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Presencia de Rafael Vallenas

lunes 16 de noviembre de 2015
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Rafael VallenasLa fría tarde cusqueña se hizo de pronto cálida. El abrazo de rencuentro con el poeta Boris Espezúa, además de renovar la amistad, colocaba en mis manos un sobre manila con mi nombre. La remitente, Elsa Gaona, había despachado desde Puno dos libros de Rafael Vallenas, su hijo, aquel prometedor muchacho que de pronto dejó de transitar por las breves calles de la ciudad del lago para alcanzar la otra margen. La partida fue tan imprevista que nadie tuvo tiempo de despedirse, por eso debe ser que aún se siente su presencia.

Cuando abrí el sobre varios sentimientos se agolparon en mi desprevenida curiosidad, y un recuerdo: nos encontramos un día en Puno, de mañana o tarde no importa, cerca de mi casa, pocas palabras nos dijimos pero al despedirnos Rafael aprovechó para darme un texto, abrió su maletín de abogado y en un descuido cayó de sus manos desparramando en la vereda papeles, folders, lapiceros y, sorpresa, varias revistas de historietas. Rafael se avergonzó un poco y yo realmente me sorprendí, parecía un niño que acababa de ser descubierto con algo malo en las manos, y se apresuró a recogerlas ensayando una explicación que no le había pedido. Yo recogí un par de las revistas, y mientras las hojeaba le comenté que yo también había leído algunos ejemplares y me agradaba ese afán de coleccionista que no le conocía. Pero el breve suceso no hizo más que establecer entre nosotros un secreto. En otras circunstancias, luego comprobé que no era un secreto, muchos amigos sabían y compartían las mismas aficiones de Rafael, pero entre nosotros se afirmó la amistad.

Pero nadie sabe de nuestros caminos, de nuestros destinos. Varios años después nos reencontramos en la presentación de El laberinto, un libro en el que repasaba mi experiencia de los años de la violencia desde la mirada mítica de Antígona; esa vez dos grupos de sikuris emocionaron la noche del Club Kuntur y Rafael me abrazó con emoción diciendo: “¡Qué dramática lectura, con qué fuerza sobreviviremos a la poesía!”, y bebimos dos copas de pisco. No nos volvimos a ver.

Rafael nos dice con su voz sin tiempo que no hemos perdido un amigo, hemos ganado un personaje.


Pero recibir el encargo de Elsa Gaona ha sido como tenerlo otra vez al frente. Sus libros Blues, que acertadamente y con coherente justicia ha publicado la Universidad Nacional del Altiplano en su colección Biblioteca Puneña, y Secretos inocentes (Anaquel Editores, 2015), no solo son la mejor prueba de su presencia sino el mejor reflejo de la sensible personalidad y capacidad artística de Rafael Vallenas Gaona.

Blues reúne prosa y verso de Rafael Vallenas y hay tres rasgos comunes en todo el conjunto: Puno es el escenario de sus ficciones y elucubraciones íntimas, algo que de alguna manera sus compañeros de ruta han evitado o disimulado en mayor o menor medida; se manifiesta una cultura cosmopolita, global, abierta, que además se refleja en su admiración por escritores como Borges o Carlos Oquendo de Amat; hay un constante interés por aprender, aplicar y perfeccionar técnicas narrativas y poéticas, que confirma la seriedad con que asumió el ejercicio literario y que con el tiempo daría a luz una obra cohesionada, formal y sensata.

"Secretos inocentes", de Rafael VallenasRafael Vallenas no alcanzó a publicar sus cuentos o poemas en libro, pero fue un activo promotor y participante de talleres de creación en la universidad y fuera de ella, se iba consolidando como un lúcido analista en temas de derecho, política y cultura, y sus textos aparecían en revistas locales. Blues viene a consolidar la presencia literaria de Vallenas en Puno y sumar su nombre a los representantes de la generación del ochenta, que tanto ha aportado a la madurez de la literatura contemporánea puneña.

El caso de Secretos inocentes es peculiar, se trata de un conjunto de poemas muy juveniles; según los editores, descubiertos por su madre en cuadernos y cajones donde debe haber aún textos “secretos”, y que vienen a confirmar lo que se presumía en Blues: la temprana y seria inclinación literaria de Rafael y su afán de aprendizaje.

La lectura de estos dos libros ha sido renovadora para mí. Puno se enriquece con la fresca literatura de Rafael, demuestra que sigue siendo el centro de donde se irradia la cultura del sur. Y, por sí mismo, Rafael nos dice con su voz sin tiempo que no hemos perdido un amigo, hemos ganado un personaje.

Un apunte final: Rafael no se hubiese ido sin agradecer. Hay que hacerlo por el esfuerzo de concretar estos libros, a los editores de Biblioteca Puneña de la Universidad Nacional del Altiplano, como Jorge Flórez Aybar y José Luis Velásquez Garambel, y a los editores de Anaquel Editores, Yemira Maguiña y Julio César Quijhua; y por supuesto a Elsa Gaona, por seguir haciendo vivir a Rafael.

Alfredo Herrera Flores
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