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Daniel Nina
“La literatura me permite tomar el dato, el hecho, y distorsionarlo”

domingo 7 de abril de 2019
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Daniel Nina
Daniel Nina: “Algún día llegaré a ser poeta”.

Daniel Nina (Puerto Rico, 1962) se ha puesto a novelar. Y lo ha hecho, por segunda ocasión a manera de novela biográfica e histórica con El Nazareno (2017). Daniel es un escritor, periodista, politólogo, sociólogo, criminólogo, historiador, jurista (que no abogado), profesor de administración de empresas, empresario y, también, uno de los deportistas menos reconocidos del Caribe.

Nina es sin duda uno de los intelectuales mejor formados en el Puerto Rico de hoy, por no decir en las Antillas hispánicas, de las que son oriundos él (Puerto Rico) y sus padres, cubanos (padre) y dominicanos (madre). Él ha aceptado el reto de responder a mis preguntas, cuyas respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

Es más fácil hacer una novela de los muertos; de los vivos me voy enteramente por la ficción.

—Primero, una novela o una biografía novelada de Héctor Lavoe Pérez en 2016, intitulada Rompe Saragüey. Luego, en 2017, una segunda novela biográfica de Ismael Rivera, El Nazareno. ¿De qué tratas en estas dos novelas de dos vidas de gran impacto y contraste social y cultural, y cómo recorres entre la literatura y la realidad (o no ficción)? ¿Cómo surgió la oportunidad de reconstruir ficcionalmente la vida de Lavoe, El Cantante, y la de Ismael, El Sonero Mayor?

—Antes que nada, la vida pone en el camino oportunidades. Es el deber de uno tomar las mismas. Hace poco más de diez años (2005-06) me interesé por la vida de Héctor Lavoe a ritmo de novela. Lo hice, pues siempre me impresionó que alguien se lanzara del décimo piso de un edificio y no se muriera. Más aún, que dos meses después continuó cantando. Eso es para mí muy fuerte. A partir de ahí, pensé que valía la pena contar su historia.

Pero pasaron diez años y no hice más que escribir las primeras veinte páginas y un bosquejo. Sin embargo, en 2016 retomé el proyecto y me puse a investigar. Entonces, por razones personales, fui a Panamá en agosto de ese año, y le pedí a un amigo que me llevara a ver el Cristo Negro de Portobelo. Ese dato cambia toda la historia. El que ha visto la figura del Cristo Negro, y está dispuesto a creer, puede entender mi respuesta: hice un compromiso allí en Portobelo de escribir la historia de Puerto Rico contada a través de novelas sobre el género de la salsa y personas que cambiaron el paradigma.

“El Nazareno”, de Daniel NinaEntonces terminé la novela de Lavoe, la presenté y, como parte de la promesa, me comprometí, con todos los creadores y sus asociados, a escribir cuatro novelas (no obstante son cinco las que voy a escribir). En 2017 terminé y presenté El Nazareno, sobre la vida de Ismael Rivera, y que recibió mención de honor en el Certamen de Literatura del PEN de Puerto Rico 2018. Próximamente estaré presentando la tercera novela, Hojas blancas, sobre la vida de Andy Montañez.

Mi problema es que, de las cuatro novelas más una, tres de los intérpretes están muertos y dos están vivos. Es más fácil hacer una novela de los muertos; de los vivos me voy enteramente por la ficción.

—De 2016 también es El club Tanamá. Tiene un subtítulo: “La invisibilización del hombre y la mujer negros por el independentismo puertorriqueño”. ¿Qué relación tiene este libro hecho para hacer visible la contribución del “hombre y la mujer negros por el independentismo puertorriqueño” con tu trabajo creativo-novelístico anterior y hoy?

—Mi entrenamiento natural es la investigación. Formado en las Ciencias Sociales y el Derecho, inicialmente, mi vida se influencia a través de la metodología de investigación y la escritura. Por lo tanto, intento investigar de todo lo que escribo, pues para mí no es imaginación sino hechos, algunos de valor histórico, y contarlos o interpretarlos.

La literatura me permite tomar el dato, el hecho, y distorsionarlo. En 2013 publiqué Seis cuentos de amor (breves) y uno del recuerdo, Premio Nacional de Cuento, Pen de Puerto Rico 2014) donde los cuentos evaluados todos, son hechos históricos, reales todos pero ficcionalizados. Esta es la virtud de escribir literatura.

Ahora bien, El club Tanamá es una experiencia distinta. Como sabes, mi compromiso con la práctica desracialista es plena. Más aún, con erigir toda lucha antirracista, mi compromiso es total. Creo que el cine de los Estados Unidos, dirigido hoy por afroamericanos, entiende de lo que se trata mi postura. Dos películas, Get Out, de Jordan Peele (2015), y Widows, de Steve McQueen (2018), explican cómo yo me aproximo al mundo de las relaciones raciales hoy.

