Dos mujeres literatas han marcado positivamente mi existencia, ambas quindianas y ambas con una inteligencia superior que les permite mantener una lúcida y crítica lectura del mundo.
Una es la poeta Martha Lucía Usaquén, a quien la Gerencia de Cultura del Quindío le publicó en 1999 su poemario Señales de vida. La otra es la escritora Gloria Cecilia Díaz. Con Martha Lucía mi relación es directa. Con Gloria Cecilia ha sido indirecta, surgida de mi admiración por su destacada trayectoria en literatura infantil y porque compartí mi bachillerato con su hermano José Ramón Díaz, un basquetbolista a quien llamábamos cariñosamente “el Guajiro Díaz”. Introvertido y con una particular tristeza interior, quien en varias oportunidades nos refirió, con alegría y visible admiración, fragmentos de la historia de aquella hermana legendaria que escribía libros para niños, había egresado de la Licenciatura en Lenguas Modernas de la Universidad del Quindío y realizaba un doctorado en La Sorbona de París.
Tiempo después y por referencias bibliográficas supe que Gloria Cecilia había publicado su primer libro, El secreto de la laguna, en Barcelona, en 1982. Obra editada en las cuatro lenguas oficiales de España (castellano, euskera, catalán y gallego). De igual forma me enteré de que su tesis doctoral se llamaba Les contes pour les enfants en Colombie (1992). Una significativa demostración del profesionalismo que caracteriza su ejercicio literario.
Una experiencia personal me evidenció la fuerza narrativa de Gloria Cecilia Díaz. Una noche, en una finca en Circasia, Quindío, mi hija Natalia y su madre leían El sol de los venados mientras yo terminaba las tareas pendientes de mi trabajo en la Universidad del Quindío. De repente unos sollozos se sobrepusieron al canto de los grillos. Detuve mis labores y fui a la habitación, donde las encontré abrazadas y con lágrimas en los ojos. Al preguntarles qué les pasaba, me contaron que a Jana, la protagonista de la historia, se le acababa de morir su madre.
Con El sol de los venados Gloria Cecilia obtuvo en 1992 el segundo premio del concurso iberoamericano Barco de Vapor, libro publicado en 1993. Pero ya había conquistado, en 1985, el primer premio en Barco de Vapor con su novela El valle de los Cocuyos, que fue publicada en 1986. En 2000 salió su novela Óyeme con los ojos.
Sus logros internacionales volcaron los ojos sobre su obra y en 2002 se publican en Colombia su cuento La botella azul y su libro de poemas El árbol que arrulla y otros poemas para niños. El rey de corazones fue publicado en 2007, La otra cara del sol (segunda parte de El sol de los venados) en 2009 y Maia en 2010. Algunos de sus libros han sido traducidos al alemán, al coreano, al francés, al griego, al italiano y al portugués. En 2006 obtuvo el Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil por el conjunto de obra.
No es difícil imaginar a esta mujer cosmopolita quien trabajó como redactora de grupos editoriales, corresponsal de la agencia UPI, corresponsal, igualmente, de la cadena mexicana Radio Red, autora de textos de lengua española para la enseñanza primaria y secundaria en comunidades chicanas y colombianas, traductora y correctora de textos para la Unesco, enamorando del idioma de Rubén Darío a sus alumnos en los liceos franceses en París.
Considero como un regalo de la vida la visita que estas dos mujeres me hicieron en 2016, en los Altos de El Poblado, en Medellín, un maravilloso encuentro del cual conservo una foto con su enriquecedor y memorable abrazo. Entre las razones y afectos intercambiados le pude compartir a Gloria Cecilia “Haciéndole barra al Guajiro Díaz”, una sentida crónica que había escrito en homenaje a su hermano.
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