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Yajne, la buscona, de Alicia Freilich

viernes 17 de febrero de 2023
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“Yajne, la buscona”, de Alicia Freilich
Yajne, la buscona, de Alicia Freilich (Palibrio, 2022). Disponible en Amazon

Yajne, la buscona
Alicia Freilich
Cronovela
Editorial Palibrio
Bloomington (Estados Unidos), 2022
ISBN: 978-1506548678
156 páginas

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Yajne o Iajne significa, en idish, en el sonido de los ashkenazim, chismosa, entrometida, etc. Es un vocablo que suscita curiosidad u obliga al lector a hurgar en archivos, documentos o redes lo que nos quiere decir Alicia Freilich cuando titula su “cronovela” con esa extraña palabra.

El mundo que encontramos en las páginas de Yajne, la buscona induce a quien lo lee a sentirse atraído, no tanto por la narración sino por la intervención de los personajes invitados por la protagonista a siete encuentros individuales en los que ella, “la buscona”, repasa su biografía a través de largos diálogos en los que su palabra áspera, dura, insistente, discurre sobre sus amores, sus desvaríos eróticos, sus correrías amorosas. Los invitados, hombres de diferentes oficios o talantes, son confrontados, sacudidos por quien reclama, insiste en volver al pasado mientras la vejez la mantiene en un sanatorio, en un establecimiento para personas de edad muy prolongada. Sin embargo, la mujer, la voz cantante en esta historia, mantiene una memoria irónica porque a veces hace creer que olvida mientras adorna su discurso con retazos de canciones: boleros, rancheras, que motivan su épica, su viaje por la historia de esos hombres que fueron sus amantes, sus novios o cercanos en amores furtivos, abiertos, fracasados.

Un personaje referencial, asomado, Berenice, la madre supuesta de la mujer, es la encargada de enviar las invitaciones a los hombres que vinieron a escuchar o a cruzar palabras con la mujer. Suerte de despedida, de adiós que requiere de un balance para cerrar el ciclo vital o para prolongar otra existencia, otra manera de ver el mundo, desde la memoria acumulada en papelitos, hojas amarillentas que forjan esta escritura desde la oralidad, desde la conversación con sus invitados.

En un asilo en Miami la anciana judía venezolana se explaya. La visitan quienes viven en Venezuela o en Florida. Hombres/nombres que han sido parte íntima de su vida, a quienes reclama, esculca, regaña, relata, escudriña sus aventuras y los hace sentir como sujetos blanco de indagaciones para hacerlos sentir mal o victimarios. Ella, la mujer, quien se califica de neurótica, de haber llevado una “vida fragmentada”, de ser una “chismosa genética”, elabora toda una biografía en la que caben la de ella y la de los sujetos en una suerte de juicio amistoso, pero duro, sin rasgos de imposturas o coqueterías disimuladas donde el sexo y el erotismo dejados atrás conforman y confirman en el entramado de esta novela en la que el tiempo juega papel fundamental, de allí el subtítulo de “cronovela”.

 

La mujer que habla y hace hablar recurre a un poder que es reconocido por los invitados al encuentro de los siete.

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Es una novela con estructura periodística, oficio que Alicia Freilich practicó durante gran parte de su vida. Se reconoce en la manera de abordar a los sujetos a una indagatoria. Preguntas o afirmaciones que buscan encontrar respuestas. O afirmaciones que son respuestas tácitas. La mujer que habla y hace hablar recurre a un poder que es reconocido por los invitados al encuentro de los siete, número cabalístico que se aproxima al origen cultural y religioso del personaje, una mujer judía que recorre su existencia en medio de sucesos del pasado relacionados con el éxodo, el nazismo, el comunismo soviético, el holocausto, la emigración y la cultura de quienes arribaron a este lado del mundo, a Venezuela, en un pasado remoto, pero que se repite en el presente mediante la presencia del despotismo y la tiranía de un régimen que ha convertido al país en un pantano de corrupción, en represión, en objetivo ideológico que ha provocado una de las diásporas más dolorosas del orbe. Todo eso aparece en estas páginas, en las palabras de “la buscona”, quien elabora un registro de eventos históricos, culturales, económicos y sociales mientras escudriña su propia vida amorosa frente a quienes fueron sus amantes o pretendientes. Es decir, relata su historia íntima rodeada de un universo de aventuras y desventuras colectivas que sucedieron en el mundo de sus padres o suceden en el mundo que le ha tocado vivir a ella en Venezuela.

Propuesta como una cronología de relatos dialógicos, esta novela repasa los tiempos de Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, los de la democracia adecopeyana y el del chavismo: toda una suerte de distopía en la que los personajes no dejan de contenerse al hablar de estos temas que revelan el carácter político de la obra. Político porque no deja de tratar el paisaje del poder y el desarrollo de pretendidos movimientos humanos que lo encaran o lo apoyan. Pero también las distintas relaciones entre la ciudadanía y ese poder entronizado hasta su caída, la del pasado, y el surgimiento de un estamento ideológico que se aposentó en el país y abrió de nuevo la brecha de un éxodo en el que una judía tiene protagonismo, como una suerte de herencia, de genética reveladora.

