
¿Qué soñaba Silvana?
Estuve a punto de hacerle esa pregunta a Silvana Monti Pacifici. Hubiera sido una pregunta innecesaria, porque a lo largo de una conversación siempre se intuye el objetivo de vida de cada quien, el sueño predominante.
Sin embargo, no habría sido un desacierto comenzar por ahí, porque Silvana representa una existencia que asumió solidez y razón de ser a partir de un sueño.
Silvana Monti Pacifici nació en Sarría, uno de los barrios caraqueños con más historia. Allí funcionó el primer hipódromo que hubo en Venezuela. Iban y venían caballos bajo el cálido cielo. Los caballos ya no eran para pelear, como en los años de batallas independentistas. Servían para entretener a una sociedad que deseaba incorporarse a los oficios de la paz.
El hipódromo se mudó y Sarría se transformó en una comunidad donde llegaban personas de todo el país buscando el futuro que podía deparar la capital. Y también arribaban desde el exterior, en los días posteriores a la Segunda Guerra Mundial, emigrantes que necesitaban paz y cobijo. En una casa comunal de Sarría, donde vivían varias familias de emigrantes italianos, se alojó la familia Monti Pacifici. En grandes oleadas de imágenes recordaban Italia.
Ella creció como cualquier muchacha caraqueña y, con el respaldo y el ánimo que le daba su familia, Silvana logró su primera meta: llegar a la universidad.
Se fue de Venezuela al comenzar los años noventa. Mantuvo sin dudar ni un segundo su deseo de hacer carrera en el competido mundo de la cinematografía.
¿En qué deseaba convertir su existencia, hace veinte años, cuando egresó de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela?
Soñaba con hacer cine. Y se fue de Venezuela al comenzar los años noventa. Mantuvo sin dudar ni un segundo su deseo de hacer carrera en el competido mundo de la cinematografía. Sin tener con quien contar para iniciarse en esa búsqueda de realizaciones, no se rindió, y hoy en día puede exhibir una trayectoria apegada al arte cinematográfico.
Comenzó a formarse en Caracas trabajando con Sofía Ímber en Venevisión.
Y ya en Italia, iniciando el camino de las dificultades, se aferraba a lo que le dijo en varias ocasiones la señora Ímber: “Pide, pide siempre. Nunca obtendrás nada si no lo pides”.
Hacer una película
Hacer una película no es fácil. Puede reflejar todas las fallas y carencias de quienes se embarcan en ese viaje. También sirve para calcular cuántos buenos espectadores se alojan realmente en las estadísticas.
Hacer una buena película es más difícil todavía. Y es el sueño normal de todo cineasta. Una buena película se convierte en una obra inolvidable si puede reflejar virtudes y talentos desde la pasión de sus autores.
Ese objetivo lo alcanzan aquellos seres que profundizan en los diversos cuerpos sutiles del arte y persisten en la búsqueda de los recursos necesarios. Se requiere arte y producción para lograr una película. Para alcanzar la realización de una película meritoria y exitosa hay que agregar talento a la voluntad.
Orson Welles decía: “Rodar una película exige, siempre, un tremendo esfuerzo por parte del director, en quien se supone que se concentran todas las energías. Al mismo tiempo, sin embargo, tiene que ser un monumento a la paciencia”.
En Italia, una venezolana italiana, Silvana Monti Pacifici, no sólo ha estado promoviendo el cine venezolano y haciendo a la vez su propia obra. También ha convertido en admirable el proceso de buscar recursos para una película titulada Tía Mermelada.
Desde hace cuatro años está coproduciendo, con el productor español Luis Ángel Bellaba, la película del director venezolano Alejandro Bellame Palacios, Tía Mermelada, una historia generacional, cuyo guion es también obra de Alejandro.
“Estoy ahora en la búsqueda de una coproducción internacional. Queremos realizar una película con actores importantes y taquilleros”.
Silvana dice que en el cine actual los problemas de distribución son enormes. “Pero estos problemas se pueden reducir con grandes nombres y una buena producción”.
El esfuerzo que hace, casi solitaria, es una especie de obra también, que expresa a una venezolana hija de italianos que emigró hace años y se ha estado forjando una carrera en Italia. Entrevistarla ha sido un acto de admiración y de solidaridad hacia alguien que lucha sin cesar por el cine de sus dos países.
Sobre Bellame Palacios
Alejandro Bellame Palacios, un cineasta venezolano al que ya están conociendo en Italia y España, ha mostrado talento y voluntad para hacer buen cine.
Escribió y dirigió el cortometraje Fosa común (1998), el cual fue premiado en los festivales internacionales de Clermont Ferrand, Vila do Conde y Bahía; así como premios nacionales Anac, Conac y premios a la calidad del CNAC.
En 2008 estrenó su ópera prima El tinte de la fama. Su segundo largometraje de ficción, El rumor de las piedras, fue financiado a través de la convocatoria anual de proyectos en 2009.
