El encuentro duró menos que los insultos y las miradas de odio. Era la primera pelea, el primer combate real de sus escasos años. Lo otro había sido un juego, unos cuantos empujones y alguien que se daba por vencido sin más trascendencia que algunas horas de enemistad; al final del día los que habían peleado terminaban pateando el balón como si nada hubiese sucedido. Esta vez era distinto, los dos muchachos se reconocieron en la distancia. Era como una continuación, como algo sin terminar y comenzado de repente. Domador de caballos, juguete de perros y aves de rapiña. Hombre de pies ligeros, traicionado por el destino y el amor. Han sido condenados y deben saber que nadie nace y nadie muere.
Los compañeros comprendieron en el acto que esta vez era diferente, sus miradas iniciaron la lucha mucho antes que sus cuerpos se acercaran. Los dos eran reconocidos jugadores de futbol, uno tenía catorce, el otro acababa de cumplir los dieciséis. Una diferencia imperceptible, el menor era el más temido y el más respetado. Al acercarse los dos jugadores en el concurrido campo de juego hubo pánico entre la multitud. Los jóvenes tomaron de entre sus ropas unos largos puñales que brillaron al sol. Se estudiaron al tiempo haciendo círculos entre sí. Se llamaron por sus nombres en una lengua extraña. Se acusaron de traición y muertes sucesivas a lo largo de los siglos. No eran los cuerpos de estos niños los que iniciaban la pelea, el priàmida y el pèlida aún se buscan junto a la muralla.
Lentamente el campo ha quedado vacío. Los caballos de Tesalia estremecen la tierra. Nueve ciudades superpuestas gritan de júbilo.
El encuentro fue breve. El puñal se hundió en la garganta y atravesó la nuca. El menor quedó tendido en el campo y el otro dio por sentada su venganza. Recordó los vejámenes sufridos en su primer cuerpo, la suerte corrida por su mujer casada con el enemigo, el deshonor de su padre al ver reducida a cenizas la inexpugnable ciudad. Sí, ha tomado venganza, pero durará tan poco.
Los titulares en los diarios relatan historias semejantes ocurridas en fechas y ciudades diferentes. Siempre hay un cadáver y el asesino desaparece, siempre son las mismas heridas e iguales las armas utilizadas en la refriega. Uno de los jóvenes futbolistas ha muerto y nadie sabe por qué se originó la pelea. Desconocen quién les dio las armas y por qué el encono mostrado en la lucha. Ignoran que es una contienda de antaño. Un par de inocentes que se destrozan obedeciendo un designio sin tiempo. Una cita que cambia vencedor y vencido para satisfacción del efímero cuerpo.
Lentamente el campo ha quedado vacío. Los caballos de Tesalia estremecen la tierra. Nueve ciudades superpuestas gritan de júbilo. Capricho de los dioses empezar una y otra vez.
En la mesa del bridge las cartas esperan y el café humea en las delicadas tazas. La joven rubia que sirve las bebidas siente que una ira intensa invade su cuerpo, mientras un sabor amargo le llena la boca. Alguien ha entrado al salón. Una mujer camina lentamente hacia la mesa. Se reconocen en medio de las miradas de espanto de las señoras que recogen sus bolsos. Los puñales están ahora en sus manos. Nadie nace ni nadie muere, todo concluirá en algunos minutos.
- Condenados - jueves 15 de septiembre de 2016