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Entrevista a Ricardo Ramírez Requena:
3.000 títulos conforman la oferta de La Poeteca

jueves 3 de mayo de 2018
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Ricardo Ramírez Requena
Ramírez Requena: “Tenemos la idea, si todo va bien y esto sigue avanzando, de instalar un centro de estudios poéticos”.

Dirigida por Marlo Ovalles y Ricardo Ramírez Requena, abrirá sus puertas el lunes 7 de mayo y planea ofrecer un diplomado de estudios poéticos.

Levantarse muy temprano. Armar un pequeño morral con las cosas necesarias: botella de agua y algo para merendar, libreta de apuntes… Salir de casa y trasladarse hasta Las Mercedes, específicamente a la torre Uno, en la calle Orinoco, donde se ubican los Espacios Duales. Allí se resguarda un tesoro que, por primera vez, está disponible para Caracas: la fundación La Poeteca, una estrategia impulsada por los venezolanos Marlo Ovalles (Team Poetero) y Ricardo Ramírez Requena.

Son espacios pequeños —apenas un par de oficinas— ocupados por un grupo de estantes que, aunque modestos, ostentan el peso de 3.000 libros de un género único: la poesía, venezolana, latinoamericana y también de otros continentes, expresada principalmente en idioma español y al alcance de todos quienes, sin costo alguno, puedan y quieran navegar entre sus páginas.

Son libros con pasado. En su mayoría son donaciones de poetas venezolanos quienes han cedido una parte de sus extensas bibliotecas para alimentar, a través de La Poeteca, la formación de jóvenes cuyos nombres tal vez ocupen en el futuro un lugar importante en los poemarios aún por concebir, en los diarios y sitios web que todavía guardan lugar a la cultura.

Ricardo Ramírez Requena, un librero de larga trayectoria, está a cargo de este proyecto por el que siente una emoción similar a la que experimentó en el pasado, cuando estuvo frente a la librería del antiguo Ateneo de Caracas, también como librero. Es él quien revela más detalles de La Poeteca, antes de su inauguración, que tendrá lugar el lunes 7 de mayo a las 9 de la mañana.

 

La PoetecaLa Poeteca abre sus puertas

La inauguración del espacio será el lunes 7 de mayo a las 9 de la mañana. La Poeteca es en Venezuela la primera sala de lectura dedicada exclusivamente a la poesía, incluyendo ensayos, crítica, filosofía de la poesía, biografías y entrevistas a los poetas, entre otros temas y géneros. La Fundación la preside Marlo Ovalles; su director es Ricardo Ramírez Requena, y los escritores Yolanda Pantin, Alfredo Chacón, Santos López, Rafael Castillo Zapata, Gabriela Kizer e Igor Barreto integran su Junta Directiva. Jacqueline Goldberg preside el comité editorial. La Poeteca estará abierta al público de lunes a viernes de 9 de la mañana a 5 de la tarde, y los sábados de 10 de la mañana a 5 de la tarde.

 

Lo que buscamos es poner en las manos de la gente una enorme cantidad de libros de poesía que no vas a conseguir en el mercado bien sea porque están agotados o porque son ediciones extranjeras que no llegan al país.

¿Es la primera biblioteca dedicada exclusivamente al género poesía?

Hasta donde sabemos nosotros sí. No nos atrevemos a aseverarlo porque quizá brinca alguien en Carora y nos dice: “¡Ey! Aquí hay una biblioteca de poesía y desde hace casi veinte años”. Por lo menos en Caracas sí lo es. Está dedicada exclusivamente a la poesía como tema y como centro. Poesía en general, universal, escrita en español pero también abierta a todas las tradiciones poéticas.

¿Cuál es el objetivo de este proyecto?

El espacio, lo que buscamos, es poner en las manos de la gente una enorme cantidad de libros de poesía que no vas a conseguir en el mercado bien sea porque están agotados o porque son ediciones extranjeras que no llegan al país. Conseguirán aquí desde libros clásicos de la poesía hasta (y este es nuestro énfasis) poesía contemporánea. ¿Por qué poesía contemporánea? Porque yo puedo buscar la poesía de Gottfried Benn por Internet y puedo leer una enorme cantidad de poemas, descargar libros, toda su poesía. Pero poesía contemporánea de esta década, por ejemplo el último libro de Antonio Gamoneda, eso no llega a Venezuela. Una de nuestras preocupaciones es que no estamos leyendo a nuestros contemporáneos, lo que es una forma velada de analfabetismo con respecto a lo que está ocurriendo en el mundo editorial de la poesía, en todo el ámbito de la lengua hispana. Nos preocupa esto pensando particularmente en el poeta, en el joven poeta que en este momento se encuentra en un desierto.