Su más reciente filme, Dirección opuesta, se estrenó en Cinequest, California, en 2020. Ha participado en los festivales de Cine Latino de Chicago, Cine Latino de Nueva York, Cine Latino de San Francisco y Cine Latino de Seattle, donde obtuvo ocho reconocimientos, entre ellos Mejor Película. Dirección opuesta también participó en la 36ª edición de los Premios Goya 2022.
Esta película, basada en la novela Blue Label/Etiqueta azul, del escritor venezolano Eduardo Sánchez Rugeles, recibió la ayuda de Ibermedia a la Coproducción en la convocatoria 2018.
Propuse y realicé una serie de documentales de tipo social con el nombre de Venite e vedete, sobre la pobreza y la marginalidad de los más olvidados de las periferias de la ciudad de Roma.
La entrevista con Silvana
Me dijeron que trabajaste con Pupi Avati. ¿Puedes comentar algo de eso?
Trabajé desde el año 1997 como directora de documentales y entrevistas culturales con el conocido director de cine italiano Pupi Avati, quien se ocupaba de la programación de la televisión Sat 2000, como director artístico. En aquel tiempo, propuse y realicé una serie de documentales de tipo social con el nombre de Venite e vedete, sobre la pobreza y la marginalidad de los más olvidados de las periferias de la ciudad de Roma. Desde el Centro de Acogida de la Estación Termini a los campos de los gitanos, donde tuve la oportunidad de compartir con ellos la celebración de una Navidad y un matrimonio. Pude visitar también la cárcel de Rebbibia en Roma y el centro Villa Glori, donde morían los enfermos de sida (cuando aún se moría de sida). Aprendí el oficio trabajando. Y esa ha sido mi vida.
¿Trabajaste en la industria del cine de Venezuela?
No. Trabajé en El Diario de Caracas (Enrique Rondón fue mi jefe) y en Venevisión como asistente de Sofia Ímber, después de la muerte de Carlos Rangel, pero nunca había trabajado como directora de cine. Mi transformación profesional sucedió gracias a Pupi Avati.
Sé que estás empeñada ahora en la producción de una película venezolana que ya despierta interés en Europa como proyecto. ¿Podrías hablar un poco de esto?
Después de trece años con Avati, se terminó el contrato de trabajo y me puse a hacer lo que mejor sabía: relacionar el mundo del cine venezolano con el mundo del cine italiano. Tengo aún muchos amigos en Venezuela.
Así que hice un proyecto para distribuir películas venezolanas en el canal italiano Rai Movie. En aquel tiempo, el director de Rai Movie era Enzo Sallustro. No se conocía en Italia el cine venezolano. Él me pidió una lista de veinte películas venezolanas y le presenté la propuesta. Después de casi un año, Enzo (que ahora es un querido amigo), harto de mi insistencia, me dijo: “Escoge tú las cuatro películas que puedan ser mejores y las compramos”.
Entre las cuatro posibilidades que escogí para venderle a Rai Movie estaban El tinte de la fama, de Alejandro Bellame y otras tres películas de otros autores que, según mi parecer, tenían una perspectiva internacional.
Así comienza mi relación con Alejandro Bellame. Poco tiempo después, en 2015, me pidió que le consiguiera un coproductor italiano para su película Dirección opuesta. Moví mis contactos en Italia y hablé con Mediterránea Productions, que decidió participar, cosa que permitió pedir un pequeño financiamiento de Ibermedia y realizar la película. En aquel año, Italia entraba a formar parte, por primera vez, del Fondo Cinematográfico Iberoamericano. Yo soy productora asociada de Dirección opuesta por el trabajo que realicé.
En Italia no se ha estrenado la película, pero estamos trabajando para hacerlo el año próximo. El cine es algo que requiere tiempo y atención al detalle. Por otro lado, cada país tiene características y gustos distintos y el productor debe conocer su mercado y su público.
Trabajo en silencio, como una hormiguita, para construir un gran nido que nos acoja a todos y nos permita progresar humanamente.
Me han dicho que trabajas en la idea de una cinematografía con más participación de la mujer…
Sucesivamente, comencé a trabajar con Enzo Sallustro en la realización de una plataforma dedicada al cine femenino y a la alta tecnología, que pueda ayudar al trabajo de la mujer y a los realizadores en general de obras cinematográficas. Ese proyecto aún está buscando financiamiento.
Trabajo en silencio, como una hormiguita, para construir un gran nido que nos acoja a todos y nos permita progresar humanamente. El éxito es importante cuando recae positivamente sobre los demás. Trabajar egoístamente no tiene sentido.
¿Puedes explicar más lo del cine y la mujer?
La idea nace de mi experiencia como mujer y directora de cine. Creo que el papel de la mujer en la sociedad mundial debe cambiar, a partir de las mujeres mismas. Tenemos que lograr relaciones sanas entre los géneros y con nosotras mismas. Mi plataforma —que aún no tiene un nombre definitivo— estimula la independencia económica, el talento y la capacidad creativa del género femenino.
