Gladys Ramos es una de las poetas cuyos textos se han estado mostrando con más persistencia en las redes sociales. Las dificultades para editar han hecho que muchos escritores se acojan a esa posibilidad porque en definitiva se obtienen lectores a diario y eso debería ser suficiente. Lo importante, ya se sabe, es escribir cada vez con más arte, con más afinidad entre personas que enfrentan los mismos tiempos.
Gladys podría ser un reflejo fiel de las angustias y los retos que esta temporada lanza encima de los seres humanos y muy especialmente en Venezuela, un país de indiscutibles riquezas naturales que se ha convertido en escenario de miserias y martirios que sólo se comprenden viviendo allá.
En la escritura de Gladys Ramos se pueden encontrar —y comprender— el efecto de grito encerrado que la soledad crea y el dolor escondido, taciturno, alojado en el escritor que manifiesta su amor por la escritura cuando se retira de las otras actividades. Gladys Ramos se yergue al final de sus años como una señora luminosa que desafía cualquier adversidad.
Gladys Ramos vive su existencia con firmeza y con alegría, incluso.
Su poesía muestra las marcas que una época difícil deja sobre la piel de una mujer jubilada y enferma que teje versos hondos sin quejarse. Y de pronto surgen con su nombre poemas que evidentemente forman parte de lo que escribía cuando la pasión juvenil confesaba sus ardores. Ha escrito mucho, entre trabajo y trabajo. Entre júbilos y penas.
Sus poemas consiguen una buena cantidad de seguidores porque ella representa un sentir de mujer que no se deja vencer por ninguna adversidad. Gladys Ramos vive su existencia con firmeza y con alegría, incluso.
Actualmente, son muchos los escritores que muestran sus trabajos a través de Facebook, Instagram, Twitter, en blogs y páginas digitales particulares o de instituciones. Cientos de poemas intentan alcanzar un poco de poesía y entretanto logran establecer puentes que han comenzado a comunicar a autores de varios continentes, a juntarse las voces sin que las distancias sean un impedimento.
Las mujeres están ocupando un espacio que se revela como lleno de ángulos prometedores, de sensaciones y sabores diferentes. Me refiero a las mujeres poetas menos conocidas, a las que han publicado poco, pero han estado buscando lectores, ojos sinceros que examinen al detalle el porqué de sus propuestas. Los temas que escogen son diversos y resultan tratados con una intensidad y una sinceridad que conmueven y logran una mayor atención. Este poema de Gladys puede dar una idea de lo que ella está escribiendo en estos días:
La tristeza
La tristeza inventa
feroces mimetismos
para engañarnosA veces llega
como serpienteSe mueve rápido
nos amarra
con su piel
vieja de estacionesSu lengua viperina
nos inyecta
veneno en el oído
y nutre
los malos pensamientosSe convierte en león
y nos arropa
con su larga melena
de melancolíaRasguña las entrañas
Su uña
no se desgasta nunca
Datos biográficos de Gladys Ramos
Escritora venezolana (Maracay, Aragua, 1950). Estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Tiene un posgrado en Derecho Penal en la Universidad de Carabobo (UC) y un diplomado en Docencia en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel). Trabajó como abogada para diversos entes públicos y privados y fue fiscal del Ministerio Público. Por más de diez años dirigió la sala de exposición de pintura y fotografía del Colegio de Abogados del Estado Aragua. Ganó el primer premio en el Concurso Orígenes del diario El Aragüeño (1980). Publicó el poemario Tiempo de pájaros caídos (Ediciones del Concejo Municipal de Girardot). Figura en el libro digital Pasajeras: antología del cautiverio y en Hacedoras, la compilación realizada por Les Quintero y Graciela Bonnet en la editorial Lector Cómplice. Tiene un poemario inédito: Donde la piel se hizo silencio.
Mi padre autodidacta tenía una maquinita rudimentaria para encuadernar libros. A los diez años de edad leí Don Quijote de la Mancha.
La entrevista
¿Qué determinó en tu infancia el camino que seguirías?
