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Dos ciudades y dos vertientes narrativas
(sobre Historias de dos ciudades, antología compilada por Enrique Jaramillo Levi y Jorge Ávalos)

martes 23 de mayo de 2023
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“Historias de dos ciudades”, antología compilada por Enrique Jaramillo Levi y Jorge Ávalos

Urbana, antología digital por los 27 años de LetraliaUrbana. 27 años de Letralia
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2023 en su 27º aniversario
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“Historias de dos ciudades”, antología compilada por Enrique Jaramillo Levi y Jorge Ávalos
Historias de dos ciudades, antología compilada por Enrique Jaramillo Levi y Jorge Ávalos (Sagitario Ediciones, 2017).

Historias de dos ciudades
Enrique Jaramillo Levi y Jorge Ávalos (compiladores)
Cuentos
Sagitario Ediciones
Ciudad de Panamá, 2017
ISBN: 9789962557760
198 páginas

Esta cuidada y representativa antología de la producción cuentística de El Salvador y Panamá lleva por título Historias de dos ciudades (Sagitario Ediciones, 2017) que, como dice Enrique Jaramillo Levi, parafrasea la famosa obra de Charles Dickens, pero hasta allí llega la similitud con la obra homónima. Se asemejan en que consideran la producción interior inmersa en el escenario citadino que, tanto en la obra de Dickens como en nuestra antología desde el punto de vista semiótico, toman a la urbe como realidad expresiva que se renueva continuamente como espacio, se define como discurso, es una práctica significante que, sin embargo, en cada momento proyecta a sus espaldas un texto conflictivo. A diferencia de otros territorios, la ciudad se caracteriza por la presencia simultánea —en el tiempo y en el espacio— de identidades y poderes en conflicto y de las señales de los mismos.

En la obra de Dickens es un único evento histórico el que le sirve de base a la trama, la Revolución francesa, mientras que, en esta, los cuentos parten de mundos e historias singulares cada uno. El libro, cual una medusa de dieciséis cabezas pletóricas de ideas y formas de exponerlas, es una construcción literaria encaminada a retratar una sociedad y sus problemas a través de la ficción.

 

El concepto de ciudad

Analicemos un tanto el concepto de ciudad como el espacio que permite la vida colectiva como producto cultural. La ciudad, como lo analiza Jordi Borja, es un espacio político, donde es posible la expresión de voluntades colectivas, es el entorno para la solidaridad, pero también para el conflicto. El derecho a la ciudad es la posibilidad de construirla para que se pueda vivir dignamente, reconocerse como parte de ella, y donde se posibilite la distribución equitativa de diferentes tipos de recursos: trabajo, salud, educación, vivienda, recursos simbólicos, participación, acceso a la información, etc. Y es también el derecho de toda persona a crear ciudades que respondan a las necesidades humanas. Todo el mundo debería tener los mismos derechos para construir los diferentes tipos de ciudades que queremos. Por otro lado, como lo afirma David Harvey, no es simplemente el derecho a lo que ya está en la ciudad, sino el derecho a transformarla en algo radicalmente distinto.

La literatura y, en este caso, los cuentos de esta antología, reafirman el concepto de un conglomerado de soledades y lo toman como el espacio del cruce de las miradas, en el que los cuerpos de los personajes no siempre tienen el control de su rol social y de sus relaciones. Los detalles en las descripciones y creaciones psicológicas son prótesis estéticas y comunicativas, que constituyen la piel y el alma de la identidad y las diferencias. Les vemos con la dualidad del extraño y con la propiedad del que está incluido en ellas, y estos elementos se nos presentan en algunos cuentos desde la modalidad externa, de la superficie significante que nos permite entrar al mundo de los personajes hasta sus cuerpos, mentes y deseos bajo el medido control de la comprensión de los mismos con la creadora fuerza prevista por sus autores, que ejercen el control y lo generan en sus historias, arquitectos de sus estrategias de manipulación intelectual, como los artífices de las ciudades.

 

Los autores de ambas ciudades hurgan y dejan caer su inquisidora mirada para sacar y exponer en sus creaciones los individuos que pululan en el claroscuro del subsuelo urbano.