¿Puedes hablar de Tía Mermelada y la búsqueda de financiamiento?
Alejandro escribió el guion de Tía Mermelada y me planteó la posibilidad de producirla juntos. Le dije que sí, inmediatamente. El problema que se presenta es que, para producir en Europa, se requiere inversión en serio para que sea un éxito. Por eso fuimos a Berlín en 2020 y allí conseguí a Luis Ángel Bellaba, quien finalmente, cuando se acabó el confinamiento (un año después), accedió a firmar el contrato de producción con mi sociedad The Wow Film, y ahora estamos trabajando en Tía Mermelada. Alejandro es el escritor del guion y el director.
Alejandro es un profesional que ha mostrado gran sensibilidad en su recorrido cinematográfico y humano. El salto desde Venezuela hasta Europa no es fácil. Con talento y la ayuda de un grupo que lo apoye, se podría lograr. El cine es un trabajo de equipo. La producción cinematográfica se duplicó de 4.584 películas en 2005 a 9.387 películas en 2015 (según cifras de 2015 y sin contar la terrible situación que sufrió la producción por la pandemia). El talento es importante, pero talento solo no es suficiente. Por eso el trabajo de todo un equipo es importante.
¿Alejandro Bellame y tú se conocieron en la universidad? ¿Han realizado otros proyectos juntos?
Yo me gradué en la Universidad Central de Venezuela (junio de 1991) y Alejandro en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab). No nos habíamos conocido en aquella época.
Yo me vine para Europa apenas tuve mi título como comunicadora social, mientras que Alejandro trabajó en Venezuela como director y fue también profesor de la Ucab.
Cuando me gradué le puse mi renuncia a Sofía Imber. Con los ahorros que había hecho en Venevisión hice mi posgrado en Nuevas Tecnologías en Comunicación Audiovisual, Cine y Publicidad, en la Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Me vine a Europa muy decidida porque quería cumplir mis sueños. Era joven y pensaba que todo podía obtenerse con el trabajo y el estudio. Había subestimado las dificultades que hay en Europa, pero no obstante eso, sigo siendo positiva. Si uno desea realizar algo debe luchar hasta lograrlo.
Sofía Ímber me aconsejaba todo el tiempo: “Pide siempre. Nunca obtendrás nada si no lo pides”. Lamentablemente, soy muy reservada y no siempre seguí su consejo. Se aprende viviendo. El camino es largo, como decía Kavafis.
Siempre he logrado trabajar en lo que me gustaba.
¿Tienes mucha comunicación con Venezuela?
Mis amigos en Venezuela no logran entender bien mi trabajo, pues no tengo ni siquiera un sitio en Internet. De hecho, estoy reuniendo todo el material realizado a través de los años para construirlo, en breve. Ya tengo veinte años aquí y nunca me había hecho falta que lo demás supieran sobre mí. Era suficiente hacerlo, vivirlo. Pero ahora ya no es así. Siempre he logrado trabajar en lo que me gustaba. Como directora, he puesto en escena también obras de teatro en español aquí en Roma, con bastante éxito de público.
¿Es cierto que estás trabajando también en un proyecto propio?
Desde hace casi veinte años comencé a rodar una serie de entrevistas documentales sobre el cine italiano post neorrealista (años 50-70). La filmación ya se inició. El proyecto se llama Successo all’italiana, título que trata de explicar la fugacidad del éxito que podemos tener los seres humanos, sobre todo quienes trabajamos en el cine. El título está inspirado en la película (Premio Oscar) de Pietro Germi y Ennio de Concini: Divorzio all’italiana (Divorcio a la italiana, con Marcello Mastroianni y Stefania Sandrelli). Hoy puedes tener éxito y mañana nadie te recordará o ese éxito será negado. Estoy transformando las entrevistas en documentales. Requiere mucho trabajo e inversión. Pero digamos que ya he contactado distribuidores. Hay interés por el material a nivel internacional. Trato de vender el producto, casi simultáneamente a la producción del mismo.
¿Crees que el cine venezolano podrá competir internacionalmente con buenos resultados?
Ya lo hace, pero como he comentado antes, sus mercados naturales son España y Latinoamérica. Quizás Estados Unidos. Frente al cine argentino o al brasileño tenemos menor posibilidad de competencia y calidad. Pero eso puede cambiar y está cambiando. El problema reside en la capacidad de inversión y difusión de las películas. No en la sensibilidad de los guionistas, ni en la producción. Una película con una idea muy básica pero dos actores conocidos y una producción y distribución importante puede resultar un exitazo. No importa de dónde venga. Una idea buena con actores de nivel medio o que no tenga publicidad, que no participe en los festivales importantes (Cannes, Los Ángeles, Venecia, Toronto, Reino Unido), nunca será conocida y quedará en el anonimato. Para esto se necesita inversión, tiempo y mucho trabajo de cada uno de los integrantes del equipo que hace la película. El cine es una industria, un oficio que requiere mucha profesionalidad y así tiene que ser entendido. La improvisación no está contemplada.
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