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Fulgencio Martínez:
“Soy un poeta español, es decir, en español”

domingo 4 de junio de 2023
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Fulgencio Martínez
Fulgencio Martínez: “Hay tantos tópicos mediocres que hay que taparse la nariz cuando uno lee”.

Fulgencio Martínez (Murcia, España, 1960) es filósofo, filólogo, editor, ensayista, narrador y poeta. Tiene un máster en Filosofía Teórica y Práctica, así como también un máster en Formación e Investigación en Literatura y Teatro. Es editor y director de la revista Ágora: Papeles de Arte Gramático. Tiene varios poemarios publicados, de los que cabe destacar León busca gacela, Prueba de sabor, El cuerpo del día, El año de la lentitud, Cancionero y rimas burlescas, Línea de cumbres y La segunda persona. Su único libro de relatos es El taxidermista y otros del estilo (2019). La escritura plural es una antología de poesía actual española de la que es editor y antólogo. Antonio Machado es un ensayo de investigación de su autoría publicado por la revista Symposium de la Universidad Católica de Pernambuco, Recife, Brasil. Cosas que quedaron en la sombra, poemario de su autoría, fue en 2007 reconocido con el Premio al Mejor Libro de Poesía publicado en Murcia, España. Publica sus artículos en el periódico español La Opinión (Murcia) y en el blog de Ágora. Una muestra de su trabajo creativo-poético se puede encontrar en Antología mínima de Fulgencio Martínez. Él ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

 


 

Hace poco tiempo publicaste La segunda persona (2021). ¿De qué trata este poemario y cómo recorres entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarlo?

Es difícil, como bien sabes, resumir un poemario. El libro lo comencé en diciembre de 2020 con un poema en el que dialogo con mi padre, fallecido un mes antes (el 19 de noviembre de ese año) por causa del Covid. Y lo terminé y publiqué un año después, en diciembre de 2021. El libro trata de expresar la deuda y el homenaje de amor, nunca reconocido de otro modo sino en la escritura, hacia una persona concreta, mi padre, pero también, en su nombre, es un reconocimiento a toda una generación trabajadora que hemos dejado morir sin prestarle, durante la pandemia, la suficiente atención.

El libro es testimonial y crítico, autocrítico. En España, donde vivo, el Gobierno ocultó las cifras reales de muertos por Covid y se desentendió de las residencias de ancianos, quienes no podían ni siquiera recibir la visita y la compañía de sus familiares. No los llevaron, a los enfermos, a hospitales. Yo luché y conseguí que mi padre fuera trasladado a la unidad de cuidados de enfermos de Covid de un hospital, pero ya fue demasiado tarde. La realidad está siempre detrás de la literatura, de la poesía, en mi caso. La segunda persona, el hijo, la obra, quedan para testimoniarlo.

 

“La segunda persona”, de Fulgencio Martínez
La segunda persona, de Fulgencio Martínez (Sapere Aude, 2021). Disponible en Amazon

¿Qué relación tiene La segunda persona con tu trabajo creativo anterior y hoy?

En poesía he mantenido una búsqueda de la comunicación personal, de tú a tú, con el lector; casi siempre abordando los asuntos radicales de la existencia humana (el amor, la vida, la muerte: las “tres heridas” de Miguel Hernández), pero también ha habido espacio en mis poemas a los problemas sociales, cívicos, incluso al humor y a la ironía, como medicinas contra el burdo rozamiento mundano. En 2019 publiqué el poemario Línea de cumbres, donde invito al lector a una conversación (a veces, por qué no, filosófica).

 

Si comparas tu crecimiento y madurez como persona y escritor, ¿qué diferencias observas en tu trabajo creativo inicial con el de hoy?

