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Las diversas formas de lo falso es su primer libro
Paúl Peláez sabe que en la metáfora está el alma de nuestra lengua

jueves 21 de julio de 2022
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Paúl Peláez
Paúl Peláez: “El lenguaje debe ser vivido, experimentado”.

Con una propuesta fresca, el joven escritor venezolano Paúl Peláez (Caracas, 1984) ha compuesto un libro de cuentos en el que se aprecia la búsqueda de un tono característico a través de una versátil combinación de tratamientos temáticos y experimentos formales. Las diversas formas de lo falso (Sultana del Lago, 2022) enarbola desde el título una actitud autoral respecto al retrato de la realidad y ofrece al lector un catálogo de historias de un autor que asume su oficio con seriedad.

Peláez estudió Comercio Exterior en la Universidad Simón Bolívar, en Caracas. Como escritor se ha formado en talleres de narración, cuentos, ensayos, crónicas y poesía con autores de la talla de Fedosy Santaella, Roberto Echeto y Oriette D’Angelo, entre otros. Textos suyos fueron incluidos en la antología Desarraigo olvidado y permanencia triste (Barralibros.editores, 2021), así como en la revista Trazos y el blog La Parada Poética.

Hoy conversamos con él sobre Las diversas formas de lo falso, pero también sobre sus obsesiones autorales, su manera de abordar la narrativa, sus lecturas, sus influencias y sus proyectos.

 

Lee también en Letralia: reseña de Las diversas formas de lo falso, de Paúl Peláez, por Alberto Hernández.

Las diversas formas de lo falso y la riqueza del idioma

Tu libro compendia un relato largo, el que le da título, junto con otros veintiocho de extensión variable, pero todos breves. ¿Puedes hablarnos de cómo fue su proceso de escritura y preparación?

En principio me había planteado hacer un libro que me permitiera jugar con las formas y con el lector, creando diversas texturas. Desde ese concepto podemos anticipar el nombre del libro. Por supuesto, en esa búsqueda de texturas y formas consideré varios aspectos: idioma, estructura narrativa, temas, longitud y otros. La finalidad de este planteamiento es generar diferentes sensaciones en los lectores. Es decir, la idea siempre fue que el libro ofreciera opciones para que los lectores pudiesen conseguir en cualquier texto del libro aquello que buscan en la lectura. Por ejemplo, uno de los cuentos que considero (muy personalmente) donde más me acerqué a lo que buscaba fue el texto de “El toqui Lautaro”. Es un cuento nada claro, muy confuso. Se nos presenta al famoso héroe mapuche Lautaro en su última noche y él, siendo un vidente, sabía que moriría. Entonces una avalancha de imágenes acude a su mente, mientras la niebla de la noche cubre su campamento, entra a su tienda y le arropa los pies. Creo que la construcción de ese cuento se parece mucho a esa niebla. Es un texto construido con algunos de los trozos de la historia total, sin completarla. Es un punto ciego. Para mí lo más importante es que esa falta de claridad (visión nublada) pueda ser percibida por los lectores. Serán ellos quienes juzguen si logré o no lo que me he propuesto.

 

“Las diversas formas de lo falso”, de Paúl Peláez
Las diversas formas de lo falso, de Paúl Peláez (Sultana del Lago, 2022). Disponible en Amazon

En ese relato largo, un escritor se enfrenta a dos de las más extendidas obsesiones: el reconocimiento y el plagio. Llevados en tu historia, claro, a un extremo delirante. Nos gustaría conocer el origen de este cuento y cuánto de Julián Casablanca hay en Paúl Peláez.

Me propuse escribir un texto con una estructura que se me antoja llamar “estructura de espejo”. Es decir, lo que vive uno de los personajes tiene un impacto o reflejo en la vida del otro. Además, me di cuenta de que a esa manera en la que se desarrolla la trama le favorecía una extensión prolongada para que ese efecto cuajara bien en la historia.

En relación con el tema, el reconocimiento siempre es algo que todo artista tiene presente. Incluso, te diría que en general todas las personas tenemos esa necesidad, esa búsqueda de ser apreciados positivamente por lo que hacemos. Creo que los artistas que dicen que no lo buscan, mienten. En todo caso, creo que prescinden de ese reconocimiento cuando lo han alcanzado o cuando tienen la certeza de que no lo conseguirán jamás. Pero en el cuento, quise jugar un poco con esa idea y con la paradoja. Julian, debo decir que la pronunciación de este nombre es anglosajona (Yulian) y por eso se escribe sin tilde ortográfica, alcanza ese reconocimiento por sus novelas. Sin embargo, ese reconocimiento obedece al plagio del que es víctima, pero que ha mejorado sustancialmente sus novelas. No veo peor castigo al ego del ser humano que saber que todo aquello que ha conseguido, en realidad no le pertenece porque no se lo ha ganado. Por supuesto, Julian Casablanca no es otra cosa que la extrapolación de nuestro entorno venezolano. Vemos a muchos gozar de circunstancias que no ganaron, pero a diferencia de ellos, los valores con los que vive Julian terminan demoliéndolo.

