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Alina Gadea Valdez: “Escribir es un intento por darle sentido a la vida rehaciendo la realidad”

domingo 9 de julio de 2017
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Alina Gadea Valdez
Gadea Valdez: “Un escritor es un ser insatisfecho que busca algo más”.

La escritora peruana Alina Gadea Valdez (Lima, 1966) se dio a conocer en el ambiente literario al obtener el Premio Copé de Bronce, en 2006, con su cuento “La casa muerta”. Posteriormente ha publicado las novelas Otra vida para Doris Kaplan y Obsesión, y volvió a su relato inicial para darle forma de novela. Anuncia una obra nueva para este año. Sobre sus inquietudes, filiaciones, gustos, trata esta conversación sostenida en Lima en el otoñal junio de 2017.

La casa muerta es una historia de soledad, decadencia y desencanto. El título remite a Memorias de la casa muerta de Dostoievski, libro que está invadido de recuerdos como en tu caso. No he leído todas tus novelas y cuentos pero me gustaría conocer tu visión de la literatura, la razón que te lleva a escribir.

—Sí, Dostoievski y también el poeta Javier Heraud con sus casas muertas. Son coincidencias que tienen que ver con mundos interiores y universos literarios, salvando las distancias. Las razones para escribir son varias. Una de ellas es esa de la que habló Pessoa, la literatura es la demostración de que la vida no es suficiente. Nuestro día a día y la vida en general a veces no es lo suficientemente satisfactoria y plena. Un escritor es un ser insatisfecho que busca algo más. También es alguien crítico que cuestiona la existencia y lo que pasa a su alrededor. Todo eso que nos perturba de alguna manera son los demonios, que vienen a ser el material que se usa para escribir. En el proceso creativo, de dar vida a una ficción con base en esos fantasmas personales, sensaciones y experiencias, es que se canaliza todo el caos interno. Escribir es un intento por darle sentido a la vida rehaciendo la realidad. Es como calcar en un papel todo eso que a uno lo inquieta. Las sensaciones se apoyan en una estructura que permite construir una historia.

Pienso que todo esfuerzo es poco para proteger a la mujer tan expuesta, y muchas veces poco valorada, pero no creo que la literatura tenga que ver con el género.

—¿Puedes hablarnos de Otra vida para Doris Kaplan?

—Es una suerte de crónica personal sobre los años del terror, los ochenta en el Perú. En boca de una adolescente burguesa la historia se desarrolla en una Lima fantasmal en la que todos experimentan la pérdida y el deterioro causados por la violencia.

—¿Crees que la aún escasa presencia de escritoras en el medio y en el mundo y la historia en general es un problema que se va a superar en el futuro próximo dado el boom de la tecnología y la insurgencia de movimientos feministas y en pro de la libertad?

—Pienso que las cosas suelen ser más complicadas para la mujer, más en países como el nuestro. La realidad lo ha demostrado. Sin embargo eso me parece un acicate también para que sigamos luchando. En el campo de la literatura en particular, la mujer tiene para aportar la sensibilidad propia de su esencia. Respeto y admiro el movimiento feminista, y las reivindicaciones logradas para los derechos de las mujeres. Pienso que todo esfuerzo es poco para proteger a la mujer tan expuesta, y muchas veces poco valorada, pero no creo que la literatura tenga que ver con el género. Jamás se ha conocido algo tal como música femenina o pintura femenina. El arte no depende del género sino del compromiso que se tiene con él. En cuanto a la tecnología, es un hecho que es una gran herramienta, que debe ser usada en el caso preciso de la literatura, para divulgar las publicaciones de textos y facilitar y promover la lectura en masa y no que quede para una elite.

—¿Qué autores te han influenciado más o cuáles son tus preferencias literarias?

—El autor que más me impresiona es William Faulkner. Tanto por su técnica narrativa como por su lenguaje y por los temas universales y eternos que toca. Admiro mucho también al escritor chileno José Donoso por sus atmósferas decadentes, tan verosímiles, su introspección y total libertad de expresar lo inconfesable. En cuanto a la construcción psicológica de personajes está Milan Kundera. Y en general la literatura japonesa me atrae mucho por su limpieza, vitalidad y contraste entre los extremos de lo lírico y lo visceral.

—¿Cuál es tu visión de la sociedad peruana en tiempos tan complejos como este? ¿Ves al Perú como Basadre, aún como problema y posibilidad, como Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, o crees que ahora son necesarios nuevos paradigmas para refundar la nación?

—La sociedad peruana es y ha sido siempre muy compleja histórica y socialmente. Arrastramos taras coloniales muy difíciles de superar y a la vez una riqueza cultural difícil de encontrar en otras partes del mundo. Pero creo que en lo que concierne a la literatura, el Perú con sus carencias, conflictos y cultura es un enorme estímulo para la creación de historias. Una buena forma de entender al Perú es a través de la ficción porque muchas veces la ficción explica mejor la realidad. Me refiero a que la literatura nos conecta con nuestras emociones y nos confronta e identifica con nosotros mismos. Por lo tanto un texto literario puede ser más fácil de procesar que un texto técnico, que podría ser más denso y difícil de entender.

No considero requisito para un texto literario el que sea edificante. Muchas veces grandes textos remueven zonas muy oscuras de nosotros mismos.

También creo que no es necesario que un escritor tenga un total compromiso social, basta con el compromiso con la poética propia, pero al mismo tiempo el tema social puede y debe servir como alimento al escritor en mayor o menor medida.

—¿Crees que la literatura cumple aún el rol que se le adjudicaba hasta hace un tiempo? ¿Una literatura formativa, combativa, didáctica, comprometida, o es sólo un simple pasatiempo?

—Pasatiempo nunca. Para eso hay otro tipo de textos, incluso el periodismo para informar. Formativa tampoco; no considero requisito para un texto literario el que sea edificante. Muchas veces grandes textos remueven zonas muy oscuras de nosotros mismos. Y eso es válido porque el arte no tiene por qué ser moralizador. Sí creo que la literatura es una forma de entender mejor la realidad, nuestros procesos como seres humanos, así como una exploración de nuestra esencia de seres humanos, todo a través del lenguaje.

Obsesión es la trágica historia de un psiquiatra y su paciente. Tiene ecos de la película de Brian de Palma de los años 70, conocida también como Fascinación. ¿Encuentras un vínculo entre una y otra?

—No he visto aún la película, pero sin duda hay conexiones involuntarias cuando se escribe, con historias contadas por otras personas. Esa es la magia de la literatura, pensar y expresar de distintas maneras, historias comunes a la humanidad.

Yo basé la novela Obsesión en un famoso caso que se dio en los años setenta en Lima. Me gustó la historia desde el punto de vista narrativo y la rehíce de acuerdo a mis propios demonios. Pienso que cada personaje es una pequeña porción del escritor, distintos ángulos, una elaboración y reinvención de su propio ser y de otras personas reales e inventadas. Y que las historias que uno crea llegan a tener vida propia. La ficción es una realidad muy sólida en sí.

—Y la novela que estás preparando…

—Puedo decir que trata sobre el tema de la separación de una pareja con hijos y que es una exploración sobre el miedo y la liberación.

Jorge Zavaleta Balarezo
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