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Su libro César Vallejo, genio entre los genios, revisa la obra del poeta desde diversas perspectivas:
La pasión vallejiana de Luis Alberto Ambroggio

lunes 29 de mayo de 2023
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Luis Alberto Ambroggio
Con una vasta trayectoria como investigador de la obra de César Vallejo, Ambroggio nos presenta ahora al poeta contrastado con otros autores.

El poeta peruano César Vallejo es, sin duda, una figura central en la literatura hispanoamericana, y sus obras han tenido un impacto significativo en la literatura mundial. Vallejo se caracterizó por su estilo innovador y su compromiso social y político en la época en que vivió. Con su estilo poético único, provisto de un manejo complejo del lenguaje, abordó la exploración de temas como la desigualdad social, la opresión política y la injusticia en el mundo.

Su importancia radica en la forma como ha inspirado no sólo a autores de su época, sino también a escritores y pensadores posteriores. Su legado, aunque breve debido a su prematura muerte a los 46 años, ha sido duradero, y su influencia continúa siendo relevante en la actualidad. El autor de Trilce es considerado un escritor indispensable para entender la evolución de la poesía y la literatura hispanoamericana y, en general, para entender las vanguardias literarias del mundo.

Uno de esos autores inspirados por César Vallejo es el argentino Luis Alberto Ambroggio, quien se reconoce marcado por la obra del peruano desde la infancia. La luz rutilante del primero ha guiado el camino del segundo, distinguido hace casi seis años como “hijo adoptivo” de Santiago de Chuco, la ciudad en la que nació Vallejo en 1892. Y uno de sus libros más destacados es una colección de ensayos que enfocan la obra del peruano desde las más diversas perspectivas: César Vallejo, genio entre los genios, libro sobre el cual conversaremos en esta ocasión.

 

César Vallejo, genio entre los genios, las encrucijadas del poeta

Lee también en Letralia: reseña de César Vallejo, genio entre los genios, de Luis Alberto Ambroggio, por Alberto Hernández.

—Es indudable que César Vallejo nos dejó una obra de alcance universal e inigualable. Es además uno de los autores a los que has dedicado mayores esfuerzos investigativos. ¿Cómo llegas a la obra de Vallejo? ¿Qué marca ha dejado en ti y en tu propia obra?

—Vallejo ingresa en mi vida al final de mi infancia cuando mi madre, al notar mi afición por la poesía, me regala una antología del poeta, aconsejada por su colega en la Universidad Nacional de Córdoba, el gran vallejiano Juan Larrea. Y así brotan en mis versos sus ejes discursivos, su rebeldía y otras características de estilo, además de mi interés por sus textos y contextos.

César Vallejo, genio entre los genios, explora las relaciones entre la obra del autor peruano y las de Whitman, Darío, Celan, Hernández y Nietzsche. ¿Qué tratamiento le das a estas relaciones en el libro?

—La vida del poeta, del escritor, configura una búsqueda creativa en la que surgen encuentros, descubrimientos asombrosos. Descubrir y explorar la relación e influencias de los poetas es fascinante y en estos ensayos me propuse detallarlas. Desde joven Vallejo comulgaba con Whitman, sus ejes discursivos, la inclusividad en sus versos que se plasma en el vate peruano, comenzando con Los heraldos negros. El poema “El retablo” de Vallejo invoca al “Darío de las Américas celestes”. El protagonismo y la dignidad de la piedra, la esperanza en su silencio, aúnan la perspectiva del andinismo vallejiano con textos de Paul Celan que utilizan la imagen de escritura de piedras, las voces calladas de las cosas. Las vidas y obras de Miguel Hernández y César Vallejo, ambos vates sufrientes, coinciden en muchos aspectos: su rebeldía digna y genial, encarcelamiento y militancia. En fin, César Vallejo, “genio entre los genios”, también se une en sus divergentes aproximaciones a la genialidad abarcadora y, a veces, desconcertante del filósofo, poeta, nihilista, Friedrich Nietzsche, con sus posturas que cambiaron la visión del mundo en su vasta obra, incluyendo la vida/muerte de Dios. Su postulado decía que “después de la muerte de Dios la única metafísica es el arte”.

 

“César Vallejo, genio entre los genios”, de Luis Alberto Ambroggio
César Vallejo, genio entre los genios, de Luis Alberto Ambroggio (La Catedral, 2020). Disponible en la web Libros Peruanos

Luis Alberto Ambroggio y los genios alrededor de Vallejo

—En el primero de los ensayos señalas el panhumanismo, el lenguaje materialista y los versos letánicos como algunos de los elementos en los que coinciden Vallejo y Whitman. Hay una relación entre ambos autores que ha sido reconocida incluso por críticos de la talla de Harold Bloom. ¿Puedes resumirnos en qué se diferencian y en qué se asemejan sus estilos poéticos?