Y claro está, los miedos de Julian me acechan siempre.

 

Hay en la mayoría de los cuentos un lenguaje muy depurado que apunta a un lector exigente. Nos gustaría que nos hablaras de la propuesta estética implícita en tu libro.

Nuestro idioma es una herramienta riquísima en la generación de imágenes. La metáfora sin duda es alma de nuestra lengua. No pude o no quise, que es lo mismo, dejar de lado el uso del idioma como recurso estético. Ojo, no sólo como un aspecto meramente ornamental, sino como una búsqueda en sí misma de diferentes sensaciones en los lectores. El lenguaje debe ser vivido, experimentado. Las historias per se tienen la suficiente fuerza para generar cualquier reacción en quienes las percibimos, pero si a eso le sumamos un lenguaje labrado, estoy seguro de que la lectura se convierte en toda una revelación sensitiva que nos desborda y se mantiene viva en nuestras mentes.

 

Para profundizar en la pregunta anterior, ¿tiene Paúl Peláez un lector ideal? ¿Qué esperas de tus lectores?

Este libro está hecho con la intención de que cualquier persona que esté dispuesta a buscar esas experiencias que mencioné anteriormente pueda encontrarlas a lo largo de la obra.

 

Paúl Peláez y lo fantástico

El elemento fantástico es preponderante en Las diversas formas de lo falso. Se advierte incluso en los relatos que pretenden tener un carácter realista. Sin embargo, luce bien dosificado, con lo extraordinario sirviendo en ocasiones como metáfora, y en otras como vehículo para el desarrollo de acciones más complejas. ¿Nos puedes comentar un poco al respecto?

Bueno, la idea de abordar lo fantástico y lo absurdo fue de Fedosy Santaella. A él le debo el abordaje del libro dentro de los confines de ambos géneros. Supo identificarlos en mi escritura. Ahora, si bien es cierto que Fedosy los identificó, quiere decir que ya existían. Mis lecturas tienen mucho que ver en esto, pero de ellas hablaré más adelante.

En el libro traté de implementar lo fantástico y lo absurdo en una primera capa como excusa para explicar las situaciones de cada personaje. Me resulta mucho más fácil explicarlas a través de la hipérbole que me permiten ambos géneros. En esa exageración evidente, la trama parece esfumarse y el tema del cuento se refleja sobre ella, como las montañas que se reflejan sobre el agua de un lago. Por el contrario, el realismo necesita más de un retratista que de un escritor de anécdotas. Sabemos que los grandes cuentistas del realismo como Chejov, Hemingway o Carver poseen la cualidad de pintar o fotografiar una escena y usan diferentes elementos, aparentemente sueltos, con los que el lector logra intuir o construir el resto de la situación. Eso, sin duda, es harto más complejo.

Ahora, lo fantástico también lo uso para revelar los miedos más auténticos o en todo caso las culpas de los personajes y tal vez las mías. Por ejemplo, en el cuento “Los converse rojos”, texto construido con la fórmula de diluir la realidad dentro de la ficción y viceversa, hablo sobre un hombre que teme perder a su hija. Tanto es su miedo que termina teniendo una pesadilla donde alguna criatura lo persigue para arrebatarle lo que más quiere. En ese punto empieza una serie de combinaciones o alternancias entre la pesadilla y la realidad, fórmula similar usada por Cortázar en su cuento “La noche boca arriba”. Sin embargo, a diferencia de Cortázar, trato de que los elementos de esa supuesta realidad permeen la pesadilla para posteriormente hacer lo mismo en sentido contrario.

Esto que te comento lo hago claramente para desmarcar mi cuento del de Cortázar. En “La noche boca arriba”, hacia el final, él aclara que la vida real es la del hombre capturado a punto de ser sacrificado y que el sueño era la otra vida del hombre del futuro en París, viajando en motocicleta. En mi cuento, el final no queda claro para el lector. Cualquiera puede elegir si eso lo vive realmente el personaje o todavía es un sueño o peor aún, el personaje pasó a vivir la pesadilla.

Sobre el tema, creo que si se lee el libro con cuidado, se darán cuenta de que hay varios cuentos que tocan la relación entre padres e hijos. Me di cuenta después de haber terminado el libro. Creo que es un asunto por resolver o, en definitiva, es la relación que más me ha marcado.

 

En uno de los cuentos un hombre ve cómo le invaden la casa sin que pueda hacer nada. La historia recuerda “Casa tomada”, el relato clásico de Julio Cortázar, pero además para un lector venezolano puede encerrar una metáfora dolorosa y, en nuestra opinión, certera. Nos gustaría que nos hables de eso.

Debo decir que cuando hice este cuento jamás pensé en Cortázar. Es seguro que el cuento “Los converse rojos” es el único que escribí conscientemente bajo su influencia.

Como toda obra, este cuento queda sometido a la interpretación de los lectores y me agrada mucho que así sea. Significa que de alguna manera alguien se ve reflejado en él y esto es lo más importante.

Sin embargo, para ser honesto, este cuento no fue hecho con esa idea. Este cuento parte de una sensación personal. Hubo un momento en que me sentía abusado, atropellado por toda la gente que me rodeaba y por la propia situación que vivía. Esa fue la manera en que pude plasmar mi frustración.

