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La autora venezolana fusiona crónica y novela en Yajne, la buscona
Alicia Freilich quiere que la lean los millennials

viernes 3 de marzo de 2023
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Alicia Freilich
Alicia Freilich: “Cuando, con argumentos emocionales, la protagonista de Yajne, la buscona, reclama duramente su conducta insensible a ciertos hombres importantes de su vida sexymental, busca y rebusca con desespero que mediten sobre el hábito machista heredado y conservado por siglos en Latinoamérica”.

La venezolana Alicia Freilich (Caracas, 1939) ha estado presente en el ámbito literario y periodístico de su país desde el último cuarto del siglo pasado. Su primera novela, Cláper, el marchante, de 1987 y basada en buena parte del diario que su padre escribió en yiddish, la dio a conocer como narradora y ha sido reeditada en español e inglés. Esa obra fue también el inicio de una pentalogía que abarca un siglo de trasfondo histórico venezolano y que hoy se cierra con Yajne, la buscona.

Esta obra es protagonizada por una anciana residente en un asilo de donde escapa, y quien luego pide un permiso de varios días para atender a siete visitantes con quienes recorrerá el pasado no sólo personal, sino de una nación. “Me revienta el resentimiento social convertido en cemento, pega porque es el combustible de la violencia”, dice en algún momento la protagonista, que no deja escapar ocasión para señalar a quienes considera culpables y saqueadores del desastre venezolano.

Freilich se graduó de licenciada en Letras en la Universidad Central de Venezuela en 1960. Sigue activa escribiendo en el diario El Nacional y en la web Ideas de Babel, y da clases de literatura en Estados Unidos, donde reside. Después de aquella inaugural Cláper que fuera tan bien recibida por la crítica, y aparte de varios títulos de crónicas y entrevistas, ha publicado Colombina Descubierta (1991), Vieja verde (2000), Diosito en los infiernos de este mundo (2016) y Yajne, la buscona (2022), su título más reciente, sobre el que conversamos hoy y que ella define como cronovela: una fusión de ambos géneros, crónica y novela, característica de toda su narrativa.

 

Lee también en Letralia: reseña de Yajne, la buscona, de Alicia Freilich, por Alberto Hernández.

Yajne, la buscona, saldo entre lo ganado y lo perdido

La protagonista de Yajne, la buscona, tiene la oportunidad de salir del asilo en el que vive y hablar con varios personajes de su pasado en un ejercicio de memoria no sólo personal, sino que le permite examinar diversos momentos de la historia de Venezuela. ¿Cómo concibió esta novela?

Sí, la del siglo XX. Ha sido una fusión del exilio con el llamado “insilio” que se siente dentro y fuera del país natal. Emigré a Estados Unidos al cumplir 73 años, edad cuando la distancia física se volvió nostalgia activa, primero autocrítica porque renovó la costumbre adquirida desde el ortodoxo psicoanálisis freudiano al que acudí como ayuda terapéutica en tres distintas etapas autobiográficas.

Adquirí el hábito de escribir impresiones y datos en papelitos de toda clase o fichas porque el ejercicio pedagógico y periodístico en aquellos tiempos, obviamente sin Internet, me obligó a registrar múltiples sucesos, nombres, sensaciones, lecturas y conclusiones de lo que sucedía en el entorno y sus efectos en mi interior.

Así pude escribir las cuatro anteriores novelas; en el caso de la primera, Cláper (el marchante, cuotero de mercancía seca tocando clap, clap, de puerta en puerta) me nutrió en gran parte el diario privado de mi padre Max, escrito en yiddish, y al primer signo de su alzhéimer solicité la traducción a una profesora de este idioma. Le añadí a la trama necesarios detalles de ficción entre personajes y episodios reales que ligué con inventados más una segunda voz de contraste personal biográfico para representar a la primera generación hija de inmigrantes nacidos en Venezuela antes, durante y después de la segunda posguerra mundial.

Entrecruzar biografías, crónica y ficción también es el diseño de Yajne, la buscona, que pretende abarcar la vida judía comunitaria en el país y como telón de fondo los cambios sociopolíticos, culturales y mentales de Venezuela durante este período de casi un siglo culminando en los más recientes. Algo así como un saldo entre lo íntimo y público, lo ganado y perdido, lo doloroso y placentero.

 

Esta protagonista es un personaje casi anónimo —Yajne es un apelativo y no su nombre real, que sólo se devela en el epílogo— que aborda a sus interlocutores en largos diálogos que sirven como estrategia para no sucumbir al olvido. ¿Cuánto de la autora hay en este personaje?

