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El amor fingido del comandante Antúnez es su tercera novela
P. G. de la Cruz ve la literatura como un contrapeso del poder

sábado 16 de julio de 2022
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P. G. de la Cruz
P. G. de la Cruz: “La vida es una tramoya dirigida desde las altas esferas donde nunca llegamos a saber quiénes ni cuántos son los que mueven los hilos”.

Escribe varias horas diarias, con la disciplina que le han dado años de trabajo, y tiene dos novelas en preparación. Nacido en Madrid en la segunda mitad del siglo pasado y establecido actualmente en Zaragoza, P. G. de la Cruz es un autor de un fino estilo en el que cada frase es deliberada, formando parte de un intrincado tejido de giros y situaciones que no deja lugar al relleno.

Conversamos con él sobre su tercera novela, El amor fingido del comandante Antúnez (Norma Books, 2020), en la que se reafirma, si cabe el oxímoron, como el más serio cultor del humor. La vida es para él, como dice en esta entrevista, una suerte de comedia que nosotros escribimos sin darnos cuenta, algo a lo que se ha ceñido en sus dos novelas anteriores, Diario íntimo de la ingenua Marilín (Bohodón, 2014) y La boda del vermú (Caligrama, 2018).

Ahora, en esta obra cuyos hechos ocurren durante la Guerra Civil española (aunque “no es una novela sobre la Guerra Civil”, como él mismo aclara), aprovecha semejante escenario para retratar una vez más los extremos de la condición humana.

 

Lee también en Letralia: reseña de El amor fingido del comandante Antúnez, de P. G. de la Cruz, por Alberto Hernández.

El amor fingido del comandante Antúnez y los disfraces del destino

—La decencia quebrantada de una mujer y la manipulación lúbrica del hombre que la arrastra a la infidelidad, además de la tragedia con que se inicia, son los polos de El amor fingido del comandante Antúnez. ¿Cómo llegas a esta historia?

—En realidad quería escribir una historia de amor en el ambiente menos propicio. Los amores imposibles siempre me han parecido heroicos y novelescos, y se me ocurrió que una guerra sería el escenario ideal, pues destapa y usa todas las artimañas de que es capaz el ser humano cuando quiere conseguir algo: el amor, el pan, la compasión, la venganza, el perdón…

“El amor fingido del comandante Antúnez”, de P. G. de la Cruz
El amor fingido del comandante Antúnez, de P. G. de la Cruz (Norma Books, 2020). Disponible en Amazon

—Resulta especialmente impactante la estructura moral de la protagonista, que se tortura con la duda de si lo que hizo fue por infiel o por puta, como ella misma lo confiesa; que confunde coito con cocido, lo que termina con ella consintiendo los requiebros del hombre, ya “invadidos los huesos por el virus del amor”. ¿Puedes hablarnos de este personaje?

—Queda a las claras que la protagonista de la novela es una superviviente nata. En el fondo, las dudas de si lo hace por una cuestión u otra, le es indiferente. Lo que quiere es, a través de la influencia del comandante Antúnez, y utilizando todas sus armas de mujer a mano, sacar adelante a su hija, pidiéndole botes de judías con chorizo para alimentarse ella y producir leche para la niña, y sacar a su marido del frente pidiéndole recomendación. Le da igual si es por cosa del amor o un acto deliberadamente interesado. Se autoengaña creyéndose enamorada para poder llevar con mejor cara el adulterio.

—“El mundo es una comedia de esperpento con más actores principales que figurantes”, piensa Esperanza del Mar al morir. ¿Es esta de alguna manera una declaración de intenciones respecto a la novela?

—Lo es. La vida es una tramoya dirigida desde las altas esferas donde nunca llegamos a saber quiénes ni cuántos son los que mueven los hilos, ni siquiera con qué fin. Y si existe alguno, creo que es el de conseguir el poder como sea, manipulando y dominando al mayor número de figurantes posible.

—¿Por qué el perro representa el mal en tu novela?

—No creo que represente el mal, sino el azar. Es la niña la que se inventa lo del perro sin sospechar que el desenlace es fatal. El perro forma parte de los innumerables disfraces que usa el destino para conseguir sus fines. La vida tiene mil caminos, la cuestión y el misterio es saber cuál elegir.

 

P. G. de la Cruz y la vida como comedia

—Hay en tu novela un humor, digamos, duro. No es el humor de chascarrillo sino una suerte de atmósfera que se va cargando a medida que el lector avanza en la lectura. Nos gustaría que nos hablaras de este aspecto de la obra.

