
Este texto forma parte de la antología publicada el 10 de enero de 2021 con textos de 15 autores que cursaron el Taller de Cuento de Letralia
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Marina alzó la copa de vino; allí, sentada en la orilla de esa playa boscosa, sentía que la desesperanza hacía mella en su corazón. Minutos antes, en el árbol más cercano a su espalda, vio una telaraña perfectamente construida y eso le llamó la atención. El momento se le antojó complicado. La vida teje una red en la que nos vemos atrapados y sin salida —pensó.
Los recuerdos se le agolparon en el pecho mientras bebía y saboreaba el tanino. De repente, una brisa tempestuosa le removió el cabello y cerró los ojos. Los mantuvo cerrados, aspirando el olor del mar. Cuando se decidió a abrirlos, el ambiente había cambiado. El cielo, borrascoso como estaba, se aclaró.
Ahora estaba decidida. Con todo esto, ya había tomado la decisión de dejarlo todo.
Enfocó la vista: podía ver nítidamente el terreno de la bahía que estaba a lo lejos. El cielo ahora era de un azul intenso, reflejaba vida en el pasto.
Una pareja desnuda y entrelazada se movía lentamente, sin prisas, disfrutándose el uno al otro. Era una escena muy íntima. El color se le subió a la cara y empezó a sudar. Una lágrima la tomó por sorpresa.
Ellos no se percataban de su presencia. Nada los sacaba de su embelesamiento. Marina volteó pero quería seguir mirando. Algo se había movido en su interior. Se sentía descubierta, se veía reflejada en esa mujer plena, liberada, sin pudor y con mucho sentimiento que se movía encima de él. ¿La escuchó gemir? El hombre se parecía mucho a Camilo. Se dejó llevar por ese momento extraño que estaba viviendo. Los límites de la realidad se le confundieron. ¿Era un espejismo? ¿Era ella la que, en la inmensidad de aquel paisaje, se entregaba sin reparo? La pareja siguió haciendo el amor.
Marina se levantó y empezó a recoger sus cosas. Se sacudió la cabeza. Sintió que algo por dentro se quebraba. Imposible afirmar que aquello que había visto era realidad o espejismo. Pero ahora estaba decidida. Con todo esto, ya había tomado la decisión de dejarlo todo. Había salido lejos de la ciudad intempestivamente, con el propósito de aclarar sus pensamientos. Ahora la decisión se le dibujó perfecta en la mente. Todo se le despejó dentro.
Caminó y se detuvo bajo la telaraña que había visto cuando iba hacia la orilla. Con el dedo de su mano derecha la destruyó. Rio irónicamente: la vida es eso que pasa mientras tejes repetidamente con los hilos de la memoria.
María Gabriela Brazón
Escritora venezolana (Caracas, 1976). Reside en Leander, Texas (Estados Unidos). Es abogada egresada de la Universidad Santa María (USM). Relatos suyos han sido publicados en la web El Narratorio.
- La telaraña - domingo 10 de enero de 2021