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Diez poemas de Abel Santos

miércoles 31 de mayo de 2023
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Diez poemas de Abel Santos
Caminas, / otra vez solo por la ciudad / de los errores, / recordando al ángel azul / que despertó / este corazón / que planeaba ser piedra.

Urbana, antología digital por los 27 años de LetraliaUrbana. 27 años de Letralia
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2023 en su 27º aniversario
Lee el libro completo aquí

Jinetes en la tormenta

A Caster Loechsmann, in memoriam

En la noche que se mueve
he estado solo al fondo de la barra,

escribiendo, tirado en el suelo, bajo la lluvia
(y eso que nunca me gustó pelearme),
corriendo de urgencias a casa del camello
o llamando a la puerta del taller de aquel amigo
cuando los bienintencionados
me señalaban con el dedo y me cargaban
el tonto sambenito de “poeta”,
como si de algo inútil se tratase.

No se dan cuenta de lo cerca que están las llamas.

Como dice Benjamín Prado:
hay quienes lo conocen todo de ti,
pero no saben quién eres.
Hasta que las acacias florecen en el desierto
y después de 7 años sin nada
el Bambú Japonés crece de pronto 30 metros.

Ahora que ya saben mil maneras de morir
sólo hace falta que la esperanza diga
que hay una forma de vivir.

Así que cuando encuentres a alguien
que superó una adicción
mira a esa persona no como a quien ganó
una estúpida pelea callejera,
sino como al vencedor
de una verdadera lucha de gigantes.

 

Una época generosa

El sol,
de nuestra primera casa de alquiler,
llena de paz el sótano de mi corazón
y todos los sueños,
que ahí dentro, en su refugio contra la desgracia,
han vivido siempre contigo.

Es octubre,
pero esta primavera imbatible
que me trae cada uno de tus besos
no tiene prisa por marzo.

Cada noche cerrada es un buen trato
que amanece de nuevo.

Desde esta luz,
éxito, fortuna, placeres de vividor,
todo lo que pudo haber sido
de aquella manera distinta
a la que Dios hoy en el tiempo me regala,
son pasos en falso, faroles apagados
en una calle oscura.
…………………………….Ahora,
cuando miro las tentaciones de la ciudad,
de la gran ciudad,
las engaño a todas
con mi maravillosa mujer.

Y es que hay cosas
que no hace falta encontrar
porque ya se tienen.

Lo mismo
que si yo buscara en tu rostro
un reflejo de generosa vida
en el lado bueno de la vida.

 

Las mejores vistas

Puedo acostarme con cualquier otra mujer.
Rebajar el alma a un simple cuerpo.

Vivir en las mismas calles
otra ciudad
ya no es tan sencillo.

No se trata del miedo a tu fantasma.
Es el temor a convertirme
en la sombra
del hombre que soy contigo.

Y abro los ojos.

No hace falta explicarle a mi conciencia
que no es lo que parece,
que no es lo que te imaginas.

No ha pasado nada
entre esa ciudad imposible,
más joven,
y yo.

Sólo tú eres
las mejores vistas
de Barcelona.

 

Ese día por la noche

La primera vez
que llegué caminando a nuestra casa,
después del trabajo y el frío,
yo vi desde la calle
……………………………la luz
encendida de la ventana
de nuestro humilde dormitorio;
así me recibiría ella,
cálidamente, a la hora de cenar,
durante una generosa temporada,
sin detenerme a envidiar
las vidas ajenas.

…………………………Ahora
que se ha cerrado el círculo y regreso
a la soledad de mi cuarto,
yo sé que este cambio no es un crimen,
y quiere mi memoria sentir gratitud.
Pero somos los fantasmas
—para siempre jóvenes—
de nuestros tiempos más felices,
de nuestros días de luz.

Ya nunca volveré a encontrar despierto
ese día por la noche.

 

Los veranos que te inventas

Antes de hacerme ceniza
deja que me invente los veranos:

tú y yo seguimos juntos en la vida;

por la Rambla Principal
bajaremos hasta la Playa del Faro
jugando con nuestro hijo,
salpicados por su risa;
llevo nuestro flotador de cocodrilo
simpáticamente sujeto del brazo,
mi sueño —te digo, con dulzura—
está hecho de cosas fuertes,
pero todo el mar de pronto desaparece
y sólo consigo espuma…

…………………………………..Despierto
entonces de mi fantasía
solo y bañado en lágrimas;
sé cuál es mi sitio y tengo,
igual que todo lo que es frágil,
las cosas totalmente claras:
deseo que te amen, pero que no te necesiten,
no de este modo en que se mezclan
—en la peor combinación que existe—
la respiración con la pesadilla,
mi respiración con tu ausencia.