—Yo utilizo el humor en todo. La vida, sin tomártela a chufla, me parece una cosa de horror. Yo pienso que la vida es una comedia escrita, inconscientemente, por nosotros mismos. No creo en los esplendores, porque pienso que todo acto grandilocuente oculta algo. En El otoño del patriarca, una de mis novelas favoritas, García Márquez despoja de toda solemnidad al hombre. Por eso me da risa todo. O casi todo. Me río del éxito igual que del fracaso, del amor, y del desamor. Y cuando escucho los grandes discursos y las grandes obras se me abre un conducto mecánico en el cuerpo que me lleva a no parar de reír. Además, reír es bueno.

—Cada año se publican en España varias novelas en las que la Guerra Civil ejerce de fondo o directamente de tema principal. ¿Qué diferencia encontrará el lector en El amor fingido del comandante Antúnez?

—La diferencia que encontrará el lector es que no es una novela sobre la Guerra Civil. Es una historia de amor y desastre en la Guerra Civil. Utilizo la Guerra Civil como vehículo, un ambiente degradado, que es donde mejor se puede ver y se puede describir la condición humana. No sé por qué mecanismos, pero en las situaciones límite es donde se da la contradicción de encontrar el mayor porcentaje de solidaridad y perversión a la vez.

—Tienes un estilo bastante depurado, con párrafos largos que van contando los hechos sin prisa y haciendo conexiones que requieren del lector su total atención, algo que se nota incluso en el tratamiento del final. ¿Puedes hablarnos de tus influencias literarias?

—Mis influencias son muy variadas. La literatura suramericana es una de ellas, quizá la más importante, pues es riquísima en imaginación y lenguaje, y además tiene mucha poesía, aunque también existen influencias españolas, como Cela, Valle-Inclán, Torrente Ballester…, y alguno que otro más. Si, por ejemplo, leo treinta novelas al año, quince son de autores de habla hispana, Benedetti, García Márquez, Juan Rulfo, etc., porque culturalmente les entiendo mejor. No sé si algún ancestro mío anduvo por aquellas tierras, pero me identifico bastante con su idiosincrasia y su manera de contar.

 

Siempre tengo en el ordenador una novela o algo que escribir.

Escribir sin autocensura

—La pandemia de Covid-19 alteró nuestras vidas y, al parecer, para siempre. ¿Cómo te afectó en tu trabajo y en tu vida personal?

—No tuvo ninguna importancia en ningún caso. El Covid-19 es uno de los mil caminos de la vida que mencionaba antes. Nunca creí que el Covid-19 fuera lo que dijeron que fue. Pienso que nos dejamos llevar por un exceso de información dirigida que pretendía algo. Y como nunca me lo creí, no me afectó. Si García Márquez hubiera vivido la pandemia habría escrito otro Otoño del patriarca con el Covid-19.

—¿Cómo eres al momento de escribir? ¿Lo haces con un horario riguroso o de acuerdo a como se te ocurran las ideas?

—Escribo todos los días de cuatro a cinco horas. O bien tomando apuntes, o sobre una novela ya diseñada. Siempre tengo en el ordenador una novela o algo que escribir.

—¿Qué le recomendarías a otros autores que quieran incursionar en la novela?

—Simplemente, que escriban lo que piensen de verdad. Que sean críticos con los tiempos que vivimos. Que no se autocensuren, porque escribir para publicar según las modas del momento, además de una traición a uno mismo, es un error del espíritu, y va contra la razón y las leyes críticas de la literatura. Veo que, en los últimos tiempos, la sátira y el análisis social van desapareciendo de los textos. Una verdadera lástima, porque la literatura siempre fue un contrapeso del poder. Me da pena ver que ahora se escribe a favor de lo políticamente correcto, y eso, a lo único que ayuda es a que consigamos que la democracia sea la dictadura perfecta.

—Nos gustaría saber si estás trabajando en algún otro libro. ¿Qué nos espera a los lectores de P. G. de la Cruz?

—Tengo terminada una novela titulada Los crímenes de la familia Miranda, y estoy trabajando en otra, ya casi terminada, que se titula Ora et labora. Las dos son al estilo de El amor fingido del comandante Antúnez, satíricas, esperpénticas e irónicas. No puedo ver la vida de otra manera que no sea así. En Los crímenes de la familia Miranda, un matrimonio de la burguesía madrileña roba una niña de un hospicio con la ayuda de un cura. El robo se descubre y empieza el desmán y la tragedia. Y en Ora et labora, una mujer que acaba de matar al marido pide asilo en un monasterio, el abad se apiada y se lo concede. La tienen escondida durante seis meses, hasta que la descubre la policía, pero en ese tiempo pone patas arriba el monasterio desatando el instinto dormido de los frailes. Lo que durante muchos años fue paz y rezo para los monjes, termina siendo un desastre descomunal.

Jorge Gómez Jiménez

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