Ahora bien, en 2015 mi amigo Osvaldo Romero publicó una foto singular en Facebook: un grupo de negros, todos engabanados y las mujeres bien vestidas en un balcón, y en la pared había un letrero que decía “Club Tanamá”. Esto para mí cambió la historia que se ve ahora reflejada en mi interpretación de los hechos y relaciones raciales en Puerto Rico.

La experiencia que se documenta en El club Tanamá debe ser asumida por ese viejo y nuevo independentismo que alega que los negros son por naturaleza republicanos, es decir pro estadistas. Nada que ver. Los negros de Canóvanas participaron y sufrieron duramente en la revuelta nacionalista de 1950. Ahí está el dato hasta la década de 1960. Luego, habrá que investigar qué pasó a partir de 1970 cuando la gente empieza a hacer ese comentario de que los negros son estadistas. Se trata de dos momentos de país distintos.

Llevo varios años donde publicar continuamente y de forma anual es mi norte. Creo que es un diálogo.

En la novela El Nazareno relaciono muchos elementos de este proceso con la figura de Ismael Rivera y la experiencia por ellos vivida entre 1954 y 1962. Ismael, hasta el final de su vida, en una de las entrevistas que concedió siempre decía que él era un hombre negro de la costa. Eso para mí es uno de los aprendizajes de El club Tanamá. El hombre y la mujer negros de la costa se comportan de forma diferenciada al hombre y la mujer negros de la montaña. Ese detalle debe ser explorado aún más por otros investigadores. Yo simplemente lo relacioné y lo plasmé en una novela.

—Si comparas tu crecimiento y madurez como persona, narrador, creativo, periodista y, en fin, escritor, entre ahora con tu época creativa anterior en Puerto Rico y fuera de Puerto Rico, ¿qué diferencias observas en tu trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado tu obra? ¿Cómo has madurado como narrador y escritor?

—Como diría Andy Montañez en la canción “Hojas blancas”, “por los errores cometidos”. Nada, me siento que este momento coincide con un momento de mucha madurez emocional y de vida. Los golpes que da la vida no pasan en vano. En ese sentido, me acuerdo del querido profesor de Ciencia Política, don Pablo García Rodríguez, cuando decía que “la dialéctica es un llamado a la humildad”. Así lo veo. La dialéctica, y bajo el materialismo histórico de Carlos Marx, los cambios son necesarios y continuos, pero no para convertirse uno en una persona más soberbia, sino en una más humilde.

Ahí se refleja mi trabajo en la creación literaria. Llevo varios años donde publicar continuamente y de forma anual es mi norte. Creo que es un diálogo. Luego resolvemos otros asuntos del canon literario o de las normas de la escritura. Pero pensar, escribir y publicar, son una senda que intento proseguir.

“El club Tanamá”, de Daniel NinaLuego me siento que con el pasar del tiempo ya hay unos asuntos que no hacen sentido, y es en los que sí hacen sentido donde me deseo concentrar. Ahí entran la creatividad y la diversidad de ideas y procesos. Pero siento que 2019 viene con otra urgencia, y con otros intereses, y eso me hace sentir un gran interés para combinar sabiduría con creatividad y forma de expresión.

—Has tenido la oportunidad de publicar varios libros literarios y no literarios dentro de los pasados años, ¿cómo visualizas tu trabajo creativo con el de tu núcleo generacional de escritores o creativo-investigadores y narradores con los que compartes o has compartido en Puerto Rico y fuera de Puerto Rico? ¿Cómo has integrado tu experiencia creativa-literaria a tu diario quehacer (su vida) y a tu interés por un periodismo alterno disciplinado?

—Publico lo que me interesa y me provoca. He jugado, es decir, interaccionado, con todos los formatos y maneras de escritura, salvo la poesía. Pienso que aún estoy muy joven para desarrollarme en la poesía (ah, qué dirán Mairym Cruz Bernal, Carlos Roberto Gómez, Iris Miranda y Alberto Martínez Márquez, todos queridísimos amigos y de mi generación, todos consagrados poetas). Pero pienso que algún día llegaré a ser poeta.

Mientras eso pasa, sigo combinando, junto a la madurez alcanzada en la disciplina, la creatividad y la productividad, nuevas formas de comunicación o expresión artística. En este sentido, “jangueo” con todos y todas, escritores literatos como académicos, y con gente similar a mí que “inventan” cosas. No importa su edad o generación, exploro la diversidad de personas.