La novela tradicional maneja fijos nombres propios, apellidos o sobrenombres imaginarios, y en cambio la crónica pura es historia recontada o en vivo, relata hechos reales, verificables, que no admiten fantasías; a su vez la cronovela permite licencias para jugar con ambas opciones y este permiso literario tiene objetivos, uno de ellos radica en el uso de la trampa narrativa para sugerir y suscitar curiosidad en el lector. En efecto, Yajne, la buscona, soluciona su misterio de sorpresivas causas en el epílogo. Hay bastante de mi persona en el personaje porque mi tarea como profesora de literatura universal y nacional durante muchos años me mostró que el creador de cualquier área artística siempre está incluido en su obra, de manera expresa o tácita, con presencia directa, omisión y/o combinación de ambos recursos.

 

“Yajne, la buscona”, de Alicia Freilich
Yajne, la buscona, de Alicia Freilich (Palibrio, 2022). Disponible en Amazon

La novela se puede adscribir al género de la autoficción, muy en boga en estos momentos. El Premio Nobel de Literatura 2022 acaba de ser entregado a la escritora francesa Annie Ernaux, una de las más sobresalientes exponentes del mismo. Sé que es una estructura que ya ha trabajado usted en otras novelas como Cláper, el marchante, de 1987, o Vieja verde, de 2000. ¿Cuáles retos representó esta obra para usted?

La llamada autoficción existe en el arte desde siempre. No tenía esa moderna etiqueta. Hay abundante contenido de Cervantes por ejemplo cuando su don Quijote exclama “con la Iglesia hemos topado”, revelando con angustia la persecución padecida durante su existencia por la torturadora Inquisición que lo castigó sin pausa con tormentos como asignarle el empleo más odiado en su tierra y toda Europa, el de recolector de impuestos para el reino y sólo por ser sospechoso descendiente de judíos conversos. Gustave Flaubert se inspiró para su Madame Bovary en un drama noticioso de su parroquia que lo impactó sobremanera porque sintió que lo conectaba con rasgos de su personalidad en el contexto moralista que lo adversaba. Un famoso cuento, “El diente roto” del escritor venezolano Pedro Emilio Coll, es el retrato siempre vigente de la estupidez y mediocridad en los liderazgos del medio político que le tocó presenciar, y así por el estilo, de allí lo mucho que importa la biografía esencial del autor cuando la pedagogía y la crítica literarias intentan motivar la lectura de los textos. Rómulo Gallegos conocía muy a fondo teorías sobre la barbarie que regía en la llanura venezolana, pero fue sin duda el viaje terrestre y en canoa por su dilatada extensión como pudo escuchar las leyendas sobre Pancha Vásquez, la verdadera dueña autoritaria de vastas posesiones, elementos que el escritor describió y narró artísticamente en su Doña Bárbara.

Es que todo lo ajeno retorna al yo-nosotros y viceversa. Obras mayores, medianas y menores se alimentan de vivencias compartidas. El cuadro Guernica, símbolo universal del fascismo bélico, describe en grotescas imágenes las pesadillas que Pablo Picasso y el pueblo español padecieron durante y después de aquel bombardeo local en la España de Franco. La lista es infinita.

Respondiendo a su pregunta, tiene razón: a veces mi modesta narrativa intercambia nombres propios anteriores con integrantes que aparecen o se esfuman de repente y el motivo se explica en los desenlaces. Es quizás la influencia de mis juveniles, apasionadas lecturas de intrigantes novelas policiales y de espionaje internacional.

 

Lee también en Letralia: primeras páginas de Yajne, la buscona, de Alicia Freilich.

Alicia Freilich contra la segregación

Una de las discusiones más actuales es la del papel de la mujer como individuo —en una suerte de revisión y potenciación de los postulados de la liberación femenina que eclosionan a partir de los años 60 del siglo pasado—, y la Yajne parece moverse como pez en el agua en estas ideas. ¿Es así? ¿Qué mensaje tiene la Yajne para la mujer venezolana contemporánea?

Históricamente la mujer fue maltratada como presunta minoría prescindible, salvo algunas tradiciones como la judía que precisamente no le dan relevancia en el aspecto ritual pero sí en el trato diario. “Debes subir un escalón para hablar con tu esposa”, algo así dice el Talmud pues, durante la diáspora de dos mil años sin tierra propia bajo los pies, una parte del sector masculino estudiaban muy aislados los libros sagrados del Antiguo Testamento en rudimentarias escuelas religiosas, pero el grueso de la población en aquellos guetos era de hombres con algún oficio permitido, repartidor o cochero, y junto a la mujer casera, como socios, vendían productos de su huerto en los mercados pueblerinos de calle para mantener los gastos del hogar. El violinista en el tejado lleva musical y magistralmente tamaño mensaje (a excepción de los ortodoxos que se aferran a sus excluyentes dogmas), premonitorio de lo importante que resulta para toda sociedad justa y productiva que la mujer ocupe en igualdad el puesto que merece junto al hombre, y es la consigna principal del actual movimiento Me Too. El vocablo “también” indica equiparar, igualar.