La antología

Tenemos entre manos una antología de cuento que refleja aventuras en la forma de escribir y estrategias originales en el manejo del idioma, mediante los cuales representan momentos e imágenes humildes y aparentemente insignificantes, a menudo más allá del torrente de situaciones que ponen de relieve el ingenio, la ironía, la inconformidad ante lo fugaz, lo efímero, lo injusto, lo despiadado, lo horroroso como la ruptura que da forma a las letras de un escritor. Y en otra ocasión, es la historia de los creadores dentro de la literatura.

En los relatos los autores se adueñan de la ciudad, más en la muestra de cuentos panameños pues, en la selección salvadoreña, en algunos casos, el personaje y su circunstancia no llegan a la ciudad física propiamente dicha, sino que se quedan atrapados en los vericuetos de su ciudad interior. Los autores de ambas ciudades hurgan y dejan caer su inquisidora mirada para sacar y exponer en sus creaciones los individuos que pululan en el claroscuro del subsuelo urbano frente a los efectos causados por el neoliberalismo, como la privatización, el uso mercantil de la ciudad, la predominancia de industrias y espacios comerciales, desnudando la vida de aquellos que ni siquiera parecieran tener derecho a la ciudad tomada por los intereses del capital, una ciudad que deja de pertenecer a la gente y es aquí en la literatura que se toman las experiencias de los personajes para reivindicar la posibilidad de que la gente vuelva a ser dueña de ella. Pero la mayoría de los cuentos advierten de las fatales consecuencias de un cierto modelo vigente hacia el que la sociedad parece encaminarse, aunque sus relatos no proponen soluciones, sólo son testimonios, son una distopía, en la que los males necesarios son propios de nuestra condición y que encuentran curso también en la ficción (la muerte, la enfermedad, la vejez, el desamor, la guerra, la traición…), “daños sociales provocados por una institución aciaga: la propiedad privada y su vehículo principal, el dinero, como medida de todo lo valioso” (Savater, 1999). Por otro lado, las vivencias de diversos individuos de la trama social les ayudan a penetrar la colectividad urbana y logran adentrarse, participan en ella activamente, pero a veces el que no lo logra, el que se queda al margen de la colectividad, es el que se convierte en el hecho literario, es el que va a contracorriente y enciende el conflicto. Es aquel que se torna invisible en la marginalidad, la ignorancia, el dolor. Ya no pertenece más al tinglado humano que trabaja en la felicidad colectiva, se queda en el conglomerado de soledades. El espacio urbano es naturalmente el sitio del trabajo común y del comercio; pero desde siempre es también el lugar del cruce de las miradas, en el que los seres humanos asumen la representación de su papel social y de sus relaciones y la proyectan al exterior, con todos sus símbolos de identidad y diferencia, tales como costumbres, maneras y vestidos, y como ellos, las ciudades se construyen con arreglo a proyectos estratégicos de manipulación. Es una realidad expresiva que se renueva y se redefine continuamente como un tejido complejo estratificado en el tiempo y variable en el espacio, inconcluso y conflictivo porque sobre el rostro de la ciudad son reconocibles los diversos intereses que se miden, se combaten, se alían. De este trazado urbano semiótico los cuentistas extraen parte de la madeja con la que urden sus relatos: las ventanas, los parques, las calles, los callejones, las tiendas, oficinas, letreros, etc. Y por supuesto, sus personajes.

De este carácter “proteico”, como lo califica Jorge Ávalos, antólogo de la parte de El Salvador, y “desde diversos matices de lo social hasta las complejidades de lo metafísico, y de lo existencial como cruda vivencia cotidiana, hasta la experiencia sorpresiva de lo fantástico”, como señala Enrique Jaramillo Levi, quien selecciona los cuentos panameños, surgen los entes, las tramas, los conflictos, la miseria y los claroscuros de las vidas de los personajes de estos cuentos de dos ciudades contrastantes, de distinto carácter pero en el fondo con elementos comunes donde los cuentistas retratan a sus personajes y el acontecer apenas como fondo descriptivo de sus identidades y formas distintas de humanidad.

 

Los creadores de los relatos les arrancan las costras de las heridas y las hacen sangrar nuevamente.

