
Mónica C. Lladó Ortega (Nueva York, Estados Unidos) es docente, investigadora y escritora. Realizó estudios de Maestría y Doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos. Es docente-investigadora adscrita al Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Carolina. Ha sido coordinadora de la Agenda Cultural Multidisciplinaria de dicha entidad educativa. Sus áreas de interés investigativo incluyen la literatura queer y la literatura puertorriqueña contemporánea. Mónica ha contestado nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.
Hace algún tiempo publicó usted Detox: venenos y remedios (2018). ¿De qué trata este poemario y cómo recorre usted entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarlo?
Sí, Detox: venenos y remedios es mi primer poemario. En él se compilan poemas de diversas épocas que junté bajo el título Detox… en inglés, que alude a la desintoxicación que buscaba, de un modo u otro, plasmar en esos textos.
Fue en un momento de transición entre funciones administrativas y las vinculadas a la cátedra en la universidad que decidí juntar estos poemas y publicarlos como un ejercicio liberador para regresar a la literatura como lugar habitable, como espacio imprescindiblemente humano. Sentía un gran contraste entre dedicarme a lo administrativo y el regreso al salón de clases que tanto me apasiona. En ese momento, me hacía falta ese regreso a mí misma y así lo concebí. Tuve el gran apoyo de amigas poetas y mentoras que atesoro, Alexandra Pagán Vélez, Mayra Santos Febres, Mayda Colón y Zayra Taranto.

Podría decir que los poemas que incluí son trozos de experiencias de diferentes épocas que ya sea viví o sentí en mi entorno y que apalabré para simbólicamente desintoxicarme del veneno o sufrimiento que en su momento provocaron. Hay también escritos que buscan ser remedios que sanan el dolor desde la palabra escrita, pues para mí la poesía es una expresión profundamente transformadora, tanto para quienes escriben como para quienes la escuchan o leen. Desde su raíz la poesía engendra un fruto nuevo que fusiona la realidad con la ficción, las vivencias con lo que la mente procesa de ellas. Esto crea otra sustancia pegajosa que no podemos liberar sino en la tinta y la voz.
Escribo desde muy joven. Los cuadernos fueron refugios para mi voz. Nací y fui criada hasta los diez años en Estados Unidos en un pueblo pequeño en Upstate New York. En los setenta éramos de los pocos hispanos que vivíamos allí. Siempre me sentí fuera de lugar. Era muy tímida, creo que la timidez venía de un sentido de desarraigo que me llevaba al silencio ante los demás. Por eso, al principio cuando de pequeña comencé a ir a la escuela estuve en silencio por casi un año. La maestra llamaba mi nombre y yo no encontraba el valor de decir: “here” (“presente”). Una amiga, Amanda, fue mi voz por muchos meses. Le decía al oído las cosas, ella se las repetía a la maestra. Hasta que por fin tuve el valor de decirlo yo y comencé a expresarme por mí misma, poco a poco. También vivía entre dos lenguas: el español en casa y el inglés en la escuela.
Luego, al mudarnos a Puerto Rico a los diez años, eventualmente me enamoré de mi lengua materna, la primera que escuché en mi casa, la que por más que intenté huirle me abrazó con todo y mis imperfecciones. Al principio, mi acento al hablarla provocaba que me dijeran nuyorican (como si fuera un insulto) o me cuestionaran mi puertorriqueñidad. Fue en la escuela superior cuando finalmente me sentí acoplada a Puerto Rico y comencé a atesorar el español, sobre todo desde la literatura.
¿Qué relación tiene Detox: venenos y remedios con su trabajo creativo anterior y hoy?
Pues, como expliqué, realmente el libro es mi primer poemario y contiene escritos de diferentes épocas, así que contiene mucho de mí, celebra mis amores y elogia a las mujeres increíbles que han tocado mi vida en instancias de amor, hermandad y maternidad. También hay algo de búsqueda y de soltar dolores añejos de relaciones fallidas…
Ahora tengo un poemario inédito que me gustaría publicar pronto, nació de un par de talleres de escritura creativa que tomé antes y durante la pandemia con Mayra Santos Febres y son escritos que reflejan aspectos de mi búsqueda espiritual y también celebran a la mujer. En fin, resalto el tesoro de estar viva y lo plural e interconectado del vivir. Ante momentos de grandes pérdidas en la pandemia también reflexioné en algunos escritos sobre mis propias pérdidas, las cuales me llevaron a dar valor a cada respiro, a cada día que seguimos aquí encarnados, sintiendo alegrías y quebrantos, maldad e injusticia, amor y solidaridad… En fin, los venenos y remedios…
Para mí ser educadora no se separa de la escritora o investigadora en mí, que en lo profundo realmente es la lectora.
Si compara su crecimiento y madurez como persona, docente-investigadora y escritora, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo o no inicial con el de hoy?