Nunca me uní a movimientos feministas quizá por los ejemplos positivos que en su largo matrimonio dieron mi madre y mi padre, también por la lectura de libros serios, entre otros Sexual Politics, de Kate Millett —su tesis de grado (1970) en la Universidad de Oxford, estudio que me marcó porque se sirve de la literatura para sustentar sus análisis—, y por los abundantes movimientos antimachistas que en el pasado y el presente culminan en algo que rechazo, el hembrismo, una especie de agresivo lesbianismo no genético, rebeldía basada en resentimientos personales que no confrontan macho y hembra con argumentos discutibles frente a frente sino en radical postura de asociaciones sólo femeninas que desvirtúan, dañan y retardan la comunión existencial de la pareja, tanto la conyugal como la de socios en su vida privada y comunitaria. Hoy, con las concesiones científicas, tendría que agregarse “elle” a él y ella, pues la identidad de género actualizada legalmente concede iguales derechos a los trans y no binarios. De hecho, en sus momentos, Madame Nguyen, Golda Meir, Indira Gandhi, no pertenecieron a secciones femeninas de ninguna clase.

 

En Yajne, la buscona, trata usted el sexo como parte no sólo del amor sino también de toda la gama de relaciones que pueden surgir entre un hombre y una mujer. Es un aspecto en el que, como usted sabe, la sociedad venezolana tiene muchos pendientes. ¿Puede profundizar en este tema?

Sí, porque hay sexo sin pizca de amor y no sólo en los prostíbulos, y también existe el buen amor sin sexo. Lo ideal y difícil es que ambos se complementen. Cuando Yajne, con argumentos emocionales, reclama duramente su conducta insensible a ciertos hombres importantes de su vida sexymental, busca y rebusca con desespero que mediten sobre el hábito machista heredado y conservado por siglos en Latinoamérica. Durante las conquistas y colonizaciones española y portuguesa que poblaron masivamente las Américas del sur y central mediante el mestizaje oculto y segregador, el hombre blanco engendró a escondidas, en literas de esclavas indígenas y negras, a los paradójicamente llamados “hijos naturales” y sus descendientes. En esta cronovela, sin miedo ni culpa la protagonista los induce a que decidan ahora, a esta altura de su edad y su tiempo, si se defienden con argumentos preservados o si por el contrario, aunque sea tarde, admitan su grave error separatista y despectivo a fin de transmitir la que es una básica modificación para sus hijos y nietos, porque esa tara es uno de los factores centrales que fomentan el permanente subdesarrollo hispanoamericano.

Por buena suerte, al fin estamos viendo ahora, en 2023, los primeros indicios auténticamente populares contra la ex Venezuela llamada revolucionaria excluyente del siglo XXI, compartiendo voz a voz, mano a mano, cara a cara, protestas y exigencias. A la cabeza maestros, empleados y obreros, féminas con varones de todos los estratos sociales y culturales. Por instinto y experiencia, entienden que al fin y al cabo para combatir la segregación ideológica y política, sexual y religiosa, lo eficaz es activarse juntos con uniones que sirvan de modelo perfectible a las nuevas generaciones.

 

La novela plantea a menudo situaciones, y no pocas veces críticas, en relación con los estamentos religiosos del judaísmo y el catolicismo desde la experiencia personal de la Yajne o de sus interlocutores. ¿Puede comentarnos por qué aborda este tema?

El original psicoanálisis freudiano excava el subconsciente, donde se aloja un arsenal de represiones y permite que afloren a la consciencia. Me inspiro en vivencias que lo confirman. Tuve una amiga muy leal en la Universidad Central de Venezuela, en cuya Escuela de Letras cursamos estudios. Ella practicante de un catolicismo apostólico y romano, yo de una tradición ética y cultural de judaísmo abierto, no del todo secular pero sí defensor de la libertad de pensamiento, creencia y expresión. Compartimos amistosamente sin reservas nuestras experiencias como estudiantes, hijas, profesionales, novias, esposas y madres en momentos muy críticos, más acentuados para ella, sobre quien caían los conflictos de su enorme clan familiar. Le costaba mucho sincerar sus problemas y somatizó esos dramas terriblemente desde joven, y desconfiaba de los sacerdotes que la confesaban de modo sistemático pues percibió que carecían de la preparación psicológica tan necesaria para ejercer ese oficio delicado. Enfermó desde muy joven por esos silencios y falleció en plena madurez. Ese doloroso episodio me convenció definitivamente en el concepto de que toda religión y sistema ideológico fanáticos en su doctrina causan la obediencia aprendida, la hipocresía rutinaria, la falsedad erótica, la mudez o inhibición de verdades emotivas por temor a presuntas maldiciones terrenales o celestiales y conducen a sufrimientos profundos que se expresan en dolencias físicas crónicas o prematuramente fatales. Además, dañan a las personas más cercanas. Y no se trata de casos especiales, promueven costumbres fijas, un fenómeno ya socializado, se palpa en la noticia diaria reveladora de falsedades muy patológicas tardíamente admitidas y pocas veces solucionadas aplicando justos y oportunos castigos judiciales y morales. Ya existe valiente filmografía artística y documental de calidad sobre este grave problema.