 

El pretérito infantil de una mujer que vivió la Venezuela de los militares en un país donde siempre ha existido vocación cuartelaria.

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Mientras conversa con sus invitados, la mujer recuerda, en medio de olvidos y letras de canciones, a las “abuelitas presas”, a las herederas de la emigración, a ella misma en la rumana Gerta Kurtner, a las judías que llegaron a Petare o San José, estadios como otros de Caracas de enfrentamientos de la actualidad donde fueron heridos y asesinados muchos estudiantes por las balas de los agentes represivos de la revolución. El pretérito infantil de una mujer que vivió la Venezuela de los militares en un país donde siempre ha existido vocación cuartelaria, con visos democráticos civiles manchados por la mano enguantada de los uniformados.

“Era un país en absoluto silencio, como de vidas ocultas…”, dice la mujer al referirse al largo período gomecista. Y así, aparece la referencia a José Rafael Pocaterra en la neblinosa memoria de “la buscona”.

 

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(En su libro Entrevistados en carne y hueso, calzado con su apellido de casada, Alicia Freilich de Segal, publicado por la Librería Suma, en Caracas, en 1976, el lector podrá ver el perfil de la periodista que es y la que escribe esta novela de diálogos: la mujer que pregunta con lengua afilada es la “misma” que ahora confronta a sus amores, a sus íntimos, quienes fueron compañeros de universidad o de aulas de liceos cuando ella impartía o recibía clases.

En el mencionado libro son entrevistados Ramón J. Velásquez —quien es referido en la novela—, Pedro León Zapata, Arturo Uslar Pietri, Arístides Bastidas, Luis Alberto Machado, Elisa Lerner —parte referencial de la novela—, Guillermo Meneses, Napoleón Bravo, Analuisa Llovera, Teodoro Petkoff, Renny Ottolina —también asomado en la historia—, Elena Blemenfeld, Carlos Rangel —referido en la cronovela—, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Johnny Cecotto, Sofía Ímber —también parte referencial de la novela—, Juan Nuño, José Balza, Luis Beltrán Prieto, Ángela Zago y Máximo Freilich, quien es personaje ficcionado de otra novela de nuestra autora, Cláper, editada en 1987 por Planeta, en Caracas.

Relacionar este trabajo periodístico de la autora con la novela que estamos tratando tiene razón de ser porque Alicia Freilich recurre a algunos tramos de ese trabajo y el lector ha sido capaz de observar similitudes en los que la realidad se ha convertido en ficción, por supuesto, obviando el tema, toda vez que los sujetos de las entrevistas fueron “sometidos” a preguntas relacionadas con sus oficios y desempeños con un rigor que seguramente creaba en ellos cierto temor, como ha sucedido con los personajes de la novela donde los invitados a veces revelan que se sienten acorralados por “la buscona”).

 

Los siete hombres que la visitan son el vehículo para abordar los más diversos temas como un eco en “el salón de los encuentros”.

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Luego de este salto en la lectura, al volver a la historia, el lector podrá ser testigo de la presencia de los actantes como blanco de las preguntas de “la buscona”, quien a partir de aquí revelará su poliandria: ella como mujer que ha tenido muchos hombres y de ser una “mirona por los agujeros”.

Los siete hombres que la visitan —personalidades distintas en las que se incluyen conspiradores, exiliados, pero todos hombres de su tiempo, el de la voz narradora y el de Venezuela— son el vehículo para abordar los más diversos temas como un eco en “el salón de los encuentros”. Aparecen allí los emigrantes que huyen a otros países, la educación de antaño, la dictadura y la democracia, la clandestinidad, todo bajo la perspectiva que da el relato conjunto entre la protagonista —anónima durante la mayor parte de la novela— y sus visitantes.

En cierto punto de la historia se advierte, como tema de esta protagonista, el rencor y la “manía de fisgonear vidas ajenas”, y ser “una mujerzuela que busca hombres”, razón por la cual “no logra encajar” en algunos ambientes o con algunas personas. Ella continúa su relato, sus encuentros con el pasado, entre trozos de canciones viejas, mientras la vejez aturde su memoria. El mal del olvido ha comenzado a borrar nombres, autores, paisajes. Hace crítica de “esa bendita crisis que llaman juventud normal”.

Es dura consigo misma. Se dice “sarcástica, entrépita, voyeur, mirona”, dura, ácida y arrebatada buscona; insiste en su neurosis y en su “tara de fisgona”; no deja de calificarse: “sin remedio era libertina, viciosa de mente”, por lo que “estoy ajustando la lista de mis amores”; reconoce haber vivido “una existencia fragmentada”, deslenguada, “chismosa genética”, intrigante.

Alicia Freilich cierra con Yajne, la buscona, un ciclo narrativo de cinco novelas iniciado con Cláper el marchante (1987) y abarca un siglo de trasfondo histórico venezolano que se cierra con sucesos actuales. Los hechos del entorno presente de quien lee la trama hoy se van relacionando con el pasado, la actualidad y el posible futuro del país y sus propias existencias.

Alberto Hernández

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