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Clases de baile

sábado 18 de abril de 2020
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Clase de baile I

Muévelo. Agítalo. Gíralo. Sácalo. Repítelo. Sencillo. Márcalo. Doble. Abdomen. Suéltalo. Levántalo. Sonríe. 1.2.3.4. Ella grita, ordena, imperativa, enérgica y energética segura de sí desde sus conocimientos; y yo, arrítmica, asíncrona, atónita y estupefacta trato de seguir sus órdenes desde mi torpeza. Mi orgullo y mi soberbia se burlan de este nuevo intento por obedecer, por conseguirlo. Mi ignorancia persiste atada a las agujetas de sus tenis. Mayor sumisión, mayor aprendizaje. Muévelo. Agítalo. Gíralo. Sácalo. Repítelo. Sencillo. Márcalo. Doble. Abdomen. Suéltalo. Levántalo. Sonríe. 1.2.3.4. Puta madre.

 

Clase de baile II

Hoy se integró una mujer a la clase de baile, fuera de eso la sesión transcurrió sin novedad, sumando a la vida un episodio más de mis fracasos. No te asombre si te digo lo que fuistessss. La maestra marcó un nuevo paso complicado —como son todos los pasos para mí. Ven al frente, Lorena. Su mano extendida con gentileza tiene más fuerza que un chasquido de dedos. Su voz dulce es una orden marcial. Imposible desobedecerla. Tiembla que suda me coloqué al frente. Atenta. Tensa. Atenta. Tensa. Una tabla que pretende bailar. Ella marca el paso lentamente y en silencio. 1. Derecha. Sencillo. 2. Izquierda. Sencillo. Adelante. Izquierda. Atrás. Desplante. Flexión. ¡Otra vez! Mira el espejo, no los pies, sugiere. En silencio, en el espejo danzan una elefanta y una campamocha, dignas de una escena de Fantasía 2019. El antípoda ejemplificado tiembla y suda. Detrás de nosotras está el resto de la clase. ¡Una vez más! No entiendo nada. Seguimos marcando los pasos en silencio. ¿Lista? Subo y bajo los hombros, indefensa. ¿Listas? ¡Va! Va. Va hacia el teléfono y pone la música. Va y es Madonna. ¡Va! Sonrío y aligero un poco la espalda. Repetimos los pasos silentes que se acomodan perfecto con los acordes de Medellín. Sonrío y pierdo la coordinación adquirida. Sonríe e indica paciencia-paciencia. Aunque la letra de la canción es una estafa, cuando coincido en la coreografía siento que triunfo en Wembley y bailo con Mi criatura; todos los reflectores están sobre nosotras. Pienso en esa posibilidad y todo brilla a mi alrededor. Por un instante me siento poderosa e ilimitada, la gente nos aplaude. Ella tiene una mirada triunfal. Terminamos la canción, vuelvo a mi sitio y sé que podría exprimir mi camiseta varias veces y ni así le secaría el sudor. Termina la clase y la chica nueva presume tener dos pies izquierdos. Yo sigo intentándolo, consciente —muy consciente— de que tengo tres.

Lorena Sanmillán
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