 

El comunicador tiene obligaciones tan exigentes y urgentes como las del médico, abogado, jurista.

Mensajes para los jóvenes

Usted reside desde hace varios años en Estados Unidos, desde donde escribe para medios como el diario El Nacional o el portal Ideas de Babel. Además continúa su labor pedagógica y se mantiene activa escribiendo. ¿Cómo administra el tiempo? ¿Escribe de acuerdo a una disciplina de trabajo?

Claro, trato de conservar la estricta disciplina que practiqué desde muy joven madrugando para combinar las tareas domésticas alternadas con labores intelectuales y educativas. En lo posible hago pausa el sábado para escuchar música y ver cine, los fines para visitas familiares y sociales. El conjunto de estas viejas costumbres ayuda a soportar mejor la llamada tercera edad con sus achaques propios y ajenos que describo minuciosamente en la cronovela Yajne.

 

Tiene usted una larga trayectoria como escritora y como periodista, y sé que la libertad de expresión es una preocupación permanente para usted. ¿Qué le recomendaría a un autor que esté comenzando en el oficio periodístico?

Pues que previa y continuamente lea novelas en su momento etiquetadas como “modelos de ciencia-ficción” y el tiempo demostró cómo anticiparon las coordenadas del mundo por venir. Al menos para comenzar a todo Julio Verne para comprender el siglo XX y a George Orwell, en especial su 1984, para asimilar el XXI, en este tránsito hacia una era tecnificada de extremos digitales radicales, lecturas que los ayudarán para no ceñirse pasivamente a inaplicables expectativas pues los adelantos acelerados en materia comunicacional transforman totalmente, día a día, los esquemas tradicionales y deseos. Es precisamente el tema de una metáfora eterna descrita en la leyenda medieval del Golem, que Jorge Luis Borges poetizó: el gran rabino de Praga inventó un muñeco de arcilla animado con sus rezos cabalistas para que lo aliviara en su dura labor diaria de limpiar la sinagoga. Perfeccionó su creación a tal punto que su propia obra lo destruyó pues, ya lista del todo, al eficaz ayudante le fascinó tanto el poder adquirido que no quiso regresar a su condición de adorno y mucho menos de esclavo.

El reporterismo ya es ejercido por cualquier persona con sus aparatos último modelo que informan de inmediato, la opinión interpretativa tardará mucho más en concretarse ante la diversidad de enfoques y las noticias falsas en las crecientes dictaduras y los cada día más escasos países democráticos, libros publicados por exigentes casas editoras consagradas y la prensa escrita sobre papel ya están declinando, de modo que ante la realidad indetenible tendrán que adaptarse a la circunstancia pero tratando de reaccionar sobre la marcha para no sucumbir, eso sí, creando una nueva, sólida ética humanística basada en artes y ciencias históricas, pues el comunicador tiene obligaciones tan y hasta más exigentes que las del médico, abogado, educador, jurista y todo quehacer directamente vinculado a esta sociedad de gigantescas masas tecnificadas pero de robotizados ignorantes de su pasado a la que se debe orientar. Sí. Al comunicador nuevo le toca el ejercicio de una urgente, insobornable responsabilidad sin límites.

 

¿Está escribiendo en la actualidad algún otro libro? ¿Qué nos espera a los lectores de Alicia Freilich?

En estos momentos me ocupo de algo muy difícil que es tratar de dar a conocer públicamente los diversos mensajes implícitos de Yajne dirigidos sobre todo a los millennials, por eso la redacté en formato dialogado coloquial que parece un tanto más accesible para quienes ya no les interesa leer libros y se conforman con solo “googlear”, lo que conduce a la sumisión en todas las áreas de su existencia. Los robots parecen amigos que los satisfacen plenamente, pero en verdad reducen cada vez más sus capacidades para que puedan resolver ellos mismos sus asuntos y conflictos personales y sociales, en fin, su presente y su destino. Utilizar los inventos robotizados con regulada sabiduría a modo de complementos para decidir sobre su yo-nosotros, crear y divulgar sus descubrimientos luego de la tranquila reflexión.

Jorge Gómez Jiménez

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