
La venezolana Patricia Schaefer Röder vive desde 2004 en Guaynabo, Puerto Rico, donde lleva adelante no sólo una intensa labor editorial al frente de Ediciones Scriba NYC, sino también un importante trabajo solidario con mujeres sobrevivientes de violencia doméstica a quienes dota de herramientas para sanar a través de la literatura.
Destacada autora, gestora cultural y traductora, Patricia ha cosechado varios de los galardones que otorgan anualmente los International Latino Book Awards, que se convocan en California (Estados Unidos). En 2019 recibieron estos premios su traducción de la novela Mi dulce curiosidad, de la canadiense Amanda Hale, y las antologías editadas por ella Divina: la mujer en veinte voces, con cuentos de autores latinoamericanos sobre la mujer, y Di lo que quieres decir 2017, que recoge los mejores textos de ese año de su certamen de “siglemas 575”, modalidad literaria creada por ella. En la edición de 2020 del premio californiano su libro de relatos A la sombra del mango recibió mención de honor y su traducción de la novela Por la ruta escarlata —también de Hale— obtuvo el segundo premio.
Como escritora, Patricia asume el lenguaje como herramienta y materia prima. No elude la experimentación formal y le gusta tomar riesgos. Esto ha redundado en una obra en la que juegan en el mismo terreno la poesía, el aliento lúdico y la narrativa testimonial. Sabe asimismo que la traducción es otra faceta de la creación literaria y sobre esta base ha trabajado convirtiéndose en la voz en español de autores angloparlantes. Sobre estos y otros temas conversamos hoy con ella.
Mi padre siempre decía que era importante el golpe de efecto, así que me concentro en ese golpe de efecto dentro de la ambientación.
Patricia Schaefer Röder, la autora
—Ha pasado una década desde que publicaste tu primer libro, Yara y otras historias. ¿Qué camino ha recorrido Patricia Schaefer Röder como escritora en todo este tiempo?
—Siento que mi camino profesional ha sido maravilloso. En estos diez años desarrollé diversos proyectos que he disfrutado muchísimo. Claro que no fue fácil, pero tengo bastante paciencia para estas cosas y prefiero enfocarme en lo positivo. Además de seguir escribiendo, entre otras cosas me dediqué a la traducción literaria, concebí el siglema 575 como forma poética minimalista y establecí un certamen internacional anual, estructuré y llevé a cabo talleres de escritura sanadora, escribí relatos en forma de tautogramas y creé los tautosiglamas, participé en antologías poéticas y de narrativa corta, y colaboré con diversas revistas tanto de papel como electrónicas. Tengo la dicha de contar con varios premios y reconocimientos a mi labor como escritora, traductora y editora, como los premios del Internacional Latino Book Awards, en California, y del Instituto de Cultura Peruana, en Florida.
—A la sombra del mango es un libro de relatos breves, algunos incluso muy breves. ¿Qué desafíos te representó como autora la minificción?
—La minificción es un destilado de la narrativa corta. Aquí la narrativa se vuelve minimalista; tan sólo está aquello que consideramos necesario para transmitir la emoción deseada al lector. El minimalismo es una de las tendencias estéticas más importantes en la era actual y se ha hecho presente también en la literatura; el reto está en prescindir de aquello que sobra y enfocarse en la esencia. Mi padre siempre decía que era importante el golpe de efecto, así que me concentro en ese golpe de efecto dentro de la ambientación. A veces el conflicto aparece en el mismo golpe de efecto.
—Este nuevo libro contiene 45 historias en las que se puede apreciar una gran variedad temática. Sin embargo, ¿qué hilo común las atraviesa?
—A la sombra del mango es un libro que aborda las emociones humanas cardinales en general y los temas femeninos en particular, hace hincapié en los sentimientos y las dificultades de la vida en estos tiempos complicados que todos compartimos. En muchas ocasiones, para acercarme a estos temas juego con el lenguaje y las palabras, con los sonidos de las letras y con las ideas que se esconden en las letras de los títulos de las obras.

