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Comentarios acerca de Víbora y barro, un estudio de Cósimo Mandrillo sobre Gustavo Díaz Solís

miércoles 16 de septiembre de 2015
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“Víbora y barro”, de Cósimo MandrilloCuando llegó a mis manos un libro de Cósimo Mandrillo en el que se estudiaba la obra de Gustavo Díaz Solís, reinaba en mí una gran expectativa sobre el mismo, pues no lo conocía. Con sólo el nombre como referencia podían llegar a mi imaginación muchas cosas: Víbora y barro, ¿qué podría tratar entonces Mandrillo?, ¿a qué se refería con ese título? Para ello era necesario recordar la obra de Díaz Solís. Pero confieso que muy vagamente la recordé (vino a mi mente El mosaiquito verde). Sin embargo, cuando recibí el afanado libro, y comencé a devorarlo, recordé ciertos puntos.

En principio, Víbora y barro es un libro de reflexión literaria que pasea no sólo por la obra de Díaz Solís, sino que de manera extraordinaria viaja por diferentes tiempos y espacios, haciendo referencia a autores inadvertidos para el lector. Con un lenguaje, digamos, sencillo, Mandrillo nos entreteje un panorama a través de cuatro capítulos que, en resumidas cuentas trata de mostrar una latente diferencia entre Díaz Solís y los escritores de su época. Además de esto se leen las características esenciales e imprescindibles que perduran en la obra del referido autor, y podría decirse, en tres puntos infalibles: lo universal como ente de la modernidad, observado como el tratamiento de los elementos nacionales, criollos y rurales que forman la identidad de los personajes, reflejados en una época bastante nueva para Venezuela; recordemos que las obras estudiadas datan de 1940, cuando el país recién había salido de una larga dictadura. Mandrillo expone claramente la mirada que tiene Díaz Solís acerca de la naturaleza, que se va alejando de una simple caracterización y contemplación de la misma, propia del criollismo, hasta convertirse, dentro de los cuentos, no sólo en el ambiente que rodea a los diversos personajes, sino en una naturaleza que se ve a sí misma, se encuentra, se refleja a sí misma, se desvive de tal manera que se transforma en un personaje más de la narración. Además de este aspecto fundamental, se contraponen lo rural y lo urbano, ubicándose a veces en un punto medio indescifrable, pero que se enraiza a una cuentística de intimidad de los personajes, donde la tensión y el rigor estilístico juegan un rol que invita al lector a descifrarlo constantemente en un ambiente de suspenso, interrogaciones, espacios incólumes y variados, que de una manera u otra hacen de la obra de Díaz Solís una negación de la realidad o, en su defecto, una mirada diversa a esa realidad, pero que a su vez reafirma la condición humana del venezolano.

Cósimo Mandrillo
Cósimo Mandrillo.

En segundo lugar, Mandrillo establece que en la obra de Díaz Solís hay presencia de animales como constructores y partícipes de la realidad concreta de los diversos personajes y tramas, llenos de sensaciones, bajo un contexto psicológico arduo y bien trabajado; con énfasis en una especie única como es la serpiente, y todo el simbolismo del que se vale este afamado reptil. Vale decir que, según Mandrillo, los animales, aparte de convertirse en personajes concretos de los cuentos, son además labradores de actos ceremoniales y rituales que liberan tensiones a lo largo de las historias.

Por último, pero no menos importante, se hace un análisis significativo de la técnica narrativa de Díaz Solís, quizás más próxima a una prosa poética debido a las construcciones sintácticas, lo que representa un renovar de la escritura para el momento. En palabras de Mandrillo, este autor se separa de sus contemporáneos “para evadir el ciclo de afirmación o negación de la crisis cultural latinoamericana; asume un modo distinto en la representación del país, en la utilización de animales y en la maduración de una sintaxis narrativa particular”.

Para cerrar, es menester decir que esta obra de Cósimo Mandrillo representa un estudio fundamental dentro de la historia de la literatura venezolana, pues demuestra que la obra de Gustavo Díaz Solís es y será siempre un nuevo paradigma que nació en una época en la que Venezuela se renovaba política, social y culturalmente. En las narraciones de este autor, aunque de manera breve, sencilla e íntima, se lee ese contexto social que deseaba ser escrito y retratado, se analizan detenidamente las vidas, los espacios y los momentos, que renacían en las letras de Díaz Solís, y que invitan al lector a jugar con la psique, la pasión, la tensión, no tanto del razonamiento de los personajes, sino de lo más profundo de sus sentimientos, que permitieron que este análisis crítico germinara por parte de Mandrillo y de sus fieles lectores.

Gloria Dolande
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