierra viva de la sangre,
la romanza del impulso del viento
en ánimo convertida,
de ver la alacridad de la llovizna en la mirada
o percibir el diálogo entre las piedras y el río
en el vértigo de saberse.
Mucho el amor trae
del solaz de los pájaros
en la holgura del aire.
Nunca de la selva podrá nadie apartarse.
La selvajitud, cual la sombra, siempre acompañará.
Significa el nombre apenas un ritmo de la brisa,
sólo vale la arena,
carne de espacio,
rostro del tiempo.
Designio
Asalto al sueño y al ruido,
al ritmo de la tierra deambular,
atrapar el obsequio del vacío
y así retornar al desatino
con el tesoro del alegre desaliento
o la rabiosa risa
a la cobriza arenilla de la insignificancia.
Entonces ver,
mirar como cualquier animalejo silvestre.
Contemplar se puede llamar el existir.
Ver. La mirada.
El azar del magnífico naufragio
en esta pequeña isla ínsita,
sin rumbo, sin certidumbre,
con los foscos pedruscos del silencio confundirse.
Mirada
Equivale la mirada a una red
grande como la ocasión de estar.
Intentar aprehender la fugaz fascinación
sobre el bajel del ahora.
Codicia de palpar, avaricia de ver,
ínsito ánimo de expandir el plexo de la mirada,
la ingenua insaciabilidad del romero.