
En un verso de su poema “Estética”, el poeta James Quiroz desliza una interesante confesión. Dice: “Los poetas audaces llaman más mi atención…”. Inmediatamente después el lector se pregunta quiénes son los poetas audaces y qué características tiene su obra. Quiroz menciona sólo a dos: Cummings y Rimbaud, en ese orden. Dice de ellos que son “música total”, que “se vuelcan a vivir” y que le gustaría ser como ellos.
Las características comunes de sus obras, entre el vanguardista norteamericano y el simbolista francés, se pueden rastrear e, identificar, fácilmente, porque ambos trasgreden los formalismos y, especialmente el francés, imponen el verso libre en la escritura de sus poemas. Hay otro dato que los acerca: de la muerte de Rimbaud (1891) al nacimiento de Cummings (1894) hay un breve trecho que podría significar, si esa fuera una de las intenciones de Quiroz, una continuidad temporal que los une. Hay entre ellos, sin embargo, muchas diferencias, como la corta vida y obra de Rimbaud y la larga y prolífica de Cummings.
Las biografías y obras de e. e. cummings (como firmaba) y de Arthur Rimbaud son harto conocidas y estudiadas, por lo que no viene al caso detenerse en ellas en esta ocasión, pues lo interesante del poema de James Quiroz radica en la manera como se acerca a estos dos poetas, que de hecho lee y admira, en medio de una propuesta poética que no es precisamente tan transgresora como la de ellos.

El poema “Estética” conforma el volumen En los bosques de infinita música (Ediciones Copé, 2021), con el que el trujillano Quiroz obtuvo el premio Copé de Plata de la XIX Bienal de Poesía que convoca la empresa peruana Petroperú. La principal característica del libro premiado es la brevedad de los poemas, que, en tiempos en que la poesía se despabila y desborda hasta la banalización, sería una muestra de trasgresión formal.
El poema más “extenso” del libro no supera los veintidós versos, la mayoría tienen cinco o seis versos, y algunos alcanzan un promedio de diez. Este dato, más que un repaso matemático de dimensiones, tiene que ver con la difícil tarea literaria de elaborar mensajes complejos con pocas palabras. No se trata, como podría confundirse, de una influencia oriental, de haikús o tankas, pues, a diferencia de éstos, que se refieren a la naturaleza, el paisaje o la reflexión vital, los poemas de Quiroz se refieren a temas más abiertos, como el exilio, la vejez o la cultura de su región de origen.
El intimismo que asume Quiroz a lo largo del libro se refleja desde el primer verso: “A los nueve años comprendí que iba a morir. / Sentado entre los mayores, mis ojos despertaron / dentro de los ojos ebrios de mi padre”. El siguiente poema es también muy personal y tiene un inicio intenso: “Mi cuerpo, hermoso cadáver / consagrado a ritos y placeres”. De esta manera, se traza el derrotero del libro, la intimidad del poeta que conlleva a una meditación de los alcances de su propia experiencia: “No sé por qué ni para qué escribo esto”, dirá en un poema sobre el perdón.
La poesía de James Quiroz parece proponer la reducción del texto sin afectar la profundidad temática.
De las cuatro secciones que conforman el libro, dos son interesantes por la forma y temáticas propuestos. La segunda parte, titulada “El fuego en la lengua”, contiene poemas de cinco versos, en los que el poeta despliega una voz abstraída en busca de explicaciones. El poema “Exilio”, por ejemplo, dice: “Y un día me buscarás / En los cementerios marinos / En las chacras fumigadas / Sitios inadvertidos / En donde nunca te atreviste a buscar”.
La tercera parte del libro, “Bonzos”, contiene poemas igual de breves, dedicados a personajes del arte que, seguramente, son quienes han motivado mucho de la experiencia literaria de James Quiroz. Es interesante el poema titulado “Eielson”, notable poeta y artista plástico de la generación peruana del cincuenta, cuya fina e irónica poesía lo llevó a ubicarse entre los principales autores latinoamericanos y sus pinturas e instalaciones con cuerdas, telas y nudos llamaron la atención de la crítica especializada. Dice el poema “Eielson”: “Roma nos / acoge con asombro nos / hace un nudo / en / la garganta”.
Acertada la decisión del jurado de turno de un premio tan prestigioso como el que otorga la Bienal de Poesía, que ininterrumpidamente convoca Petroperú desde hace más de cuarenta años, al celebrar una producción que va rompiendo los moldes que la velocidad de las comunicaciones virtuales va imponiendo. A pesar de la brevedad de los mensajes virtuales, la literatura que muchos poetas jóvenes proponen más bien va por los textos de largo aliento; sin embargo, la temática se ha trivializado, enfrenta la condición humana superficialmente. La poesía de James Quiroz parece proponer una estética contraria, reducir el texto sin afectar la profundidad temática. No se descuidan los temas importantes de la poesía, que son los del ser humano, pero tampoco la brevedad le quita profundidad ni intensidad. Quiroz nació en Trujillo, norte del Perú, es abogado de profesión y ha escrito sobre esa especialidad, al mismo tiempo ha publicado los libros de poesía La noche que no has de hablar (2010), Rock and roll (2015) y El libro de los fuegos infinitos (2018).
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