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Matamala

martes 12 de noviembre de 2019
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“El día que sientas asco de tu propia pasividad,
ese día te convertirás en algo útil”.
Mario Benedetti

La verdad no sé si contar esta historia. Lo que pasa es que en Matamala nunca se queda bien con nadie porque todos toman partido por algo o alguien y lo demás no vale la pena. Es como que todo fuera día o noche y no existieran esos hermosos atardeceres cuya penumbra eleva nuestras almas hasta deliciosos confines donde se respira el viento frío de la tarde noche. Además, siendo yo un burócrata se supone que no debo hablar del país en términos peyorativos sino defenderlo a capa y espada aunque sus políticas nos lleven por derroteros que conducen al abismo. Pero ahora voy a contar que a veces (espero me crean) me quedan algunos minutos libres y entonces me siento frente a la computadora pero sólo a verla en lo que mi mente vuela por todos los rincones del país donde la gente sufre. No toda, por supuesto, pero hay muchos y veo todo lo que sucede en él como niños desnutridos, analfabetas, falta de escuelas, hospitales, y entonces llego al cargo de conciencia cuando pienso qué estoy haciendo al trabajar para el Gobierno. Por eso voy a contar la historia aunque me eche encima a alguna gente. He llegado al punto de que ya no me importa.

Yo vivo en Matamala desde hace más de medio siglo y debo considerarme longevo. En este país no se vive mucho por diversas razones.

Gumersindo Tac Tic tuvo la suerte de nacer en América, tierra de valientes, suertudos, degenerados y pendejos, donde no sólo las personas tienen nombres extraños sino también las regiones, los valles y los pueblos, y hasta los animales llevan a veces nombres de humanos como si eso fuera gracia. Le tocó dejar el ombligo en Matamala y, la verdad, nunca supo de dónde viene este término ni cuáles son sus raíces. A veces dicen, cuando la gente no encuentra otra explicación, que son palabras indígenas, de esas que todavía subsisten y nos recuerdan gloriosos antepasados que morían atacando caballos, chuchos, pollos, loros o zopilotes, como si ellos hubieran sido en verdad los enemigos, mientras eran acribillados por las armas de sus contrincantes.

Pero si lo pienso, Matamala me suena a hierba venenosa con espinas o del tipo chichicaste que provoca escozor tremendo en la piel, aunque nunca nadie, ni siquiera en la escuela, nos explicó su origen. Pero yo vivo en Matamala desde hace más de medio siglo y debo considerarme longevo. En este país no se vive mucho por diversas razones: somos subalimentados, el sistema de salud brilla por su ausencia y, para acabarla de ajustar, está lleno de delincuentes, mareros, soldados, policías, quienes se encargan de que tu vida sea lo suficientemente corta como para no sufrir demasiado. Realmente estamos agradecidos con ellos por todas sus preocupaciones, y los longevos como yo hemos aprendido a vivir como Dios manda, escondiéndonos de todos esos bichos.

Cuando Gumersindo Tac Tic sale de su casa rumbo al trabajo, porque es del mínimo porcentaje que tiene un empleo, lo hace con el convencimiento propio de que quizá sea su último día en este hermoso país y comienza a sortear energúmenos al volante, sube los vidrios de las ventanas del automóvil para no escuchar el ruido inclemente de las bocinas, enciende la radio para distraerse un poco con música de esa que para los pelos con temas como infidelidad, hijos regados, amor sufrido, amantes felices, maridos infelices, mujeres de la calle… en fin, temas altamente edificantes.

En el trabajo saca un libro para distraerse, porque es ingrato permanecer ocho horas, sí, ocho horas sentado frente al escritorio, viendo la computadora, jugando solitario, a la espera de que a los jefes se les ocurra alguna brillante idea de cómo matar el tiempo. Por eso se mete de lleno en los asesinatos del Vaticano (así como antes gozó con las amantes de los papas o regresó en la historia a conocer algún dictador de esos que se dan por todos lados en nuestra América inmortal, o algunos días se solazó leyendo en los periódicos sobre la idea descabellada de militares asesinos que quieren ser presidentes de Matamala, sobre niñas decapitadas, mujeres descuartizadas, violadas, cuerpos mutilados que abandonaron en algún barranco) en lo que transcurren las ocho horas de su lucrativo trabajo, pues aunque no sea bien pagado, al menos tiene y le alcanza para echarse un par de buenos tragos de vez en cuando pues emborracharse es la única manera, como decía Miguel Ángel, Premio Nobel de Literatura, de poder vivir en ese país sin vomitar todos los días aturdidos por los males endémicos que los aquejan.