Maridaje de géneros
—En algunos textos del libro es notoria la presencia de la poesía en el lenguaje. ¿Es esto deliberado o es un efecto natural de tu vasta formación como lectora y autora?
—Creo que es un poco de cada cosa; el tono más o menos lírico depende del relato, del tema y, por supuesto, de mi estado de ánimo. Me gusta mucho imaginar los sonidos de las combinaciones de letras, de las combinaciones de palabras. En mi caso, la poesía y los juegos de palabras se complementan y a veces deciden acompañarse.
—¿Cuáles son tus lecturas? ¿Cuáles son esos autores de los que se ha nutrido tu estilo?
—En cuanto a mis lecturas, pues son muy variadas; dependen de lo que me mueva en un momento determinado. Por ejemplo, durante la pandemia he estado leyendo mucha poesía latinoamericana contemporánea y tradicional, pero también literatura de la India, y mitos y leyendas de todo el mundo. Con respecto a los autores que han querido colarse en mis letras, no puedo negar que mi narrativa tenga elementos comunes a otros textos, aunque en oportunidades las rutas para llegar a los mismos sean independientes. Siempre admiré la lógica de Jorge Luis Borges, la naturaleza de Horacio Quiroga, los personajes de Edgar Allan Poe y los juegos de Julio Cortázar, pero también me dejé abrigar por la belleza y la sencillez de Kahlil Gibran y Rilke.
Lee también en Letralia: Patricia Schaefer Röder conjuga variedad y experimentación en A la sombra del mango.
—Hagamos una parada en el tema de los experimentos formales que incluye A la sombra del mango. Tienes entre tus relatos algunos tautogramas y monovocalismos, otros incluso que responden a una técnica creada por ti, los tautosiglamas. ¿Puedes comentarnos cómo llegas a estos formatos?
—Siempre me ha gustado jugar con el idioma y las palabras. Me atraen los sonidos de las letras; sus combinaciones me cautivan y de pronto me veo haciendo malabarismos con los fonemas. A veces tengo la dicha de estar frente a la computadora y el resultado de esos malabarismos se convierte en un relato con una forma narrativa poco convencional como los tautosiglamas, los tautogramas o los monovocalismos. Lo mismo me pasa con la etimología, los conceptos y las ideas asociadas a las palabras; me gusta pensar en lo que representan, la posibilidad de que tengan diferentes significados y cómo funcionan las distintas construcciones en casos específicos, como los cuentos en que no se conoce el género del protagonista, donde he descubierto que quien los lee tiende a adjudicarle su propio género; por ejemplo, “La máscara”, en Yara y otras historias; o “Anochecer”, “Mientras camino” y “Apóstrofe”, entre otros más de A la sombra del mango; y también en muchos poemas.
—Nos gustaría que nos hablaras un poco sobre las dificultades que representan estas variaciones para construir ficción y, a la vez, mantener la coherencia y el interés de una historia.
—En mi caso, creo que todo depende del momento. Estas historias generalmente las escribo de un tirón, sin levantarme del asiento. A veces siento que se escriben solas, no tengo que editar casi nada. Estas formas narrativas lúdicas como los tautosiglamas, los tautogramas y los monovocalismos suelen manifestarse cuando me siento tranquila y mi mente quiere jugar; como un pasatiempo. Para mí es algo extraño porque no son escritos planeados; la idea y su forma se gestan de manera espontánea en mi mente —con personajes, trama y ambiente— y, como si tuvieran vida propia, salen de ella como un relato completo.
El certamen “Di lo que quieres decir” de siglema 575 es un punto de encuentro entre personas de diferentes culturas, nacionalidades y tradiciones.