Escribo desde los doce años. Mi padre, oriundo del estado Lara, se hizo sastre aquí en Maracay, donde se casó con mi madre. Mi padre era humilde, de pocas palabras, muy inteligente. Mi madre era una persona muy sencilla, piadosa, dedicada por completo al hogar; la recuerdo tejiendo pañitos toda su vida. Mientras ella tejía paños, yo tejía palabras. Mi padre autodidacta tenía una maquinita rudimentaria para encuadernar libros. Y así lo hacía. Aprovechábamos para leerlos. A los diez años de edad leí Don Quijote de la Mancha, La guerra y la paz, Veinticuatro horas en la vida de una mujer, las sagas del Corsario Negro y otros libros de aventuras. Después de esa época me incliné hacia la lectura de poesía. Era la edad de romántica adolescente liceísta y vivía ese romanticismo en los poemas de Bécquer, García Lorca, Pablo Neruda, Alfonsina Storni y otros.
Tuve influencia de la familia de mi tío político Manuel Montenegro Ríos, quien fue mi segundo padre, hijo del general Pedro Pablo Montenegro, autor de himno al estado Guárico y primo del poeta Trino Celis Ríos. Mi visita de fines de semana a los Celis Ríos, escuchando sus charlas siempre en referencia poética, y la voz de mi padre, creo que influyeron para transitar por las vías de la poesía.
¿Cuál es tu sueño más preciado en este tiempo?
A nivel familiar vivir muchos años más al lado de mis hijos, motores de mi vida. Disfrutar plenamente de su afecto, sus éxitos, su salud, en cercanía, no coartada por apremios, pandemias, tapabocas y distancias. A un nivel general, diría que mi sueño más preciado es que la racionalidad juegue un papel importante en la conducta del ser humano a fin de que pueda pensar, analizar, comportarse y actuar con la debida ponderación y respeto a las normas y los postulados que conlleven una mejora continua a nivel personal y de la colectividad. Pienso mucho en el verdadero significado de un Estado de derecho.
¿Cuándo sentiste que eras poeta? ¿Y por qué te lo creíste?
En mi adolescencia nunca me sentí poeta, escribía todo el tiempo y eso me llenaba. Les mostraba mis escritos a mis amigas y los guardaba. Desperté a ese calificativo cuando en el liceo Agustín Codazzi el profesor de literatura y poeta Rafael Parra Torrealba leyó mi tarea de la semana y me dijo: “Usted es una poetisa y no lo sabe. Sus temas son pura poesía”. Eso me estimuló, empecé a sentir y creer que era poeta. Todavía adolescente quería estudiar alguna carrera relacionada con letras; por motivos largos de contar terminé estudiando Derecho.
En 1982 participé en el concurso Orígenes en el estado Aragua y obtuve el primer premio. Posteriormente el Concejo Municipal de Girardot auspició la publicación de mi primer poemario, Tiempo de pájaros caídos. Como abogado me mantuve en cargos públicos mucho tiempo, terminando con el más absorbente, como fue mi paso por el Ministerio Público como fiscal en el área penal. Era poco el tiempo para la lectura y la escritura; sin embargo, seguí escribiendo en forma dispersa.
Ahora tengo más tiempo libre en mi condición de jubilada para leer a poetas venezolanos y de otras latitudes. Mi biblioteca es más pequeña que mis ansias de conocimiento y no he leído tantos como hubiese querido en otra época. Mi vida de eternas mudanzas, situaciones difíciles y la crianza prácticamente sola de cuatro hijos me hizo difícil esa tarea, y me he ido construyendo poco a poco en soledad con unos cuantos libros y mi creatividad siempre dispuesta al abordaje.
Tengo actualmente material como para dos libros más. Uno es Donde la piel se hace silencio, prologado por mi fallecido gran amigo el juez y poeta Luis Alfonso Bueno. He escrito, borroneado y reescrito tantas cosas que ahora sí creo que soy poeta.
¿Cómo te ha ayudado la escritura?
La poesía me ayuda a drenar emociones. Me alivia, me salva de caer en la sima del silencio absoluto. Yo pienso que la palabra es el grito profundo del silencio que está enjaulado en el alma; si no le abro las puertas a ese grito muero a picotazos de angustia, de miedo, de pasión profunda rodando al vacío. La poesía me permite expresar todos esos sentimientos que nacen y crecen, muchas veces tanto de lo real como de lo invisible. La mirada del poeta atrapa lo irreal.
Me aterra la ausencia eterna, la distancia inmedible de lo desconocido.
¿Qué parte de la vida no puedes explicar, qué se te escapa?
