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Simone, una novela sobre el drama de los migrantes

lunes 20 de marzo de 2017
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Eduardo Lalo
A raíz del premio Rómulo Gallegos, Lalo se ha convertido en un referente contemporáneo de la literatura puertorriqueña en particular y caribeña en general.

Eduardo Lalo, escritor puertorriqueño nacido en Cuba en 1960, ganó en 2013 el Premio de Novela Rómulo Gallegos que se otorga en Venezuela por su novela Simone, una historia en la que pone en el ojo público, desde el cuestionamiento artístico de la literatura, el drama de los migrantes. En el caso particular de esta novela, se cuenta la historia de una migrante china en San Juan de Puerto Rico y como trasfondo la de un escritor y profesor universitario que se debate entre el tedio y el fracaso.

Una de las consecuencias de la migración es el mestizaje y el sincretismo cultural.

En general, el problema de la migración en todos los niveles ha sido tratado desde hace mucho tiempo por la literatura; sin embargo, la carga política que envuelve este fenómeno ancestral hace que algunos traslados masivos de gente cobren especial relevancia en determinados países o regiones. Pero, por otro lado, otros movimientos migratorios generados por razones de trabajo, por ejemplo, han dejado de ser “noticia” para convertirse en prácticas comunes y sistemáticas. En este último caso, las sociedades han asumido la migración como un hecho casi normal y cotidiano, hasta invisibilizarlo.

Una de las consecuencias de la migración es el mestizaje y el sincretismo cultural, que enriquecen la cultura luego de pasar por procesos de resistencia, colonización, exclusión, motivados por posiciones racistas y excluyentes. Aún pasado el tiempo y aceptada la integración de un grupo social en otro, se mantienen ciertos comportamientos que, como natural mecanismo de defensa o conservación, reflejan las particularidades de los grupos sociales.

Eduardo Lalo ha interpretado acertadamente este fenómeno en su entorno, la ciudad caribeña de San Juan de Puerto Rico, y ha extraído un personaje ya asimilado al paisaje urbano hasta el punto de hacerse invisible: la muchacha china Li Chao. Esta joven representa en la novela de Lalo una cultura, su drama representa al ser humano en todos los sentidos: venida de su lejano país para salir de la desgracia, se traslada como muchos migrantes en condiciones infrahumanas, llega desprotegida al cuidado de compatriotas que asumiendo ser familia la acogen para explotarla laboralmente, pero además sufrirá la violación por parte de un primo mayor y luego será obligada a abortar. Pero Li Chao asume el reto de liberarse de la explotación a través del estudio e integrarse a un ambiente cultural que, supone, la va a respetar.

Su vida se cruza entonces con la de un escritor, alter ego de Lalo, quien no puede salir del marasmo en que se ha convertido su rutina, entre las clases en la universidad y su débil relación amorosa con una antigua amiga. Li Chao se da maña, mediante un juego de pistas y desencuentros, para captar la atención del escritor. Cuando se produce el encuentro se inicia una relación amorosa en la que rondan con la misma intensidad la tragedia y la felicidad.

La novela, luego de una larga introducción en la que el escritor protagonista anota en una libreta su tediosa rutina, tiene un final en el que se produce una suerte de desfogue de energía. El escritor se encuentra con su colega Nureña, también escritor y profesor universitario que ha gozado de una fama que a él no le satisface, pues critica severamente el sistema de consumismo y espectáculo en que se ha convertido la literatura. Entre los dos enfrentarán a un escritor español que está en San Juan precisamente cumpliendo compromisos de este sistema, en una fiesta en que se reúnen todos los personajes de la novela, a excepción de los marginales chinos. La escena es dramática porque uno desfogará contra el español su frustración como escritor latinoamericano y el otro intentará comprender el desenlace de su enigmática relación amorosa con Li Chao.

Las obras de Eduardo Lalo son difíciles de encasillar en un género definido.

Todos los personajes de la historia retornan al orden establecido luego de haber intentado resolver sus vidas en una suerte de tregua ofrecida por las circunstancias; no parece haber cambiado nada, salvo el haber asistido a la oportunidad de hacerlo cada quien con su propia vida. Eduardo Lalo ha reproducido un universo social dramático, injusto, realista, que no se limita al ámbito de su país o su ciudad, sino que se extiende por todo el mundo. Basta mirar ahora mismo al vecino del bus o al peatón que por casualidad nos acompaña, al almacén de la esquina o a nosotros mismos para encontrar un migrante, y en su sombra ver su tragedia.

La novela Simone (Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2013) tiene varias rendijas por las que el lector podrá introducirse en los diferentes mundos y dramas de las ciudades latinoamericanas, cada una receptora de migrantes provenientes de sus entornos, a los que se acoge con resignación y a regañadientes, y a quienes se les responsabiliza de sus males. No es difícil construir un mapa de la migración latinoamericana y colorearlo según sus movimientos, como tampoco es fácil negar la presencia del otro, de ese que viene de lejos atormentado por sus recuerdos pero con un equipaje gigante de cultura, lengua y tradiciones.

Los lectores y críticos coinciden en que las obras de Eduardo Lalo son difíciles de encasillar en un género definido, pues van de la ficción al ensayo en un mismo formato. Ha publicado una docena de libros en los que también ha manifestado su expresión pictórica y su afición por el cine. A raíz del premio Rómulo Gallegos, Lalo se ha convertido en un referente contemporáneo de la literatura puertorriqueña en particular y caribeña en general.

Alfredo Herrera Flores
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