De la literatura a las cosas del día
—Los tautosiglamas no son tu único aporte al universo de la experimentación formal en la literatura. Desde 2015 convocas cada año un premio internacional de siglema 575, que es una propuesta tuya en el género de la poesía, y has publicado ya varias antologías con los textos ganadores. ¿Puedes comentarnos más sobre esto?
—Concebí el siglema 575 en 2011 como una forma contemporánea de poesía minimalista que busca descubrir la esencia de aquello que nos inspira. Esta forma poética es muy versátil y se puede trabajar en cualquier idioma. Ante la gran acogida que ha tenido esta propuesta en muchas partes del mundo, en 2015 decidí organizar el certamen literario internacional “Di lo que quieres decir” para animar al público hispanohablante a expresarse de forma lírica sobre las cosas que le son importantes. Este certamen sirve como punto de encuentro entre personas de diferentes culturas, nacionalidades y tradiciones, y propicia el entendimiento y el respeto entre los pueblos, que tanta falta hace en el momento histórico mundial actual. Hasta ahora, en sus seis ediciones, este evento ha reunido cientos de voces de más de veintitrés países de América, Europa y Asia, que han roto así las barreras de las distancias y las culturas. Cada año se seleccionan los mejores siglemas 575 del certamen para aparecer en la antología, distribuida en todo el mundo a través de Amazon. Estos libros constituyen termómetros de la situación mundial en forma de poesía y hemos tenido la dicha de resultar premiados en la categoría de “Mejor poemario por varios autores” en los International Latino Book Awards 2019 de California, Estados Unidos.
—¿En qué género sientes que te mueves mejor? ¿La poesía o la narrativa?
—Me gustan los dos. Ambos representan un deseo, un desafío, un trayecto y una meta. El origen y el camino recorrido son interesantes y apasionantes, y bueno, la sensación que te invade al llegar a la meta es sublime. Como sabes, me gusta jugar con el idioma, las ideas, las palabras y los sonidos, y muchas veces ese juego se convierte en una historia o en un poema que refleja aquello que haya ocupado mi mente en esos días.
Cuando la escritura es más planeada, investigo mucho y en el camino aprendo mucho más, y eso me encanta.
—¿Puedes contarnos cómo es tu rutina al escribir? ¿Dedicas tiempo de forma preestablecida o escribes en el momento en que se te presentan las ideas?
—Para ser sincera, últimamente no tengo una rutina para escribir. Igual que la inmensa mayoría de la gente, se me va el tiempo atendiendo cosas del día a día: la familia, el trabajo… mil diligencias y mucha presión. Por eso, a veces pasan semanas o hasta meses en que no encuentro el tiempo o la paz para sentarme a escribir, pero cuando al fin sucede, siento ese alivio inmenso y ese placer divino de trabajar y dejar salir cualquier cosa que me haya estado estorbando o maravillando. Otras veces lo que me provoca es jugar con las palabras o las letras, o sus sonidos… Soy el vivo ejemplo del poder terapéutico de la escritura. Eso sí, las ideas las voy anotando en listitas en cuanto se me presentan, y si tengo la suerte de atrapar a la musa escurridiza y además logro sentarme a escribir, el texto suele aparecer de manera natural. En otras ocasiones, cuando la escritura es más planeada, investigo mucho y en el camino aprendo mucho más, y eso me encanta.
—Sabemos que entre tus múltiples actividades se encuentran unos talleres de escritura creativa y sanadora para sobrevivientes de violencia doméstica. ¿Nos darías más detalles?