 

Se puede apreciar en algunos textos tu gusto por la experimentación con el lenguaje. Está, de entrada, esa larga frase segmentada por comas que es “El submarino amarillo” (una vez más, nos recordó ciertos cuentos de Cortázar), la persistente aliteración en “Fuego sobre rosas” o la puntuación compulsiva en “Mi teoría de la relatividad”. En estos casos, ¿qué viene primero? ¿El tratamiento experimental o la historia? ¿Cómo concibes estos cuentos?

Antes de responder, me gustaría hacer una aclaratoria. He leído a Cortázar, es imposible no hacerlo, pero no es un escritor al que acudo con frecuencia. No lo considero en lo absoluto una influencia directa. Pero debo decir que nuestras coincidencias son demasiadas como para negarlas. No obstante, esas coincidencias tienen total y enteramente que ver con mi propuesta como escritor y no por el influjo de sus textos.

Recuerdo que cuando empecé a escribir este libro, uno de los primeros cuentos fue “Camelo al lector”. Se lo mostré a un amigo poeta que me dijo: “Te estás haciendo las mismas preguntas que Cortázar”. No sé cuáles sean esas preguntas, no se lo pregunté. Lo que es cierto es que para mí es muy importante, como ya lo he dicho antes, que el libro contenga diferentes registros. Incluso, si puedo variar esos registros dentro de un mismo texto, no lo dudo y lo hago. Si vemos el cuento “Las diversas formas de lo falso”, incluyo trazos de otras historias dentro de esa, aprovechando la longitud del texto para ganar intensidad.

Volviendo a tu pregunta, la experimentación vale por sí misma. En “El submarino amarillo” los lectores pueden experimentar el vértigo, en “Fuego sobre rosas” una sensación de mareo causada por la repetición del sonido y en “Mi teoría de la relatividad” entenderán que escribir es la libertad para hacer lo que nos plazca.

 

Un lector atento reconocerá algunas, pero nos gustaría conocer tus influencias. En el prólogo a tu libro, por ejemplo, mencionas a Julio Garmendia, un autor venezolano imprescindible para entender la narrativa del país en el siglo XX. ¿Qué otros autores están entre tus lecturas?

Me he esforzado por ampliar el catálogo de escritores que modelan en mi biblioteca. Borges es la piedra angular sobre la que he edificado mi templo de lectura. Pero figuran muchos otros. Poe, Hemingway y Carver tienen un lugar muy especial en mi construcción como lector.

Más recientemente, Nabokov, Murakami, Pamuk, Cărtărescu, Ana Blandiana y Fabio Morábito se han convertido en lecturas recurrentes. Dentro del género del cuento latinoamericano, sin duda los más importantes: Rulfo, García Márquez, Arreola, Cortázar, Ribeyro, Rubens Fonseca, Clarice Lispector, Quiroga y sobre todo la piedra angular (Borges). Siempre lo releo.

Entre estos que te he mencionado, debo recalcar a tres cuentistas venezolanos de clase mundial: Luis Britto García, Ednodio Quintero y el mejor de todos, Arturo Uslar Pietri. Cada uno de ellos posee una identidad tan única y auténtica que automáticamente los convierte en maestros del género.

Pero lo que leo, incluso más que narrativa, es poesía. Pero la lista se haría mucho más larga. Tal vez en otra ocasión te los mencione.

 

Es cierto que no todo lo que se nos dice en un taller se capta a la primera. Pero con el paso del tiempo, las lecturas y el ejercicio de escribir uno redescubre lo que aprendió y no entendió en su momento.

La lectura como formación

Sé que has tomado talleres literarios con autores de la talla de Fedosy Santaella, Roberto Echeto y Oriette D’Ángelo. ¿Cómo ha sido tu experiencia en este aspecto? ¿Recomiendas a otros autores este tipo de formación?

Mi experiencia ha sido muy gratificante. Es cierto que no todo lo que se nos dice en un taller se capta a la primera. Pero con el paso del tiempo, las lecturas y el ejercicio de escribir uno redescubre lo que aprendió y no entendió en su momento. Son muchos los aspectos que valoro de este método de aprendizaje. Para aquellos que recién se inician, los talleres funcionan como guías que marcan una idea a seguir.

Sin embargo, nada sustituye a una lectura atenta. La lectura es la mejor forma de aprender a escribir.

 

Estudiaste Comercio Exterior, carrera en la que egresaste de la Universidad Simón Bolívar. ¿Se relacionan tu profesión y tu trabajo creativo?

Se relacionan en el punto en que todo puede y será usado como fuente de inspiración. Del resto, son mundos muy distantes.

 

¿Qué proyectos preparas en la actualidad? ¿Qué nos espera a los lectores de Paúl Peláez?

Actualmente estoy escribiendo una novela donde sigo experimentado dentro del absurdo y lo fantástico, pero abordada de una manera mucho más íntima. Espero terminarla este mismo año. Es muy probable que la publique el año entrante.

Jorge Gómez Jiménez

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