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José María Arguedas y Javier Heraud: ríos infinitos

lunes 14 de enero de 2019
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José María Arguedas y Javier Heraud
Arguedas y Heraud cumplen con el objetivo del arte y la literatura: expresar con belleza, a través de la palabra, el drama que les ha tocado vivir.

Ciertas coincidencias acercan de diferentes maneras a los seres humanos, cada quien va por su propio camino y en alguna esquina, en algún recodo de la ruta, esos caminos se cruzan. Así los hechos, las ilusiones, los números y las palabras, suelen ser esos caminos que se cruzan, y son también esos misterios que unen o separan las vidas humanas. Dos de nuestros escritores más notables y queridos, el novelista José María Arguedas y el poeta Javier Heraud, de alguna manera han cruzado también sus senderos y sus destinos.

Arguedas publicó en 1958 su novela Los ríos profundos, y Javier Heraud publicó su poema más representativo en 1960: “El río”.

Javier Heraud nació mucho después que José María Arguedas y murió poco antes que él. Hay una cercanía de números en sus fechas de nacimiento, Arguedas nació un 18 de enero de 1911 mientras que Heraud lo hizo un 19 de enero de 1942; esta casi coincidencia de marcas en el calendario es motivo suficiente para recordarlos y reflexionar una vez más sobre la importancia de sus obras y la trascendencia de sus mensajes.

Arguedas alcanzó a desarrollar una vasta obra literaria que abarcó novela, cuento, poesía y ensayo, además de una nutrida producción antropológica, que sirve hasta hoy de base para estudiar, entender y tratar de mejorar nuestra sociedad; intervino activamente en el debate nacional sobre el fortalecimiento de nuestra identidad como país, nación o sociedad peruana, fue muy crítico frente a las actitudes políticas que impedían el desarrollo de sectores menos favorecidos y vulnerables, pero sobre todo fue defensor de nuestra cultura andina que por siglos ha sido acechada y amenazada con la extinción, hasta su trágica muerte a fines de 1969.

Por el contrario, Javier Heraud no tuvo tiempo de expresarse en toda su dimensión, a los veintiún años la tragedia lo alcanzó en forma de balas disparadas por policías y terratenientes en las aguas del río Madre de Dios, en Puerto Maldonado, cuando ingresaba clandestino con un grupo de jóvenes ilusionados en iniciar un movimiento guerrillero inspirado en la revolución cubana. Con razón o sin ella, la vida de este poeta se detenía cuando apenas había empezado a publicar sus primeros libros.

Y precisamente los libros habrían de marcar otra coincidencia: Arguedas publicó en 1958 su novela Los ríos profundos, y Javier Heraud publicó su poema más representativo en 1960: “El río”. En el primer caso, el escritor andahuaylino hace referencia a una geografía andina marcada por los ríos que se abren paso entre montañas y valles configurando un espacio agreste donde se encuentran dos culturas y conviven, la andina y la occidental, cada cual con su propia cosmovisión, manifestaciones y lengua, todas en constante interacción.

Un niño es el personaje principal de Los ríos profundos, Ernesto, y a través de su mirada Arguedas reflexiona sobre estos dos mundos que se ven también enfrentados en espacios como la escuela, los mercados, las chicherías o simplemente en las calles de la ciudad. Los ríos profundos serán también aquellas grietas hondas e insalvables que significan los extremos culturales, o la actitud de ciertos sectores sociales que persisten en ponerse en orillas diferentes a pesar de que sus destinos van en una misma dirección.

Arguedas y Heraud son, pasados casi medio siglo de sus trágicas muertes, no sólo dos extremos de la literatura peruana sino dos puntos de vista de la sociedad peruana.

Por su parte, Javier Heraud asumirá el río como un alter ego de su condición de ser humano; así, la metáfora del río como vida, usada en la literatura ancestralmente, cobrará en el poema del joven Heraud un aire fresco, renovador, ingenuo, e ilustrará con su discurrir el tránsito de la vida. El hombre, como el río, es impetuoso y violento, luego sereno y reposado, será también descontrolado y indomable, pero después retornará al cauce y la prudencia, será dador de vida y también se arrogará el derecho de quitarla. “El río” es un largo poema que discurre como el agua por los distintos territorios del difuso tránsito que lo llevará al mar, otra vieja metáfora que se refiere a la muerte, de la misma manera como un ser humano encamina su destino por las turbulentas veredas de la vida.

Arguedas y Heraud son, pasados casi medio siglo de sus trágicas muertes, no sólo dos extremos de la literatura peruana sino dos puntos de vista de la sociedad peruana, dos maneras de enfrentar la condición humana y dos maneras de indagar en la intimidad de sus propias vidas. Cumplen estos dos autores con el objetivo del arte y la literatura: expresar con belleza, a través de la palabra, el drama que les ha tocado vivir, interpretar sus particulares miedos o alegrías, satisfacciones o fracasos. Pero al mismo tiempo esos ríos que los traspasan en la intimidad de sus individualidades sirven para la construcción de una identidad, de una sociedad, justamente de una sociedad que les debe la oportunidad de verse en un espejo a través de la literatura.

Alfredo Herrera Flores
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