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Ojos de pez azul

sábado 9 de junio de 2018
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“Acerca de los peces en la luna”, de Sandino Marín

A Eleazar Marín

Ciertas veces, en la orilla del mar que somos, también el río, nos llegan botellas con su tiempo adentro y con papeles llenos de silbos de grafitos. Grafitis en botellas.

Y con veintiún años apenas, y con toda la vida por delante, nos llegan señales de vientos antes de caer la lluvia, vientos y lluvias más parecidos a las palabras que a la muerte, es decir, a la vida. Allí se detuvo la colección Alta Voz para darle nombradía al que ya tenía nombre: Sandino Marín, quien nos cuenta crónicas poéticas Acerca de los peces en la luna. Podría parecer un joven lunático pero está más próximo a ser rara avis et urbe.

Sí, pájaro de ciudad con nidos en los campos de un país que duele, pero no dolido estando en la acera del frente. Simplemente duele como han de doler todos los pueblos del mundo donde las máquinas reinan, hay esculturas de niños abandonados y hay ojos que miran atiborrados de biopolímeros en el corazón y en las ideas.

Y tanto así oídos no oyen miradas, más si el silencio se canta después de haber cantado. Como decía Alí, no todos los domingos son para el ejercicio del budismo zen ni para que encrucijadas nos lleven a ninguna parte.

Sandino Marín, afortunado joven que escribe poemas y vive poemas al salir de sus clases de bachillerato, ya sabe que la única vez cuando somos libres es cuando somos jóvenes.

 

Poseer veintiún años y afirmar que la poesía no es un oficio sino un modo de ser libre, es tener clara la más humilde de las condiciones: ser caletero de la palabra. Donde cada peso es un ala más para dejar caer peces, desde la luna, cantando a la Pachamama y al árbol debemos solícito amor y que ella crea que desde el centro de sus ojos llueven, siempre la lluvia, fuegos artificiales que hacen fiesta en el corazón del hombre.

Sandino Marín, afortunado joven que escribe poemas y vive poemas al salir de sus clases de bachillerato, quien vio la película Papillon, y yo también la vi, o acaso él leyó el libro y yo no, ya sabe, y es un gran saber, que la única vez cuando somos libres es cuando somos jóvenes, el resto es pose o el eufemístico slogan: juventud prolongada.

Ya para dejar abiertas todas las puertas, y no cerrar, deténgase en el perfecto poema de amor que es la inocencia misma, o maldición acaso, ese que habla de la lluvia y que lava todos los pecados del mundo. Germen del frondoso bosque donde sólo veréis ramas si eso es lo que deseas ver, pero la lluvia cayendo multiplicada, fecunda, sobre la Amazonía, eso es lo existente.

Los peces en los acuarios tienen historias aburridas, pero los de la luna son borges, papillones, eleazares, voces del nunca jamás.

José Gregorio Correa
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