En estos días reconozco a un joven talento, Jomar Alméstica de León, cantante de ópera y de salsa, egresado del Conservatorio de Música de Puerto Rico, intérprete a los veintidós años de Ismael Rivera. Hay que prestarle atención. Pero de igual forma continúo venerando, en buena onda, al maestro de las artes plásticas Dennis Mario Rivera. No sólo le hice un libro (Dennis Mario de seis a seis, entrevistas; Isla Negra, 2013), sino que también lo sigo pues es de esos talentos consagrados que el país no entiende (de paso, cuando el país no entiende a uno lo excluyen y lo marginan, y de eso podríamos hacer otra entrevista, Wilkins, si te parece).

En mis proyectos de 2019 hay varias cosas en la licuadora. Por un lado producir y dirigir mi primer largometraje, Loíza 2050. Es sobre el país que nos quedó luego de la Junta de Supervisión Fiscal y la pérdida poblacional. De otro lado, trabajo en un proyecto extraordinario con dos colegas encantadoras, por un lado Ruth Nina, mi hermana, y la otra una joven talento, Alejandra Ortiz Arraiza. Ambas de la Universidad de Puerto Rico, trabajamos el tema de la resiliencia empresarial. Esto a partir de la experiencia del huracán María. Este proyecto produce conferencias y también varios artículos y posiblemente un libro en 2019.

Reconozco a mis pares en la comunidad de escritores creativos, investigadores, académicos y jurídicos.

De otro lado, trabajo en una biografía del escritor más condecorado de nuestra generación y el menos reconocido, Hiram Lozada Pérez. Este proyecto lo había iniciado en 2016, con un primer acercamiento publicado en la Revista del Instituto de Cultura, pero estamos en proceso de hacer un proyecto más extenso sobre su vida y obra literaria. Para mí, lo reconozco como el más duro escritor de nuestra generación.

Finalmente, trabajo en la cuarta novela del proyecto de la salsa, aún no delato quien es el artista que me inspira, aunque puedo reconocer que este es el otro que está vivo. E intento cerrar un proyecto para ejecutarlo sobre historia. Pero este aún no lo puedo revelar. Mientras no haya huracanes, de mi parte seguimos produciendo y cosechando.

—¿Cómo concibes la recepción a tu trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de tus pares?

—En Puerto Rico hoy total satisfacción. Hubo un cambio de dirección en mi trabajo en 2013, lo cual en ese momento conversé con mi editor histórico, Carlos Roberto Gómez Beras, editor en jefe de Isla Negra Editores. Ahí fue que se publicó el libro Seis cuentos de amor. Luego de ahí, creo que me lo he tomado más en serio, e intento trabajar con más esmero los cuidados necesarios de los libros. Aun así cometo errores y otros horrores, pero trabajo de forma más detallada.

Ahora bien, reconozco a mis pares en la comunidad de escritores creativos, investigadores, académicos y jurídicos. Llevo varios años presidiendo la Comisión de Obra Jurídica del Colegio de Abogadas y Abogados, y ahí, junto a mis comisionados hermanos Hiram Lozada, Eduardo Villanueva y Carol Sosa, creo que hemos hecho un trabajo lindísimo de promover nuevos escritores y escritoras a partir de lo jurídico. Pero esto se extiende a mi trabajo y apoyo al PEN de Puerto Rico Internacional, de cuya junta fui miembro, y como socio me mantengo muy interesado en apoyarle.

Pero si continúo hablando, hasta recientemente presidí la Asociación de Profesionales de la Danza de Puerto Rico, y el trabajo que se hizo ahí, bajo la dirección ejecutiva de la maestra Mayra Collazo Ortiz, creo que es digno de reconocimiento. 2018 en dicha organización fue un año profundo y pesado, con sobre seis rubros de actividades continuas en el quehacer de la danza que lo hacen a uno sentir bien.

Y fuera del país, qué decirte, que aún viajo y me invitan y muchas veces me lo costean todo. Este año hice la FIL Dominicana y el Encuentro de Escritores del Sur de República Dominicana (mayo y octubre de 2018). También fui invitado a la Universidad de Bowling Green, en Ohio, para hablar de Ismael Rivera y El Nazareno. Y más recientemente estuve en Caracas, Venezuela, en la 31ª Conferencia Anual de Ismael Rivera que organiza la Asociación Fundación de Macropanas, Inc.

Entonces me siento que, y reconociendo los problemas, contradicciones, quejas y alegrías, ha sido un soberano buen año. Termino en paz 2018. Agradezco siempre a los que me reconocen y me dan la mano. En mi generación, a Carlos Severino, Mariangie Tirado, Ebenecer López Ruyol, José Raúl Cepeda, Carlos Cao Delgado Lasalle, Carlos del Valle Cruz y Félix Cruz. Estos son los camaradas que hacen que la vida en esta etapa sea más fácil. Pero también a las generaciones emergentes de los milenios con los cuales colaboro, como Yiomaris Meléndez Vázquez, Adrián Siaca Pérez, Valeria Fuentes y Alexandra Cabrera.

