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Poesía reunida de Luis Eduardo García

miércoles 18 de enero de 2023
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Luis Eduardo García
Luis Eduardo García ha mantenido una constancia y calidad literaria que permiten reconocerlo entre las voces más representativas de la poesía peruana contemporánea.

Entre los poetas de la generación del ochenta de la literatura peruana, que abarca una muy nutrida lista de nombres que producen su obra fuera del centralista espacio capitalino, Luis Eduardo García es uno de los que han mantenido una constancia y calidad literaria que permiten reconocerlo entre las voces más representativas de la poesía peruana contemporánea. Esta afirmación inicial se sostiene en la impresión que genera la lectura de su obra reunida, en un volumen titulado Lo que parece estable.

García nació en Chulucanas, Piura, en 1963, cerca al extremo norte del Perú, e inicia su producción literaria nada menos que ganando el Premio Poeta Joven del Perú, en 1986, un certamen promovido por el poeta Marco Antonio Corcuera y su revista Cuadernos Trimestrales de Poesía. Desde 1966 el premio sacó a luz cada cinco años nombres de jóvenes que, inmediatamente después, se convertirían en protagonistas del proceso literario peruano de las décadas siguientes.

Lo que parece estable (Sietevientos Editores e Infolectura Editores, 2022) contiene la poesía publicada por Luis Eduardo García desde 1987 hasta 2021. Ya su primer libro, el premiado Dialogando el extravío (1987), muestra a un joven García mesurado y reflexivo, prudente en la elaboración de sus versos e intenso en sus reflexiones. Van a aparecer, también, los temas que, a lo largo de su obra poética, el autor irá retomando, desmenuzando, reinventando.

“Lo que parece estable”, de Luis Eduardo García
Lo que parece estable, de Luis Eduardo García (Sietevientos Editores e Infolectura Editores, 2022).

Uno de sus temas será el recuerdo, la nostalgia, la memoria, desde la perspectiva de la reflexión a distancia, luego que el tiempo haya hecho su parte ya sea para curar heridas o madurar sentimientos. “Yo sé que estás oyendo en la playa, / como antaño, / la romanza que los pájaros se obstinan / en traer”. Así comienza el poema VI de su primer libro y al iniciar su segunda publicación, El exilio y los comunes (1989), el poeta se manifiesta e identifica como un portador del tiempo: “Soy el escriba que viene de las dunas altas, / de la oquedad desértica del tiempo”.

Tema y tono del lenguaje serán una constante a lo largo de la obra del poeta norteño. La madurez de la expresión se va alcanzando conforme se suceden los ejercicios literarios, la manera de abordar las inquietudes temáticas que, como obsesiones fantasmales, vuelven a ocupar los espacios reflexivos del poeta.

García indaga permanentemente en ese espacio que el tiempo va construyendo en el interior de la condición humana. En el poema “El ruido de las cosas” de su libro Filosofía vulgar (2013) dice en sus primeros versos: “Un profundo miedo a oír / nuestro mar interior / nos obliga a envolvernos en el ruido de las cosas”. Precisamente nuestro mar interior está lleno de recuerdos, de pasado, nostalgia y tiempo acumulado; en ese mar se han concentrado aciertos y errores, amores y desamores, encuentros y desencuentros, gritos y silencios, todo aquello que quisiéramos no ver, o nos daría miedo volver a ver.

El libro Filosofía vulgar contiene, en esencia, poemas en los que el poeta reflexiona ya con un lenguaje maduro y reposado, sobre los temas con los que la vida cotidiana nos cuestiona, a la vez que nos hace seres equilibrados. Y, como la filosofía misma, pareciera que se vuelve al punto de partida, al estado en el que el escritor ve su propio mundo y se da cuenta de que necesita de todo aquello que arrastra para intentar, una vez más, comprenderse.

Este es uno de los temas persistentes en la producción poética de Luis Eduardo García y, tal vez, el libro que mencionamos sea el que mejor refleja su espíritu poético. La soledad, el tiempo, la nostalgia, la poesía, el espacio familiar, su experiencia académica y artística, el paisaje de su entorno, van a ser revisados y repasados con una actitud de humildad literaria que se debe destacar.

La selva oscura es nuestra vida nunca comprendida en su totalidad, y a mitad de ella, de nuestra existencia, se hacen necesarios y urgentes los balances.

“En mitad de la selva oscura, / el miedo se apoderó de mi ser / e invoqué la protección de los patriarcas”. Así se inicia, por ejemplo, el poema “Aquelarre”, y si bien el miedo es una sensación natural y permanente en el ser humano, se hace más inquietante al momento en que el hombre decide buscarse a sí mismo, aun sabiendo que encontrará, o reencontrará, en los resquicios en que indague, su propia experiencia, su propia oscuridad. La selva oscura es nuestra vida nunca comprendida en su totalidad, y a mitad de ella, de nuestra existencia, se hacen necesarios y urgentes los balances.

El último libro que se incluye en la obra reunida de García es Manual de sabiduría (2021). Dividido en dos partes, los poemas son expresión de experiencia y razonamiento a través de un lenguaje directo y, en la primera parte, con un receptor identificado, en que el mensaje habrá de reposar como un continente fecundo. El lector, por supuesto, se verá también involucrado, pues aquel receptor, la hija del poeta, trasladará su espíritu de aprendizaje a quien estará en disposición de asumir aquellas lecciones paternas.

En una sucesión de consejos, el poeta vuelve a los temas de juventud para elaborar un conjunto de poemas en los que, luego de la reflexión vital, hereda su experiencia y concepción del mundo para que la juventud, personalizada en su propia hija, asuma un mundo nuevo, en teoría mejor, con una gran cuota de esperanza e ilusión, pero también con el criterio de quien sabe que el ser humano, en su esencia, volverá a girar alrededor de la muerte, la soledad, el vacío y los mares interiores que el tiempo alimenta.

El título de la poesía reunida de Luis Eduardo García resume, con la ambigüedad propia de la buena literatura, aquello que creemos firme y sólido, seguro y permanente, pero que, al pasar por el tamiz de la emoción poética y la actitud reflexiva, nos percatemos de que la esencia del ser humano es lo más inestable de la naturaleza. García cierra con este libro y la publicación de su novela El lugar de la memoria (premio de novela corta Julio Ramón Ribeyro) una etapa de madurez literaria, que de seguro se consolidará con nuevas publicaciones. Autor también de ensayos y artículos periodísticos, García es, al mismo tiempo, un destacado profesor universitario, ámbito en el que ha cumplido una larga carrera profesional.

Alfredo Herrera Flores
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