
Te llamarán a la plaza de la tergiversación.
Desoye todas las voces.
Vive con la quemante lógica.
Vuelve a donde todavía no empiezas.
Como un llameante espacio que se desocupa siempre.
En el temblor de ser sólo vida vacante.
La poesía de Rafael Cadenas (Venezuela, 1930) es una tentativa de búsqueda interior. Quizá en el fondo todo poema no sea otra cosa que un espejo el cual sirve para que el poeta se vea desde dentro, para que recorra las diferentes salas y cuartos de su corazón. Para Cadenas el poema es también el espacio del lenguaje donde las palabras de siempre intentan comunicar no un pensamiento, sino una sensación, una atmósfera, un percibir la realidad sentado en esa alejada orilla del silencio. El poema surge desde la honestidad, se crea a partir de una cercanía sincera con las palabras. El poema es el discurso de la verdad entre tantas mentiras publicitarias o políticas que nos acechan:
Si el poema no nace, pero es real tu vida,
eres su encarnación.
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido(Una isla)
El poema es también una búsqueda de sentido, un mirar el mundo desde ese asombro ineludible de esa belleza inigualable que el mundo posee, a pesar de todas las mezquindades humanas. El poema puede ser el terreno ideal para experimentar con la forma, para alejarse de algún modo de ese poema en columna que busca no abusar de la extensión para no cansar al lector y para que la música del poema fluya con menos complejidad. Hay un libro de Cadenas que rompe con ese canon de la poesía tradicional. En Falsas maniobras Cadenas ensaya un poema de prosa libre, que se aleja bastante de ese viaje interior iniciado con el libro Una isla, o como él lo ha dicho en una entrevista: “Ya Falsas maniobras (1966) es muy diferente, se acerca más a la prosa, los textos son independientes, hay mayor economía de lenguaje, y esos rasgos continúan en Intemperie (1967) y en Memorial (1966)”. Poemas que le deben mucho a ese estilo pulido y de exuberancia lingüística de Ramos Sucre. Pero Cadenas deja lo exuberante en aras de que las palabras vayan directo al asombro:
He desembarcado como un día nuevo. Pero el aliento que me sostiene está unido a otras playas.
Aquí mientras tanto mi estrechez se reviste de altas formas.
Yo padezco el mal de agigantar mis enemigos.
Afligentes hospedadores del desconcierto, retomaré la línea en fuga. Usaré otro nombre.
Me desharé de los cómplices. Me juzgaré con dureza.
Todo es más claro. Sin embargo basta un leve movimiento para caer en confusión. Una breve
expansión del cuerpo y el caos renace. Está presente como una muchedumbre de afilados bordes.

Cadenas no es de esos poetas trasmutados en relacionistas públicos, que en Venezuela tenemos a patadas; tampoco le gustan mucho esos retratos en grupos. Es y ha sido siempre un solitario que parece no calzar en ningún lado y esto le ha supuesto una entrecomillada libertad para realizar una obra poética austera, meditabunda y plena de imaginación creativa. No es un poeta popular (vaya a saber qué cosa significa popular) y es más el outsider de nuestras letras con fieles y contados lectores, tanto en el país como en el extranjero. Un poeta como Cadenas es algo incómodo para cualquier gobierno e incluso para sus otros colegas poetas. Debido a que va a sus aires y demuestra mucho respeto por la poesía como discurso, como búsqueda y como una manera de decir aquello que no le gusta mucho a la envilecida picaresca política y ciudadana que nos circunda. Es un poeta que traza un mapa sin fronteras para descubrir en las palabras todas sus limitaciones y todas sus posibilidades. No es casual lo escrito por Julio Ortega: “Así, casi todo lo que este poeta ha escrito (verdadero aventurero inmóvil) es una reflexión y una refracción de la poesía. Los poemas son trazas de esa fuerza nostálgica y vehemente que se rehúsa a reconocer en los límites de este mundo los del lenguaje, y que apuesta siempre a ampliar el sentido en la aparición de una huella inesperada. Cada poema, por ello, es un asedio, un poco del fuego del camino”.

Ante la trillada pregunta sobre si la poesía sirve para algo, Cadenas ha respondido:
A la poesía se le sirve más bien cuando hay suerte. Sería pretencioso ponerla al servicio de algo. Ella surge a través de los poetas que la producen y los lectores que la reviven. Está en ti y en todos los seres. No es exclusividad de nadie. Por eso no me gustan las exaltaciones personales. La poesía visita a un poeta hoy, a otro mañana. Distribuye sus regalos. A veces sus ausencias son largas o definitivas. Es como un gran cuerpo creado por todos los poetas. ¿Por qué hablar de “primer poeta”, “el mejor”, “el más grande”? La poesía tiene que ver con el proceso psíquico. Rilke, refiriéndose a alguien, decía: no trabaja en la literatura, sino en sí mismo. Tal vez esto conteste a la pregunta: la poesía implica ese trabajar en sí mismo.
La mejor manera de acercarse a un poeta es leerlo. Por eso es necesario que volvamos a releer/leer a Cadenas.
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