La parte de la vida que no puedo explicar y siempre se me escurre entre los dedos cuando trato de analizarla en las líneas de la mano es precisamente su antagónica: la muerte. Me aterra la ausencia eterna, la distancia inmedible de lo desconocido y al mismo tiempo me consuela la convicción razonada de que no podemos ser una especie de faro que se enciende, alumbra la vida y de repente se apaga para siempre. Perdí a un hijo hace dieciocho años y la cicatriz de la herida cerrada por el tiempo continúa sensible. En años recientes perdí a mi madre y a mi compañero de vida. Me agobian a veces los recuerdos, pero amo la vida, me aferro a ella y me abrazo constantemente frente al espejo de los días que pasan. No sé si eso se puede llamar resiliencia.
Dicen que mi mirada refleja todos mis sentimientos; en realidad tengo una cara muy expresiva. No me pongo disfraces en ningún momento. Cuando era niña escribí una frase que no olvido: “Sólo soy una niña con la mirada triste”. Pasadas ya tantas décadas a veces me digo que sigo siendo esa niña. No le encuentro sentido a esas ausencias eternas y entonces pido a Dios que me regale un granito de mostaza para utilizar la fe como recurso paliativo del miedo.
¿Cuál es tu gran pasión?
Voy a decir que primero que nada mi gran amor son mis hijos, a quienes llamo mis bienamados. Pero mi gran pasión es la poesía y el acto de ver el poema como un lienzo donde puedo pintar con una especie de brocha de palabras la verdad visible de la vida y las que aparentan ser invisibles y que por lo general no las visualizamos sino a través del descubrimiento que hace el poema de esas verdades ocultas.
¿Qué lugar ocupa la religión en tu vida?
No me confieso religiosa. La religión debería ser el puente entre corazones y mentes. Pero en la mayoría de las religiones el fanatismo separa a los seres humanos en sus posiciones extremistas de dogmas y creencias diferentes. Sin embargo, siento profundo respeto a sus criterios y tengo amigos en casi todas las religiones e incluso he asistido a algunas ceremonias. Me inclino más hacia la filosofía oriental, su disciplina y su vivir recorriendo el camino del presente con la premisa del autoconocimiento y desarrollo de su espiritualidad. Creo en un Dios de amor y justicia por sobre todas las cosas. Veo a Dios como una energía que planifica un perfecto orden universal con leyes que se cumplen en el tiempo oportuno. Y la figura y la historia de ese hombre especial llamado Jesús representándolo en la Tierra me conmueven y me causan admiración por su valor y aceptación del dolor hasta sentir una gran tristeza cuando traigo a mi mente su vía crucis.
¿Dónde vives?
Vivo en un apartamento muy sencillo, en un piso 13 donde tengo un balcón que pone a mi disposición día y noche un paisaje que contemplo a mi antojo para paliar el aislamiento.
No tengo perros ni gatos, a pesar de que mi hermano, mi hijo y mi nieta son médicos veterinarios. Sin embargo, amo a las mascotas tanto como disfruto del canto de los pájaros en los árboles vecinos en cada amanecer.
¿Qué haces en esta etapa de peste y drama?
Confieso que los primeros días de la cuarentena fueron un descalabro, un cambio completo. El estrés me hizo bajar dieciocho kilos de mi peso normal. Luego pasé al período de recordar oraciones olvidadas, de buscar alternativas para no caer en la completa inactividad, sobresaturada de noticias aterradoras sobre el avance de la pandemia en el mundo, las muertes de personas conocidas y el acorazamiento con tapabocas, guantes, caretas, cloro, desinfectantes, evitar el beso, el contacto de las manos y el abrazo de los seres queridos. Mi alternativa fue reflexionar seriamente y preguntarme a mí misma cómo pensaba pasar los días inciertos que nos esperaban sin fecha precisa.
Empecé a releer los libros de poesía que tengo en mi pequeña biblioteca para refrescar en mi memoria voces olvidadas y me armé de papeles sueltos casi todos de reciclaje porque no tenía ni cuadernos ni libretas como antes. Convertí mi cama en escritorio y me dediqué casi por completo a leer y escribir, por supuesto respetando los espacios destinados a las inevitables tareas domésticas, que ahora nos repartimos entre mi hijo mayor y yo.