—Voy a compartir en mi respuesta lo que escribió la vallejiana doctora Mara García en su prólogo del libro: “No hay duda de que los ejes discursivos, temáticas, fragmentación del lenguaje y experimentación poética comprueban la semejanza y atavismos que existen entre los dos poetas, así como la influencia de Whitman en la obra de Vallejo. Los dos rapsodas recrean el elemento acuático de la lluvia, el aguacero y el mar, ya que para ambos es un elemento vital y purificador. Un tema que los asemeja es su visión de la vida y la muerte, las reflexiones acerca del hogar, etc. Vallejo citó a Whitman como muestra de su admiración e influencia. De la misma forma en que Whitman iluminó la épica en el norte, Vallejo la iluminó en el sur, para luego ambos alumbrar el mundo entero. Tanto Whitman como Vallejo descubren el valor del ser humano y se fraternizan con él”.

—Dedicas uno de los ensayos a la relación entre Vallejo y Rubén Darío, y destacas la admiración del primero por el segundo. ¿Qué papel juega la influencia de Rubén Darío en la poesía de Vallejo? ¿Crees que esta influencia ha sido subestimada en la crítica literaria de Vallejo?

—La relación y presencia de Rubén Darío en César Vallejo se ha encuadrado en lo que se llamó “la influencia de la ansiedad”, modificando lo que Harold Bloom afirmaba “la ansiedad de la influencia”. Los críticos y estudiosos de las obras de Vallejo y Darío sostienen que este fenómeno podría encontrarse en la marca que el padre del modernismo hispanoamericano, Rubén Darío, dejó en la obra de César Vallejo, que lo adoraba, una impresión de admiración durante todo el recorrido ontológico de rupturas vanguardistas y más allá, en lugar de quedarse únicamente en el primer poemario más bien modernista del poeta, Los heraldos negros. Esta influencia, a partir de la aserción dariana en El canto errante “el arte no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos”, ha sido estudiada y documentada en diferentes contextos, como, por ejemplo, la convergencia en la expresión de lo sensual, aural y aromático; sutileza del deseo erótico y su acción directa; asimismo en la preocupación dariana sobre “yo persigo una forma” y la vallejiana de “quiero escribir, pero me sale espuma” del poema “Intensidad y altura”, con un largo etcétera. Pero dada la vastedad y comunión de estos genios originalísimos, siempre serán pocos los estudios.

Lee también en Letralia: “Vallejo y Darío, unidos en el poema ‘Retablo’”, uno de los ensayos del libro de Luis Alberto Ambroggio.

—En tu ensayo sobre la relación entre Vallejo y el poeta francés Paul Celan hay una idea central que nos llega desde Jung: la gran poesía sobrepasa el inconsciente personal y toca el inconsciente colectivo. ¿Cómo se cumple este postulado en la obra de ambos autores?

—Efectivamente, el poema perdura y se recrea cuando, sobrepasando el inconsciente personal, su contenido toca el inconsciente colectivo. Tanto los poemas de Vallejo como Paul Celan han tocado el inconsciente colectivo de la humanidad con su mensaje de solidaridad y esperanza frente al dolor, a la condición humana, a la lucha social e injusticias, frente al “ser hambre”, “ser miseria”, “ser nada”. “Voy a hablar de la esperanza”, escribe Vallejo, y Celan encuentra la luz en medio de la oscuridad con una ambigua espiritualidad de una esperanza desesperanzada basada en una solidaridad fraternal.

—Existen varios paralelismos entre César Vallejo y Miguel Hernández, comenzando por el momento en que se conocen en 1937, año en el que el primero publica España, aparta de mí este cáliz, y el segundo Viento del pueblo. La dignidad y la rebeldía, temas en los que se enfoca tu ensayo, atraviesan la obra de uno y otro. ¿Cómo se manifiestan estas coincidencias en la poesía de Vallejo y Hernández?

—Voy a permitirme citar como respuesta unos párrafos de Concha Zardoya que menciono en el libro porque creo que conforman el mejor resumen de las coincidencias en la vida y poesía de Vallejo y Hernández: “Ambos transfiguran poéticamente dolorosas experiencias vitales que les aproximan, hermanándolos. Ambos viven circunstancias comunes en una dura y angustiosa época que les lleva a una muerte parecida. Ambos viven pobreza y desolación, cárcel y enfermedad: son dos hombres-poetas sufrientes ante el dolor impuesto a las criaturas. Se solidarizan con los desventurados, partícipes de la fraternidad en el dolor, iguales ante las penas que causan la injusticia y la miseria. Ambos sienten que la existencia impone el sufrimiento para aspirar a la libertad, fatalmente. Los evangelios político-sociales en que creen, les acercan. Fieles a un ideario similar, ambos perciben la solidaridad humana como materia poética ineludible”.