Cuando me planteaba empezar a escribir, cuando estudiaba letras, yo todavía conseguía una gran cantidad de libros en las librerías de Caracas. Hoy en día ya es bastante difícil encontrar ejemplares que, en la mayoría de los casos, superan el millón de bolívares. Es algo impagable. En la formación de todo poeta no es un solo libro el que hay que leer. Aquí en La Poeteca ofrecemos una gran cantidad de libros. Lo único que se debe tener es tiempo.

¿Cómo será la rutina diaria en este lugar?

Estamos pensando que quienes vengan aquí pueden desayunar en sus casas, traer un almuerzo que puedan calentar en microondas —tenemos uno a la orden de los visitantes—, pueden usar el baño… Queremos que se sienten en una butaca, cómodamente, con las obras completas de Miguel Hernández, y que lean todo lo que quieran sin que nadie los interrumpa. Pueden usar su computadora o una libreta, escribir lo que quieran. Todavía no daremos salida a los libros, al menos no por este primer año. Sin embargo, sí podrán ser fotografiados.

¿De dónde provienen estos libros?

La mayoría son donativos que personas han hecho a la fundación. Justo ahora estamos negociando un fondo que nos presentó Alfredo Chacón, estamos haciendo una selección de lo que él tiene disponible. Me reuní con Serenella Rosas, la hija de Jesús Rosas Marcano, quien hará una donación grande de libros a la Escuela de Comunicación de la Universidad Central de Venezuela, pero también tiene unos cuatrocientos o quinientos libros de poesía. Ella hará un trabajo de selección y limpieza para poder entregarnos esos ejemplares. Violeta Rojo también nos ofreció libros.

¿Cómo y cuándo nació la alianza entre Marlo Ovalles y tú?

Nosotros hablamos en 2017 sobre la posibilidad de montar una librería, y quedamos en buscar un local. Pero después le dije que no era el momento para hacer ese proyecto: no hay libros en el mercado, y habría que hacer afuera una inversión muy grande en dólares o en euros para traer nuevos libros y al menos diez ejemplares por cada título.

Estamos trabajando en la renovación del diseño para que con los diferentes nombres y particularidades haya un diseño unificado. Nos interesa consolidar en el futuro un diplomado de estudios poéticos.

Sin embargo, después seguimos hablando sobre proyectos que se podían gestar y en una reunión tomando café, él me comentó que estaba buscando un espacio donde tener sus libros porque en su casa y en su oficina ya no tenía espacio. Me comentó que constantemente le prestaba sus libros a sus amigos, a poetas. Me confesó sentir que él mismo ya estaba funcionando como una biblioteca y que ya era momento de que alguien le ayudara a llevar esa tarea.. Ahí fue cuando le dije que podíamos crear una fundación que no simplemente sirviera como biblioteca sino que también tuviera un espacio físico donde brindar talleres a los finalistas del concurso Rafael Cadenas, por ejemplo, y que atendiera a las personas que sentían la misma inquietud que él. Tenemos un personal que puede atender desde a las personas que vienen a explorar qué es esto, hasta aquellas que quieran buscar algo más específico.

A partir de ahí fuimos conversando, escribiéndonos, y a finales del año pasado todo se concretó. El 15 de enero llegamos aquí: no había computadoras, no había nada, y fuimos trayendo cosas poco a poco.

Es una iniciativa hermana de Team Poetero.

De Team Poetero y del Concurso Rafael Cadenas. La idea es que en algún momento La Poeteca pueda formar parte del mismo paraguas. Estamos trabajando en la renovación del diseño para que con los diferentes nombres y particularidades haya un diseño unificado. Nos interesa consolidar en el futuro un diplomado de estudios poéticos.

¿Es hacia allá donde está pensada, entonces, la proyección de La Poeteca?

Nos interesa, luego de una primera etapa después de abrir y brindar los talleres, desarrollar un diplomado en estudios poéticos, que no sea un diplomado de escritura y lectura de poesía sino que se impartan materias como teoría de la poesía, historia de la poesía, filosofía de la poesía. No está pensando para el lector sino para el poeta y el crítico de poesía. Tenemos la idea, si todo va bien y esto sigue avanzando, de instalar un centro de estudios poéticos, con lo que estaríamos hablando de un crecimiento de La Poeteca. Para entonces, el proyecto tendría que haber pasado de 3.000 a 10.000 ejemplares, como mínimo, debería tener espacios mejor habilitados para el estudio, donde ya entraríamos en algo que en esta primera etapa de 2018 no vamos a desarrollar: el trabajo de archivo. Hablo del trabajo de levantamiento bibliográfico, hemerográfico de una cantidad de textos disponibles. Ya pensando no solamente en el investigador sino en responder diferentes preguntas: ¿cuál es el mundo de la edición de la poesía?, ¿qué es ser un editor de poesía?, ¿cómo se maneja eso? Se trata de entrar un poco en correspondencia en dinámicas en lo que es el estudio de la poesía en el resto de Latinoamérica y de España, poder hacer alianzas con otras iniciativas similares. Estamos tocando algunas puertas en España para ver qué tipo de alianzas podemos concretar en un tiempo determinado.