En esta época me he decidido a vivir intensamente a través de la lectura y la escritura y los poetas me visitan en mis sueños a través de los libros y los escucho en el silencio de las páginas: Juan Calzadilla, Yolanda Pantin, Sánchez Peláez, Armando Rojas Guardia, Vicente Gerbasi, Ramón Palomares, Víctor Valera Mora, Antonia Palacios, Reynaldo Pérez So, Cadenas, Saint John Perse, Cavafi, Walt Whitman, Paul Laraque, Sylvia Plath y otros.
Quiero aumentar mis conocimientos y trascender como no pude hacerlo antes del azote de la pandemia.
En mi poesía sé que reflejo mi cierta melancolía, la soledad interna y extraña que me acompaña como una fiel compañera desde que estaba muy joven.
¿Hacia dónde conduces tu escritura?
En esta época de mi vida pienso que me sigo construyendo. Paso a paso me voy abriendo caminos y trato de evolucionar para hacerme dueña del timón que guíe mi destino hacia el lugar donde me sienta completamente satisfecha con lo que escribo. Me apasiona todo lo que veo a mi alrededor, aun las cosas aparentemente insignificantes me sirven para crear poesía. Tanto la alegría como la tristeza pueden ser cubiertas con el manto mágico de la palabra que llegue al corazón del lector y le mueva la fibra de las emociones. En mi poesía sé que reflejo mi cierta melancolía, la soledad interna y extraña que me acompaña como una fiel compañera desde que estaba muy joven, y esa tristeza, a pesar de ser considerada en mi entorno como una persona de buen humor y ocurrente, me clava a veces su lanza en el costado. Pienso que después de tantos eventos que he vivido, unos buenos, otros no tan agradables, me he fortalecido, sigo construyendo sueños y creo que puedo lograr cualquier cosa que me proponga. El camino de un poeta es único y muy personal y yo voy recorriendo el mío, tratando de dejar huellas profundas a mi paso. No me interesa el éxito de por sí. Cuando siento que el silencio me agobia, escribo para llenar ese espacio invisible.
¿Cómo ha cambiado dentro de ti la ciudadanía, en un país que ha cambiado tanto?
Entiendo el concepto de ciudadanía como el de un Estado donde el gobierno y el pueblo en armonía, y aun bajo diversas ópticas, convivan y colaboren cumpliendo con normas de derecho que conlleven a asegurar por parte del Estado la paz, la seguridad, el equilibrado manejo de los servicios públicos y la garantía del cumplimiento a la debida atención a la alimentación, salud y otros derechos de todos los ciudadanos sin distinción alguna. Particularmente, a pesar de las condiciones adversas que presenta el país desde hace algunos años, y sin entrar en detalles que ya todos conocemos, he preferido quedarme en mi país, con este hondo sentido de pertenencia que tengo a mi terruño. Aquí he pasado malas y buenas circunstancias, pero aquí me quedo, apostando a un cambio positivo y al regreso de quienes se fueron buscando mejorías de vida. El cambio que he sentido por supuesto no escapa a la situación. Nadie con sana lógica, con hondo sentido de humanidad y razonamiento, creo que puede ser indiferente, pero seguimos aquí, luchando por el retorno de nuestra única, invencible y amada patria.
¿Escribes de acuerdo a lo que eres o a lo que crees que eres?
Considero que el egocentrismo es una personalidad maquillada. Por eso escribo en función de lo que siento, no tengo ambages ni tabúes para expresar mis sentimientos, soy auténtica, transparente: la niña de los ojos tristes, la que quisiera pescar luciérnagas en las constelaciones, la que se mece en un trapecio de brisa en sus sueños, la que medita y se angustia frecuentemente por la rapidez como transcurren el alfa y omega de la vida, la Gladys eterna amante de lo que la rodea; en fin, plasmo lo que soy y no lo que pienso que soy.
- Máximo Peña, el psicólogo que te enseña a ser mejor padre que tu padre:
“Deseo que mi hija pueda expandir todo su potencial sea el que sea” - domingo 25 de febrero de 2024 - Yuleisy Cruz Lezcano:
“Quisiera que la poesía me abriera siempre los ojos” - domingo 28 de enero de 2024 - Rafael Soler:
“En la poesía casi siempre encuentro lo que no busco” - viernes 12 de enero de 2024