—Desarrollé el Taller de Escritura Sanadora “Letras Vivas” para despertar en los participantes la conciencia del poder que cada quien tiene sobre sus propios sentimientos y recuerdos. Al trabajar esos temas importantes de manera creativa, se aprende de ellos en el camino hacia la sanación. Concebí el taller para personas en proceso de recuperación emocional, ya que la escritura es una excelente actividad terapéutica que permite explorar y liberar los sentimientos. Este taller proporciona las herramientas básicas para ayudar a sanar escribiendo. Debo decir que desde siempre me ha preocupado mucho la situación de las mujeres, así que la inmensa mayoría de mis proyectos giran alrededor de este tema. He impartido el taller a sobrevivientes de violencia doméstica en Puerto Rico desde el año 2012 a más de doscientas mujeres de todas las edades y estoy muy satisfecha por los excelentes resultados que siempre ha tenido.

Patricia Schaefer Röder, la traductora
—Tienes una destacada trayectoria como traductora e incluso ostentas varios premios. Obras de la británica Shamim Sarif y la canadiense Amanda Hale están en tu catálogo de novelas traducidas. ¿Cómo afrontas la tarea de verter al español una obra escrita originalmente en otro idioma?
—Para mí, traducir literatura es un desafío delicioso. Cada lengua trae consigo una cultura que debemos conocer y entender para llevarla a otro público. Cuando traduzco una historia o una novela, me sumerjo en la obra hasta sentirla mía; investigo y aprendo muchísimo. He tenido la fortuna de toparme con excelentes escritores que tienen un estilo narrativo semejante al mío, lo cual es una enorme ventaja al momento de trabajar sus textos. A mi manera de ver, el traductor es coescritor del texto. Quien traduce, escribe una obra de la mano de alguien más, pero las palabras que usa son suyas. En este sentido, tengo el placer de traducir al español, una lengua extremadamente versátil, precisa y bella al mismo tiempo, y en la que se pueden obtener resultados maravillosos.
—En el caso de Por la ruta escarlata, de Hale, la historia tiene todo un pilar argumental en la cultura latina, pues la protagonista es una joven centroamericana adoptada por una pareja de mujeres canadienses. ¿Favoreció ese elemento el trabajo de traducir la novela o por el contrario representó alguna dificultad adicional?
—Por la ruta escarlata es una historia sobre la diáspora latinoamericana que trata además los temas de la supervivencia, la asimilación y la identidad; todo esto que define la historia de América Latina. Como hija de inmigrantes que se fueron de su tierra buscando una vida mejor, como traductora y sobre todo como latinoamericana, me identifiqué con la historia de Pamela, que persigue sus raíces; de la Malinche, que sirvió de puente entre dos culturas; de Hannah y Fern, que trabajan para darle un futuro digno a su hija; de Fabiana, que debe tomar una decisión difícil, y de todos los que por cualquier motivo están en el exilio, haciendo lo que pueden con lo que tienen y con el corazón dividido entre la tierra que los vio nacer y la que les abrió los brazos para permitirles sobrevivir. Definitivamente, mi identidad y mi propia realidad me ayudaron a la hora de trabajar esta novela.
—¿Influye en tu narrativa tu oficio como traductora? ¿O es tu estilo el que termina permeando tus traducciones?
—Generalmente usamos de una u otra manera todo lo que aprendemos. Por otro lado, el estilo es un sello que nos caracteriza. Como te comenté antes, he tenido la suerte de traducir narrativa de autores que tienen estilos un tanto parecidos al mío, así que sus letras se llevaron muy bien con las mías y rindieron buenos resultados, y en algunos casos incluso merecieron premios.
—Después de haber vivido en varios países, desarrollar un trabajo importante como editora, escritora y traductora, ¿cuáles son tus planes para el futuro? ¿Qué proyectos estás desarrollando actualmente?
—Espero seguir trabajando en todos mis proyectos en curso, que tanta satisfacción me han dado: los talleres de siglema 575 y el certamen “Di lo que quieres decir”, los talleres de escritura sanadora, las clases de español como lengua extranjera, la edición y publicación de otros escritores, y la colaboración con revistas y antologías. Además, tengo planeada una serie de libros para niños, alguna narrativa y varias traducciones del alemán, mi otra lengua materna. Veremos qué nos trae 2021.
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