Sabemos que no podemos competir ni con la Biblioteca Nacional de Venezuela ni con las bibliotecas de las universidades, pero aquí estaremos, eso es lo que queremos y eso es lo que importa.

¿Han considerado establecer contactos con el interior del país?

Sí. Algo que nosotros quisiéramos hacer es crear bibliotecas itinerantes. Ya tenemos algo conversado con la Universidad Católica Andrés Bello y en el interior con la Universidad de Carabobo, para crear pequeños espacios en los que nosotros colocaremos los libros, con una persona que se hará cargo allá y será enlace extensivo de la fundación para brindar talleres, acompañamientos, todo lo que tenga que ver con el ámbito de la poesía. A nosotros nos interesa, en cada taller, curso o conferencia que se logre gestar, incluso el diplomado, poder becar a un grupo de muchachos que se interesen en este género.

 

Iniciativa editorial

Con la formación surgen las ganas de crear y mostrarse a otros. Es una conexión inevitable y afortunada para un país cuya juventud tiene tantas nuevas historias que contar, todos los días. Sujeta a esta idea, La Poeteca no descarta apostar en el futuro en el terreno editorial.

¿Planean adentrarse en el sector editorial?

Tenemos una iniciativa editorial comandada por Jacqueline Goldberg que abrirá las puertas a libros de poetas venezolanos, menores de treinta años de edad, que no han publicado nunca nada. La idea es sacar unos cuatro cuadernillos para el segundo trimestre de este año y que esto, según vayamos avanzando, se pueda repetir todos los años. Nos interesa concentrarnos en los más jóvenes porque son los que menos oportunidades tienen. La poesía es un arte tradicional y en muchísimas cosas conservadora: representa la tradición, la memoria de los hombres en un mundo que busca dejarla atrás de manera acelerada. En ese sentido el poeta joven, el poeta que se está iniciando, en todas las épocas, generalmente, arranca creando su primera revista, donde publica sus poemas, los poemas de los amigos, organizan recitales en las universidades, participa en ferias, pero hoy en día, en este país, sacar un hatajo de poemas es realmente difícil. En la década pasada si tú conseguías los recursos o hablabas con alguien para que te ayudara, podías sacar tus doscientos, trescientos ejemplares. Ahora es muy difícil. Además, los concursos se han ido palo abajo. El Estado hizo lo que todo gobierno en crisis siempre hace: le quitó el presupuesto al área de cultura, empezando siempre por aquella parte que está menos cercana al espectáculo: la literatura. El Concurso de Autores Inéditos de MonteÁvila, el Paz Castillo, el Rómulo Gallegos, son concursos que ya uno no escucha mencionar o que están en esa zona gris en la que uno no sabe si continúan o no, o sí se dan pero tardan dos tres años en sacar tu libro o pagarte el premio. Esas son las realidades en las que nos encontramos.

¿Qué le queda a un muchacho de veinte o veinticinco años que está escribiendo y quiere publicar? Crear un blog, compartir en Facebook lo que escribe, pero puede ser un autor inédito durante mucho tiempo.

Editoriales como El Estilete no publican a los jóvenes, publican a la línea de los consagrados, algo que se ve de principios de la década para acá. El caso se repite con fondos editoriales como Planeta y su serie de Seix Barrial. ¿Qué sale allí? Eduardo Liendo, Ednodio Quintero, Victoria De Stefano, José Balza, y eso está bien, porque todos ellos merecen reconocimientos grandes como una reimpresión de sus obras más notables, y esas iniciativas se agradecen. Pero ¿qué pasa con los más jóvenes? No solamente el joven de Caracas, sino el que está en Boconó, en Puerto Ordaz, en Carúpano, y que no sabe qué hacer. Estoy hablando en términos editoriales. Sacar un libro, publicarlo, es muy difícil para ellos y a nosotros nos interesa dar ese apoyo, ese soporte.

Hay algo que a mí me interesa cada vez más y es desligarnos un poco del policamburismo intelectual.

Con muchísima justicia son los poetas y narradores consagrados los que tienen más espacios, pero qué sucede, pensemos, con los narradores que publicaron su primer libro de cuentos en la década pasada. ¿Dónde están? Se quedaron con esa novela o con ese libro de cuentos publicados y ya, porque son esos narradores o poetas intermedios de 35 o cuarenta años que no son ni consagrados ni noveles, y que está en una zona gris. ¿Qué sucede con ese narrador que está en la zona gris? Yo pienso en Mario Morenza, en Miguel Hidalgo Prince, que está en México, porque, además, muchos de estos narradores se fueron y pierden el contacto con lo poquito que se está haciendo aquí. Están desconectados de su público natural. ¿Qué podría funcionar como una forma de contacto? Un concurso. Esto para nosotros ahora es lo central.