Los cuentistas de Panamá

Los cuentistas, quienes sondean el alma del habitante de la urbe, nos ofrecen un panorama de personajes cuyas humildes vidas se ven trastornadas por el sofoco desnaturalizado de horarios y vestimenta obligada; los creadores de los relatos les arrancan las costras de las heridas y las hacen sangrar nuevamente; te hacen escuchar el crujir de sus dientes, ver sus ojos ardientes y rojos desde el fondo de un basurero en la noche nauseabunda; los hacen transitar sumisos, tristes e ignorantes en el abandono inhumano de un “Servicio social”, con toda su ineptitud e inutilidad, denunciado por Consuelo Tomás Fitzgerald. Otros escapan hacia la locura, tal cual en el relato “En un intersticio de la sinrazón”, de Félix Armando Quirós Tejeira, porque en el entorno urbano, donde no pocos seres humanos devienen ente público, son el rostro indiferente del engranaje estatal. Las urbes, donde las estrictas reglas de comportamiento constriñen a los seres humanos en su cotidiano lidiar con los repetitivos deberes en las oficinas públicas, y el hueco indiferente de la maquinaria implacable de la construcción de los edificios, cuyas panzas oscuras devoran a los hombres de anónima vida y más anónima muerte aún, magistralmente expuesto por Olga de Obaldía en “El reino del hombre invisible”, cuyo personaje desaparece en una fisura indiferente de la ciudad y del trabajo que tanto ama. Mariluz, personaje del cuento de Eduardo Soto, en “Window shopping”, es acometida por esta enfermedad urbana, y otros se hallan en el absurdo jardín de frutos y muertos de Eduardo Jaspe Lescure en “Un huerto en lo alto” (y en estos dos cuentos los números de apartamento nos ubican adecuadamente en el centro característico de la escena urbana); las paradojas y la denuncia contra la brecha económica que separa al obrero de los dueños de los apartamentos en “Con vista al mar”, de Luigi Lescure; la tragedia de la seguridad social de Cheri Lewis (“Cosas que suceden en la fila del Seguro Social”); la extraordinaria pieza de Julio Moreira Cabrera, “La apología de Armando”, circular acontecer tan verdadero y tan surreal de la tragedia de los anónimos de la urbe, irónica y ambigua vida de muchos sueños y pocos salarios.

 

Termina la selección de El Salvador con la indiferente vergüenza urbana de los niños callejeros.

Los cuentistas de El Salvador

Los de El Salvador inician su andar con Jorge Ávalos con el relato “La casa de las mujeres benditas”, en el cual desposa La Dama, quien organiza y dirige el rosario de señoras que cumplen con los sueños sexuales de los hombres, en las casas que siempre existieron en toda agrupación humana que se pudiera llamar ciudad. “Evacuación general”, de Salvador Canjura, quien al mejor estilo del “Big Brother” confirma que éste te observa, lee tus mensajes electrónicos, escucha tus llamadas, traza tus redes personales y dirige tu vida. Un cuento muy bien logrado y conmovedor es el que se revela desde su título escueto, “La madre”, de Elena Salamanca, el cual pudiera muy bien ser un poema. Una voz que se pierde en el dolor cotidiano y en la crueldad de su destino anodino es vuelta literatura delicada y existencial por Rebeca Henríquez en su relato “Adela”. La cuidada prosa de Georgina Vanegas nos lleva por un tiempo roto como la vida de su protagonista en “Los queridos muertos”, como en el culto tradicional, donde la nostalgia y la tristeza acompañan la pérdida en el luto permanente de su personaje. El dolor de crecer o lo que crees dolor en ese proceso permanente desde que nacemos, envueltos en el absurdo y el sarcasmo, invade la historia contada por Ligia María Orellana en “Una nueva vida”, madero, resurrección, sed, sangre, inconformidad, elementos trágicos en la corta vida de Jesús, su personaje. Y termina la selección de El Salvador con la indiferente vergüenza urbana de los niños callejeros de “La Avenida de la Revolución”, en el cuento de Alejandro Córdoba, abierto como una interrogante, un mea culpa, un levantarse de hombros ante una realidad insalvable.

Todos los cuentos, desde diversas aproximaciones, poseen magia exquisita que, con verdadero arrobo, hacen reflexionar y disfrutar al lector con su pericia y creatividad.

Danae Brugiati Boussounis

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