Gumersindo Tac Tic está orgulloso de su pueblo, pues Matamala también tiene Premio Nobel de la Paz, que recayó en una indígena rechoncha, huérfana y víctima del conflicto armado que duró más de treinta y seis años. Ella escribió sobre sus experiencias en los pueblos, en la selva, el trato inhumano de los militares para sus conciudadanos, la muerte de niños somatados contra las rocas, en fin, una serie de linduras difíciles de creer si no se tratara de su querido país, Matamala.

La vida de burócrata me permite leer buenos libros, periódicos, revistas, hablar con los compañeros, discutir temas interesantes como asesinatos, robos millonarios de dólares en las narices de las autoridades del aeropuerto, secuestros, torturas, y esto me forma y prepara para sobrevivir en este país donde los altos funcionarios de los bancos roban los ahorros de los pocos ciudadanos que pueden meter dinero a sus arcas y estos cacos no de cuello blanco sino con bandera blanca de la paz ante la Superintendencia de Bancos, después se van a disfrutar sus “ganancias” a lugares paradisíacos del mundo.

Gumersindo Tac Tic se encuentra con que los bancos de Matamala no tienen dinero para devolver a los cuentahabientes sus propios ahorros pues, deduce el inteligente burócrata, los están utilizando para campañas presidenciales, ganar intereses o a saber qué otros negocios sucios. Simplemente dicen “no hay dinero”, “el Banco de Matamala no nos ha dado billetes”, como si los pobres matamalenses tuvieran la culpa de los malos manejos que las autoridades hacen de su plata para beneficio propio u “oficial”. Para mientras, dice la presidenta del Banco de Matamala por televisión, pueden usar tarjetas de crédito, débito, o los dólares que envían sus familiares que se parten el lomo en los Estados Unidos, y todavía tiene la desfachatez de decir que en Hiper Nais o los almacenes Nais (a saber cuánto le ofrecen de comisión) se los cambian un poco devaluados, pero se los cambian y pueden adquirir alimentos. Lo que no dice es que en los mercados cantonales no se puede pagar con tarjeta de crédito ni débito y menos con dólares y que en la panadería de la esquina lo mandan a uno a la mierda si no paga en efectivo, o que en el autobús se tiene que dar la moneda de a peso para que los mareros tengan algo que robar cuando asaltan el bus.

Matamala es un país tan de a huevo que va a sobrevivir a este atentado de la oligarquía sobre el sufrido pueblo.

Es tan grande mi país, dice la eficiente funcionaria, que no necesitamos efectivo para vivir y lo podemos hacer con tarjetas de crédito que nos cobran el módico 4,5% de interés mensual, que muertos de la risa lo pagamos porque, como dijo un ex presidente, este pueblo es de a huevo y eso de que nos perdonen la deuda externa no lo aceptamos porque tenemos dignidad, y trabajando con honradez salimos adelante en todo lo que nos proponemos.

(Lo que sí no puede negarse es la eficiencia del Ministerio Público de este país, que después de confirmar en Migración la huida de los funcionarios corruptos que desfalcaron a millares de matamalenses, hacen doce o quince allanamientos diarios para sacar, en las noticias de los periódicos que sólo publican lo que conviene al Gobierno, que están trabajando y ya están a punto de capturar a esos ingratos sinvergüenzas que han estafado a medio mundo y que ahora gozan del dinero mal habido en Panamá, Miami, Texas, Europa y no sé cuántos destinos más en donde los dólares valen igual si son bien ganados, lavados o robados a la gente que ante tal situación hasta se suicida.)

En más de medio siglo de existencia Gumersindo Tac Tic ha visto en Matamala gobiernos de toda clase, de todas las ideas y actuaciones distintas, pero jamás vio un gobierno de empresarios que llevara a la quiebra dos bancos, tuvieran necesidad de fusionarse otros tantos y que el efectivo (los billetes) no se viera por ningún lado. No cabe duda de que Matamala es un país tan de a huevo que va a sobrevivir a este atentado de la oligarquía sobre el sufrido pueblo y que, si habiendo efectivo comía mierda, pues ahora no va a comer ni mierda pero saldrá adelante con la dignidad que siempre le ha caracterizado.

Es difícil contar estas cosas como las que le sucedieron a Gumersindo Tac Tic y por lo general no lo hago. En parte, decía, por ser burócrata y como tal del Gobierno, aunque la verdad jamás he pertenecido a partido político alguno y, por otra parte, porque contar vivencias de este tipo lo lleva a uno a enfrentarse a enemigos gratuitos, a las autoridades que te dan empleo y a veces hasta a tu familia que te dice no te metás a babosadas, acordate que tenés familia y nos van a venir a traer a todos. En este país no se tientan el alma para desaparecerlo a uno y tenemos niños pequeños que cuidar. Aparte de que pueden tener razón, yo creo que parte de la educación para esos niños es contar lo que se sabe, sin tapujos, como dicen los periodistas del Gobierno que sólo cuentan lo que les conviene y le llaman así, “sin tapujos”, como si uno fuera en verdad no un ciudadano de un país en vías de desarrollo, sino de uno “en vías de subdesarrollo”. Por eso me decidí a contar lo que cuento.