Me llevas a interrogarme y reflexionar, ahora que, a mis sesenta ya cumplidos, estoy en el tiempo de elegir y comprar la maleta, todavía no de hacer la maleta. ¿Sabes que Machado decía aquello de “cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar/ me encontraréis a bordo, ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar”? Pero Fernando Pessoa, por boca de su heterónimo Álvaro de Campos (personaje inexistente, pero poeta real al fin y al cabo en sus poemas), pensaba que nos toca hacer la maleta para después no ir a ningún lugar. Hay en Machado como una débil esperanza, y como una expresión moral, que creo es lo mejor a que puede aspirar uno, como persona y como creador.

En cualquier caso, tenga razón Machado o por el contrario Pessoa-Campos, a todos nos llegará el tiempo de preparar y hacer la maleta. Fíjate, no hablo sólo de morir, sino de decidir si hemos vivido con acuerdo. Para un poeta, para un creador, si su quehacer ha valido para sí mismo su acuerdo. Mira, ahora que lo pienso: a lo mejor, sí. Me ha valido escribir para darme cuenta de una cosa, al menos de una cosa: de esa maravilla que es el lenguaje, una maravilla tan extraordinaria, una mentira o una verdad tan superior incluso a nuestra humana capacidad de admiración, y a la vez tan libre, tan libertadora que deja que te preguntes y te respondas por tu cuenta, y te confundas, aciertes o inventes pero, sobre todo, que te da conciencia. Y eso es la poesía y la filosofía que me gusta y que he intentado, modestamente, practicar. ¡Vaya!, dice la lengua que hacer la maleta es predisponerse a ir a otro lugar y el poeta rompe el automatismo, el poeta-lenguaje planta un espacio nuevo, desde donde uno puede considerar las cumbres o mirar el abismo o, si lo quieres ver de este otro modo, reivindica el hacer por el hacer.

 

En mi generación se produjo un giro hacia la poesía de indagación personal y la comunicación.

¿Cómo visualizas tu trabajo creativo con el de tu núcleo generacional de escritores con los que compartes o has compartido en España y fuera?

Pertenezco a la generación de la democracia, que por suerte no sufrió ya la censura y la autocensura de otras generaciones. Mi formación bebe en poetas como César Vallejo, Juan Ramón Jiménez, el citado Antonio Machado y su maestro, el genial Rubén Darío. En mi generación se produjo un giro hacia la poesía de indagación personal y la comunicación, no en el sentido trivial de esta palabra, sino en el sentido hondo, de interpelación y búsqueda en común, de diálogo en el poema, de tú a tú, entre el lector y el autor, y entre los diversos yos de este.

Mi generación, tanto en España como en América, por lo que conozco, se interesa en poesía por las cosas que menos suelen interesar hoy a los que mandan el mundo: los sentimientos vivos, las preguntas incorrectas, las palabras que huyen de ser “data” y se rebelan, como solían ser los humanos libres de antes…

 

¿Cómo concibes la recepción a tu trabajo creativo dentro de España y fuera, y la de tus pares, bien sean escritores de novela u otro género?

Mira, casualmente, ayer me comunica mi editorial que se han vendido trece ejemplares de La segunda persona a los seis meses de su publicación. Por ese lado, contento (ironizo): La poesía no se vende, y eso está bien. Resisto al éxito material cuanto puedo: hablando en serio, no hay cosa que me cargue más que la fatuidad, no digo la vanidad, porque de eso no estoy libre. Mi trabajo es tan modesto que, de verdad, no puedo responderte a esta pregunta. Creo que me leen algunos amigos y me estiman, eso es todo.

 

Sé que eres de Murcia, España. ¿Te consideras un autor español o no? O, más bien, un autor de literatura, sea ésta española o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo te sientes tú?

Mira, gracias por la pregunta: Unamuno decía que se es tanto más universal cuanto más se es de una lengua, una patria o circunstancia determinada y de un tiempo determinado. Ponía el ejemplo del florentino Dante, del siglo XIII. Soy un poeta español, es decir, en español. Y aquí no cedo a los mediocres cantos de la globalización alienante rusoestadounidensechina. Reivindico la españolidad lingüística y espiritual de Puerto Rico, de México, igual que la de Cuba y Murcia. Nos comemos las mismas palabras.