—Sé que eres del Caribe y de Puerto Rico. ¿Te consideras un escritor puertorriqueño o no? O, más bien, un escritor, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué? ¿Cómo te sientes? ¿Caribeño?

—Soy y seré un escritor de la nación del Caribe, oriundo de Puerto Rico. Ambos estamentos me los gané. Ambas narrativas de la nación me definen.

Soy hijo de quienes son mis padres, y éstos a su vez fueron hijos de sus ancestros, que en mi caso se insertan profundamente en el Caribe. Ahora bien, yo me comienzo a narrar a partir de Puerto Rico. A manera de ejemplo, de mi experiencia en Bayamón y Guaynabo.

Decía hace un tiempo el teórico Homi Bhabha que la nación es una narración. Mi vida es un acto narrado que se influencia por diversas corrientes, pero que me permite ser. Y el ser, más allá de lo que dijeron algunos filósofos, desde Sócrates hasta Heidegger, me define. Soy, simplemente, soy. Luego le ponemos de la isla de Puerto Rico en el Caribe.

—¿Cómo integras tu identidad étnica y tu ideología política con o en tu trabajo creativo y tu experiencia creativa?

Todos los días me levanto creativo. Todos los días escribo. Todos los días pienso y me invento una idea o un proyecto.

—Desde que nací me he visto como un hombre negro. En esa no he tenido duda. No sólo por mí sino por lo que de mí decía el otro o la otra. Así que el concepto de la raza y la identidad es una dualidad entre lo que uno piensa de sí mismo y lo que de uno piensa el otro o la otra. Así que está todo dicho, pues mis trabajos combinan todos estos relatos desde hace más de treinta años.

Ahora bien, si me preguntas hoy, sigo a los cineastas y artistas afroamericanos en Estados Unidos. Éstos están diciendo las cosas más creativas que se pueden decir en términos de raza, identidad y cultura nacional. Una película que nadie vio, escuchó o entendió en Puerto Rico es Sorry to Bother You, de Boots Riley (2018). Ese rapero afroamericano de Riley logra decir, a sus 49 años, lo mismo que yo intento decir hoy a mis 56. Por ahí va la cosa. Hay que cambiar la forma y contenido del discurso, pese a que los problemas siguen ahí manifestados de otra forma.

Hay una experiencia que en tiempos recientes me cautivó. Estuve trabajando en la Universidad de Michigan en verano, e ir a Detroit me fascinó. Sobre todo en el “barrio” de los obreros blancos, la cultura popular es la hegemónica, y ésta es negra. Eso me fascinó.

Tal vez esto lo podríamos relacionar con José Luis González y El País de los Cuatro Pisos (Ediciones Huracán, 1979). Hay que reconocer que, aún hoy, nuestra cultura sigue siendo hegemónicamente popular y negra.

—¿Cómo se integra tu trabajo creativo a tu experiencia de vida como escritor, docente-investigador antes, después del inicio de tu obra, y ahora, ya pasado un tiempo vinculada al quehacer literario y periodístico? ¿Cómo integraste esas experiencias de vida a tu propio quehacer de escritor en Puerto Rico?

—Todos los días me levanto creativo. Todos los días escribo. Todos los días pienso y me invento una idea o un proyecto. Todos los días me encuentro con alguien lo suficientemente tolerante para escuchar mi idea.

Ahora bien, el que no le guste mi atolondramiento no me podrá escuchar. Es una energía particular, una vibra, que está ahí siempre.

Mientras tenga estabilidad en mi vida material y emocional, “el micrófono o la bocina” anda encendido.

—¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a tu trabajo creativo y a la temática literaria y sociocultural del mismo? ¿Cómo ha variado?

—Dirijo un periódico cibernético desde 2011. Trabajo con todo tipo de persona en todas las edades. Por otro lado, manejamos mucha tecnología, bien o mal, lo cual me permite vivir entre generaciones y entre mundos. Creo que me defiendo bastante bien.

Lo que me interesa es que el “ryde”, la trillita, como decíamos en el otro Puerto Rico del pasado, no se termine. Yo lo estoy pasando bien. Súper.

—¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?

—Simplemente hoy todo me interesa. Pero el punto de partida es pensar, crear, ejecutar en distintos formatos, y luego ir al cine, a la playa y pasarlo bien. Si logro el balance, soy feliz. De eso se trata vivir, de ser feliz.

Wilkins Román Samot

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