—La vida como eje discursivo central y el protagonismo de Dios son algunos de los aspectos en los que se pueden establecer coincidencias entre la poesía de Vallejo y la filosofía de Friedrich Nietzsche, tema del que te ocupas en el último ensayo. ¿Cómo se encuentran la poesía y el pensamiento de ambos autores?

—Contesto parafraseando unas palabras de mi ensayo. Uno de los mentores de Vallejo fue el marxista-nietzscheano José Carlos Mariátegui, quien citaba con frecuencia a Nietzsche. Además se ha documentado que César Vallejo y su grupo de amigos de bohemia en Trujillo declamaban secciones enteras de Así habló Zaratustra, el libro clave de Nietzsche. De allí que a lo largo de la vida de César Vallejo podamos comprobar una comunión vital con las posiciones de Nietzsche contestatarias, libremente peregrinas y combativas, pero, en definitiva, solidarias. Sirvan de referente estas frases de Así habló Zaratustra en el apartado referente a los poetas: “Desde que conozco mejor el cuerpo —dijo Zaratustra a uno de sus discípulos—, el espíritu no es ya para mí más que un modo de expresarse, y todo lo ‘imperecedero’ es también sólo un símbolo”; “Y todos los poetas creen esto: que quien, tendido en la hierba o en repechos solitarios, aguza los oídos, ése llega a saber algo de las cosas que se encuentran entre el cielo y la tierra”; “¡Ay, existen demasiadas cosas entre el cielo y la tierra con las cuales sólo los poetas se han permitido soñar!”. Las disonantes, escépticas, a veces elocuentemente excéntricas, agobiadoras, sabiamente contradictorias afirmaciones de Nietzsche en su capítulo sobre los poetas envuelven, a su vez, un misticismo misterioso en la denuncia que desarrolla sobre el acontecimiento agónico humano que conjuga el hastío, aburrimiento, falta de certidumbre con el ilusionismo de ultramundos, divinidades, como atenuación del dolor de la existencia humana. Dualidad de experiencias que también César Vallejo manifiesta, entre otras partes, en su poema “Espergesia”, cuya última estrofa dice: “Todos saben… Y no saben / que la Luz es tísica, y la Sombra gorda… / Y no saben que el misterio sintetiza… / que él es la joroba / musical y triste que a distancia denuncia / el paso meridiano de las lindes a las Lindes. / Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo, / grave”.

 

Haber sido elegido hijo adoptivo de Santiago de Chuco completa un ciclo de vida, inspirándome en mi lucha.

Vallejo, magnético y telúrico

—Se van a cumplir seis años desde que recibiste un reconocimiento muy especial: te convertiste en “hijo adoptivo” de Santiago de Chuco, la ciudad en la que nació César Vallejo en 1892. ¿Puedes hablarnos de la importancia de este premio para Luis Alberto Ambroggio?

—Como he dicho anteriormente, el haber sido elegido hijo adoptivo de Santiago de Chuco completa un ciclo de vida, inspirándome en mi lucha por los derechos humanos, la dignidad de nuestra identidad y la importancia de no someterse a las injusticias sociales y políticas. Un sueño magnético y telúrico que me hace posible revivir a Vallejo en mi vida y obra. El Vallejo que nace en mi vida al final de mi infancia y que increíblemente seis décadas más tarde, se cierra llegando a la misma fuente, a su lugar de nacimiento que me adopta como hijo. Para mí se convierte en uno de los premios más importantes, significativos y conmovedores.

—Vallejo influenció una vasta región de la poesía contemporánea y aún en nuestros días se estudia con avidez y atención. ¿Qué tiene que decir el autor de Trilce a los jóvenes lectores que empiezan a descubrirlo en el siglo XXI?

—Dentro de la inusitada complejidad estilística y temática de este poemario crucial de Vallejo en el que expresa, entre otros temas, la variedad y crueldad misteriosas de acontecimientos existenciales como la muerte de seres queridos, de su madre, rupturas emocionales, encarcelamiento, indigencia, creo que resalta subrepticiamente la aproximación esperanzadora de la solidaridad con la persona, con el hombre, con el otro que está contigo, con nosotros, con sus sufrimientos y los sufrimientos de todos los seres humanos. Y en la vivencia del tiempo, Vallejo, sin sugerir ninguna postura, él toma una cosmovisión optimista, la de aceptar la vida como ha sucedido sin ver más allá de lo que tiene. No es simple esta interpretación conformista de muchos de los críticos dentro de la complejidad de Trilce. Pero sería para mí, el mensaje complicado, rebelde y exabrupto de un joven a los jóvenes que trabajen en descubrirlo en el siglo XXI.

Jorge Gómez Jiménez

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