Barajas
“El destino baraja, y nosotros jugamos”.
Arthur Schopenhauer
La existencia me enseñó
a jugar con sus cartas.
Me dejó elegir los juegos
y cortar, pero me asignó las barajas,
sin admitir protestas al tiempo de apostar.
Puse sobre el tapete
todo lo aprendido,
lo nuevo, lo obvio, lo supuesto.
La habilidad, el ingenio
y por si fuera poco
alguna martingala.
Sentí acelerar el pulso
cuando pude acertar,
venciendo oposiciones
que pudieran confinarme.
Pero también sentí impulsos
de cruzar los brazos
y dejarme estar.
El barajador
insiste en sus desafíos
y no los puedo soslayar.
Deberé continuar la partida
hasta, que con una mueca,
me señale el momento
de la apuesta final.
En el umbral de la almohada
Sonidos entrelazados en el umbral de la almohada
rugir que viene de lejos, sonares que no recuerdo.
De la oscuridad al albor saltaron y no pretendo saber por qué
se aliaron con las musas preñadas de dilemas
y con esencias matizadas sangraron sobre el papel
la urgencia de ser paridos.
Son palabras que nacen del corazón, para mí
y para vos si te llegan a las entrañas.
Experiencias de la vida que está rozando el margen,
emociones de noche al día imposibles de reprimir,
esencia, utopía o realidad que encarnan y sustentan poesías.
Me seducen sus tenores y los hilvano sin pereza
aunque compitan con el sueño desde el umbral de la almohada.
Quédate
Por favor quédate un instante.
Quédate hasta que fluyan estos versos
que se alimentan con esencias espontáneas
y se niegan al encierro primigenio.
Después puedes encrespar tus sueños.
Pensarme, pensarte. Quererme.
Encenderme con mitos y fantasías,
imaginarme como lo desees
y hasta con la imagen que te persiga.
Eres dueño de tus sueños,
de pensarme a tu manera
y ser yo tu quimera más urgente.
Pero deja que te envuelva con mis alas
y se desate el inconsciente en mis vigilias.
Por favor, quédate hasta que el viento
ya no arrastre las hojas/calendario
ni el suspiro de las noches despobladas
te reclame con sus ecos de distancias.
Si lo hicieras, habrás sido para entonces
el sentido de un tercio de existencia.
Por esos ojos
Había cansancio y soledad en sus ojeras
cuando aquella tarde vio, lívido de muerte,
el rostro de su amado.
Apoyada en el féretro cedió al llanto su dolor.
Levantó la vista y vio otros ojos
tan tristes y desolados como los suyos.
Perdidos en la incertidumbre, sedientos de amparo y guía.
Por qué y cómo no lo entendió nunca
pero dominó su angustia.
Se hizo raíz, tronco, savia. Voluntad, fuerza y garra.
Natural como la vida misma dijo adiós ante la muerte
y se abrazó decidida a la existencia
por esos ojos que aquella tarde
tenían la mirada perdida.
Creencias
Hurgando en los recuerdos
encontré historias
que comparten maniquíes
en las vidrieras del centro.
Cartas ajadas de tanto manoseo.
Románticas tarjetas
anunciando enlaces inminentes.
Viejos libros.
Romanceros de la rosa seca
entre las páginas.
Vestidos impregnados
de glicinas quinceañeras.
En la memoria un sin fin de alegrías
y congojas ya olvidadas.
Menudencias
que alimentan la creencia
de que el pasado fue mejor.
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