Entusiasma mucho ver cómo mantienen buenas expectativas y ven a La Poeteca como un proyecto de largo aliento en medio de un país con tantas dificultades.

Hay algo que a mí me interesa cada vez más y es el desligarnos un poco del policamburismo intelectual. Es evitar esa actitud que tienen algunos al decir que leen de todo, que les interesan todos los temas, que todo lo tocan. Hay algo que se llama especialización y creo que vivimos en un mundo en el que, si más nos especializamos en algo, más amplitud y desarrollo tendremos en ese algo que queremos abordar. Es una línea que yo traigo desde la universidad, como profesor universitario… En los momentos de crisis, y donde hay mayores necesidades vinculadas con el campo del conocimiento, uno debe especializarse más.

Nosotros consideramos que el poeta joven tiene que leer. Cuando uno ve lo que un poeta joven venezolano está leyendo, pues se encuentra con autores como Quevedo y una enorme cantidad de poetas del pasado, pero no tienen idea de qué están leyendo sus contemporáneos en Chile, en Argentina, en España, en Perú. Curiosamente, cuando aquí en Latinoamérica no había Internet, los poetas sabían lo que estaban escribiendo sus contemporáneos. Había intercambios, visitas, interacción, la gente se escribía, se enviaban los libros por correo.

¿De dónde provienen los recursos para este proyecto?

Nosotros tenemos un presupuesto anual. Es un proyecto pequeño que tiene una inversión en inmuebles, una inversión permanente. En un momento determinado nos interesará hacer alianzas con las embajadas, por ejemplo. Invitaremos a las instituciones a que den talleres y actividades aquí y que consulten nuestros libros. Ese tipo de elementos y de alianzas son las que uno debe gestar. Pero si me preguntan cómo se sostiene esto, la respuesta es: con libros, ¿y qué queremos que haga la gente?, que nos donen libros; ¿de qué?, de poesía.

 

No es hablar desde el yo sino desde un nosotros. Una de las grandes lecciones de estos años debería ser esa. Aprender de la cultura de servicio.

La Caracas cultural del siglo XXI

Viviste a plenitud la Caracas cultural de los 80 y 90. ¿Cómo es la Caracas cultural que ves ahora? ¿Cómo te mueves por ella y qué consideras necesario hacer para motivarla?

Yo diría como Albert Camus, una frase que Cadenas cita en uno de sus libros: hay que tratar de no empeorarla. Uno debe trabajar con límites, con sentido de los límites. Hay que pensar en qué está en las manos de uno hacer. Yo sigo dando clases en la Universidad Central de Venezuela. Estoy allí porque allí me gradué y quiero dar todo mi apoyo para que la escuela se mantenga y pueda durar todo el tiempo que pueda durar. Trato de acompañar este tipo de iniciativas. Hay que entender también que la cantidad de instituciones culturales que hay en Venezuela, especialmente en la esfera de lo privado, vinculadas con empresas, con los bancos, es muy pobre. A diferencia de iniciativas que uno puede ver en países como Brasil o México. Las pocas que hay es preciso tratar de salvaguardarlas tanto como se pueda. Que estas alternativas crezcan y se vuelvan pujantes no sé si sea posible con una economía de hiperinflación, quizá si o quizás no. Eso es lo que yo creo que uno debe tratar de hacer. Al final, Caracas es también un pueblo muy pequeño, donde mucha gente se conoce: pienso en los libreros, uno está pendiente, corre la voz y trata de brindar la ayuda y el apoyo que pueda brindar y requerir. También creo que este no es el momento de los grandes protagonismos. Este no es el momento de sentarse a pensar yo, yo, yo, esta es mi obra, mis libros, mis cosas, no. Si tienes la oportunidad de mover tu obra, de darla a conocer y de que te publiquen en otra parte, adelante, pero hay ciertas dinámicas dentro de la cultura venezolana que yo creo que este tipo de crisis debería invitarnos a abandonarlas, el personalismo por ejemplo, el yo soy la institución.

Otra cosa que aprendí a lo largo de tantos años trabajando como librero es entender que el otro tiene un lugar y un protagonismo, muchos momentos determinados, y ese protagonista no eres tú, es el otro. Cuando uno está frente a una institución como esta los protagonistas son los otros: los muchachos que vengan, el que quiera brindar conocimientos. No es hablar desde el yo sino desde un nosotros. Una de las grandes lecciones de estos años debería ser esa. Aprender de la cultura de servicio.

Arianne Cuárez

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