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Retorno a Edgardo Rivera Martínez

lunes 11 de julio de 2022
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Edgardo Rivera Martínez
Vale la oportunidad de retornar a la lectura de la obra de Edgardo Rivera Martínez, especialmente en una época en que la violencia de las comunicaciones viene afectando los contenidos literarios, banalizándolos. andres garcia gonzales

En el imaginario de la literatura peruana contemporánea, el nombre y la obra de Edgardo Rivera Martínez (1933-2018) son un referente ineludible. Particularmente por dos de sus obras, el cuento breve “Ángel de Ocongate” (1982) y la novela País de Jauja (1993), Rivera Martínez es reconocido como uno de los narradores más importantes de la última etapa del siglo pasado. Lamentablemente su proyección internacional no pudo concretarse como merece su obra, a pesar de haber obtenido por su cuento el interesante premio El Cuento de las Mil Palabras y haber sido finalista del premio internacional Rómulo Gallegos, precisamente por la novela mencionada, y por la difusión de sus otros libros a través de editoriales transnacionales.

A su producción narrativa, que suman cuatro novelas y una decena de volúmenes de cuentos, se le reconoce la alta calidad y lucidez de sus obras de ensayo, las crónicas de viaje, los libros de poesía y su amplia producción periodística. Quienes lo trataron de cerca o fueron discípulos suyos en aulas universitarias y talleres de creación, coinciden en que fue un maestro de criterio amplio para analizar la literatura, y buena persona.

Con el paso de los años, la vigencia de Rivera Martínez se va consolidando, como se ha anotado, en torno a sus cuentos y a su novela, que han merecido traducciones, números textos críticos, reseñas, ensayos y tesis universitarias. Por eso llama la atención que la circulación del volumen Soliloquios / Ciudad de fuego (2018) no haya tenido aún una respuesta crítica ni una mayor difusión, por lo menos en el ámbito peruano.

“Soliloquios / Ciudad de fuego”, de Edgardo Rivera Martínez
Soliloquios / Ciudad de fuego, de Edgardo Rivera Martínez (Debolsillo, 2018). Disponible en la web de la editorial

La edición del sello Debolsillo, de Penguin Random House, contiene cuatro novelas breves de la última etapa de producción literaria del autor nacido en Jauja, ciudad andina de la región Junín, y asentado en Lima, donde se dedicó a la docencia universitaria. La primera es inédita, Soliloquios, y las otras tres se publicaron en un volumen de poca difusión el año 2000. Esta nueva edición, a pesar ya de los cuatro años transcurridos desde entonces, contribuye mucho a reconsiderar la obra de Rivera Martínez, pero, sobre todo, nos permite internarnos nuevamente en tres de los aspectos más relevantes de su producción narrativa: la construcción de sus personajes, el espacio multicultural en que se desenvuelven y el trasfondo social o sicológico de los actores.

En la primera novela, el personaje es una mujer que, entrando a su edad madura, decide repasar los últimos años que acompaña a su padre, hablándole y reviviendo anécdotas, situaciones y emociones que, a su vez, le cuestionan su propio proceso de vida. Narrada en segunda persona, de manera delicada y sutil, la protagonista se ve a sí misma como una continuidad de la decadencia de su padre. Aparentemente sin mayores dramas que despedidas e inevitables ausencias y muertes, la vida de esta mujer se debate, más bien, entre la soledad y la nostalgia.

A pesar de haber recibido una esmerada formación cultural, viajado en el momento adecuado, experimentado el amor y la compañía filial, no tener exigencias y presiones económicas, la mujer se prepara, a través del diálogo con su padre, a enfrentar un nuevo proceso vital, esta vez sola. La historia está escrita a modo de un diario o un cuaderno de notas, donde cada escrito se ha adecuado a un capítulo de la novela, y esa técnica parece ser un ensayo final del escritor para satisfacer su proceso creativo. Tal vez por esto se justifica el guiño personal que incluye en un par de capítulos, donde la protagonista opina sobre los principales autores peruanos que ha leído o conocido, y él mismo se menciona dos veces, incluso parafraseando los textos académicos y de difusión cultural en los que se refieren a él y a su obra.

En los otros tres relatos, más breves, destaca Ciudad de fuego, una historia donde la alucinación se mezcla con las sensaciones de frustración de su protagonista, un escriba, dibujante o calígrafo, que está punto de dejar su trabajo luego de casi veinte años de labor rutinaria, responsable e ininterrumpida. En los minutos finales que le que quedan antes de cambiar de vida, se da tiempo para recordar su propia experiencia, deteniéndose en su pasado laboral, la relación con su madre y su vida en solitario, tres de las etapas de su vida donde la frustración y el fracaso han sido el común denominador.

En Un viejo señor en la neblina, los personajes son un joven provinciano instalado en Lima, como operario de una sastrería, y un anciano que vive en un cuartucho en el mismo edificio enclenque donde trabaja el joven. La curiosidad del muchacho por la forma de vida del anciano y su afición delicada por el origami, los lleva a un punto en común: la soledad y el anonimato. Mientras que, en el último relato, El visitante, la aparición de un enigmático extranjero en la vida de una pareja de esposos, en una Lima cubierta por la neblina, la lentitud, la soledad y la rutina, va a cuestionar los sentimientos y la vigencia del amor.

La obra narrativa de Rivera Martínez se ha construido con un espíritu mestizo y multicultural.

En los cuatro relatos hay elementos comunes: personajes cultos aficionados a la literatura o la pintura, misteriosos y reservados respecto a sus vidas pasadas, de las que sólo dan algunas pistas, viven en Lima, pero con permanentes referencias a otros espacios geográficos ya sea andinos o extranjeros, son reflexivos y están negados al amor o éste se les presenta esquivo y frustrante.

Las historias se inician con un manejo interesante de la ambigüedad, y convocan al lector a varias alternativas para interesarse en la historia central, la que termina dando giros inesperados sin dejar de cuestionar aspectos íntimos como el amor, las relaciones interpersonales, la soledad, la nostalgia y hasta la identidad personal. El filósofo David Sobrevilla calificó a País de Jauja como una novela multicultural, y podría extenderse la definición a la obra narrativa de Rivera Martínez, que se ha construido con un espíritu mestizo y multicultural, que se renueva para el lector precisamente en este volumen que, a su vez, podría convertirse en uno de los textos heredables o testamentarios del autor.

Para ilustrar brevísimamente esta idea, recurro a la trama de Un viejo señor en la neblina. En este relato, un joven de procedencia andina y un anciano europeo se buscan y se encuentran en una Lima caótica, diversa, violenta. Y, en El visitante, la sutil presencia de un hombre extranjero, literalmente aparecido en medio de la neblina limeña, va a afectar la estabilidad emocional de una pareja capitalina, que se debatirá entre celos y frustraciones en medio de conversaciones sobre música y poesía. Claramente, pues, la interrelación de culturas está manifiesta de manera transversal en la amplia y exquisita obra Edgardo Rivera Martínez.

Vale la oportunidad de retornar a la lectura de la obra de Edgardo Rivera Martínez, especialmente en una época en que la violencia de las comunicaciones viene afectando los contenidos literarios, banalizándolos, asumiendo de manera superficial la visión más profunda que se necesita de nuestra sociedad como de la esencia del ser humano.

Alfredo Herrera Flores
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