 

¿Cómo integras tu identidad étnica y de género y tu ideología política con o en tu trabajo creativo?

Un poeta tiene sexo, igual que una mujer o un hombre tienen sexo. Género, para la gramática. En el mundo anglosajón “sexo” es tabú. Los anglosajones son muy “puritánicos” en su norma lingüística, pero han extendido sus prejuicios por el mundo. Hay tantos tópicos mediocres que hay que taparse la nariz cuando uno lee. No me interesa para nada la literatura que venga precedida de una predeterminada etiqueta, de homosexual, heterosexual, indígena o extranjera, femenina o masculina, me da igual y me molesta que me traten, como lector, de adoctrinar. Lo literario por sí solo es lo que da sentido a esto que hacemos. ¿Y ahora, no te contradices, susurra el eco de lo correcto, habiendo dicho antes que escribes en español y te sientes en español? No. Creo que lo que vale para ser universal (cité antes a Unamuno) vale también para ser individual. Mi identidad individual está transformada en mi literatura y ésta aspira a lo universal y a lo humano en general, pasando por la condición de la lengua: el español, que es mi herramienta, mi tradición y mi sangre espiritual.

 

¿Cómo se integra tu trabajo creativo a tu experiencia de vida? ¿Cómo integras esas experiencias de vida en tu propio quehacer de escritor hoy?

Escribir es como acompañar el tiempo que fluye… Y a veces logro resaltar algún momento vivido. También te confieso que me ocurre, a veces, vivir antes en el poema que en la vida; es decir, muchas veces me atraso o me adelanto, no sé.

 

Desde el acceso masivo a la información en internet y el trato social con las sombras de la caverna, en las redes, todo se ha diluido.

¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a tu trabajo creativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

Interesante cuestión, pues yo, en varios trabajos sobre el poeta Machado, he escrito sobre la transmisión, que es el río de recepciones comunes, por así decir, que comparten las generaciones contemporáneas, y éstas, a su vez, con las históricas. Sinceramente, desde hace veinte o treinta años (yo soy profesor y lo he podido comprobar), hay un corte que no sabemos si será posible recuperar. Se ha perdido, entre otras cosas, el tiempo de la lectura, la búsqueda sosegada y la crítica provechosa y amorosa. Desde el acceso masivo a la información en internet y el trato social con las sombras de la caverna, en las redes, todo se ha diluido. No digamos la tertulia de café, la charla entre hijos y padres, pero incluso, entre chicos y chicos, que ya sólo miran sus pantallas autómatas. En fin, la poesía sigue interesando a unos pocos, como planta que sobrevive a la sequía en cualquier tiempo. No quiero dejar de hacer constar (como antólogo, pues hice una antología titulada La escritura plural, 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura. Antología actual de poesía española) el buen momento de la poesía en lengua española, tanto en Puerto Rico (donde brilla el magisterio poético de Antonio Ramírez Córdova) como en Perú, con la revista La Manzana Mordida, o en México, Argentina, incluso en Miami, en la española Florida, y en otro punto, en Israel, donde sigue vivo el español sefardí. Incluso en Barcelona, España, hay buenos poetas en español.

 

¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?

Mira, precisamente, me gustaría, con el tiempo, continuar con una ampliación de esa antología a más poetas en lengua española de cualquier parte del mundo, y seguir publicando la revista Ágora: Papeles de Arte Gramático, que fundé en 1998, y que ahora, en su segunda época, va a publicar su número duodécimo. Hay de casi todos sus números publicados una versión digital abierta y gratuita en internet, aunque la revista nació en papel y sigue teniendo vocación de soporte impreso.

Wilkins Román Samot

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