El crecimiento y la madurez son procesos interminables como el aprendizaje mismo. Lo que marca todo es el cambio inevitable del ser vivo. Cada día me esfuerzo por manifestar lo mejor de mí como persona y lo cierto es que no siempre lo logro. Puedo ser intensa y tiendo a ser medio ermitaña. La pandemia me ha marcado de una manera que no puedo apalabrar del todo. Sólo sé que me permití detenerme en muchas cosas, tal vez demasiado. Sentí cierta desconexión con ciertos aspectos que distinguen la docencia de la investigación y de la escritura… Pero siento que ya estoy nuevamente en el punto de la interconexión. Pensar que todo es separado es ficción. Es decir, en todos estos aspectos de mi vida llevo a los otros. No sé si me explico, pero para mí ser educadora no se separa de la escritora o investigadora en mí, que en lo profundo realmente es la lectora, la que lee el mundo no sólo desde vivencias propias sino desde las palabras de otras personas que escriben. Por eso, regresar a la literatura es regresar a la escritura, a la docencia y, en menor grado, a la investigación, pues me costó reactivarla en estos tiempos. La literatura queer siempre ha sido un enfoque de investigación para mí y también la literatura que explora la convergencia de otras artes —pintura y música—, lo que llamo sinestesias literarias, pues estas otras expresiones artísticas abren el texto a otros matices de expresión creativa. Llevo mucho tiempo postergándolo, tal vez porque esa lucha por compartir mi voz sigue en mi interior.
¿Cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y fuera?
Confieso que a mí todavía me cuesta verme a mí misma como escritora, por eso en ocasiones he resistido incluso invitaciones a encuentros poéticos o conversatorios. Por lo mismo, no siento participar de un “núcleo generacional”…, pues nunca siento pertenecer del todo a nada. He llegado a la conclusión de que el desarraigo es mi espacio seguro. No lo planteo, necesariamente, como una virtud, tal vez sea mi mayor defecto. Puedo decir, sin embargo, que me siento muy afortunada de vivir en estos tiempos, por más difíciles que sean, y poder leer y escuchar las voces de escritores contemporáneos, que me conmueven y que nutren mi propio proceso creativo. Algunas de estas maravillosas voces de estos tiempos que disfruto son las de Mayda Colón, Mayra Santos Febres, Alexandra Pagán Vélez, Nicole Delgado, Yolanda Arroyo Pizarro, Carmen R. Marín, Ana María Fuster, Cindy Jiménez, Xavier Valcárcel, Raquel Salas, Ángel Antonio Ruiz, Daniel Torres, Luis Negrón, Max Chárriez, Sergio Gutiérrez Negrón, Manuel Martínez Maldonado, Eduardo Lalo, entre muchos, muchos otros también de otras orillas.
¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo dentro y fuera de Puerto Rico, y la de sus pares, bien sean escritores de relatos u otro género?
Sinceramente, no sé qué decir. Tuve la fortuna de que personas que admiro y quiero como Alexandra Pagán Vélez y Daniel Torres escribieran reseñas del poemario. He recibido palabras de elogio de amistades y familiares. Pero supongo que las personas queridas siempre elogiarán. Espero poder compartir el próximo poemario este año y que me puedan leer y conectar con la búsqueda que lo marca. En cuanto a mis pares, puedo decir que los admiro y que celebro todos sus triunfos en y fuera de Puerto Rico. Nada me da más alegría que reconozcan a nuestros escritores de ambas orillas.
Me identifico como mujer puertorriqueña afrodescendiente pero también me considero una ciudadana del mundo.
Sé que es usted de Puerto Rico. ¿Se considera una autora puertorriqueña o no? O, más bien, una autora de literatura, sea ésta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente usted?
Desde mi niñez me identifiqué con Puerto Rico como lugar de origen, aun habiendo nacido en Nueva York. Me identifico como mujer puertorriqueña afrodescendiente pero también me considero una ciudadana del mundo. Los nacionalismos tienen su doble filo, por eso busco no olvidar mi humanidad dentro de la variedad de vidas interconectadas en este planeta azul. Sé que es idealismo a lo John Lennon, pero prefiero la esperanza de lo que nos conecta más que lo que nos separa. No puedo negar que fue el budismo de Nichiren con la SGI lo que me llevó a entenderme desde la amplitud de la exploración ontológica de la experiencia humana, más allá de fronteras identitarias nacionales, étnicas o de género. Sin embargo, entiendo la importancia de estas diferencias, siempre he sentido ser diferente. Pienso que es imprescindible reconocer las diferencias y celebrarlas desde el aspecto de la justicia social y la visibilidad. A la vez, sé que como ser social reconocerme en el fluir de los discursos identitarios en los que participo es necesario e inevitable. Por eso también escribo desde la diversidad que siento encarnar como mujer cis bisexual y desde la cual no puedo evitar denunciar inequidades.
¿Qué otros proyectos creativos tiene usted recientes y pendientes?
Bueno, además del libro de crítica y el poemario que espero publicar pronto, tengo pensado desarrollar próximamente proyectos que exploren la literatura queer. Hace unos años, llevé en la universidad un proyecto cultural que llamé Sinestesias y también colaboré con Max Chárriez en el desarrollo del Congreso de Literatura Queer (CLIQ), que tuvo su primera edición en mi recinto de la UPR en Carolina. Quiero regresar a proyectos como estos. Espero poder hacerlo pronto. Muchísimas gracias por la oportunidad de contestar sus preguntas y reflexionar sobre mi trabajo creativo.
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