 

Cada día más flacos

Me asomo a la ventana
de la casa de los corazones rotos
y he visto pasar a una pareja de ancianos.

Éramos tú y yo bajo el sol
con las manos llenas todavía de sueños.

Yo seguía siendo poeta.
Llevaba un bastón para el camino
y unos papeles bajo el brazo,
cerca del corazón. Tú seguías vigilando mi tabaco
y mi espalda encorvada,
saludabas a los perros en la calle y mirabas
ofertas de casas para nuestros hijos
en los perezosos escaparates
del domingo por la tarde.
……………………………………Lejos
de este domingo de hojas secas
donde el romántico se hace cobarde
y llora este poema ante el espejo
que nos proyectaba calle arriba.

No como ahora, amor,
que lentamente anochece calle abajo,
que lentamente nos decimos adiós,
cada día más flacos.

 

Cuando estás pidiendo demasiado

Caminas,
otra vez solo por la ciudad
de los errores,
recordando al ángel azul
que despertó
este corazón
que planeaba ser piedra.

Y casi sonríes.
Y casi rompes a llorar.

El amor,
qué tontería,
te dices,

pero no dejas de sangrar.

 

Esperando el tren
detrás de la línea

A veces, el amor se va
porque el amor quiere
hacer lo correcto, volver a amar.

Y aquí estoy yo, ni sin ti ni contigo:

hastiado
por este rechazo
a conciencia
que siente por mí la felicidad;
quédate justo ahí
—me dice—,
esperando
……………….mi tren
detrás de esta línea…

Ah, estuve tan cerca.

 

Crece el crepúsculo

Y las calles enteras están comunicando.
Luis García Montero

Antes yo era un hombre ebrio y crepuscular
que crecía hacia las sombras.

Mi corazón
—pese a tener muchas calles, bares,
estaciones y casas—
era una dirección desolada, un solo vaso
comunicante, siempre ocupado
con el olvido o la locura,
cuando me llamaba el amor.

Ahora soy un claro ejemplo de sobriedad.

Mis ojos saben
que cada uno crea su monstruo.
Y el humo del cigarrillo
todo el tiempo me registra
con la misma oración:

“Si llevas algo más será mejor que me lo digas,
y lo haré desaparecer”.

Me he perdido
tantas cosas buenas por estar sobrio,
luchando sin tregua,
contra mis viejos demonios.

Y crece el crepúsculo hacia la luz,
mis botas nuevas siempre están sucias,
y sigo buscando lo mismo:
A ella. El perdón. Mi sitio.

La tranquilidad.

 

La tentación

Te bajé la falda y vi entero París,
como dice la canción,

y encontré a La Maga en un autobús desangelado,
y me olvidé de llevarle flores a Jim Morrison,
y se hicieron carne los nocturnos de Chopin,
y profundicé en la poesía de Pedro Salinas
que vivió toda su vida de casado
amando en secreto a otra mujer,
y me reí de Picasso y de todas sus amantes,
y Mimi ya no me parecía esa mezcla
de inocencia y madurez sexual
en Lunas de hiel, de Roman Polanski,
y sentí por ti un amor más grande
que el que Scott Fitzgerald tenía
para ese aire jazzeado de su preciosa Zelda,
y ya no quise ser Bartleby o Rimbaud,
y cancelé con estos versos
todos mis viajes al desierto de la literatura,
porque comprendí a Hemingway
cuando lanzó la pregunta
de si había amado tanto a una mujer
como para ver a la muerte frente a mí
mientras le hago el amor.

Te bajé la falda y vi entero París,
el París que no acaba nunca, lo recuerdo muy bien,
y bajar tus medias y besar tus muslos
era lo mismo que el aroma tratado con la calefacción
que ahora sale del interior
de las perfumerías y creperías
en mis fríos y muertos paseos invernales.

Y aquí me quedo, un instante,
antes de seguir mi camino. A tantas vidas ya
de entrar en tu vida. Pero no deseando nada más,
nada más que no sea dejar abierto

este poema.

Abel Santos
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