Gumersindo Tac Tic se encuentra con que ahora que vienen las elecciones, que siempre traen los mismos micos pero con diferente montera, tiene opciones increíbles como el “pizarrín” de izquierda, la doña repitente por cuarta ocasión, el ex jefe de presidios de ideas anquilosadas, el ejecutor de presidiarios, en fin, una pléyade de posibilidades que, si elige bien, tendrá ni más ni menos que la misma Matamala de toda la vida en la que sólo la clase media debe pagar impuestos y dar contribuciones extraordinarias para el mantenimiento de los viejitos y el Gobierno se hará el loco con la obligación constitucional de otorgar seguridad a las personas de la tercera edad. A lo mejor la presidenta del Banco de Matamala se inventa alguna tarjeta, gafete, plástico de colores o negro, una pita de las que proporcionan los brujos para que aquello no se acueste, que pueda utilizarse en forma de trueque para adquirir medicinas, vitaminas, geriátricos y no sé cuántas babosadas más para los viejitos que bajo la carpa instalada frente al Congreso de la República hacen de las suyas con las viejitas a quienes atienden con toda la decencia de que son capaces.

Si yo volviera a nacer, piensa Gumersindo Tac Tic, quiero hacerlo en Matamala. Pero no en una mata cualquiera que pueda utilizarse por algún brujo para hacer de las suyas en perjuicio del prójimo y tampoco en alguna Matabuena que pueda ser usada para revivir amores ya marchitos. No, yo quiero nacer de nuevo en Matamala pero con algún defecto físico o mental que me ponga a tono con la plebe y así poder participar en las elecciones para presidente de la república con buenas posibilidades de triunfo. Eso sí, se dice Gumersindo, para que me apoye el pueblo trataría de hablar de manera ininteligible usando mis bastones como banderas y ofrecería mano dura para combatir la delincuencia hablando en televisión con ojos inseguros, pero levantando el puño en señal de fuerza sin tratar de hacer mala seña, o buena, dependiendo del cristal con que se mire, a la linda compañera diputada que me atiende como sólo ella sabe hacerlo. (Gumersindo Tac Tic se solaza con candidatos a la presidencia como el cojo, la doña repitente y mafiosa, y el ejecutor de muertes extrajudiciales, que es el candidato del partido oficial, pues el banquero que tenían designado para regir los destinos de Matamala está atendiendo otro tipo de negocios millonarios ayudado por los sueldos de matamalenses ingenuos que depositaron en esas instituciones los ahorros de todas sus vidas.)

Ya lo ven, entre queriendo y no, he contado esta historia de Gumersindo Tac Tic que no sé si me conviene hacerla pública.

O a lo mejor me convertiría en un decrépito militar alucinado que, en el período octogenario de mi vida, me echaría un sermón o sermones para tratar de llevar al redil a la gente, o matarla si fuera necesario en el nombre de Dios y para beneficio exclusivo del país, escondiéndome como si nada en la impunidad que me diera el ejercicio de mi función de diputado. En fin, si yo volviera a nacer quiero hacerlo en Matamala, tierra de la eterna primavera, de las buenas mujeres y políticos desastrosos, pero eso sí, como un digno representante de este pueblo glorioso en que nos comemos unos a otros, decapitamos a los débiles, torturamos a los opositores, les robamos sus ahorros a las claras y con todas las de ley a los ingenuos, les prohibimos utilizar su propio dinero y después les damos explicaciones de que, si bien es cierto son sus ahorros, son necesarios para el buen desarrollo del país y es así como demuestran su patriotismo.

Ya lo ven, entre queriendo y no, he contado esta historia de Gumersindo Tac Tic que no sé si me conviene hacerla pública. Pero la verdad, es la historia de muchos matamalenses que se esfuerzan por sobrevivir en este país porque aquí nacieron sus tatarabuelos, abuelos, padres, chuchos, gatos, canarios y hasta las putas que los enseñaron a hacer el sexo con tal eficiencia que ahora Matamala tiene una tasa de natalidad tan alta que puede competir con cualquier país “en vías de subdesarrollo” (no “en vías de desarrollo”, como equivocadamente dicen los economistas). La verdad, no me siento mal por haberla contado. Peor sería estar como tantos días sin nada que hacer, sentado frente al escritorio comiendo un pastelito a la hora del café o viéndoles las nalgas a las compañeras que se pasean por la oficina en busca de plática, contribución para algún velorio o simplemente para verte a la cara cómo se te salen los ojos cuando cruzan las piernas o para pasarte el pelo tan cerca que sientes su aroma como si las tuvieras en la cama.

Antonio Cerezo Sisniega
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